Capítulo LXXIV: Sansón vs Heracles (II)
https://youtu.be/SxThZpslbhE
[Siglos Atrás. Territorio Griego: Ciudad de Tebas].
Orión, Odiseo, Orfeo, Teseo, Perseo, Belerofonte, Cadmo, Aquiles, Jasón, Alejandro Magno y Hektor. Son algunos nombres notables de la lista de héroes del Territorio Griego, y de los cuales el único que puede considerarse un héroe verdadero era Orión (Rudra), porque todos los demás de "héroe" solo tenían el título que les dieron los humanos griegos.
Cualquiera que conozca sobre ellos también conocería al menos una versión contada de esta historia; la historia del nacimiento de un semidios que por la fama y las ideas corruptas de su tierra, descendería al abismo de la maldad y la locura, en donde enfrentó a sus demonios y terminó convirtiéndose en un diablo.
Todo comenzó con el humano griego Amphitryon, un príncipe muy destacado de Argolida que gano suficiente méritos para conseguir como prometida a una mujer alta, hermosa y sabia, de cabello negro, piel pálida y ojos oscuros, bastante popular en toda Grecia tanto por su belleza e inteligencia como por su linaje. Su nombre era Alcmena, la hija del Rey Electryon de Miscenas, quien a su vez era hijo de Perseo y Andrómeda.
Y todos en Grecia sabían que Perseo era hijo del Dios Supremo griego Zeus. Este linaje era la razón principal por la que Amphitryon deseaba tanto a Alcmena como esposa. Y para ganársela, Amphitryon ayudaba al padre de ella en los problemas del reino, tales como los conflictos familiares entre Electryon y sus sobrinos.
No obstante, a diferencia de otros griegos, Amphitryon no oraba ni respetaba a Zeus ni a ningún dios de su tierra de ninguna forma; en realidad veneraba a un dios demonio extranjero de nombre Dagon. Es por esto que Zeus decidió divertirse castigándolo de muchas formas personales.
El primer castigo vino un día, cuando Amphitryon le devolvió a Electryon un ganado robado; mientras lo ayudaba a llevar las vacas a su corral, Zeus provocó que Amphitryon tuviese ilusiones, de las cuales en una llego a visualizar a Electryon como un monstruoso hombre-toro. Y como es lógico, Amphitryon se asustó tanto que lo golpeó en la cabeza con el garrote; fue en ese momento que despertó de la ilusión, para darse cuenta de lo que hizo y que había matado a su futuro suegro.
Lo sucedido fue aprovechado por el hermano de Electryon, Estenetus, para desterrar a Amphitryon y Alcmena con el propósito de apoderarse del reino de Miscenas. Esto llevó a que Amphitryon y Alcmena tuvieran que refugiarse en Tebas.
Una vez establecidos en un nuevo hogar, Alcmena se negó a casarse hasta que sus hermanos, asesinados por las tribus de los tafios y teleboanos, fueran vengados. Amphitryon respeto sus deseos y partió a una expedición, junto con su amigo Creonte, rey de Tebas, para enfrentarse a las tribus de los tafios y teleboanos. Fue una campaña difícil, pero después de mucho tiempo logro tener éxito y regresó triunfante a casa, sin saber que su siguiente castigo por parte de Zeus ya había sucedido.
Sucedió en una temporada tormentosa que mantuvo a la región sin la luz del sol durante tres días. En el primer día Alcmena recibió la visita sorpresa de Amphitryon. Nadie le había informado de su llegada a Tebas ni tampoco que vendría, por lo que Alcmena y su prometido pasaron los siguientes tres días hablando y respondiendo preguntas, para saber si de verdad él tuvo éxito en su campaña y volvió triunfante.
Al tercer día Alcmena logró ser convencida, y como recompensa por el triunfo de Amphitryon, permitió que él durmiera con ella esa misma noche. No obstante, a la mañana siguiente, Alcmena se despertó sola en la cama, y entonces entró a la habitación Amphitryon, con la misma armadura que llevaba el primer día en que llegó.
