Capítulo LXVI: Cazadora vs Guerrera (I)
https://youtu.be/hTdhXxxWREo
[Siglos Atrás. Panteón Griego].
Si algo es bien sabido es que las especies humanas, al igual que algunas especies humanoides, fueron diseñadas a imagen y semejanza de la forma física de los primeros dioses.
Se teoriza que la forma física "humana" de la mayoría de Primordiales y dioses es un vestigio de una raza que vivió en una Creación anterior a la actual. Otros piensan y argumentan que es la "forma perfecta" de un organismo vivo como ellos. Sea cual sea el caso, esto ha llevado a que algunos Panteones glorifiquen la imagen "humana" como la máxima "perfección" biológica, y denigren cualquier otra imagen.
Un ejemplo es el Panteón Griego, en el que los Doce Principales Dioses tienen formas humanas carentes de "imperfecciones" biológicas. Y por lo tanto, ellos denigran y aborrecen cualquier otra criatura que tenga "imperfecciones", como malformaciones, partes de animales o extremidades extras.
Artemisa lo sabía muy bien, y aun así decidió recorrer el camino de la bestia.
Siendo hija de Zeus, estaba destinada a ser una musa o una simple pareja de algún héroe o gobernante. Es por eso que Artemisa decidió ser más que eso, para brindarle seguridad a su madre y hacerse respetar. Así que hizo una serie de juramentos, entre los cuales mantendría su virginidad, defendería la igualdad y no dependería de ningún hombre para alcanzar la cima.
Por ese tipo de creencia muchas mujeres, que también soñaban con ser guerreras poderosas y capaces de luchar contra los hombres, empezaron a seguir a Artemisa como sus aprendices. También estaba abierta a aceptar a hombres como discípulos, pero ella era mucho más estricta y despiadada con ellos que con las mujeres.
Pero Artemisa no heredó ninguna bendición que la hiciera superior a otros inmortales varones; todo lo que tenía era su especialidad con el arco y las flechas, lo cual ni siquiera se comparaba a las habilidades combativas de otros inmortales e incluso algunos semidioses.
Tal como sucedía con las especies humanas mortales, que en promedio y en mismas circunstancias un hombre tenía más masa muscular, fuerza y resistencia que una mujer, también sucedía lo mismo con los inmortales. Por lo tanto, Artemisa no podía competir contra los dioses varones de su Panteón, como lo hacía Athenea. Ni siquiera podía competir contra su propio hermano, Apollo.
Al borde de la desesperación, Artemisa tomó la drástica decisión de ser algo mucho mejor; una bestia inmortal. Primero pensó en elegir una especie depredadora, pero luego cambió de parecer al tener en cuenta que tendría que cambiar su estilo de lucha para adaptarse a su nueva naturaleza. Y siendo la especialidad de ella la arquería, su madre le recomendó que eligiera a la especie ciervo, ya que las bestias ciervo se especializan en pelear con armas, sobre todo a distancia.
De todos modos a Artemisa le encantaban los ciervos, así que aceptó convertirse en una bestia de dicha especie. Por desgracia el ritual de la metamorfosis no salió como ella esperaba; Artemisa sabía que, por su nueva apariencia, sería juzgada sin piedad tanto por los humanos mortales como por los inmortales griegos; eso sin mencionar el pánico que Artemisa le tenía a las relaciones amorosas, la visión superficial que tenía sobre las bestias y el miedo de que se estaba convirtiendo en un "monstruo" como los centauros.
La suma de todas esas inseguridades e ideas superficiales, causó que fuese reflejada por su naturaleza inmortal y el ritual de metamorfosis en una horrenda abominación; una forma imperfecta de lo que debía ser una bestia; se convirtió en algo parecido a un centauro, pero ciervo en vez de caballo, con algunos rasgos animalescos en su parte humana.
En consecuencia, Artemisa fue tachada de "monstruo" tanto por bestias como por humanos y otras razas, lo cual acrecentó sus inseguridades y confirmó sus ideas de que sería un horrendo monstruo. Ni siquiera podía parecer humana, ya que su forma humanizada presentaba demasiadas características animalescas de lo habitual, tales como un espeso pelaje lila en todo el cuerpo, además de cola, orejas y nariz de ciervo.
