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Capítulo LXVII: Cazadora vs Guerrera (II)

https://youtu.be/1LFaOOuKKrU

[Torneo Parabellum: Arena de Duelo].

El ambiente se llenó de incertidumbre ante la incógnita de saber si Artemisa, ahora que completó su transición a mujer-ciervo, podría ser capaz de ganar. No parecía muy claro el resultado, porque hasta donde se vio sigue siendo inferior a Sekhmet en cuanto a fuerza física. Y por más veloz que sea ahora, eso no servirá de nada si no logra causarle un daño importante a su oponente.

Pero por otro lado, la verdadera familia de Artemisa, aquellos que estuvieron con y para ella, estaba feliz de verla disfrutar de un verdadero combate, y en su auténtica forma. Eso motivó a muchos que veían el combate, como sus hermanas de harem.

—Bueno, si ella va a empezar a usar más seguido su forma real, nosotras no podemos quedarnos atrás —decía Nintu con una sonrisa sarcástica, mientras pasaba por un breve proceso de transformación.

Su cabello, al principio oscuro, pasó a ser de un brillante color blanco ondulado semejante a una nube viviente, mientras sus ojos grises pasaban a ser un llameante círculo dorado sin pupila. Sus labios se tornaron de un color más oscuro. Su cuerpo ganó otros pocos centímetros extra de altura, sus orejas se estiraron hasta casi parecer como los de un elfo, y desarrollo una piel rocosa gris desde las manos hasta los codos y desde los pies hasta las rodillas.

Había mostrado su real forma como la Diosa Madre de la Tierra y Reina del Cielo para los pueblos sumerios, Ninhursag, aunque en un principio fue una de las primeras Djinn nacidas de las arenas y el viento por obra de Ahura Mazda.

—Sí. Será una excelente forma de honrar su maduración como diosa y bestia —dijo Gaia igual de feliz, también revelando su verdadera forma.

Su cabello blanco ganó mechas de color azul marino, al mismo tiempo en que su cuerpo también crecía algunos centímetros extra, y desarrollaba una coloración verde musgo en sus codos, rodillas y hombros, junto con espinas duras que se asemejaban a piedras. También le crecieron un par de pequeños cuernos verdes encima de la cabeza, pero con una forma más adorable que intimidante.

Era su verdadera forma como Titanide de la Tierra, conocida como "Terra" por los romanos y "Gea" por los fanáticos del culto griego.

—Esperaba escuchar algo así viniendo de Lailah o Waresa, pero no de ti, Nintu —dijo Alouqua con una sonrisa juguetona, estando sentada en un asiento entre las hembras de Rudra—. Aunque no debería sorprenderme, considerando que en el fondo eres una mujer dramática que disfruta leer novelas románticas, construir juguetes de arcilla para los niños y abrazar tigres como si fueran gatitos.

—Solo por hoy te lo dejare pasar, maldita demonio —dijo Nintu cerrando los ojos y sonriendo, aunque se le hinchaba una vena en su frente como muestra de rabia contenida.

—¿Alguien más que quiera mostrar cómo se ve en realidad? —pregunto Gaia sonriendo nerviosa, ya que intentaba evitar que se iniciara otra discusión entre sus hermanas de harem—. ¿Tú también lo harás, Coyol?

—¡Yo no escondo nada de mi cuerpo! ¡Y ni siquiera me avergüenza mostrar el color natural de mi cabello o el de mis ojos! —exclamó Coyolxauhqui sonrojada de vergüenza y furia. Ya que, como es obvio, el color de su cabello y el de sus ojos era muy impropio de los humanos del Territorio Mexica, tal como el cabello pelirrojo de Rudra lo era en muchas regiones de Asia.

—Yo menos. Y ni siquiera necesito parecer hermosa, porque he trabajado tanto mi cuerpo como mi mente y alma para ser hermosa en todos los aspectos —dijo Pachamama con una expresión indiferente, lo cual daba a su comentario una seriedad exagerada.

"¿En qué punto está diosa inca se puso así de seria?", se preguntó Alouqua estupefacta, recordando que la diosa inca era mucho más expresiva de niña que ahora, o por lo menos en público.