Amphitryon comenzó a relatar su victoria contra los tafios y teleboanos, iniciando una conversación extraña en la que Alcmena, sorprendida y asustada, se dio cuenta de que el "Amphitryon" con el que estuvo la noche anterior había sido otra persona. Amphitryon también se enteró de eso, y busco respuestas con un oráculo de Tebas llamado Tiresias.
El oráculo les revelo a la pareja que el hombre con el que estuvo Alcmena fue el propio Zeus disfrazado, buscando castigar a Amphitryon con la humillación de haberse acostado también con Alcmena. El oráculo también explicó que aquel arranque de locura que tuvo Amphitryon antes y lo llevó a matar al padre de Alcmena, fue producto de la influencia mental de Zeus. Todo por la devoción de Amphitryon hacia un dios demonio extranjero.
Además les reveló que Alcmena había quedado embarazada de Amphitryon poco antes de que él viajase. Pero después de la noche con Zeus, otra vida había comenzado a crecer en el vientre de Alcmena. En otras palabras, la mujer iba a tener mellizos, siendo uno hijo de su prometido y el otro hijo de Zeus.
Y tal como predijo Tiresias, sucedió: en una oscura y tormentosa noche Alcmena dio a luz a gemelos varones, ambos de cabello negro y ojos azules, a los que nombraron como Alcides e Iphicles. Ocho meses después descubrieron cuál de los dos era hijo de Zeus, por un acontecimiento extraordinario.
Una de las criadas llego a la cuna de los bebés tras escuchar un llanto; descubrió que el llanto venía del pequeño Iphicles, que estaba asustado de dos grandes serpientes que habían subido a la cuna. Los llantos de Iphicles molestaron a Alcides, y éste defendió al hermano agarrando una serpiente en cada mano, para estrangularlas con un apretón de fuerza inhumana.
Al pasar el tiempo los gemelos crecieron hasta convertirse en jóvenes fuertes y atractivos. Pero se hizo un poco más fácil distinguirlos a ambos, debido a que Alcides creció más alto y robusto que su hermano Iphicles, además de que poseía una fuerza inhumana que crecía con la edad.
Contrario a lo que suele pasar en muchas historias, ambos hermanos se llevaban bien y respetaban el uno al otro; a veces discutían por sus diferencias, pero luego hacían las paces por el cariño que le tenían a su pequeña hermana, Laonome, hija de su madre Alcmena y Amphitryon.
Pero aparte de la extraordinaria fuerza inhumana de Alcides, también comenzaba a hacerse evidente que dentro de él habitaba un mal semejante al de un diablo. La mayor prueba de esto fue cuando él recibía clases de música de Linus de Tracia, uno de los más grandes músicos líricos en el Territorio Griego.
Linus trataba de enseñarle al terco Alcides sobre música, y la frustración del músico alcanzó un punto en que reprendió la malcriadez de Alcides con un golpe en la mano. Alcides se molestó tanto por esa reprimenda que, con su propia lira, golpeó a Linus en la cabeza, causándole la muerte. Alcides se salvó de ser acusado de homicidio, bajo el pretexto de que fue en defensa propia.
Amphitryon pudo ver ese diablo dentro de Alcides, y decidió sacarle provecho enviándolo a luchar en diferentes conflictos. Aunque fue para beneficio personal, esas guerras encarnizadas sirvieron para apaciguar ese deseo asesino latente en Alcides. Además, conforme los hermanos triunfaban en cada batalla y Alcides masacraba a decenas de soldados con sus propias manos, la fama de su fuerza sobrenatural se hacía conocer más, y pronto los demás humanos griegos lo elogiaban como un héroe.