Intento aprender magia de ilusión para tomar una forma humana, pero ella era bastante pésima en el uso de la magia; de hecho, era su Astra el que hacía casi todo el trabajo de conjurar hechizos en realidad. Por eso ella tuvo que vivir con ese aspecto por muchas décadas, mientras seguía siendo objeto de burla y desprecio por parte de los dioses griegos.
Tuvo ocultar su identidad llamándose "Artemes", hasta que consiguiera adoptar una forma más "humana" y ascendiera como diosa principal, porque los únicos en toda su familia que la respetaban y trataban como igual eran Athenea, Ares y su madre, exceptuando su tribu de cazadoras discípulas.
Artemisa, bajo el sobrenombre "Artemes", comenzó a esforzarse para ganar méritos por sí misma, con el fin de ganarse el reconocimiento de su padre y alcanzar la cima del Monte Olimpo. Los trabajos de ella consistían en entrenar a semidioses y campeones griegos, matar a monstruos marinos que amenazaban las islas que componían el Territorio Griego, cazar a los rebeldes que rompían sus juramentos a los dioses griegos, y otros trabajos en los que se necesitara sus habilidades de cazadora.
Incluso con su naturaleza de bestia inmortal, Artemisa ha estado al borde de la muerte en la gran mayoría de los enfrentamientos que ha tenido. A veces solo tenía que matar cíclopes revoltosos o capturar monstruos que escaparon del Hades. Otras veces debía matar a inmortales y semidioses griegos o cíclopes inteligentes armados con Egidas robadas del Monte Olimpo.
Esos trabajos no tenían un número fijo como pasaría en el futuro con Heracles; eran trabajos que terminarían solo cuando Zeus quisiera. Por lo tanto, Artemisa duraría décadas poniendo su vida al límite y pasando semanas enteras en cama para recuperarse de sus peleas.
Había días en los que Artemisa llegaba a pensar que por más que se esforzara, jamás lograría ganarse el reconocimiento suficiente para ser una Diosa Principal del Panteón Griego. Pero entonces llegaría la oportunidad que tanto ella esperaba.
En la isla donde vivía Artemisa había comenzado una ola de desapariciones misteriosas, que más tarde descubrirían que se trataba de una entidad misteriosa que estaba cazando en las cercanías del mar. Fue fácil descubrirlo, porque la misma criatura dejó pistas a propósito para divertirse atrapando a una presa más grande y fuerte en la isla: la propia Artemisa y su madre.
Y durante esta aterradora temporada, a la isla de Artemisa llegó un hombre joven extranjero de salvaje melena pelirroja, fieros ojos verdes y ropa hecha con piel de tigre blanco, acompañado de una perra de caza.
https://youtu.be/vusU_7Zad-I
Era un joven cazador de nombre "Orión".
Orión buscaba aprender de las habilidades de arquería de Artemisa. Pero por supuesto la diosa-ciervo no confío en él por ser un hombre y además un extraño. Así que decidió ponerlo a prueba con un desafío muy arriesgado, en el que si Orión fallaba acabaría muriendo, pero si pasaba sería aceptado como aprendiz.
La prueba consistió en que Orión debía matar a una Gorgona.
Artemisa no esperaba mucho, y aun así ese hombre la sorprendió con algo extraordinario; él reflejo la Mirada Petrificante de la Gorgona, causando que fuese ésta última la que se convirtiera en piedra. Artemisa pensó que esa capacidad bastante inusual le sería útil en cazar a la entidad que acechaba la isla, por lo que aceptó a Orión como discípulo.
Esa misma noche Orión y Artemisa, junto con un grupo conformado por las mejores cazadoras, se prepararon para cazar a la criatura; se escondieron en un bosque cercano a una aldea y esperaron ocultos en los límites del bosque, porque en base a un claro patrón de las desapariciones, determinaron que esa aldea podría ser la siguiente en sufrir otra desaparición misteriosa.