—Aunque mi verdadera forma tuviera algo inusual para mi gente, tampoco me molestaría mostrarlo siempre. ¡Ya que soy una dulzura! —dijo Danu sonriendo y guiñando un ojo, mientras sacaba la lengua de manera jovial e infantil.

"Con una actitud así de infantil, ¿cómo puede seguir siendo una Elohim?", pensó Alouqua, aún más atónita con la actitud de Danu, pues en todos estos siglos no ha cambiado mucho, al menos no a simple vista.

Alouqua no pasó mucho tiempo con las hembras de Rudra para conocerlas a todas a fondo, más allá de saber quiénes eran y cuál era su tipo de relación con el Rey Tigre. Pero con lo que estaba descubriendo poco a poco de las que aún no conocía bien, no podía imaginarse cómo lograron todas hacer que su convivencia resultara posible. Incluso Artemisa y Sekhmet no pudieron llevarse más o menos "bien" hasta ahora que resolvían sus diferencias en un combate brutal.

—¿Y tú, Waresa? —pregunto Rudra, fijando la mirada en su hembra diosa africana.

—Yo no escondo nada, más allá de que puedo cambiar el color de mi cabello y ojos —dijo Waresa, girando el dedo índice varias veces, y con eso cambiando el color su cabello y ojos a verde, azul, morado, rosa, rojo, naranja y amarillo, según el orden y tonalidad de un arcoíris, hasta dejarlos con el color que tenía en un principio—. Pero si es tu deseo, amor mío, puedo convertirme en una mujer-bestia como lo hicieron Sekhmet, Artemisa y Freyja. ¿Qué te gustaría que yo fuera? No tengo un animal preferido. ¡Me gustan todos por igual! 

—Eh... Creo que no hace falta que seas bestia. Me gustas más tal como eres —dijo Rudra arrepintiéndose rápido de haber preguntado antes—. Lo mismo va para todas.

—Gracias amado mío —dijo Freyja desviando la mirada, con sus mejillas sonrojadas de felicidad y vergüenza.

"Me alegra que Nintu también se haya armado de valor para mostrar su auténtica forma en frente de tantas personas. Sekhmet, no sé si fue intencional o no, pero gracias por terminar de ayudar a Artemisa. Gane quien gane, las recompensare a las dos", pensaba Rudra sonriendo un poco, orgulloso de sus dos hembras que hoy tenían una Batalla de Inmortales.

https://youtu.be/XgeicF05eSE

Al mismo tiempo, en uno de los pasillos con vista a la Arena de Duelo, dos personas muy particulares observaban la presente Batalla de Inmortales, también orgullosas por las dos peleadoras.

La primera era una hermosa mujer joven de origen griega, con un largo cabello rubio que llegaba hasta su cintura. Piel clara con un ligero bronceado, labios rosados y ojos azules claros. Y su constitución era esbelta, alta y tonificada con senos grandes y notable definición muscular en su espalda, sus hombros, sus abdominales y en sus brazos delgados.

Llevaba una pechera ligera dorada a modo de sostén, una falda blanca que llegaba hasta sus muslos torneados, correa de oro con el símbolo de un búho en la hebilla, brazales dorados, botas acorazadas y un yelmo parecido al de los espartanos, junto con una capa azul sujetado en sus hombreras.

Era la hija prodigio de Zeus; era la contraparte de Ares; era la esposa del arcángel San Miguel; era la Diosa Griega de la Sabiduría y la Guerra Justa, Athenea.

La otra también era una mujer joven, de cuerpo bastante atlético y esbelto con pechos medianos, pero de origen egipcia, por lo que tenía la piel bronceada. Su cabello era negro, aparte de que lo tenía recortado a la altura de la barbilla con un par de mechones al frente. Sin embargo sus ojos eran de un peculiar color violeta, con pupila hendida como un felino, sus uñas parecían garras. Tenía orejas y cola de gato del mismo color que su cabello.

Además llevaba prendas egipcias bastante reveladoras, que consistían en cintas cubriendo sus torneadas piernas, su torso y brazos, junto con una tela sujetada larga blanca, ajustado a su estrecha y tonificada cintura con cadenas pequeñas y lo que parecía un candado; la tela cubría su entrepierna y firme trasero, aunque también tenía una armadura dorada unida a las cadenas, que protegía su intimidad. También llevaba brazales, un amplio collar usej y protectoras de piernas, todo de oro y adornado con lapislázuli.