Ambos hermanos participaron en muchas batallas, siendo la más importante de sus vidas la defensa de Tebas contra los Minianos en Orcómeno. Luego de su victoria, el rey Creonte de Tebas quedó tan complacido por sus contribuciones que les concedió regalos a ambos hermanos. Entre los regalos Creonte les permitió desposar a dos hijas de él.
Iphicles tomó como esposa a la hija menor de Creonte, la princesa Pirra, mientras que Alcides decidió casarse con la hija mayor, la princesa Megara.
https://youtu.be/VagES3pxttQ
Sin embargo, mientras Iphicles continuaría su vida como guerrero y cazador al servicio de Tebas, Alcides abandonó la guerra para dedicarse por completo a una vida de pastor y cuidar de la familia que formaría con Megara. Y con el tiempo tuvieron tres hijos, a los que llamarían Therimachus, Creontiades y Deicoon.
Pero aunque buscaba una vida tranquila al lado de su esposa e hijos, la guerra era lo único que calmaba ese instinto asesino suyo. Y al permanecer alejado de todo conflicto, era inevitable que ese deseo de matar comenzaría a crecer hasta alcanzar una incontrolable explosión de locura.
Por desgracia ese momento llegó en una noche en la que él había vuelto a casa, con un terrible dolor de cabeza y un creciente estrés, que culminó en un impulso asesino que nubló su visión y le hizo perder la razón. Poco a poco empezó a recobrar la consciencia, y lo primero que escuchó fue el grito de su esposa.
—¡¿Por qué?! ¡¡¿Por qué lo hiciste?!!
Escuchaba el llanto de su esposa, llena de furia y tristeza, lo cual hizo que Alcides terminará de recuperar la consciencia. Lo primero que vio fueron sus propias manos cubiertas de sangre, y luego descubrió con horror que en el suelo, en un charco de sangre, yacían sus queridos hijos Therimachus de 14 años, Creontiades de 12 y Deicoon de 10. Al lado de ellos estaba arrodillada Megara, llorando de forma desgarradora.
Al principio Alcides estaba en negación, y después grito de dolor. Incapaz de entender lo que había sucedido con él, todo lo que hizo fue culpar a la diosa Hera; desde mucho antes circulaban rumores de que las serpientes gigantes las envío Hera para matarlo por ser un hijo bastardo de Zeus, y ahora con este horrible acontecimiento Alcides estaba convencido de que Hera, como una forma de arruinarle la vida, lo influenció para que enloqueciera.
Después del asesinato de sus propios hijos, todos en Tebas empezaron a darle la espalda a Alcides; todos menos su madre, su hermano Iphicles y su hermana Laonome. Incluso su esposa Megara lo abandono y el padre de ella autorizo romper el matrimonio con Alcides. Luego se llevó a cabo un juicio en el que llovían las acusaciones y el asco de todos.
—¿Cómo pudiste asesinar a tus propios hijos? ¿Qué clase de monstruo desalmado eres?
—¡Él no puede continuar en nuestra iluminada civilización! ¡Es tan salvaje y primitivo como los bárbaros nubios, los galos y los asiáticos!
—¡¿Y si vuelve a enloquecer?! ¡Con esa fuerza divina nadie podría detenerlo! ¡Y si lo matamos podríamos recibir un castigo divino del padre de los dioses!
—Solo queda expulsarlo. Que sean otros los que estén en su camino sangriento. Mejor ellos que nosotros.
El castigo de Alcides terminó siendo el exilio. Y antes de partir todo lo que recibió de su amada esposa fue odio puro.
—¡No me toques con tus manos; esas manos sucias con la sangre de nuestros hijos! ¡Lárgate asesino! ¡No quiero volver a verte jamás en mi vida!
Durante su descenso a la salida de Tebas recibió más insultos similares por parte de los otros ciudadanos. Y en las puertas los únicos que estaban allí para despedirse de él, desearle bienestar en su camino y llorar su exilio fueron su madre Alcmena, su hermano Iphicles y su hermana Laonome.
