Capítulo LVIII: Dios vs Einherjar
https://youtu.be/xWMU8XalsvE
[Vanaheim. Folkvangr: Campo de Batalla de Freyja].
El mundo natal de los inmortales Vanir era muy parecido a las tierras nórdicas del Mundo Mortal, con la diferencia de que era mucho más grande, tenía más bosques, montañas, terrenos fértiles y menos nieve. Además podía verse en el cielo la hermosa silueta de un planeta muy parecido a Saturno, y en las noches contaba con dos lunas.
Y en medio de un vasto océano, lejos del acceso público y común incluso de otros dioses, se encontraba un continente circular, con una cadena montañosa rodeando y protegiendo sus costas, junto con enormes torres de vigilancia y wyverns entrenados: era el "primer cielo" del Panteón Nórdico, el Folkvangr.
En contraste con el Valhalla, a este "cielo" dirigido por la diosa Freyja iban los guerreros mortales justos y honorables a recibir como recompensa un merecido descanso, con una duración proporcional a los buenos actos que hicieron en su vida mortal. Es por esto que era tan poco visitado en comparación al Valhalla. Y por ende, tan poco mencionado por los adoradores de Odín y Thor.
Los dominios del Folkvangr también eran donde entrenan las mujeres para convertirse en Valquirias. De modo que, a pesar de que era un reino lleno de mortales pacíficos, seguía teniendo un campo de batalla personal, donde se llevaban a cabo los desafíos para convertirse en Valquirias.
Y en este día en particular sería usado para un duelo por la libertad de la Capitana de las Valquirias.
En medio de la arena se encontraban los dos oponentes a una considerable distancia lejos del otro. En un lado estaba Rudra, sentado con las piernas cruzadas en el aire por medio de su cola de tigre como único apoyo en el suelo. Y en el lado contrario se encontraba Siegfried, en compañía de Brynhildr y cien Einherjar, entre los cuales se hallaba Gunnar.
El público estaba conformado por inmortales de Asgard, ansiosos por ver en acción a su más grande ídolo y héroe, Siegfried. Mientras que en el otro lado se hallaban inmortales Vanir ansiosos por ver sufrir a los egocéntricos y sobrevalorados Einherjar. Las esposas y concubinas de Rudra se encontraban sentadas en un sitio especial, ubicado en medio de ambos grupos de inmortales.
—Eres un completo idiota —dijo Siegfried, mirando con repudio al Rey Tigre—. Debiste pedir enfrentarnos uno a uno. Jamás nos ganaras enfrentándonos todos nosotros a la vez.
—Se necesita más que números y poder para lograr la victoria. Creí que un pueblo que vive de la violencia y la guerra como ustedes entendería algo tan básico como eso —dijo Rudra con una expresión cansada que denotaba aburrimiento, lo cual hacía enfadar mucho más al héroe nórdico.
—¡Maldita inmundicia de la naturaleza! —exclamó Siegfried con rabia, mientras sujetaba fuerte con la mano izquierda el brazo derecho de Brynhildr—. Voy a aplastarte con mis mejores armas. Y no solo hablo de mi Astra; ¡también usaré a mi Valquiria! ¡Sello de Unión: Volund!
https://youtu.be/wPGBJ7CJbIo
Al recitar el encantamiento, el cuerpo de Brynhildr pasó a ser cubierto por un resplandor mágico de color azul, mientras ella denotaba asco en su hermoso rostro. Acto seguido, la Capitana de las Valquirias comenzó a desvanecerse en partículas luminosas, las cuales se juntaban en Siegfried desde los pies hasta la cabeza en sincronía, y en el proceso se transformó en un ropaje.
Brynhildr se había transformado en una brillante y hermosa armadura, que se ajustaba al cuerpo de Siegfried como una segunda piel con placas extras a modo de coraza orgánica. Era de color negra con bordes plateados, puntas filosas en codos, hombros y rodillas, detalles con forma de alas emplumadas violetas, y un casco con la forma de la cabeza de un wyvern. Además el brazal derecho de Siegfried tenía incorporado un escudo redondo plegable, con bordes filosos de plata pura y runas inscritas.