Al principio fue una espera silenciosa e incómoda, por el hostil encuentro que tuvieron ambos antes, sumado con las inseguridades y prejuicios de Artemisa. Sin embargo, hicieron el intento de por lo menos tolerarse el uno al otro como maestra y discípulo con una breve conversación, en la que Orión empezó a ganarse el escaso respeto de la diosa-ciervo con unas palabras honestas y duras...
—Sobrevaloran demasiado la "imagen humana", como si fuese el "ideal perfecto" que todos deben seguir, aun cuando no sean humanos. Es una ridiculez. Cada raza y especie debe tener su propia aspiración. No deben aspirar a ser como los demás, porque cada raza y especie tiene sus propias cualidades.
Decía Orión sentado en la rama del árbol, mirando por momentos a Artemes para continuar manteniendo la vigía sobre los alrededores.
—¿En serio crees eso?
Pregunto Artemes sentada en una rama cercana, sin su característico mal humor, sino mostrándose motivada por las palabras de Orión.
—Por supuesto. Para mí este mundo es como un gran jardín, y las diferentes razas, especies y culturas son las flores que lo adornan. Y como cualquier tipo de flor, todos tienen su belleza única. Como ejemplo de eso, tu apariencia en realidad no tiene nada de malo.
—Según tú, ¿por qué mi apariencia no tiene nada malo?
—Porque cumples con todos los requisitos para ser una potencial pareja femenina. Tienes un cuerpo bien alimentado y entrenado. Tienes brazos delgados, pero con un notable desarrollo muscular, excelentes para los trabajos y la defensa personal. Tus piernas y cadera son anchas, muy indicadas para la reproducción. Y tu cintura delgada es lo bastante fuerte, para tener cachorros fuertes.
»Y si vamos más allá de eso, tu pelaje es muy hermoso, resalta el bonito color de tus ojos. También tienes carácter y un buen corazón, por al menos preocuparte y pensar en el bienestar de tu madre y tu gente. No necesitas parecerte a una humana para ser respetada o amada, porque ya eres preciosa, y con maduración puedes llegar a ser admirable.
Luego de esa charla el ambiente se suavizó un poco entre ellos, solo para que iniciara el terror ante la aparición de la entidad.
Al principio el ente llegó a la escena con una de las tantas apariencias que tomaba Zeus en el Mundo Mortal, y con una extraña manipulación psíquica logró engañar por completo a Artemisa, pero no a Orión, quien vio a través del disfraz y le disparó una flecha. Fue entonces cuando la criatura se reveló como un Monstruo del Vacío, tan antiguo como el Mundo Mortal, llamado de muchas formas en diferentes culturas y adorado en el culto órfico como el "Zeus" de ellos, pero conocido bajo el apodo "Suez" (El Comienzo).
A pesar de que Artemisa, sus cazadoras y Orión le dieron mucha pelea, el monstruo resultó ser muy poderoso; tanto que, mientras empezaba a mostrar su real y horrenda forma física, desarrolló cuatro tentáculos que transformó en diferentes criaturas marinas: Trunko, Morgawr, Ningen y Kraken.
El monstruo Morgawr atacó e hirió de gravedad a Artemisa con Kenoplasma, y sus cazadoras tuvieron que llevarla de emergencia a la tribu, dejando que Orión se ocupará de enfrentar al monstruo del Vacío.
Artemisa fue sanada a tiempo por la magia de su madre, y más tarde se enteró de que Orión regresó ileso de su enfrentamiento contra el monstruo del Vacío; su alegría inicial se cortó tan pronto como supo que Orión se había marchado a su tierra natal, según dijeron las cazadoras, porque ya aprendió todo lo que necesitaba.
Irse de esa forma, sin siquiera despedirse, enojó mucho a Artemisa; justo cuando ella estaba empezando a tener una perspectiva más amigable de él, gracias a aquellas palabras que Orión le dijo antes y por su deseo de quedarse a luchar para darle tiempo a ella y sus cazadoras de escapar. De modo que esta separación fría la decepciono mucho, porque confirmó su creencia de que Orión no era mejor que cualquier hombre.