Avergonzado por lo sucedido y exiliado de Tebas, Alcides vago por diferentes islas del Territorio Griego, buscando una forma de expiar la muerte de sus hijos, y entonces llegó hasta el Oráculo de Delfos, Pythia, que conocía una solución. El oráculo, actuando como mensajera de Hera, le explico lo que debía hacer...
—Viaja al Reino de Tirinto. Busca al Rey Eurystheus y sírvele como su esclavo durante diez años, porque a través de él servirás también a la diosa Hera. Cumple cualquier trabajo o servicio dictado por él y solo por él. Si el éxito alcanzas, tu infamia será reemplazada por fama y nadie más volverá a recriminarte por cualquier mal que hagas, porque serás un heraldo de la justicia. Un héroe absuelto y libre de cualquier pecado.
Alcides sintió bastante furia por la idea de tener que servir a un hombre flacucho y débil. Pero se tragó el orgullo y viajó al Reino de Tirinto, donde busco al rey Eurystheus, quien había sido informado de su llegada por uno de los ochenta y ocho guerreros de la diosa Athenea, y también se le informó que sería un intermediario para que Alcides sirviese a la diosa Hera.
El rey de Tirinto no dudo en aceptar la servidumbre de Alcides, sobre todo porque estaba al tanto de su sobrenatural fuerza. Y para oficializar el estatus de Alcides como sirviente de Hera, lo rebautizó como "Heracles" (la Gloria de Hera). Este cambio de nombre, según el propio rey Eurystheus, sería una forma de comenzar a ganarse el favor de Hera para que dejara a Alcides en paz, aunque en realidad ella no le hizo nada para empezar.
Algo de lo que Alcides no estaba muy al tanto era que su padrastro Amphitryon lo odiaba en secreto; lo consideraba un recordatorio de los castigos y humillaciones del hipócrita y tiránico Zeus, además de la infidelidad de Alcmena.
Tal era el odio que sentía Amphitryon, que no dudo en poner dos serpientes gigantes dentro de la habitación en la que estaba la cuna de su propio hijo junto con su hijastro, cuando ambos tenían ocho meses de nacidos; las mismas serpientes que Alcides mataría para proteger a su medio hermano Iphicles.
Lo mismo era para los ataques de locura que sufriría Alcides a través de los años; no era por influencia de Hera o algo parecido, sino un efecto secundario por su condición semi-divina y la sangre corrupta de Zeus, heredada de Cronos que como titán, un híbrido de ángel y demonio, estaba más inclinado hacia el lado demoníaco que el angelical.
Pero Alcides se negaría aceptarlo, porque implicaría que todo el mal que él había causado y cometería con el tiempo, era solo culpa suya. Su negativa a reconocer esos hechos y el no saber la verdad lo llevarían a vivir aventuras, cometer más atrocidades y realizar hazañas que le darían fama de "héroe", un guerrero defensor de la justicia y la humanidad, pero solo para los griegos y sus fanáticos.
Por culpa de esa fama y la percepción perversa, hipócrita y corrupta de los griegos sobre "justicia" y ser un "héroe", el propio Heracles jamás vería la verdad, mientras su corazón iría sumergiéndose poco a poco en las tinieblas. Y con cada horrible acción, cada vida arrebatada y cada vicio saciado, alimentaría al diablo dentro de su ser.
https://youtu.be/XTs7tsKv9KA
[Presente. Torneo Parabellum: Arena de Duelo].
Muchos de los griegos comenzaron a preocuparse al ver las dificultades que estaba teniendo Heracles de primeras en enfrentar al humano ascendido como ángel. Pero los fanáticos más fieles mantenían la esperanza, aparte de por supuesto algunos miembros principales de su familia.
—Nuestro hermano no es estúpido. Ya debería de saber que su enemigo lo está superando en poder. Entonces, ¿por qué no activa su Égida o utiliza su poder de Cerbero?