Era la hermana melliza de Sekhmet, y por lo tanto hija de Amun-Ra y Amunet-Hathor; era la defensora de la paz y Ojo de la Luna en el Panteón Egipcio; era la Reina Gato de Bubastis y Diosa Egipcia de la Guerra Justa, Bastet Ailuros.

—Lamento mucho las transgresiones que mi hermana le está haciendo a la tuya, Athenea —dijo Bastet con una sonrisa penosa, teniendo un brazo debajo de los senos y el otro apoyado en la mano para tocarse la mejilla—. Aunque se ha vuelto más "gentil", continúa teniendo un corazón extremadamente arrogante.

—Ya me di cuenta. Pero no importa. Es una Batalla de Inmortales, y además tu hermana y la mía son "hermanas" de harem por su lazo con Rudra —dijo Athenea, al principio teniendo una expresión seria, y entonces cambia a una más alegre—. Sin embargo, todo lo que siento es gratitud. Artemisa ha estado sufriendo crisis mentales por no saber qué era lo mejor, cuál camino debía seguir, y qué debería hacer. Prácticamente ha perdido el rumbo de su existencia, y ya no sabe por qué pelea en realidad.

—Sí. Mi hermana Sekhmet me ha contado sobre eso. No puedo decir si Artemisa ya resolvió sus dilemas y encontró una razón para luchar. Pero ahora, incluso desde aquí, puedo ver que por primera vez está disfrutando el combate como una verdadera bestia. Está peleando como ella misma, y eso es todo lo que importa.

—¿Y qué hay de tu hermana? ¿Cuál es su razón para pelear?

—Hace tiempo que mi hermana Sekhmet dejó de buscar el perdón de nuestro padre, y ahora solo vive su vida frívola como le da la gana, sin preocuparse por el mañana —contestó Bastet entrecerrando los ojos, denotando más pena a un nivel dramático—. Solo pelea por el simple gusto de pelear, o para humillar a otros arrogantes, o para honrar a su macho, Rudra. Nada más.

—Pelear por honor y diversión, darle una lección de humildad a los imbéciles, vivir orgullosa de sí misma y restar importancia al mañana —dijo Athenea riendo por dentro—. Suena muy típico de alguien como ella.

—Pero para ser sincera, no sé con exactitud qué piensa en realidad —dijo Bastet, adoptando un semblante más serio—. A veces hace parecer que actúa por capricho, otras veces por simple lástima. Pero de algo estoy segura: ella todavía es capaz de sentir respeto por alguien. Lo he visto cuando está con Rudra y Shakti. También lo he notado cuando está con nuestra madre. A pesar de su arrogancia digna de una leona, aún guarda un sentido del respeto por otros.

—Vaya. Supongo que incluso las personas como tu hermana tienen un lado más profundo en sus naturalezas —dijo Athenea, sorprendida de escuchar eso—. Definitivamente, mi hermanita no pudo tener mejor compañera que la ayudara a ver la verdad. Bastet, sea cual sea el resultado de esta pelea, quiero que sepas que no tendré rencor contra ti o tu Panteón.

—Gracias, Athenea —dijo Bastet cerrando los ojos y sonriendo en grande—. Me alegra que sepas lo necesitado que está tu Panteón de unas cuantas lecciones de humildad.

—¡Je, je! ¡Sí! Por suerte, ya algunos miembros de mi familia reconocieron sus errores y empezaron a cambiar para mejor. Un gran ejemplo es la tatarabuela Gaia. Si la vieras ahora, te aseguro que no la reconocerías. Ya no es la misma descarada y materialista tirana psicópata que manipulaba, robaba y asesinaba para su propio beneficio.

—Tú también eres un buen ejemplo de lo que es ser alguien mejor. Así que no debes restarte méritos, porque has mejorado mucho en comparación a cómo eras en el pasado.

Dijo un hombre joven acercándose a Athenea desde atrás para estar a su lado. Era bastante alto y fornido por un nivel sobrehumano de masa muscular, además de que aparentaba estar por los 26 años. De piel clara con ojos azules y un largo cabello rubio que alcanzaba sus hombros anchos. Portaba una armadura pesada de imponente diseño majestuoso, carente de casco, de color dorado en mayor parte y negro en menor grado, con grabados de alas plateadas en su pechera, grandes picos de diamante en hombreras, una elegante capa azul y una toga blanca.