—Volund... El hechizo que ustedes los cerdos usan para esclavizar a las Valquirias —dijo Rudra con molestia—. Un hechizo que une el cuerpo físico y espíritu de un esclavo a los de su dueño, junto con el poder total de ambos. El mismo tipo de hechizo que usan los chamanes y budistas del Territorio Japonés, para esclavizar a los fantasmas y las criaturas sobrenaturales.
—Buda V Soga fue muy amable en enseñarnos este hechizo, a cambio de apoyar su campaña contra ti y los dioses hinduistas. Gracias a él, ahora los guerreros de Asgard podemos usar a las Valquirias como lo que son en realidad; armas hechas para servir, doblegarse y obedecer a la voluntad de la humanidad —dijo Siegfried con una sonrisa divertida, que era fría y sádica.
—Estoy al tanto de que el buda japonés fue quien se los enseño. Y no me parece raro, considerando que los humanos japoneses tienen una inclinación a ser griego-nórdico-centristas y budistas a muerte. Ellos y todos ustedes, son iguales de hipócritas racistas y xenofóbicos, como diría Daji. ¡Je, je! Yo no siento placer al matar, pero admito que disfrutare darles a ustedes el castigo que se merecen.
Dicho eso, Rudra procedió con llevarse la mano izquierda al bíceps derecho. Recito en silencio algunos mantras dedicados a Shiva y Durga. Después apartó la mano izquierda, y en su bíceps derecho apareció un resplandor dorado un collar de semillas Rudrakshas.
—Ya estoy listo —dijo Rudra, tocándose con la garra del dedo índice izquierdo el collar de semillas Rudrakshas en su brazo derecho—. Esto medirá mi poder para "nivelarme", en base al nivel del más fuerte de todos ustedes. Así les daré una oportunidad, o esto sería demasiado fácil para mí. ¿No les parece, supuestos "campeones de la humanidad"?
—¿Qué acaso solo sabes blasfemar e insultarnos?
Gruño Gunnar pasando caminando al lado de Siegfried en dirección al dios-tigre, mientras era acompañado por algunos Einherjar. Formaron un círculo alrededor del Rey Tigre, con las espadas listas ante cualquier movimiento hostil por parte de éste último.
—Yo solo digo lo que pienso —contestó Rudra con una pequeña risa de sinvergüenza—. Y hablando de eso, ¿les digo algo gracioso?
—No —gruño Gunnar con creciente rabia, y apretando más fuerte el mango de su espada.
—El hecho de que ustedes hayan querido pelear aquí, en una arena, los acaba de condenar, porque una vez adentro ya no hay vuelta atrás —proseguía diciendo Rudra, pese a la negativa de Gunnar—. Dicho de un modo más divertido: yo no estoy encerrado con ustedes, ustedes están encerrados conmigo.
—¡Ya cierra el hocico, insolente gato monstruo!
https://youtu.be/F2_h9FBfQ0A
Exclamó un Einherjar mientras él, Gunnar y los otros Einherjar levantaban sus respectivas espadas, para luego descenderlas sobre el Rey Tigre, quien solo se dedicó a levantar la mano derecha por encima de la cabeza y, con la filosa garra de su dedo índice derecho cubierta de energía Chi, bloqueo todas las espadas juntas, generando con el choque de garra y espadas una onda de choque que resonó en las paredes de la arena.
—¡¿Qué?! —exclamó Gunnar tan en shock por presenciar lo sucedido, que sus ojos parecían salirse de sus cuencas.
—Otro detalle que olvide mencionarles, es que mi nivel se redujo en base a sus estadísticas de magia, fuerza física, velocidad y resistencia —explicaba Rudra rascándose la oreja izquierda con la garra del dedo índice de la otra mano—. Sin embargo, yo no solo cuento con magia; recuerden que también tengo Chi y Prana. En otras palabras; ahora mismo con mi poder sellado, yo sería como un peleador del nivel de ustedes, pero con Chi y Prana junto con magia, además del bonus de fuerza física, velocidad y resistencia extra que me concede mi biología de bestia inmortal. No me critiquen; es algo justo, considerando que tengo que enfrentar al campeón absoluto de la raza humana y cien pobres diablos de ustedes.