Pregunto, bastante preocupada, una joven chica griega de 18 años, de cuerpo delgado y esbelto con piel pálida, ojos azules, cabello rubio corto hasta la barbilla y atado en una coleta alta. Vestía con una sencilla toga roja con brazaletes y corset dorados, además de aretes de oro y también un collar elegante.
Era la hija de Amphitryon y Alcmena, y por lo tanto media hermana menor de Heracles; era Laonome de Tebas.
—Lo está reservando, porque sabe que su enemigo también es bastante inteligente y podría descubrir los puntos débiles de su Égida rápido. Por eso prefiere reservarla hasta que sea absolutamente necesario.
Contestó, bastante serio y cruzado de brazos, un hombre griego que aparentaba rondar por los 30 años. De ojos azules, cuerpo robusto y fuerte con piel pálida, cabello rizado de color negro y una pequeña barba. Y como ropa usaba una toga blanca con brazales, grebas, hombreras y cinturón plateados de estilo propio de un soldado de alto rango de Grecia.
Era el hijo de Amphitryon y Alcmena, además de medio hermano gemelo de Heracles; era el comandante Iphicles de Tebas.
—Eso es evidente. Está utilizando primero sus ataques menos útiles en esta situación para investigar a su oponente. Y además también sabe que su oponente lo está investigando.
Dijo, preocupado y sorprendido, un chico griego de 18 años de físico delgado con una marcada musculatura, piel pálida, ojos azules y cabello liso de color negro y largo hasta los hombros. Vestía una toga blanca con un cinturón dorado, brazaletes plateados, un bolso en su cintura y un pergamino entre sus manos en el que anotaba lo que estaba sucediendo en la actual Batalla de Inmortales.
Era el hijo de Iphicles con su primera esposa la princesa Automedusa, y por lo tanto también era el sobrino de Heracles, además de ser su escudero y narrador; era el príncipe Yolao del Reino de Megara.
Al lado de Yolao se encontraba una mujer griega de 30 años, mirando la batalla en silencio con nada más que lástima en sus ojos claros. Cabello largo castaño atado en una coleta larga. Su piel clara tenía un perfecto bronceado, era esbelta y además madura. Llevaba un vestido rojo con detalles blancos, brazaletes dorados, aretes de oro y collar de mismo material con diamantes.
Era la exesposa de Heracles y actual esposa de Yolao; era la princesa Megara de Tebas.
—Ambos están teniendo extrema precaución con el otro. Puede ser exceso de cuidado o solo precaución basada en experiencia. Pero en cualquier caso, tienen la misma idea de guardarse lo mejor para el momento que más lo amerite.
Dijo, con notable preocupación, una joven mujer griega delgada y de cuerpo muy esbelto con senos perfectos. Tenía los ojos de un azul celeste y el cabello rizado, dorado y corto hasta la barbilla, además de atado con una coleta alta. Vestía con una toga blanca y verde adornada con brazaletes, corset, collar, aretes y pulseras, todo de oro con joyas.
Era una de las hijas jóvenes de Zeus y Hera; era la media hermana y actual esposa de Heracles, además de ser la antigua diosa asistente que servía el vino y la comida del fruto Ambrosia en los banquetes del reino olímpico; era la Diosa Griega de la Juventud y la Esclavitud, Hebe.
—Si es así, no le quedan muchas opciones. Ya utilizó tres de sus doce habilidades. Y luego de haber visto cómo le fue a Ares en su pelea con un extremadamente contenido Karttikeya, no creo que su experiencia en Pankrátion (Pancracio) y combate Pygmachia (boxeo) le sirvan contra el Arte Marcial de su enemigo —dijo Laonome todavía preocupada.