Pero aparte tenía la brillante pupila blanca en sus ojos, la aureola dorada flotando encima de su cabeza, y sus grandes alas emplumadas de color blanco en su espalda, como pruebas físicas de que él era un ángel.

Era el Comandante del Ejército Celestial del Paraíso; era el primero de los Diez Arcángeles y Altos Príncipes del Árbol de la Vida Universal; era el Ángel de la Protección y la Paz, San Miguel.

—Sé que lo dices para hacerme sentir mejor, amor mío. Pero yo sé más que bien que no merezco llamarme "diosa" —dijo Athenea bajando la mirada con un sonrojo de vergüenza.

—Puede que yo no tenga el don de la sinceridad de mi fastidioso hermanito taoísta. Pero nunca alardeó ni hablo en vano, mucho menos cuando se trata de mi familia, como tú —dijo San Miguel con una actitud seria, mientras acariciaba el estómago tonificado de Athenea de forma tierna y romántica, lo cual estremeció a ésta de placer.

—Ehhh... Bastet, no quiero sonar grosera, pero... —decía Athenea con la cara roja de vergüenza y excitación.

—¡Meow! ¡Je, je! Lo entiendo Athenea... —dijo Bastet con una sonrisa traviesa y un tono burlón, mientras se daba la vuelta para retirarse de allí—. Ustedes no son la única pareja que quiere aprovechar este evento lo máximo posible para disfrutar del uno al otro. Mi macho y yo estamos igual.

—¿Tu-tu-tu marido también está aquí? —pregunto Athenea sorprendida con la voz temblorosa, debido a que sintió un terrible escalofrío con solo recordar a quien era uno de los más poderosos y destacados hijos de Rudra.

—Dazhbog es uno de los peleadores de reserva del Equipo Cuzco para luchar en la Ronda Decisiva, o en caso de que algún combatiente se retire por alguna razón. Estoy segura de que tu marido te hablo de la lista de posibles combates entre algunos de los peleadores de reserva.

—Sí. Y es bastante... aterrador... —dijo Athenea con temor de solo pensar en aquella lista.

La lista de combates de reserva, en caso de que el torneo se extendiera por algún motivo o cambio de planes en la lista de combates programados. Es una lista que solo los Cuatro Elohim y algunos pocos inmortales conocían. Se podría decir que era lo más parecido a la "primera fase" de un torneo adicional, que podría tener un inicio tan intenso como el actual...

Lista de Combates de los Peleadores de Reserva:

Primera Ronda: Dazhbog vs Odín.

Segunda Ronda: San Gabriel vs Zeus.

Tercera Ronda: Zhu Rong vs Loki.

Cuarta Ronda: San Azrael vs Hades.

Quinta Ronda: Baihu vs Apedemak.

—Mi padre no sabe nada de esa lista. Y es mejor así, porque de enterarse, estoy segura de que él hará alguna locura para que se cumpla su combate —dijo Athenea con temor de que los combates se hagan realidad.

—Entiendo tu temor. Es espeluznante la idea de que monstruos como mis dos hermanitos, los dos hijos prodigios de Rudra, y el supremo maestro taoísta del fuego, luchen en este torneo —dijo San Miguel denotando un leve sentimiento de preocupación en su semblante estoico.

—Mi hermana me habló de la lista, pero no se lo dije a mi amado por lo mismo; Dazhbog está ansioso por castigar con sus propias garras a Odín de manera legal en alguno de estos eventos —dijo Bastet caminando y moviendo su cola de gata de manera frívola, con una sonrisa siniestra de villana—. Y muy pocos ya están enterados de que Dazhbog alcanzó el nivel de sus hermanos Baihu y Hwanung, los dos hijos más fuertes de toda la descendencia de Rudra.

San Miguel y Athenea comprendían el significado de esas palabras, y no podían hacer más que esperar que no ocurriera alguna catástrofe en el evento. Después de todo, era el primer evento internacional entre todos los Panteones en mucho tiempo, y las tensiones vistas fuera de la arena eran solo una parte de los conflictos pasados que se estaban desatando poco a poco.