—¡Ya me tienes harto! ¡¡Voy a cortarte esa insolente lengua tuya!!
Exclamó Gunnar apartando la espada el obvio motivo de atacar en otro ángulo al dios-tigre. Los otros Einherjar se apartaron un poco, debido a que Gunnar comenzó a mover la espada en amplios tajos a una velocidad que sobrepasaba la barrera del sonido.
Y con una velocidad semejante, Rudra bloqueó la cadena de ataques usando solo la garra del dedo índice de la otra mano, cubierta de energía Chi. Luego, con la otra mano, se arrancó una hebra de su propio cabello, y lo sopló en dirección a Gunnar. No obstante la fuerza del soplido envió la hebra de cabello como un cuchillo que se clavó en el cuello de Gunnar. Y por irónico que parezca, explotó en una nube de humo y salió transformada en un cuchillo de metal Akasha, que perforó el cuello del humano Einherjar.
"¡¿Esto fue magia de transformación?! ¡¿Este maldito monstruo acaba de transformar una hebra de su cabello en un cuchillo?!", pensó Gunnar atónito, retrocediendo y escupiendo sangre, mientras se sujetaba el cuello como un intento instintivo de detener el sangrado.
—Usar el Arte de las 72 Transformaciones en las hebras del pelaje propio. ¡Je, je, je! Debo rugir que Wukong fue muy listo al pensar en esto —dijo Rudra entre risas, para después hacer un gesto con el dedo índice derecho, y entonces la cuchilla en el cuello de Gunnar explotó en una cortina de humo, que la hizo volver a ser una hebra de pelo, la cual regreso al cabello de Rudra por sí misma.
—¡Maten a ese monstruo insolente! —ordenó Siegfried señalando a Rudra con la mano izquierda, y en respuesta todos los Einherjar dieron gritos de guerra mientras corrían hacia su enemigo.
—Aquí vamos otra vez —dijo Rudra con un suspiro, para después utilizar su cola igual que un resorte para rebotar del suelo, y en el aire extendió las piernas a ambos lados de una perfecta forma horizontal, destrozándole el cráneo a dos Einherjar con los pies en el acto.
https://youtu.be/I34hMdOi5_U
Luego Rudra aterrizó de cuclillas, apoyó ambas manos en el suelo, y giro a la derecha mientras ejecutaba una patada baja, que terminó destrozándoles las piernas a todos los Einherjar que lo rodeaban. Lo siguiente que hizo fue saltar a otro lado para salir del ejército de Einherjar que lo rodeaban.
Una vez tomó suficiente distancia, se puso de pie y, para la sorpresa de todos, empezó a girar sobre el suelo. Y lo hacía a tal velocidad que, poco a poco, el aire que circulaba a su alrededor se transformó en un torbellino; uno cargado de rayos doradas. Fue una hazaña tan sorprendente como aterradora, porque no era un torbellino cualquiera; tenía la fuerza suficiente para acabar con todo un continente.
Y lo aterrador para los Einherjar, era que en este punto eso ni siquiera debía ser el cinco por ciento del poder total de Rudra.
—¡Aléjense! ¡Retrocedan! —aviso uno de los Einherjar consumido por el pánico. Y algunos de sus compañeros le hicieron caso, mientras que el resto solo levantó las armas, dispuestos a enfrentar la majestuosa y más grande fuerza de la naturaleza encarnada.
Y tal como sucede en la vida real, los humanos Einherjar cayeron ante la fuerza de la naturaleza, cuando Rudra convirtió el torbellino en un ciclón de llamas rojizas, y lo arrojó contra los horrorizados Einherjar.
Todos fueron testigos de una escena que solo podría describirse como apocalíptica: un ciclón de fuego avanzó hacia un grupo de Einherjar, tragándoselos en el camino y escupiendo arriba una nube de cenizas de lo que una vez fueron soldados de Asgard, mientras toda la arena resonaba con los gritos agonizantes de los Einherjar al morir.
En unos segundos, Rudra había eliminado a cincuenta de los cien Einherjar que iban a enfrentarlo. Y lo hizo teniendo casi todo su poder sellado.
—Por el amor de Odín... —dijo Gunnar estando tirado en el suelo, viendo con horror lo sucedido. Había terminado de regenerarse la garganta, gracias a su nueva condición de inmortal. Y consiguió escapar junto con otros Einherjar del camino destructor de aquel torbellino de fuego y rayo, solo para presenciar una muestra de lo que es capaz de hacer el Padre de la Tormenta.
—Bien. ¿Quién es el siguiente que quiere volver a morir?
Pregunto Rudra viendo de reojo a sus enemigos, con una sonrisa gatuna y volviendo a rascarse la oreja izquierda, mientras sus ojos verdes brillaban con intensidad debido a la oscuridad que cayó sobre la arena de batalla, producto de la nube de ceniza.
Fue un espectáculo de pesadilla para los Einherjar, que hizo dudar a muchos de continuar peleando. No obstante seguía habiendo quienes por orgullo se rehusaban a huir de una criatura no-humana, que además era un dios originario de la India. Por eso corrieron con las armas listas a enfrentar a quien consideraban una bestia entre dioses.
Y como una verdadera bestia entre dioses, Rudra masacro a los Einherjar como si fueran simples insectos.
https://youtu.be/jpNgrYD_UVI
Para un humano normal, lo sucedido habría pasado en un parpadeo. No obstante los inmortales fueron testigos de cada detalle. Rudra empezó incapacitando a veinte Einherjar, cortándoles los brazos, las piernas y el resto del cuerpo con las garras de las manos en movimientos circulares, verticales y horizontales, que dejaban detrás de sí un Chi de fuego. Y los remato decapitándolos con un rápido zarpazo.
Otros veinte Einherjar acabaron siendo destrozados como sandías, cuando Rudra empezó a atacar con su estilo salvaje de Muay Boran, teniendo los brazos y las piernas potenciadas con Chi. De manera que sus golpes directos, codazos, rodillazos y patadas tenían la fuerza para partir por la mitad a un solo Einherjar, destrozarlo igual que una piñata llena de sangre e intestinos, o atravesarle el pecho de un solo puñetazo y pulverizarles el corazón.
Ahora quedaban solo diez Einherjar, contando con Gunnar. Sin embargo los últimos nueve Einherjar tiraron sus armas y comenzaron a huir, presas del pánico y el terror a la sola idea de enfrentar a lo que era la auténtica definición de un dios. Aunque fue muy tarde para huir; Rudra había entrado en un frenesí salvaje, y como un verdadero depredador se abalanzó sobre cada uno de los nueve Einherjar.
Y tal como prometió en el capítulo pasado, a ocho les agarro la cabeza y se las separó de los hombros con un brutal tirón, mientras que al último le atravesó el pecho con una mano, le arrancó el corazón y se lo comió igual que un pedazo de pastel de fresa.
—Ahora solo queda uno —dijo Rudra con una sonrisa cruel, arrojando los restos del corazón a un lado, y fijando la mirada en Gunnar—. ¿Tú también vas a huir?
—Ni siquiera pasó por mi cabeza algo tan humillante como eso —dijo Gunnar poniéndose de pie, frunciendo el ceño con molestia—. Sufrí años tratando de dominar el más poderoso hechizo concedido por Odín a nuestro pueblo. ¡Y finalmente que estoy en el Valhalla, puedo usarlo en su máximo potencial! ¡Arte Æsir: Berserker!
Con la recitación del hechizo, Gunnar tuvo una transformación muy conocida; su cuerpo comenzó a emanar un brillo azul, mientras gruñía igual que un animal salvaje y ganaba tanta masa muscular que casi toda su armadura se destrozó, ahora medía casi 3,00 m, y sus ojos ganaron un brillo azul.
—Otro pobre imitador —dijo Rudra frunciendo el ceño con molestia, reconociendo al sujeto como otro de los populares guerreros que se creían iguales a los osos.
—¡¡Gato patético, tiembla ante la fuerza de un oso!! —gruño Gunnar babeando como un animal rabioso, con respiración agitada y una potente voz.
Gunnar tiró su espada al suelo con la intención de pelear a puño limpio, como un auténtico animal encolerizado; esto molestó aún más a Rudra, quien ya de por sí se sintió enfadado por lo que consideraba una "burla" a los verdaderos berserkers, las bestias oso de las tribus nórdicas.
El Rey Tigre podría haber contraatacado de forma elegante y épica, con alguna maravillosa técnica de Muay Boran o Pashu Kalari. Pero en vez de eso saltó sobre Gunnar, lo tumbó al suelo, le sujetó los brazos y, por medio de un simple apretón, le aplasto los antebrazos cual ramas frágiles. Entonces Rudra inmovilizó a su presa contra el suelo, agarrandolo de la cabeza y un hombro, para luego morder la tráquea de Gunnar.
Siguió mordiendo, desgarrando y devorando la carne del cuello de Gunnar, hasta decapitarlo.
Rudra se puso de pie, masticando los últimos trozos de carne y con su boca llena de sangre, mientras observaba con molestia el cadáver decapitado de Gunnar. Cabe recordar que ahora mismo Rudra seguía en su forma humanizada, por lo que fue un espectáculo muy aterrador y grotesco de él mordiendo y devorando a un humano.
Este sería uno de esos días que serviría como ejemplo de su salvajismo natural de bestia, y la razón por la que era tan despreciado por los humanos japoneses y los budistas extremistas, como Buda y sus fieles seguidores.
—¿En serio pretendías actuar como un animal salvaje frente a mí? —dijo Rudra con molestia, luego de tragar la carne que había devorado, y se lamió los labios cual tigre para limpiarse la sangre.
—Maldito monstruo —dijo Siegfried con claro odio en sus palabras, y mirando con asco al dios tigre—. Jamás te perdonaré por haber matado a mis amigos.
—Uy... El malvado cucarachón se nos puso sentimental —se burló Rudra, pasándose el dorso de la mano derecha por la boca para limpiarse los restos de la sangre, y luego se lamió el dorso de la mano como lo haría un verdadero felino—. Aunque técnicamente fue por tu culpa que ellos murieron. ¿Te digo algo curioso? Las reglas decían que yo debía nivelar mi poder hasta hacerlo "comparable" al de mi oponente. Y eso fue lo que hice; nivele mi poder hasta el nivel tuyo. Por eso tus amigos cayeron tan fácilmente. Como buen juez aproveche el "vacío" legal. ¡Ja!
https://youtu.be/e86eXJBK_XI
—¡Desgraciado! —exclamó Siegfried con furia, mientras extendía hacia arriba el brazo izquierdo y partículas de Maná se concentraban en su mano—. ¡Te arrepentirás de haberme desafiado y asesinado a héroes de la humanidad! ¡¡Ven a mí, Balmung!!
Al pronunciar aquel nombre, Siegfried invoca su famosa Astra personal forjada por los enanos y bendecida por Odín; una majestuosa espada claymore de brillante color ónix, empuñadura azul decorada con oro y diseño elegante, hoja ancha de doble filo recubierto de plata pura y adornada con runas celestes brillantes en los laterales, y cuyo tamaño superaba al propio Siegfried por unos centímetros de altura.
—Otra vez la molesta plata —dijo Rudra con un suspiro molesto al notar que el filo de la espada Balmung era plata pura, obviamente pensada para matar bestias—. Supongo entonces que no me enfrentaras de manera honorable.
—Los asquerosos monstruos no-humanos no merecen duelos honorables, ni mucho menos morir con honor —contestó Siegfried, moviendo su espada claymore con solo la mano izquierda y sin lentitud alguna, como si esa gran espada fuese tan liviana cual aire.
—Bueno, si es así, entonces... ¡Espera un momento! —dijo Rudra, de repente levantando la mano derecha en señal de alto, mientras hacía el gesto de intentar sacar algo de su oreja izquierda con la garra de su dedo índice del mismo lado—. Algo muy fastidioso le cuesta mucho salir. Espera un segundo más...
"Este infeliz se sigue burlando de mí...", pensaba Siegfried gruñendo y apretando los dientes con rabia.
Rudra dejó de rascarse la oreja, y en su lugar comenzó a agitar la cabeza a los lados varias veces con fuerza, como un tigre cuando tiene la cabeza mojada. Esta actitud despreocupada estaba enfadando tanto a Siegfried, que lo hizo empezar a caminar hacia él para atacarlo. Entonces Rudra movió por última vez la cabeza a la derecha, y de su oreja izquierda emergió una columna de lava que sobresalto a Siegfried.
La columna de lava comenzó a solidificarse en roca negra con brillantes líneas de fuego. Y poco a poco Rudra comenzó a despegar su oreja izquierda de la roca ardiente, como si la misma lava fuese la "cera" de sus orejas. Luego Rudra se golpeó el lado derecho de la cabeza un par de veces, y con esto expulsó de su oreja izquierda un par de gotas de lava.
—¡Ufff! Ahora sí —dijo Rudra con un suspiro de alivio y sonriendo relajado, como si se hubiera quitado una terrible molestia.
Entonces Rudra giro a la izquierda y sujeto con la mano derecha el bastón de roca volcánica, la cual reaccionó a su toque; las líneas de fuego brillaron con mayor intensidad, su superficie rocosa carbonizada comenzó a moverse y reorganizarse en sincronía y, cuando Rudra la sacó de la tierra, el extremo enterrado empezó a formar tres puntas filosas, siendo la del centro un poco más larga que las otras dos.
Rudra había sacado su famoso Brahmastra de una manera bastante extravagante y nada elegante, que no sería rara de ver en el Rey Mono Sun Wukong.
—Que desagradable forma de invocar una arma celestial —dijo Siegfried asqueado.
—Si en algo concuerdo con los idiotas como tú, es que soy un monstruo "incivilizado". Incluso los principales reinos humanos del Territorio Hinduista me consideran una criatura incivilizada, y por eso eliminaron casi todas las partes que me describían como un hombre-bestia. ¡Je! Y ni hablar de los hipócritas budistas, que hasta me consideran un demonio perverso y enemigo de su Dharma —dijo Rudra, mientras caminaba un poco dándole la espalda a Siegfried, y poniéndose el tridente en el hombro derecho—. Pero prefiero ser un animal incivilizado, a ser un Falso Humano como tú.
—No sé qué tonterías dices. Y ni me importan —decía Siegfried, mientras levantaba su gigantesca espada Balmung hasta arriba, con la obvia intención de descenderla en un tajo vertical hacia abajo—. ¡De todos modos esta será la última vez que veré tu horrenda cara de asqueroso indio animal!
https://youtu.be/6wxCuq2OltE
Siegfried descendió la espada con tal fuerza y velocidad, que rompió la barrera del sonido y desató un vendaval sobre toda la arena de duelo, que despejo las cenizas y las nubes negras, permitiendo que la luz del sol brillara de nuevo sobre la arena. Y fue solo para ver a Rudra bloquear la espada con el cuerpo del tridente de fuego, a la vez que deslizaba la hoja sobre la superficie del tridente al suelo.
Después Siegfried sintió que sus órganos internos eran aplastados, cuando Rudra lo señalo con el pomo del tridente y, de forma inverosímil, dicho extremo se extendió como un báculo plegable hasta golpear el estómago del héroe humano. El Rey Tigre regresó el tridente a su tamaño normal, y de un paso se impulsó hacia su enemigo para atacar de frente.
Tras escupir sangre, Siegfried reaccionó rápido para atacar, y lo hizo moviendo la espada Balmung en ataques horizontales, diagonales y verticales con un estilo, precisión y velocidad imposibles para el tamaño de dicha espada; incluso resultaba imperceptible para el ojo humano.
En cambio el Rey Tigre lo bloqueaba y esquivaba todo con el tridente... de una forma que no aparecería en ningún libro de técnicas con lanzas
Rudra se desplazaba por el suelo apoyándose con los dedos, saltaba de un lado a otro haciendo volteretas de agilidad y flexibilidad inhumana, y se movía agazapado como un animal al acecho, todo esto mientras pasaba el tridente alrededor de su cuerpo con ambas manos, de un modo que bloqueaba la espada de Siegfried, y golpeaba a éste con el pomo del tridente en varias partes del cuerpo.
Era un estilo caótico, salvaje e impredecible. Y los golpes que conectaba el tridente no eran fatales, pero hacían que Siegfried sintiese como si sus huesos estuvieran siendo fracturados, a pesar de que su brillante armadura oscura no tenía un solo rasguño; era como si el daño que producía el tridente fuese tanto externo como interno.
—Para tener una espada tan grande eres bastante impotente —dijo Rudra a modo de burla, mientras retrocedía un par de metros un poco agazapado.
—¡Hijo de perra! —exclamó Siegfried bastante ofendido con el comentario. Tanto que decidió acercarse y atacar con los bordes filosos de su escudo.
Y Rudra lo esquivo de una extravagante manera; salto apoyando el pomo del tridente volcánico en el suelo, mientras dicha arma se extendía de forma inverosímil, hasta alcanzar casi nueve metros de alto, y se mantuvo firme en el suelo como un poste con Rudra en lo alto. Después de que el filo del escudo de Siegfried chocará contra el tridente, él empezó a retroceder por no saber lo que vendrá ahora.
Tuvo que reconocer que el dios-tigre era bastante impredecible respecto a los trucos que sabía. Esto quedó demostrado cuando Rudra, estando sujetado del filo principal del tridente con una mano, mientras apoyaba ambos pies en la columna de roca volcánica, empezó a mover el tridente por el suelo como si el pomo se deslizara por el suelo, dejando atrás una estela de llamas.
Aquello fue tan extraño y sorpresivo —y también un poco espeluznante—, que Siegfried comenzó a retroceder rápido para alejarse. Levanto la espada Balmung y ejecutó un amplio ataque horizontal, que falló cuando el tridente se detuvo y cambió de rumbo. El tridente rodeo a Siegfried a la velocidad del rayo, trazando un círculo de llamas en el suelo, del cual emergió un torrente de llamas que mandó a volar al héroe humano nórdico.
Rudra se dejó caer al suelo, sujetó el tridente con la otra mano, reduciendo el Astra a su tamaño normal en el acto, y después de moverla en unos cuantos giros dio un estoque hacia adelante, justo cuando Siegfried cayó del cielo. Sin embargo éste último logró protegerse del estoque mediante su espada y escudo a la vez.
El golpe desató una explosión dorada que mandó a Siegfried unos cuantos metros lejos. Pero él hizo una voltereta en el aire y se detuvo poniendo ambos pies en el suelo, casi enterrándolos en la tierra reforzada. Levantó la mirada, con los ojos inyectados en sangre de la furia, y se preparó para atacar con su gran espada.
—¡Balmung Fang! (¡Colmillo de Balmung!) —conjuro Siegfried en nórdico antiguo, levantando su espada al cielo, mientras las runas en su hoja brillaban con intensidad y se acumulaban orbes azules de Maná en todo el filo.
https://youtu.be/d9WcL0O1Pa8
Cualquiera pensaría que el ataque vendría en algún tipo de ráfaga destructiva. No obstante Siegfried apuntó con la espada a su enemigo, y cual arma de fuego disparó la magia concentrada en un ataque mágico con la forma de la hoja de Balmung. Fue un ataque mágico con una velocidad cercana a la del rayo, y en vez de esquivarlo, Rudra lo recibió de lleno a propósito.
Tanto Siegfried como los demás inmortales nórdicos quedaron perplejos cuando Rudra aumentó su energía Prana, sacó el pecho de manera desafiante y dejó que el ataque del Astra lo golpeara de lleno, lo cual hizo que él empezara a ser arrastrarlo hacia atrás a la fuerza. No obstante él hundió los pies en la tierra reforzada y, con esto, detuvo su retroceso forzado. Luego levantó los hombros y flexionó los músculos bestiales de su pecho, destrozando el ataque mágico del Astra de Siegfried en el acto.
—Cielos... Qué macizo... —dijo un inmortal Vanir boquiabierto y poniéndose una mano encima de la cabeza, tan atónito como los demás al ver la forma en que el dios-tigre destrozó el ataque de un Astra de alto nivel.
Aquello fue tan humillante para Siegfried, que éste volvió a recargar su espada Balmung y disparó al aire otras copias mágicas del filo de su Astra. Luego señaló a Rudra con dicha arma, y todas las copias mágicas de la hoja volaron en ese mismo objetivo desde diferentes ángulos. Y una vez más Rudra se dejó recibir todos los ataques mágicos, los cuales se destrozaban como el cristal cuando impactaban en su cuerpo.
—¡Ja! Literalmente Rudra se pasa los ataques del Astra de Siegfried por los huevos —dijo Coyolxauhqui entre risas divertidas, y muchas de sus "hermanas" de clan ríen igual por su comentario, incluido Pachamama y Nintu.
—No estuvo tan mal. Sentí cosquillas —dijo Rudra con una sonrisa divertida, mientras se limpiaba el hombro izquierdo con la mano derecha, apartando un polvo luminiscente que eran los restos de uno de los tantos ataques mágicos.
Siegfried gruño de rabia y, afincando los pies en el suelo, se impulsó hacia adelante cual cometa para atacar con su espada en un ataque vertical, que Rudra desvió a un lado usando el tridente. Y entonces el dios-tigre se dio la vuelta e impacto un golpe en el pecho de su oponente con el pomo del tridente volcánico.
Mientras Siegfried retrocedía por el golpe, mostró algo nuevo; arrojó su escudo como un disco volador hacia Rudra, quien lo bloqueo usando el tridente por lo inesperado que fue el ataque. Luego el héroe humano de los nórdicos esbozo una sonrisa confiada, hizo un gesto con los dedos de su mano derecha, y el escudo cambió de rumbo en el aire como si fuese controlado a distancia. Y como si se tratara de una sierra eléctrica, voló hacia la cola de Rudra con la obvia intención de cortársela.
Por supuesto que Rudra lo vio venir, incluso sin necesidad de verlo; su oreja izquierda captó el sonido del escudo cortando el aire y dirigiéndose hacia él. Por eso se dio la vuelta de tal manera, que el escudo pasó de largo sin rozarle el cuerpo, y podría haber cortado al propio Siegfried por la mitad si éste no hubiera movido el brazo derecho al frente, para que el escudo volviera a colocarse en el brazal derecho de forma automática.
—Veo que has estudiado algo de la biología de las bestias —dijo Rudra con una sonrisa divertida, poniéndose el tridente otra vez sobre los hombros, mientras se giraba para ver a su enemigo—. Intentaste cortarme la cola, porque sabes que es una de las partes más débiles de mi raza, y que si la perdemos, también perdemos nuestro sentido del equilibrio, hasta que crezca de nuevo. Es una buena estrategia, pero lamento decirte que ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que mis oponentes han hecho lo mismo. Y además, en este punto ya es inútil cortarme la cola; yo mismo me asegure de perder esa debilidad hace mucho tiempo.
—Claro... Debí haberlo previsto —dijo Siegfried frunciendo el ceño, y denotando una molestia sin igual al tener que reconocer la fuerza y experiencia de su oponente.
Comprendió que lo que hacía tan poderoso a Rudra no era su fuerza natural; era tanto su conocimiento en las tres energías del ser (Maná, Prana y Chi), como su experiencia ganada a base de un incalculable número de batallas pasadas.
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