—Creo lo mismo. El tío Heracles se especializa en aprovechar su propia fuerza inmensa para agarrar, someter y tumbar al oponente. Pero esa forma de luchar tiene dificultades contra oponentes de fuerza semejante a la suya. Y en este caso su oponente es un guerrero con la capacidad natural de aumentar su propio poder —dijo Yolao nervioso y anotando esos detalles en su pergamino con una pluma.
—Pero Sansón no sería capaz de matarlo. No creo que llegue a eso —dijo Hebe con algo de optimismo.
—Tal vez. Pero mi hermano no aceptara perder por las reglas. Antes que eso él preferiría la muerte —dijo Laonome todavía angustiada.
Había incertidumbre respecto a cómo terminaría esto, teniendo en cuenta que en esta ronda había reglas especiales de descalificación, como la que prohibía tocar el suelo fuera de ambas ciudades.
Luego de haber recibido aquella lluvia de golpes —nunca mejor dicho— Heracles observó su nuevo entorno. Había llegado a una zona de considerable espacio, con una estatua enorme dedicada al dios demonio Dagon. Cualquiera en su misma situación se habría preparado para recibir algún ataque de frente, pero él fue lo bastante inteligente como para quedarse donde estaba, confiar en sus sentidos auditivos super desarrollados y estar atento a su alrededor, antes de hacer cualquier movimiento.
Hizo lo correcto en estar alerta primero, porque escuchó pasos a una velocidad comparable a la de su pariente Hermes dando vueltas por toda la zona, pasando por el suelo, las paredes e incluso los techos y las columnas. Entonces escuchó un proyectil atravesando una pared a su izquierda, así que se giró a la susodicha dirección y ataco con el garrote, solo para terminar golpeando una lanza procedente de la armería del escenario filisteo.
Lo que en verdad sorprendió a Heracles fue que la lanza explotó en cientos de partículas de Maná lila al impactar contra su garrote, y para él se sintió como si una granada de metralla explotase en su cara. La explosión lo desoriento un segundo, el cual lo dejó vulnerable a otra lanza explosiva que impactó en su espalda.
"¡Algo anda mal! ¡Estas no son lanzas mágicas; son lanzas comunes imbuidas en algún tipo de poder mágico ofensivo!", dijo Heracles en su mente, deduciendo rápido lo que pasaba.
Su siguiente movimiento fue pisar el suelo con fuerza e impulsarse con un gran salto, para evitar que le cayeran otras tres lanzas del mismo tipo. Heracles aterrizó rodando por el suelo y se puso de pie casi al instante, para agitar el garrote con tanta fuerza que el viento generado derribo siete lanzas que volaban a su posición.
Entonces Heracles vio a Sansón en el techo de una casa filistea, sosteniendo en la mano izquierda una pequeña bolsa de tela llena de lo que parecían clavos. Sin embargo él no tardó en demostrar que no eran clavos, cuando tomó uno de la bolsa y al instante aumento de tamaño, revelando que eran lanzas comprimidas.
"Son lanzas de este escenario, reducidas de tamaño por algún tipo de Arte Mágico. Y el bastardo las está devolviendo a su tamaño original, agregando además un encantamiento para que exploten", pensó Heracles con entendimiento rápido, basándose en el hecho de que en esta ronda no se permitía llevar objetos externos a Astras.
Sansón comenzó a moverse de nuevo alrededor del lugar, desplazándose por los tejados como un resplandor veloz moviéndose a la velocidad del rayo, y en el trayecto siguió arrojando más lanzas explosivas una por una.
Al mismo tiempo Heracles, mientras esquivaba cada lanza explosiva por precaución extrema, no tardó en calcular la velocidad a la que se movía Sansón. Y por eso, después de esquivar un par de esas lanzas explosivas, se impulsó como un misil hacia una de las casas y la derribó con un solo golpe de su garrote, con el propósito de hacer caer a su enemigo en cuanto pisara la casa y se desconcentrara.