Pero hasta entonces, seguía la actual Batalla de Inmortales, la cual estaba por llegar a un punto bastante tenso.

https://youtu.be/VCGcS1JpVZI

Después de que Artemisa terminara de probar el nuevo alcance de su fuerza física y velocidad, decidió retroceder rápido para tomar su arco y buscar otra estrategia mejor; luego de recuperar su arco, salto hacia la parte trasera de una roca, y a partir de allí utilizó su nueva velocidad para ir desplazándose entre las enormes rocas del terreno egipcio.

Por un momento se extrañó que Sekhmet no haya continuado el ataque. Y antes de siquiera empezar una lista de razonamientos nada más para explicar esto, un dolor punzante brotó en su mano izquierda; la sensación más parecida que tuvo en su eternidad a la que acaba de sentir, era el de sostener algo cubierto de ácido corrosivo.

Bajo la mirada y casi grita de la sorpresa al contemplar que su mano izquierda humeaba; era la mano con la que estaba sosteniendo su Astra, y el simple contacto estaba quemándole la piel.

[Habitación del Equipo Cuzco].

—¡¿Qué le está pasando a Artemisa?! ¡¿Por qué su propio Astra la está lastimando?! —exclamó Gotouge preocupada.

—Es simple: al completarse su transición a mujer-ciervo, ganó el resto de las fortalezas de una bestia, junto con sus debilidades —explicó Brynhildr frunciendo el ceño, ya esperándose una situación como esa—. Tuve la pequeña fe de que Artemisa podría ser como Fenrir, que desarrolló una invulnerabilidad especial a la plata. Pero por desgracia, no es así.

—¡Tsk! Artemisa ganó un poco más de fuerza física y triplico su velocidad. Pero perdió la posibilidad de usar correctamente su Astra, que era lo que le daba ventaja —dijo Naamah molesta con un chasquido de lengua—. Esta cierva está más hundida que el Atlantis. Ni la milagrosa rosa blanca de mi Panteón la podría salvar.

—Si ella estuviera enfrentando a otro de los oponentes vendehúmos del Equipo Buda, se podría decir que tiene posibilidades de ganar. Pero esta es la primera vez que el otro equipo tiene un representante mucho más fuerte que el de ustedes —decía Alyssa con una sonrisa frívola, teniendo su mejilla derecha apoyada sobre el puño del mismo lado—. Y Sekhmet ni siquiera ha empezado a pelear en serio.

—No... Ya ha comenzado a hacerlo —dijo Israel con un semblante preocupado—. El Arte Mágico de Sekhmet no tiene muchos hechizos, porque solo está enfocado en exterminar y destruir todo a su paso, como la faceta destructiva del sol. Y aunque su control del Prana no es tan alto como para considerarse una maestra del Dharma, puede darle forma... Sekhmet ya ha decidido terminar con el combate.

[Arena de Duelo].

Artemisa todavía miraba estupefacta su primera experiencia como bestia genuina ante el contacto con la plata. Gracias a su mente disciplinada, pudo evitar gritar de la sorpresa o del espantoso dolor. Y también gracias a sus instintos de bestia al cien por ciento, le recorrió un escalofrío en el pelaje de su espalda, que la incitó a agacharse justo a tiempo para evitar ser golpeada por algo que atravesó la roca.

La diosa-ciervo noto que se trataba de una especie de luz, como un cometa, que atravesó la roca, dejando un agujero carbonizado, y ahora volaba alrededor del lugar sin rumbo aparente. Quedó congelada de la sorpresa al hacer un poco de memoria, y reconocer qué era esa luz en realidad; era un tipo de espada khopesh, parecida a las usadas en el Antiguo Egipto, pero de color negra con filo dorado, y cuyo extremo circular al final de la hoja tenía puntas.

Lo sorprendente era que se trataba de la sombra de un Astra, creado a partir de energía Prana. Y Artemisa ya sabía de quién era.

Apretando los dientes para soportar el dolor de sujetar el arco de plata, la diosa-ciervo aprovechó su velocidad para salir corriendo de allí, justo a tiempo para evitar que otra espada de Prana igual a la anterior apareciera cortando la enorme roca en dos. Luego Artemisa se escondió detrás de una palmera de tronco grueso; sabía que era un pésimo escondite, pero su propósito real no era esconderse en la palmera.