Luego pasó por un momento de confusión y conflicto de ideas, cuando un día después Orión regresó a la isla, dispuesto a ayudarla a deshacerse del monstruo del Vacío. La diosa-ciervo no sabía cómo sentirse al respecto; por un lado estaba feliz de que él regresara, por otro lado confundida por las raras acciones y repentinos cambios de idea de Orión, y aparte molesta por el despreocupado y extravagante humor divertido de él.
El choque de emociones empeoró después de que Artemisa y Leto acompañaron a Orión a una cacería de ciervos en esa misma tarde, en la que Orión derrotó a Artemisa atrapando más presas que ella. Incluso la propia Artemisa dejó a un lado el orgullo para reconocer que él era un excelente cazador, y un hombre extraordinario.
Orión no la juzgaba por lo que era, respetaba el espacio personal de ella y las otras cazadoras, tenía una filosofía muy inusual y, aunque lucía salvaje, poseía una empatía muy atrayente, como alguien que es capaz de comprender la impotencia que sufren los débiles, pero mantiene la ferocidad de un animal.
Todo eso lo descubrió Artemisa esa misma tarde, mientras comía junto con él, Leto y las demás cazadoras en la aldea natal de Artemisa, para estar listos a la siguiente pelea con el monstruo del Vacío.
Sin embargo, tal como viene la tormenta después de la calma, la entidad perversa regreso para terminar con la batalla inconclusa; captó la atención de todos emanando una luz al cielo desde el fondo del mar, cerca de la isla. Y al momento en que todos se dirigieron a la costa, contemplaron a la criatura emerger del mar con una nueva forma.
Suez se había transformado en una abominación colosal, semejante a un hombre-escorpión-mecanizado, hecho en mayor parte de plata y diamante, con un par de pinzas de escorpión, una extremidad dividida en tentáculos, y un brazo humanoide con una gigantesca e improvisada espada de plata en la mano.
Mientras todas las cazadoras, incluido Artemisa y su madre, eran presas del terror ante la visión de semejante monstruo cósmico, Orión fue el único con el valor de atacar primero y cara a cara a la abominación, lo cual armó de valor a las cazadoras.
No obstante la batalla tuvo que ser librada por el propio Orión, debido a un Mundo de Maná invisible creado por Suez en el mar. Era un campo mágico, en el que solo podía ingresar el cazador pelirrojo.
Artemisa no entendía por qué Suez estaba empeñado en enfrentar solo a Orión, ni tampoco sabía qué motivaba a éste último para arriesgarse por personas que solo ha conocido por apenas dos días. Pero con todo lo que ha visto de Orión en esos dos días, bastó para que ella lo reconociera como un macho extraordinario; uno digno del corazón de ella, y por eso lo recompenso dándole el primer beso de ella, con la promesa de que él regresaría vivo de su enfrentamiento con Suez.
Entonces Orión entró al Mundo de Maná. Y mientras Artemisa, Leto y las otras cazadoras esperaban ansiosas en la costa de la isla, apareció ante ellas un enviado del Monte Olimpo para ayudarlas: Apollo.
La llegada de Apollo fue oportuna, porque al cabo de unos minutos el Mundo de Maná se deshizo, y cayó al mar el gigantesco monstruo del Vacío. Pasaron otros minutos tensos, en los que Artemisa esperaba ver alguna señal de Orión; por más que deseara ayudarlo, sabía que era un suicidio luchar contra un monstruo del Vacío en el agua, y de todos modos su madre no le permitió lanzarse al mar.
De repente otra luz emergió del mar; fue una luz mucho más intensa que la del mismo sol, tanto que Artemisa, Leto y las otras cazadoras fueron cegadas por varios minutos. Apollo fue el único que lo resistió, gracias al casco especial de su armadura Égida, y gracias a eso pudo observar que en las lejanías una parte del mar se oscureció por la sangre del monstruo del Vacío, y algo había emergido de entre toda esa sangre negruzca.
Apollo le explico a Artemisa lo que había visto, y la motivó a matar al monstruo del Vacío; para eso le entrego a ella una flecha especial hecha de metal Adamanto. La diosa-ciervo no lo dudo; cargo el arco y disparó contra la criatura en la zona oscura del mar. A pesar de que su vista no se había recuperado lo suficiente para ver a largas distancias, fue un disparo certero en la cabeza.
Y por eso mismo Artemisa no fue capaz de darse cuenta de que esa criatura era en realidad Orión cubierto de la sangre de Suez.
https://youtu.be/DA3A421eMcI
El mismo Apollo, entre risas cínicas, le dijo a Artemisa que en realidad Suez había sido enviado al espacio, y que la criatura a la que Artemisa disparó era Orión. Saber esto hizo que la diosa-ciervo saltara al mar para tratar de salvar al cazador pelirrojo. Pero fue inútil; no logró encontrar a Orión, y aunque pudiera sería imposible que él siguiera vivo después de recibir una flecha de Adamanto en la cabeza.
Semanas después de lo acontecido en la isla, Artemisa finalmente fue reconocida para convertirse en la Diosa Griega de la Cacería, Reina Ciervo del Monte Olimpo y Guardiana de la Diosa Griega de la Luna Selene. También pudo conocer a la diosa Afrodita, quien era una experta en magia de ilusión y cambio de apariencia, por lo que aprendió a adoptar formas más humanas, y ser adorada por los humanos como "Artemisa Diana".
Al fin Artemisa fue reconocida por su padre y alcanzó la cima del Monte Olimpo, pero aun así sentía un vacío deprimente.
La culpa por matar a Orión la llevó a pasar una semana llorando, e intentó de varias maneras buscar redención por ello; le pidió al Arcángel del Sol, San Uriel, que construyera una constelación en honor a Orión, luego viajó por todo el Mundo Mortal buscando algún indicio de la tierra natal de Orión para compensar a su familia, y enfrentó a todo tipo de monstruos y peligros en el Inframundo Griego para buscar su alma.
Jamás encontró la gente, la tierra natal, o tan siquiera el alma de Orión; no pudo hallar ni una sola pista del origen del extraño y honorable cazador pelirrojo, que se ganó su respeto y amor. Al cabo de un siglo la culpa se convirtió en depresión, la depresión pasó a ser odio hacia sí misma, y el odio propio se transformó en desprecio hacia todos los hombres.
Durante años Artemisa no volvió a ver otro hombre como Orión, lo cual reforzó su creencia de que el único hombre igual a ella había muerto, por lo cual todos los demás hombres eran inferiores. Esto solo causo que Artemisa se llenará de más amargura, distanciándose de su madre y sus cazadoras, e incluso perdió el rumbo original de su filosofía feminista, convirtiéndose en una hembrista muy extremista.
Pasarían siglos en los que Artemisa, pese a estar en la cima y cumplir sus metas, se sumergiría más en un abismo de odio, culpa, soledad y amargura, porque allí no estaba el único macho que ella reconoció, y que además fue quien la ayudó a estar allí en la cima.
Jamás descubriría la verdad de Orión, hasta que vio por primera vez al Rey Tigre Rudra en persona, y entonces sabría que el "Orión" que ella conoció, y que la historia humana reconocería por su constelación en el firmamento como el "Gran Cazador", solo eran una de las formas en que el Panteón Griego recordaba a Rudra.
[Presente. Torneo Parabellum: Arena de Duelo].
Todo había quedado en silencio, luego de que surgiera una luz violeta en donde ambas peleadoras inmortales se hallaban. Sekhmet se había alejado de un salto, y se cruzó de brazos para ser espectadora de lo que sucedía: Artemisa estaba adoptando su verdadera forma.
La ropa de Artemisa se desgarro un poco en el área de la espalda y los senos, dándole un escote más atrevido, ya que incluso su corsé de plata se rompió, al igual que las protectoras de sus muñecas y piernas. Lo mismo fue para sus sandalias. Los huesos de Artemisa se dislocaban para reacomodarse de otra forma y se rompían para regenerarse en un nuevo tamaño, al mismo tiempo en que sus músculos se desgarraban para crecer y su piel se rompía para revelar una nueva piel con un hermoso y espeso pelaje lila.
Todas las bestias que veían la pelea, al igual que Sekhmet, supieron de inmediato que Artemisa tenía décadas sin transformarse, por lo lenta y dolorosa que estaba siendo la transición de forma humanizada a forma bestia. Ya que las bestias, después de perder su piel humana por primera vez, empiezan a acostumbrarse al proceso de transformación, al grado de ser casi instantánea.
Sin embargo, en este caso también hubo algo extraño; la piel de Artemisa estaba rompiéndose para mostrar su piel de mujer-bestia, como si fuera la primera o segunda vez que se transformaba. Y pronto todos vieron el motivo de esto.
Artemisa tenía los ojos cerrados, con lágrimas deslizándose por sus mejillas; no quería ver la reacción del público ante su verdadera forma, pero en su mente vinieron las imágenes de Rudra, Leto y el resto de sus amigas del harem del Rey Tigre. Así que, con lentitud, abrió los ojos y de inmediato buscó con la mirada a su verdadera familia.
Se sorprendió al ver expresiones de asombro total en su madre y compañeras de clan, e incluso en el mismo Rudra.
—Bueno, bueno, bueno. Tengo que elogiar los gustos de nuestro macho. Definitivamente te ves deliciosa y tierna —dijo Sekhmet con una sonrisa divertida que lucía aterradora en ella.
—¿Qué? —dijo Artemisa frunciendo el ceño con disgusto, creyendo que otra vez estaba siendo objeto de burla.
—Hasta molesta te ves adorable. También debo admitir que tienes buenos glúteos —Sekhmet muestra el pulgar derecho en señal de aprobación.
https://youtu.be/PRiZCIQIaTg
Artemisa gruño con molestia, todavía pensando que su oponente se estaba burlando de ella. Pero al dar un paso, se dio cuenta de que no sentía cuatro patas, sino dos. Bajo la vista, y sus orejas de ciervo se movieron un par de veces mientras sus ojos se agrandaban, por el golpe de sorpresa que tuvo al descubrir que, si bien sus piernas eran una mezcla de anatomía humana con patas de ciervo, solo tenía dos como una criatura bípeda.
Se dio cuenta de que su tamaño, aunque superó los 2, 00 m, no era tan alta como antes. Entonces también noto que su cara era diferente; se tocó las mejillas y los labios, dándose cuenta de que ahora tenía una cabeza más parecida a la de un ciervo, pero manteniendo rasgos suaves y femeninos como cualquier mujer-bestia. Y por si acaso, también se comprobó el cabello, dándose cuenta de que todavía lo conservaba.
No parecía una "mujer-centauro-ciervo". Era una mujer-ciervo en toda regla, pero de un peculiar pelaje lila en todo el cuerpo, casi del mismo tono que su cabello, con pelaje más claro en el área del pecho hasta la mandíbula inferior, y con brillantes ojos dorados.
—Ahora sí eres toda una hembra, y una muy hermosa —dijo Sekhmet denotando orgullo.
—¡Je! ¿Ahora eres respetuosa? —preguntó Artemisa con sarcasmo.
—Yo solo respeto a las hembras adultas que son honestas consigo mismas, reconocen la belleza de su imperfección y tienen claro sus principios —dijo Sekhmet adoptando un semblante más molesto—. Antes tú eras como una adolescente que no sabe dónde está parada ni entiende la realidad de las cosas. Nuestro macho hizo un estupendo trabajo en reformar tu mentalidad extremista, pero aún faltaba por hacerte ver lo que es una verdadera familia. Te falto entender que en realidad no necesitas el reconocimiento de un padre que no supo orientarte ni apreciarte, porque todo este tiempo ya tenías a una verdadera familia.
—¿Por qué ahora estás diciendo todo eso? —preguntó Artemisa con genuina incredulidad del cambio de actitud de su oponente.
—Porque al fin ya diste un paso en el camino de ser mejor. Artemisa, todo este tiempo has tenido la mentalidad errada de "eres perfecta tal como eres", y que todos deberían aceptarte. La verdad es que no eres perfecta ni debes conformarte con ser como eres; no eres perfecta, pero puedes ser mejor.
—¡Je, je! Jamás pensé escucharte darme un sermón como ese... —dijo Artemisa con un suspiro y sonriendo con ironía—. Creía que yo te desagradaba.
—En realidad si me desagradas —dijo Sekhmet entrecerrando los ojos.
—¡¿Entonces?! —exclamó Artemisa con furia.
—La verdad es que no lo sé. Tal vez solo quise ayudarte por lastima, o porque me sentí identificada contigo.
—¡¿En qué me puedo parecer yo a alguien como tú?!
—Puede que seas insegura respecto a tu propia belleza, estás desesperada por aceptación y no tienes claro ni tus propios ideales. Pero al igual que yo te convertiste en bestia, te esforzaste para estar en la cima, sentiste un vacío en tu corazón, y de toda tu maldita familia tuviste a una madre, una hermana y un hermano que te apoyaban en todo momento.
Con esa mención, a Artemisa le llegó a la mente su medio hermano Ares, su media hermana Athenea y su madre Leto, quienes estuvieron con ella en sus inicios, apoyándola y motivándola a esforzarse en lograr sus metas. Y también fueron quienes trataban sus heridas cuando ella regresaba casi muerta de una misión encomendada por Zeus.
Sekhmet, por su parte, tuvo en mente a su madre Amunet, su hermano mayor Anhur y su hermana menor Bastet, quienes la apoyaban y trataban de que ella fuese una mejor diosa, además de que fueron los únicos que la recibieron con los brazos abiertos y lloraron al verla, cuando ella regreso a casa después de recuperar su estatus como diosa.
—Y aunque tengamos nuestra propia historia, estamos conectadas por alguien que amamos —agregó Sekhmet.
—Rudra... —dijo Artemisa con dulce voz al referirse a su amado.
—Nosotras pudimos alcanzar nuestras metas y sueños, gracias a que él estuvo ahí para apoyarnos y ofrecer su ayuda en nuestro momento de mayor necesidad. Me ayudó a abrir mi corazón otra vez. Y a ti trato de enseñarte a aceptar tus errores.
—¡No me vengas con esa tontería! ¡Desde hace ya mucho tiempo comencé a reconocer que yo no estaba del todo correcta con mi forma de pensar; que solo necesitaba estar con quienes me aceptaban tal como era!
—Estúpida, estúpida, estúpida cervatilla, una vez más estás equivocada. Si quieres que los demás te acepten, primero debes esforzarte en aceptar tus defectos y errores para corregirlos, pero sin olvidar quienes te apreciaban tal como eras y estaban contigo tanto en las buenas como en las malas. Es lo que significa evolucionar.
—Sabes, desde que te conocí, te he considerado una desagradable hembra, y nunca pude entender por qué Shakti te tomo como discípula. Todavía me desagradas, pero no soy tan arrogante como para negar que me ayudaste mucho a terminar de entender... lo que Rudra y Dziewanna han querido enseñarme. Debía aceptarme, pero también poner de mi parte siendo una mejor diosa, bestia y persona, tanto por mi bien como por el bien de mi verdadera familia. Y tú en vez de explicármelo con palabras, lo hiciste a base de golpes.
—Los golpes son el idioma universal —dijo Sekhmet volviendo a expresar diversión cínica—. Y las hembras castrosas adoctrinadas con ese tóxico ideal disfrazado de "feminismo", como era en tu caso, solo entienden a base de golpes. No lo tomes como algo personal, es solo que odio esa clase de hembras hipócritas y tóxicas.
—Lo entiendo. Yo también he empezado a odiar a las misandricas que tergiversan mis enseñanzas originales. ¡Je! Ese odio en común hace que me desagrades un poco menos.
—Oye el odio mutuo mueve montañas y une más que la amistad. Es lo que siempre digo. ¡Ja, ja, ja!
—¡Ja! No puedo argumentar contra de eso —dijo Artemisa, ahora expresando más calma y alegría—. Sin embargo, ni pienses que te lo voy a agradecer con palabras bonitas. Estamos en una Batalla de Inmortales, y no soy buena en escenas de cursilería ridícula.
—Yo tampoco soy buena en cursilería. Si quieres agradecerme, entonces hazlo ofreciéndome una buena pelea.
—Espero que no te arrepientas luego, porque ahora me siento diez veces más fuerte que antes —decía Artemisa, emanando su energía Kenoplasma de tal manera que lucía tanto siniestra como adorable.
A pesar de que Sekhmet había ayudado a Artemisa a aceptarse y mejorar como diosa, eso no significaba que habían hecho las paces; nada más hizo que la hostilidad disminuyera un poco y decidieran pelear sin deseos de matarse.
Por eso Artemisa avanzó hacia Sekhmet, dejando el arco en el suelo, con la obvia idea de atacar de frente. La diosa-leona la espero paciente con las garras listas, y se llevó una pequeña sorpresa al sentir bajo su barbilla el pesado puño izquierdo de la diosa-ciervo. La fuerza del golpe de Artemisa produjo un estallido de viento, como pequeña muestra visual del tremendo poder que tenía cargado en el puño, pero solo basto para mover unos centímetros arriba la cabeza de leona de Sekhmet.
—Fue un golpe muy hermoso. Sin embargo, vas a necesitar mucho más que esa fuerza para noquear, o al menos derribar a una bestia con huesos gruesos y densos en el cuello, muy propio de un cuadrúpedo como los leones —dijo Sekhmet, bajando con lentitud la barbilla para mirar los ojos de Artemisa, quien estaba para en frente de ella.
De inmediato Artemisa intentó retroceder, por lo cual Sekhmet alzó la mano derecha para realizar un zarpazo horizontal que generó un violento y filoso golpe de viento. Pero terminó golpeando el aire, ya que la diosa-ciervo se movió mucho más rápido para saltar, sujetarse de los hombros de la diosa-leona desde arriba, y propinarle a ésta un potente rodillazo en toda la cara, seguido de otro rodillazo que le voló algunos colmillos.
La diosa-leona se mantuvo firme en el suelo para evitar caer, y justo cuando la diosa-ciervo se preparaba para darle otro rodillazo, Sekhmet abrió las fauces con nuevos dientes que reemplazaron los que ella perdió, y cerró las fauces en una poderosa mordida. El sabor de la carne y la sangre jamás llegaron, porque Artemisa se alejó impulsándose hacia adelante, y con una voltereta aterrizó detrás de la diosa-leona.
Entonces Sekhmet pasó a ver todo de cabeza, luego de que Artemisa doblará la espalda hacia atrás para sujetarla de la cintura con ambos brazos, y entonces la estrellara de cabeza contra el suelo, simulando un movimiento de lucha libre que sin duda aprendió de Ares y Athenea.
No obstante la diosa-leona se recuperó al instante, girando el cuerpo hacia adelante para voltearse y mirar de frente a su oponente, con el fin de atacarla con las garras de la mano izquierda. Y una vez más la diosa-leona la sorprendió retrocediendo a una velocidad mayor, que le permitió escapar del zarpazo y la luminiscente ráfaga mágica que desprendieron las garras.
"Su fuerza no aumentó tanto como esperaba, pero su velocidad pudo haberse triplicado, o incluso más. Después de todo, los ciervos se destacan más en la velocidad que en la fuerza", pensaba Sekhmet curiosa de lo que acaba de descubrir, y sonriendo por la emoción que sentía ahora, creyendo que por fin estaba teniendo un desafío.
"Me siento más ágil y veloz que antes, como si me hubiera deshecho de una carga pesada, y ahora mis instintos están más agudos. Siento que todos mis sufrimientos, en vez de traerme miseria, ahora me hacen más fuerte. Sí, es tiempo de que los instintos tomen el control ahora, como siempre debió ser", pensaba Artemisa, poco a poco mostrando una sonrisa desquiciada por la agradable y embriagadora sensación de libertad que estaba sintiendo, mezclada con la emoción y adrenalina que fluía por su sangre y hacía palpitar su sangre a mil.
Al fin Artemisa tenía clara su mente, y podría disfrutar de una pelea sin reprimir su naturaleza real.
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