Su plan resultó a medias, ya que el mismo Sansón entró a la casa rompiendo el techo de una patada, mientras la estructura se caía a pedazos. Heracles, teniendo la precaución a un nivel casi paranoico, se alejó retrocediendo varios metros por temor a la idea de algún poderoso ataque sorpresivo. Volvió a agudizar sus sentidos, y entre los sonidos de escombros cayendo escuchó un fuerte estruendo, parecido al de una pared siendo atravesada.
El campeón griego era consciente de que su oponente conocía esta ciudad muy bien, y si todo estaba tal cual como Sansón lo recordaba, incluso podría haber armas y otras herramientas que Sansón aprovecharía para no tener que revelar sus otras técnicas y debilitar a Heracles sin esfuerzo.
"Si crees que te voy a perseguir a algún callejón para caer en alguna trampa tuya, estás muy equivocado. Voy a quedarme aquí, en este campo abierto", pensó Heracles con una sonrisa divertida, decidido a no seguirle el juego a su oponente para ahorrar energías.
Era consciente de que cada pizca de energía sería crucial, y él no estaba dispuesto a agotarla destruyendo todo para buscar a su oponente hebreo. Ya que las estructuras de ambas ciudades no eran normales, sino reforzadas casi a nivel planetario.
Tras unos tensos segundos, al fin Heracles captó movimiento; vio un hacha siendo arrojada desde atrás de los edificios para descender hacia donde estaba él. Parecía un hacha de la armería filistea común y corriente, pero Heracles tenía el presentimiento de que no lo era, sobre todo por cómo resultaron las lanzas.
Por eso decidió tomar distancia de la hacha en vez de golpearla con el garrote, e incluso se preparó en caso de haber algún tipo de explosión. Para su sorpresa el hacha, al incrustarse la hoja en el suelo, resultó ser un arma común y corriente, aunque tenía una extraña palabra en latín en ambos lados de la hoja como si hubiera sido escrita por un dedo en llamas.
Pero antes de analizar esa palabra con más detenimiento, la atención de Heracles recayó en una lanza que atravesó una casa a su derecha y estuvo por golpearlo, sino fuera porque él lo esquivó en el último segundo. No obstante la lanza, al impactar en una pared, no exploto o algo parecido; se mantuvo incrustada como cualquier otra lanza, aunque en el extremo opuesto tenía otro grabado en latín.
https://youtu.be/PfabygOTX-E
Heracles decidió moverse a velocidad supersónica con cuidado y casi sin esfuerzo por la zona, para esquivar otra lluvia de lanzas que eran arrojadas desde el otro lado de los edificios. Algunas lanzas resultaron normales, pero otras explotaban al impactar contra el suelo, por lo que era imposible para él descubrir cuál explotaba y cuál antes de que impactaran contra el suelo.
"Casi lo olvido. Este tipo no necesita verme, porque puede conocer mi ubicación gracias al Chi. Y dudo mucho que quiera dedicarse solo a atacarme de esta forma para debilitarme. Está planeando algo", pensó Heracles apenas recordando ese detalle mientras esquivaba las lanzas, sin alejarse demasiado de la zona para evitar adentrarse en los callejones de la ciudad filistea.
Había gastado el ataque mágico a distancia que ganó al atrapar a las Aves del Estinfalo. Ahora solo le quedaba improvisar con el resto de su arsenal y lo que él sabía hacer.
—¡Rhopalon Elaie: Artemis Elaphos Hierós! (¡Garrote de Olivo: Ciervo Sagrado de Artemisa!) —conjuro Heracles dándole a su garrote una nueva forma.
Esta vez el extremo grande del garrote tomó la forma de un reno moteado con astas de oro, pezuñas de bronce, collar plateado, ojos violetas y flamas azules en la boca. Y de esa escultura surgió la figura de un reno hecho de hielo puro, con ojos violetas y de tamaño más grande que un toro. En su cuello tenía un collar de plata, con una cadena unida al collar de la escultura del garrote de Heracles.