—Como pensaba. Ahora perdiste tu invulnerabilidad a la plata —dijo Sekhmet, mientras hacía un par de gestos con el dedo índice de sus manos, y en respuesta las espadas gemelas de Prana volaron de regreso a ella, y se mantuvieron flotando a su alrededor.

—Y yo pensaba que decidiste abandonar por completo el uso de armas —dijo Artemisa, casi apretando los dientes para aguantar lo que era su primera experiencia dolorosa con la plata. Al ser la primera vez que lo sentía, era un dolor espantoso incluso para ella.

—De hecho, esto solo es mi energía Prana con forma específica —dijo Sekhmet, realizando otro gesto con las manos, y las espadas gemelas se detienen a ambos lados de ella, con la hoja apuntando hacia adelante—. Ra Meshu: Raet Hathor (Espadas del Sol: Raet Hathor). Lo aprendí cuando luche contra Anubis y su esposa Anput. Y como dato, las nombre en honor a mis Astras originales, que llevan los nombres de mi madre Hathor y mi tía Raet como las anteriores diosas con el cargo de Ojo de Ra.

Artemisa no respondió, ya que se dedicó a intentar usar su Astra para un disparo de emergencia, lo cual era complicado; el dolor que sentía era tan espantoso, que le daba problemas para pensar con claridad el Círculo Mágico.

No obstante, demostrando una determinación y fuerza mental muy por encima de la inmensa mayoría, Artemisa sujeto con fuerza el arco de plata, mientras de su agarre brotaba un chorro de su propia sangre y constante humo. Cerró los ojos, concentrándose en visualizar un Círculo Mágico específico, y entonces las partículas de Maná se reunieron en su otra mano para formar una flecha especial, la cual disparó de inmediato en el suelo a sus pies.

La flecha se transformó en una simple toga blanca, y de inmediato la diosa-ciervo comenzó a desgarrarla para cubrir su mano izquierda y la empuñadura del arco, logrando así sujetar el arco sin lastimarse la mano.

—Pero yo no uso estas espadas; para eso tengo mis garras y colmillos. ¡Así que mejor las dejo volar libres! —prosiguió Sekhmet, luego de cargar con más Prana sus espadas gemelas.

Entonces chasqueo los dedos de ambas manos, y en sincronía las espadas de Prana empezaron a volar por sí solas, dejando una estela de luz solar detrás. Y para cuando se acercaron a la palmera donde se ocultaba el objetivo, ésta ya estaba preparada.

Artemisa disparó una flecha mágica de hielo en el suelo bajo sus patas, y con eso creó un Círculo Mágico del cual emergió un pilar de hielo que la elevó a ella a más de cincuenta metros arriba. Claro que las espadas de Prana cortaron la palmera junto con el pilar de hielo, con la misma facilidad que un cuchillo corta un papel. No obstante, eso fue parte del pequeño plan de la diosa-ciervo.

La diosa-leona vio la cima del pilar cayendo en picada hacia ella, por lo que cargo las garras con magia de luz y, mediante un zarpazo derecho vertical, disparo otra vez las violentas ráfagas mágicas filosas, solo para quedar cegada por su propia sangre y luego caer de espalda en el suelo.

Al momento de disparar aquellas cuatro filosas ráfagas mágicas de luz, Artemisa había disparado una flecha mágica especial, que se transformó en un enorme espejo, cuyo vidrio reflejo la magia de luz de vuelta a Sekhmet, ocasionando que el rostro de ésta fuese cortado y además la tumbara al suelo.

"Sea por obra natural, de una máquina o de la magia, la luz sigue siendo luz. Y por lo tanto, incluso un espejo normal puede reflejar la magia de luz", pensó Artemisa divertida, aterrizando con elegancia en el suelo, mientras el espejo y la cima del pilar de hielo caían sobre la diosa-leona.

Artemisa respiro hondo, cargo el arco con otra flecha mágica especial, y se volteó para prepararse al próximo ataque de su oponente, quien seguía bajo los escombros del espejo y el pilar de hielo. A diferencia del inicio de la ronda, esta vez la diosa-ciervo estaba mucho más calmada tanto en el corazón como en la mente y el espíritu, por lo que ahora pensaba con suma claridad.

—El honor del Panteón Griego. El orgullo como mujer guerrera. El título como miembro de los Doce Dioses Principales del Monte Olimpo. Ya no me importa nada eso —decía Artemisa con el ceño fruncido y el arco listo para disparar—. ¡Ahora solo quiero disfrutar de este combate como mujer-bestia y honrar a Rudra, a nuestra hija, a mi madre y al resto de la familia que estuvo conmigo todo este tiempo!

¡¡Así se habla!!

https://youtu.be/GFN6W1hEW0U

Exclamó Sekhmet con un poderoso rugido que apartó todos los escombros de hielo, como si hubiera estallado una bomba. La diosa-leona se puso de pie sin esfuerzo, con sus ojos ahora sanados. Y mientras sus espadas de Prana regresaban a flotar alrededor suyo, se giró para mirar a la diosa-ciervo.

—Ese es un maravilloso impulso para luchar. Bastante cliché, pero al menos ya tienes uno claro y poderoso —decía Sekhmet sonriendo orgullosa—. Pero si yo fuera tú, lo estaría tomando muy en serio. El destino de miles de mortales e inmortales depende del resultado de este torneo, y no hablo solo del Panteón Eslavo; ellos pueden ganar su libertad de forma pacífica con este evento, o tomarla a la fuerza con una hermosa guerra contra tu Panteón y el Panteón Nórdico, que costaría incontables vidas entre los tres territorios y Panteones.

—Sí... Casi lo había olvidado... Gracias por recordármelo —decía Artemisa sonriendo en grande—. Para que mi madre, mis queridos hermanos, mi tribu y mi preciada hija, no tengan un futuro incierto viviendo una guerra contra una superpotencia como el Panteón Eslavo, y también para que el pueblo de mi maestra Dziewanna pueda vivir libre como un Panteón independiente, ¡voy a darle otra victoria a mi equipo!

—Muy bien. ¡Muy bien! ¡¡Muy bien!! —repetía Sekhmet cada vez con más lunática emoción—. ¡Ese es el espíritu que quería ver! ¡Esta es la hermana de harem que es digna de enfrentarme! ¡Esta es la verdadera diosa Artemisa que mi amado Rudra respeta y aprecia! Sin embargo, yo tampoco me quedo atrás... —dicho esto, las espadas de Prana comienzan a girar alrededor de ella—. Yo necesito la compensación que obtendré por ganar este combate. ¡Y también honraré a Rudra por darme la oportunidad de empezar otra vez!

Dicho eso, las espadas de Prana volaron juntas hacia Artemisa, quien se preparó para bloquearlas con el arco. Aunque en su lugar tuvo que sobrevivir a las garras de la diosa-leona, debido a que el par de espadas de Prana, justo antes de impactar contra el arco de plata, se separaron para mostrar que detrás venía aproximándose Sekhmet con las garras listas para atacar de frente.

Artemisa retrocedió a tiempo gracias a su nueva velocidad. Pero no pudo dar otro paso atrás, porque las espadas de Prana pasaron volando desde lados opuestos, ocasionándole un corte profundo en su espalda. Luego tuvo que doblar la espalda hacia atrás, para evitar recibir un zarpazo en la cara por parte de Sekhmet.

En ese momento, la diosa-ciervo tuvo en mente realizar una patada, y para su desgracia tuvo que descubrir que la nueva anatomía de sus piernas le limitaba mucho la flexibilidad de las patadas. Es por esto que, aun con su nueva velocidad, Sekhmet le atrapó la pierna con la otra mano, para entonces azotarla contra el suelo.

Aquel golpe le provocó algunos daños en los órganos internos de la diosa-ciervo, pero durante el trayecto consiguió cargar una flecha mágica de color verde. Y tras impactar en el suelo, disparó la flecha mágica hacia la zona europea de la Arena de Duelo. La flecha mágica aterrizó en el tronco de un árbol derrumbado, y entonces toda la naturaleza de esa zona comenzó a brillar de color verde, mientras las raíces y las plantas crecían al punto de extenderse por la zona egipcia.

—¿Qué intentas hacer ahora? —pregunto Sekhmet con un amenazante gruñido.

—Pronto lo descubrirás —contesto Artemisa con una sonrisa confiada, mientras cargaba una flecha mágica de hielo.

Sekhmet soltó la pierna de Artemisa para alejarse y esquivar el disparo de aquella flecha mágica, pues no tenía intenciones de arriesgarse. Pese a que podía verse el tipo de flecha que generaba el Astra de Artemisa, era imposible saber qué magia en específico activaría la flecha; esa era la ventaja que tenía la diosa-ciervo, y tenía que aprovecharlo al máximo para cumplir el nuevo propósito que la impulsaba a pelear esa Batalla de Inmortales.

La flecha mágica de hielo fue disparada hacia Sekhmet, quien al instante noto algo extraño, y por eso abandonó la idea de retroceder y esquivar el ataque; la flecha mágica pasó rozándole el muslo derecho, porque en realidad Artemisa no estaba apuntando a ella, sino a una roca ubicada a pocos metros detrás de la diosa-leona.

Y en la roca se formó un Círculo Mágico celeste, que terminó congelando la roca por completo. Tras presenciar esto, Sekhmet volvió a mirar a la diosa-ciervo, y se llevó de sorpresa un golpe en la cara con el Astra de plata, seguido de un puñetazo bajo la barbilla y una patada en el estómago. Fueron tres golpes certeros, de los cuales el mayor daño lo causó el Astra de plata.

—¡No sé cuál es el deseo que quieres cumplir, pero viniendo de ti, dudo que sea gran cosa! —dijo Artemisa con molestia, y cargando su Astra con otro par de flechas mágicas de hielo.

—¡Ja! ¡Creía que me conocías bien, pues estamos más conectadas de lo que parece! —decía Sekhmet con diversión, y retrocediendo mientras esquivaba las flechas mágicas de hielo, las cuales congelaron un par de palmeras en las que impactaron.

—¡Solo empezamos a interactuar más seguido cuando me uní a Rudra! —dijo Artemisa, disparando más flechas mágicas de hielo, las cuales ahora eran destruidas por las espadas de Prana que empezaban a volar desde diferentes direcciones para defender a la diosa-leona.

—¡Y antes de eso, nuestro lazo con Rudra ya nos había unido como hermanas! —decía Sekhmet, deteniéndose detrás de una palmera, para partirla de un zarpazo, atrapar el tronco con una mano y arrojarlo cual lanza hacia la diosa-ciervo.

Artemisa salto sobre el tronco, corrió hacia adelante, hizo una voltereta frontal para esquivar las espadas de Prana, y al aterrizar se apresuró a correr para esquivar una ráfaga mágica disparada por las garras de la diosa-leona. Estaba corriendo hacia la zona europea de la arena, donde la vegetación seguía creciendo y brillando.

A pocos metros de llegar a ese lugar, aterrizó Sekhmet a pocos metros frente a ella. La diosa-leona piso fuerte el suelo y se impulsó hacia Artemisa, sólo para detenerse en seco al recibir otra vez un golpe de aquel Astra de plata. Pero esta vez Sekhmet logró bloquear el ataque con el antebrazo izquierdo, y además contraatacar con un zarpazo derecho ascendente que rozó las mandíbulas de la diosa-ciervo, quien todavía no se acostumbraba a la nueva forma de su cabeza.

Las dos tuvieron un intenso combate a corta distancia, en la que Artemisa tenía que aprovechar su velocidad para esquivar y golpear con el Astra, a la vez que Sekhmet bloqueaba todo con los brazos, aguantando el dolor del daño por plata, y contraatacaba de manera salvaje con las garras. Y debido al intercambio de palabras que tuvieron hace un momento, la mente de ambas se llenaba de algunos recuerdos nostálgicos del pasado, como una forma de inspirarse a sí mismas.

Ambas eran diosas poderosas que alcanzaron la cima como protagonistas de su propia historia. Y a pesar de que sus orígenes no se relacionaban casi en nada, el punto en común de sus respectivos pasados entrelazo sus futuros en una única historia, junto al dios-tigre que se ganó el respeto y el amor de la diosa-leona y la diosa-ciervo.

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