Aquel reno de hielo avanzó tan rápido como un rayo, atravesando las paredes y otras estructuras sólidas sin destruirlas, como si fuera intangible, pero dejando un rastro de escarcha y copos de nieve detrás. Tal era la velocidad del reno al correr, que no tardó en alcanzar a Sansón.
Sin perder la concentración, el juez hebreo respondió de inmediato atacando con un puñetazo al reno de hielo, logrando reducirlo a cientos de pedazos sin problemas. Y también descubrió que fue un error esa acción, cuando los pedazos de hielo volaron hacia él y formaron una red, la cual todavía tenía la cadena de plata.
Antes de que Sansón siquiera pensara en liberarse a base de fuerza pura, de un instante para otro comenzó a atravesar varias paredes, las cuales terminaron colapsando diez casas hebreas. Él estaba siendo arrastrado por todo el camino que recorrió antes el reno de hielo, hasta que el lado derecho de su cara llegó directo al puño izquierdo de Heracles.
El aire retumbó con un devastador vendaval por el golpe que Heracles al fin logró conectar. Entonces él regresó su garrote a la normalidad y la uso para golpear el estómago de Sansón, aprovechando el instante de confusión. Esta vez el juez hebreo sintió cómo si sus costillas eran fracturadas, dejándole claro que debía evitar a toda costa los ataques de ese Astra.
Además, durante ese último golpe, Sansón arrojó la pequeña bolsa de tela que contenía las lanzas reducidas, ocasionando que dichas lanzas volvieran a su tamaño original, cayeran al suelo y empezaran a explotar una por una. La cadena de explosiones levantó una pequeña cortina de polvo que bloqueó la visión de Heracles, y éste último reaccionó rápido alejándose para evitar un ataque sorpresa.
—¡No sé qué planeas, pero nada de lo que hagas me hará perseguirte a los callejones de esta ciudad para caer en tus estúpidas trampas! —dijo Heracles sonriendo orgulloso y apuntando con su garrote a su enemigo.
—Me alegra mucho escucharlo
Respondió Sansón, y al dispersarse la cortina de polvo y humo, se vio que él estaba sentado en el suelo, de piernas cruzadas, con una sonrisa despreocupada. Lo curioso es que a su lado se encontraba el hacha normal que había arrojado antes.
—Hiciste bien en quedarte en este campo abierto —dijo Sansón mientras levantaba con lentitud la mano derecha—, así será más efectivo Ars Angelus: Descensus Salvatoris (Arte de los Ángeles: Descenso del Salvador).
Al recitar el conjuro, los grabados en latín del hacha comenzaron a brillar de intenso color blanco, al igual que los grabados en algunas de las lanzas que no explotaron. Entonces Heracles se dio cuenta de que las lanzas con palabras en latín estaban incrustadas en seis puntos específicos alrededor de la zona, formando un círculo casi exacto, mientras que el hacha había caído en el centro.
Todos esos grabados en latín juntos describían el Arte Mágico y el nombre del hechizo que había pronunciado Sansón. De manera que formaron en el suelo un gigantesco Círculo Mágico blanco con escritura en latín y el símbolo geométrico de una estrella de seis puntas.
"Las lanzas explosivas eran una distracción... Este tipo calculo la fuerza, el ángulo, la distancia y el peso de las armas casi a la perfección en segundos, para arrojar esas lanzas y el hacha con escrituras en latín en los puntos indicados, para formar un gigantesco Círculo Mágico. ¡Y además lo hizo teniendo la expectativa de que yo no me alejaría para evitar cualquier trampa en un callejón!", fueron los pensamientos de un Heracles atónito y boquiabierto, por la estrategia y el sorprendente intelecto matemático de su oponente.
Su precaución extrema para evitar caer en una trampa fue lo que le hizo terminar cayendo en una.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro