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Capítulo LVII: El Héroe Siegfried

https://youtu.be/GGy_X_Yzurw

[Siglos Atrás. Panteón Nórdico: Consejo del Valhalla].

El legendario salón de Asgard había vuelto a la normalidad, luego de que cierto hijo de San Gabriel con el poder de la Creación lo convirtiese en una casa de cuento de hadas infantil.

Si en algo acertaban las leyendas, era que el salón estaba construido en mayor parte con todo tipo de armas y escudos, que iban desde las más comunes del Territorio Nórdico a armas y escudos de diseños intimidantes y legendarios. El resto constituía de madera y ladrillos de piedra reforzadas con runas mágicas de defensa.

La estructura era tan inmensa que fácilmente podría albergar a miles y miles de personas, y aún así sobraría espacio. Había escaleras que conducían a pisos superiores repartidos a los alrededores, dejando el centro libre para contemplar el primer piso, en el cual se hallaban largas mesas llenas de suficiente comida para terminar el hambre mundial. Además había antorchas y candelabros de intrincado diseño que mezclaba el estilo nórdico con el científico, y desprendían llamas azules que iluminaban bastante bien hasta el más mínimo rincón del lugar.

Todo el interior estaba vivo por el bullicio de innumerables guerreros nórdicos que festejaban comiendo, bebiendo, luchando entre sí, y siendo entretenidos por algunas doncellas encargadas de traerle más comida y bebida.

En el centro de todo el lugar se encontraba una larga mesa rectangular colocada en lateral, donde se encontraba parado Siegfried celebrando un viejo reencuentro: en el Valhalla acaba de llegar su viejo amigo Gunnar, quien había muerto en combate hace poco. Y por supuesto éste se había llevado una sorpresa al descubrir que en esta vida inmortal, Siegfried había obtenido a Brynhildr como esposa.

—¡Ja, ja, ja! Sabía que el Padre de Todo te recompensaría en esta vida —dijo Gunnar con una sonrisa divertida, mientras tomaba un cuerno de hidromiel de la mesa cercana—. ¡Skol por tu gloriosa recompensa, mi amigo!

—No tienes que brindar por mí, Gunnar —contesto Siegfried con una amistosa sonrisa y teniendo en su mano derecha una copa de plata llena de hidromiel espumoso—. Hoy es tu celebración. ¡Escoge a cualquier doncella para que sea tu nueva esposa, o puedes escoger a cientos de estas doncellas si quieres! ¡Todas aceptaran cualquier orden tuya!

—Será después. Si no te molesta, mi amigo, quiero despedirme de mi ex esposa como es debido: disfrutando de sus deliciosos muslos por última vez —dijo Gunnar con una perversa sonrisa lujuriosa.

—¡Ja, ja! ¡Como desees! —contesto Siegfried divertido, como alguien que presta un "juguete" a un viejo amigo—. ¡Brynhildr! —grito tan fuerte que su voz se escucho por encima del bullicio de los demás guerreros.

Con su orden, apareció de inmediato Brynhildr de entre la multitud, vestida con su habitual armadura oscura de valquiria. Caminaba con un aura deprimente y carente de emociones, mientras que en su mirada no había más que odio y asco dirigido hacia los dos hombres frente a ella.

—Brynhildr, estoy seguro de que también estás feliz de ver a tu antiguo ex marido —dijo Siegfried rodeando los hombros delgados y tonificados de la Capitana Valquiria con el brazo izquierdo—. Por eso te tengo buenas noticias: ambos celebraran el fin de su matrimonio, durmiendo por última vez.

La respuesta de Siegfried causo que Brynhildr frunciera el ceño, se tensaran sus hombros y mostrada los dientes en una mueca de furia.

—Veo que no estás muy feliz, querida ex esposa —dijo Gunnar acercándose un poco, fijándose con molestia en el rostro de rabia contenida de la valquiria.

—No... —dijo Brynhildr mientras apretaba los dientes con furia.

https://youtu.be/49MHFEZFTUE

—Disculpa, ¿qué dijiste, querida? —pregunto Siegfried con una expresión confusa.

—No quiero... Me niego a ser tocada por ese sucio cerdo —dijo Brynhildr levantando su fría mirada llena de intenciones asesinas, sobresaltando de tal manera a Gunnar que lo hizo retroceder del miedo.

—¡Ja, ja, ja! ¡¿Por qué te pones así?! ¡Deberías ser la mujer más feliz de nuestro Panteón! —dijo Siegfried, bajando la mano izquierda para sujetarle una de las firmes nalgas a la valquiria, mientras acercaba la cara al lado derecho del rostro de ella—. Vas a dormir con dos de los hombres más magníficos de la orgullosa y poderosa raza humana. Tendrás doble diversión y placer de la que te doy cada noche.

—No... Ya no quiero tu maldito y asqueroso placer... ¡Ya no más! ¡No soy un simple objeto que puedes "prestar" cuando...! —exclamaba Brynhildr descargando toda su frustración contenida, y entonces Siegfried la silencio sujetándola de la mandíbula inferior con tanta fuerza que la lastimo.

—Por si el Padre de Todo no te lo informo, técnicamente si lo eres —dijo Siegfried levantando las cejas y ampliando su sonrisa de forma siniestra—. Las Valquirias no son más que simples instrumentos. "Armas" vivientes nacidas y creadas para servir a los hombres de la raza humana, sin cuestionar. Y como tal, es tu deber postrarte ante nosotros, bajar la cabeza cuando te lo ordenamos, defendernos cuando estemos en peligro, y darnos placer cuando lo deseamos. Eres mi esposa y mi Valquiria personal. Por lo tanto, debes cumplir todo lo que yo te diga. ¿No es lo que deseabas al llevarme contigo al Valhalla?

—No... No quería esto... ¡No lo quería! —exclamó Brynhildr, mirando directo a los fríos ojos de Siegfried.

—Si es así, tendré que hacértelo entender a la fuerza, de nuevo —dijo Siegfried, todavía con una gran sonrisa amistosa, que junto a su tono y mirada insensible lo hacían lucir aterrador.

Brynhildr intentó levantar el brazo derecho para golpear a Siegfried. Pero éste fue mucho más rápido que ella; había atrapado su brazo derecho, incluso antes de que la Capitana Valquiria lo notase. Entonces Siegfried aparto el brazo de ella y, con la misma mano, la tiro al suelo mediante un puñetazo en el rostro, tan fuerte que resonó en todo el salón, silenciando el bullicio y llamando la atención de todos.

—¡Señores, les tengo una maravillosa noticia! —anunciaba Siegfried a todos los guerreros Einherjar en el Valhalla—. Como saben, hoy es un día muy especial por la reciente llegada de mis viejos amigos. Antes los entretuve mostrándoles cómo se domesticaba y satisfacía a una valquiria, usando a mi querida esposa como ejemplo. ¡Hoy los entretendré, dándoles la oportunidad de divertirse con mi esposa, la Capitana de las Valquirias! ¡Asegúrense de dejarla "satisfecha"!

Todos los Einherjar del salón comenzaron a festejar con gritos de alegría. Algunos ya empezaban a aproximarse a la Capitana Valquiria, mientras los más cercanos estaban en proceso de desvestirse para violar en grupo a la valquiria.

Las doncellas en el salón no podían hacer más que llorar de la impotencia por la tortura de su más grande ídolo. Era tan dolorosa e impotente la situación, que incluso Brynhildr estaba a punto de romper a llorar en el suelo. Había pasado tantos años intentando ser fuerte, que ahora no podía aguantarlo más; ahora quería gritar y llorar, porque sentía que estaba al punto de quebrarse.

"Por favor... Jamás en mi vida he orado a nadie... Pero por favor... si de verdad existe un dios bueno en esta Creación, por favor que me salve de este infierno", oraba Brynhildr arañando el suelo con las uñas de ambas manos, y cerrando los ojos tan fuerte que empezaban a escurrirse sus lágrimas.

En este punto ella creía que era inútil orar ahora, por un lado porque había perdido la fe en los dioses, y por otro porque en el fondo creía que se merecía todo eso, por haber sido tan ilusa y haber asesinado a tantos humanos como deporte.

Y justo cuando las sombras de todos esos Einherjar se juntaban en el lugar donde yacía la Capitana Valquiria, como si un océano de oscuridad y desesperación cayera sobre ella, un ruido fuerte los asustó a todos. El sobresalto que tuvieron los Einherjar fue tal, que los detuvo de seguir acercándose a Brynhildr.

Todos quedaron congelados de la sorpresa, luego de descubrir que el origen del ruido fue una apertura violenta de las colosales puertas del salón, producto de una patada de nada más ni menos que cierto Rey Tigre.

https://youtu.be/B6l25ATPy-E

"¡¡Rudra Shere Khan!!", pensaron todos los presentes en el salón igual de desconcertados.

En la entrada estaba Rudra, quien había abierto las colosales puertas con una fuerte patada del pie derecho. Llevaba sólo las partes comunes de su armadura Mahakala, que consistían en su holgado pantalón blanco de rayas negras, sus brazales negros de rayas doradas, su cinta roja a modo de cinturón, y las cintas blancas en sus pies.

Y por si fuera poco, detrás de él venían sus dos esposas y doce concubinas, siendo Brynhildr y Daji las últimas que faltaban para completar el clan de dieciséis hembras del Dios de las Bestias.

En completo silencio, y manteniendo una mirada seria que imponía respeto, Rudra camino al frente, mientras sus amadas compañeras lo seguían detrás igual que una escolta de hermosas y rudas mujeres guardaespaldas.

—Cuidado "hermanas", o podrían resbalarse por la baba de esta manada de cerdos —dijo Freyja con una sonrisa gatuna, mientras caminaba al lado de sus hermanas de clan.

—No puedes culparlos, Freyja. Después de todo jamás en sus pobres existencias verán ni volverán a ver a hembras alfas como nosotras —dijo Sekhmet con una sonrisa arrogante.

—¡Ja! Por esta vez estoy de acuerdo contigo, leona desquiciada —dijo Artemisa riéndose de forma orgullosa y halagada.

Como la diosa-gata nórdica había bromeado, todos los Einherjar estaban boquiabiertos del asombro por la belleza de ella y las otras trece mujeres inmortales que ingresaron al salón. Todos los Einherjar parecían ratas hambrientas que de pronto ven manifestarse frente a sus ojos una montaña de deliciosa comida. Pero despertaron de su sueño en cuanto sus miradas cayeron en los verdes y fieros ojos felinos de Rudra.

La intimidación era tal, que de inmediato los Einherjar retrocedían unos cuantos pasos atrás, igual que una manada de peces alejándose de un grupo de tiburones, permitiéndoles camino libre hacia la Capitana Valquiria, quien todavía se encontraba en el suelo, mirando en shock a Rudra. Los Einherjar que la rodeaban también se alejaron de inmediato, y con ellos las oscuras sombras sobre Brynhildr se apartaron, dejando que ella volviese a estar bajo la luz de las antorchas.

Pero al rato volvió a estar bajo otra colosal sombra, la cual pertenecía a la imponente y alta forma humanizada del Rey Tigre, quien dejó de caminar al estar a solo un paso frente a la Capitana Valquiria. Las demás hembras del Rey Tigre también se detuvieron, y miraron atentas lo que sucedía ahora.

—Rudra... —dijo Brynhildr todavía sorprendida, mirando hacia arriba los ojos del dios-tigre, quien había cambiado la mirada seria e intimidante por una de aflicción, que la propia Capitana Valquiria jamás espero ver en alguien como él.

—Es la primera vez que me llamas así, sin repulsión y sin ningún honorífico —dijo Rudra con un tono indescifrable en su voz.

Cuando él dijo eso, a Brynhildr le invadieron todo tipo de recuerdos del tiempo que ella vivió con él como su futura prometida.

Cuando lo insultaba o le faltaba el respeto, él siempre actuaba indiferente, y solo la regañaba cuando ella insultaba a Dziewanna, Awilix o alguna otra de sus hembras. No obstante los regaños nunca llegaban a los golpes. Y él solo la golpeaba durante los entrenamientos, ya que ambos eran guerreros por naturaleza y en una batalla eran iguales. Pero aun así Rudra intentaba evitar lastimarla de gravedad, lo cual causaba que Brynhildr discutiera con él por eso.

Cuando llegaba el turno de Brynhildr de dormir con Rudra, ella se negaba a tener relaciones sexuales con él, o cualquier tipo de contacto físico. Un deseo que el dios-tigre cumplía sin rechistar ni discutir; él jamás la iba a tocar si la propia Brynhildr no lo permitía, lo cual demostraba que Rudra respetaba los deseos de ella y era por completo indiferente al placer carnal.

Y además Rudra jamás intentó acercarse a ella de forma romántica o con la intención de que lo aceptara como marido. Solo la trataba con respeto e igualdad, como un hermano de armas o un compañero de entrenamiento. Nunca intentó ganarse su atención como su futuro marido; solo era amable y respetuoso con ella, e intentaba ganarse su amistad y enseñarle a ser igual de amable y respetuosa con los demás.

Rudra, a pesar de ser un hombre-bestia considerado barbárico y violento por los humanos y dioses de Asgard, era todo lo contrario a Siegfried, quien era un humano idolatrado y venerado como un héroe sin igual por los mismos humanos y dioses que repudiaban a Rudra.

Darse cuenta de todo esto, hizo que Brynhildr al fin no pudiera retener más las lágrimas; había empezado a llorar como una niña, lo cual hizo que ella se sintiese patética.

—Está bien... Lo reconozco... Me equivoque contigo... —decía Brynhildr comenzando a sentarse, con la mano izquierda apoyada en el suelo, mientras apartaba la mirada, cerraba los ojos e intentaba limpiarse las lágrimas con la otra mano—. Puedes burlarte de mí si quieres. Regáñame y búrlate todo lo que quieras. Me lo merezco.

Rudra la miró en silencio, y permaneció así por unos segundos, antes de agacharse sobre la rodilla izquierda, poniendo el antebrazo derecho encima de la otra rodilla. Todo esto, sin dejar de mirar a la Capitana Valquiria. Y además, al agacharse, su sombra dejó de cubrir a Brynhildr, para permitir que la luz del salón los cubriese a ambos.

https://youtu.be/f3zed2RP4LQ

—Brynhildr, ¿quieres venir conmigo? —pregunto Rudra con ese mismo tono indescifrable.

—¿Qué...? —dijo Brynhildr abriendo los ojos al máximo y girando al instante su mirada para ver al dios-tigre—. ¿Qué quieres decir?

—Aún no termina el tiempo límite que te dieron, para decidir si quieres ser unida a mí para toda la eternidad. Tienes la elección de quedarte en este infierno llamado "paraíso", o venir conmigo a un cielo donde reina la vida salvaje y la libertad.

—Ya no soy virgen —decía Brynhildr bajando la mirada y frunciendo el ceño, mientras las lágrimas seguían bajando por sus mejillas en delgadas líneas—, y estoy tan deshonrada que no merezco ni siquiera continuar siendo parte de las valquirias. Ahora soy como la perra más baja de cualquier harem. Una mujer como yo, no es digna de estar en el clan del Rey de la Selva.

—Tu castidad y tu reputación me importan menos que ver hormigas armando una fila —dijo Rudra con un tono tan serio que sonó molesto—. Y no te pido que estés a mi lado como mi esposa o mi amante, sino como mi amiga y una de mis mejores compañeras de entrenamiento. Si quieres amarme y respetarme como una esposa, es tu elección. Siempre lo ha sido. Y decidas lo que decidas lo respetare.

—¿Por qué? Te he tratado tan mal, te juzgue por ser un hombre-bestia... e incluso hui de ti y de nuestro compromiso para buscar a otro hombre que cumpliera con mis expectativas, solo para terminar con ilusiones rotas y humillaciones constantes a manos del mismo hombre que elegí. ¿Por qué haces todo esto por una prometida que ni siquiera te servía como se suponía debía hacerlo?

—Lo hago, porque no eres un objeto o arma que solo existe para beneficiar o complacer a otros. Eres una criatura con sentimientos, metas y sueños propios, capaz de vivir y amar por sí misma, elegir su propio camino y decidir a quién tener de su lado.

Brynhildr volvió a levantar la mirada, una vez más en shock; estaba impactada por escuchar esas palabras tan sinceras como la claridad del agua, y más aún al ver aquellos hermosos ojos verdes felinos que irradiaban tanta honestidad que la hacían sentir mal. Eran los ojos más honestos que ella ha visto en su existencia, y la hacían sentir que se sumergía en un bosque o selva, en donde residían las bendiciones del cielo mismo y la belleza de la naturaleza. 

—¿Cuál es tu respuesta? —pregunto Rudra, extendiendo un poco la mano izquierda hacia ella—. Sería un honor para mí, que estés a mi lado como mi amiga y compañera de entrenamiento, Capitana de las Valquirias y Valquiria Principal de las Tinieblas, Brynhildr.

Incluso ese simple gesto impresionó a la Capitana Valquiria, ya que esta era una situación ideal para que el Rey Tigre se acercara a abrazarla o hacer cualquier otro tipo de contacto físico, bajo el pretexto de consolarla. Pero incluso en esta situación él seguía respetando su espacio personal; continuaba negándose a tocarla sin su consentimiento.

Las palabras anteriores y ese gesto, al final hicieron que las lágrimas de Brynhildr pasaran de ser una delgada línea a una cascada. Las hembras de Rudra estaban tan conmovidas, que incluso las más serias y de actitud insensible tenían pequeñas lágrimas, mientras las demás estaban llorando a mares igual que la Capitana Valquiria y cada una de las doncellas en el lugar, quienes veían con admiración y ensueño al Rey Tigre, mientras pensaban: "es un verdadero hombre".

—Sí... —decía Brynhildr con voz temblorosa y entre sollozos—. Quiero estar a tu lado. Pero... pero... pero no solo como amiga y compañera de entrenamiento... ¡Rey Tigre del Monte Rudraksha y Dios de las Bestias, Rudra Shere Khan, sería un honor para mí estar a tu lado como tu esposa!

Brynhildr tomo la mano izquierda de Rudra y se abalanzo sobre él para abrazarlo con fuerza, rodeándole la cintura con ambos brazos, y llorar en su pecho, temiendo que si lo soltaba podría despertar en el suelo luego de ser abusada otra vez. Pero podía sentir el calor agradable que emanaba el cuerpo de Rudra, su característico aroma dulce y adictivo de hombre-bestia, y su aliento caliente como la luz del sol.

Él estaba allí; quizás logro escuchar sus plegarias, o la conciencia del Primordial Ymir desde el Tao lo envío a salvarla. Sea como fuese, ella no quería pensar en nada más que estar a su lado, y no volver a separarse de él jamás.

—Por favor... abrázame... Te doy permiso de hacerlo —dijo Brynhildr entre sollozos, luego de darse cuenta de que él seguía indispuesto a hacer cualquier gesto cariñoso sin el consentimiento de ella.

Y Rudra respondió obedeciendo a los deseos de ella; envolvió sus anchos y musculosos brazos alrededor del cuerpo tonificado de la Capitana Valquiria, con la misma delicadeza que tiene alguien al agarrar un objeto de porcelana, o un tigre cuando sujeta entre sus fauces a un cachorro pequeño. Brynhildr reconoció la delicadeza que Rudra tenía con ella; eso la hizo llorar y sollozar más.

—Está bien, Brynhildr. Ya no llores más, porque yo estoy aquí —dijo Rudra con un tono cariñoso que transmitía una sensación de seguridad y paz, en contraste con la imponente y amenazante voz de trueno que suele tener la mayor parte del tiempo.

https://youtu.be/-bHvk2hQXoY

Sin embargo el emotivo momento fue cortada por el único que no se impresionó para nada ante la llegada del Dios de las Bestias.

—¡Ohhh! Debo admitir que la escena que ambos montaron fue maravillosa —dijo Siegfried sonriendo con un casual humor amistoso, que en él era siniestro y amenazador—. Magnifico, magnifico. Digno de ser contado en baladas, sagas y eddas por milenios. Ahora, ¿serías tan amable de devolverme a mi esposa?

—Ya escuchaste su elección —dijo Rudra, volviendo a tener su amenazante voz de trueno, mientras dirigía su feroz mirada al famoso héroe nórdico—. Eligió estar a mi lado. Así que, como su marido, debes respetar su decisión y separarte de ella.

—Su elección es la que yo tome, porque es mi valquiria y mi esposa; ella solo existe para obedecerme. Sus elecciones son las mías, solo puede decidir por mí, y puede separarse de mí solo bajo mi orden. Si quieres disfrutar de su cuerpo, podemos negociar cuando puedes tenerla y devolvérmela, o cuando podemos turnarnos para follarla en una noche, tarde o día.

¡Brynhildr no es un objeto que puedes prestar y usar cuando quieras! —exclamó Rudra con un rugido de tigre que resonó cual trueno en todo el salón, asustando a los Einherjar más cercanos y sobresaltando a las doncellas—. Y además, solo los varones humanos cobardes y carentes de espíritu de lucha comparten a sus hembras; nosotros los hombres-bestia competimos, peleamos y matamos, para evitar que cualquier otro macho intente siquiera tocar a nuestras compañeras de por vida. Y en el caso de mi pueblo, los tigres machos hacemos pedazos a cualquier otro macho que intente aparearse con nuestras hembras.

—Vaya, vaya. Entonces es cierto lo que dicen: eres mucho más animal que humano —dijo Siegfried sonriendo de forma burlona, y ahora mirando al Rey Tigre de la misma forma repulsiva en que un humano egocéntrico observa a un animal normal—. Acepto que te la quedes por un tiempo. Pero no permitiré que sea para toda la eternidad. Te recomiendo que te busques a cualquier otra valquiria. Hay miles que puedes escoger, e incluso puedes tenerlas todas para ti solo. Estoy seguro de que un ejército de Valquirias, sumado con su diosa que ya tienes agregada en tu harem, valen mucho más que la Capitana de las Valquirias.

—No me interesa tener a todas las hembras de la Creación en mi cama. Y repito: ellas no son objetos que se miden de acuerdo a algún tipo de valor. Solo vine a este asqueroso nido de ratas y cerdos por Brynhildr. Y ahora que tomó su decisión, solo saldré de aquí con ella a mi lado. Aunque para eso tenga que arrancarles la estúpida cabeza a todos ustedes, comerme sus malditos corazones, e incendiar este podrido "Lanka" hasta reducirlo a cenizas.

https://youtu.be/qlVhjOwrMe8

—¡Uf, uf, uf! Hermanas, ¿alguien más está excitada por los gruñidos y las tremendas palabras de nuestro hombre? —murmuró Danu sonrojada, abanicándose con una mano y apretando los muslos.

—Yo también lo estoy. Y mucho —dijo Nintu sonriendo de forma seductora y mordiéndose el labio inferior, igual de sonrojada.

—Es agradable escuchar a nuestro hombre-bestia decir cómo matara a sus presas —dijo Pachamama con una pequeña sonrisa, como cuando alguien escucha una música muy agradable para sus oídos. Y no era la única; sus otras hermanas estaban igual de encantadas y emocionadas por las frases amenazantes de Rudra.

—Para atreverte a decir esas blasfemias, deduzco que no sabes nada sobre mí, Rey Tigre —dijo Siegfried frunciendo el ceño con molestia y dejando de sonreír—. Yo soy el hombre, el mito, la leyenda, el héroe más grande de todos los tiempos y humano más poderoso de todos; ¡yo soy Siegfried de los Nórdicos, el Asesino de Dragones y Campeón de Asgard!

—¿Y qué? ¿Solo por matar a un enano convertido en dragón ya te crees muy genial? ¡Ja, pequeño cachorro, yo desayuno dragones, mi hijo Dazhbog derrotó y evangelizó a un Rey Dragón del Abismo, y mi hijo Byakko tiene un clan de princesas dragonas con las que se aparea a diario! —dijo Rudra entre risas, como si hubiera escuchado la broma más grande de su vida—. Comparado con las hazañas de mis hijos Dazhbog y Byakko, la tuya es otro típico chiste mal contado de los humanos nórdicos, griegos, budistas y japoneses. ¡Ja!

—Infeliz... —murmuró Siegfried con una vena hinchándose en su frente—. Me considero un hombre muy paciente; es muy difícil hacerme enojar. Pero tú te estás llevando el premio por lograr hacerme enfadar.

—Y yo me considero un hombre-bestia bastante impaciente; es fácil hacerme enojar. Pero tú te estás llevando el premio por hacerme reír. ¡Ja, ja, ja! —dijo Rudra con humor jovial, como un adulto que se ríe del alarde de un pequeño niño.

—Lo otro que dicen también es cierto. Cada palabra que sale de tu hocico te hace merecedor de una sentencia de muerte.

—Sentencia de muerte es la que todos ustedes tendrán si se meten en mi camino —dijo Rudra volviendo a fruncir el ceño, y manteniendo una gran sonrisa que enseñaba sus filosos dientes de tigre—. Voy a sacar a Brynhildr de este infierno. La llevaré a mi hogar. Será mi preciada amiga y compañera de entrenamiento. Y solo si es su deseo, también será madre de mis cachorros. Es una promesa, y yo siempre cumplo mis promesas.

—¡Inaceptable! —exclamó Siegfried tirando con rabia su copa al suelo—. ¡Rey Tigre del Monte Rudraksha, yo te desafío a un duelo!

—Humm... Bien, de acuerdo. Tengo la tarde libre para un pequeño duelo —dijo Rudra con indiferencia, como si no fuese la gran cosa. Lo cual hizo enfadar todavía más al héroe nórdico.

—Mi "sol", recuerda las reglas —dijo Dziewanna con un semblante serio—. Los inmortales de tu nivel, cuando viajan por motivos personales a reinos extranjeros de nivel inferior, deben sellar un porcentaje de su propio poder hasta "equipararse" a los mortales e inmortales que habitan el reino extranjero.

—Y como no estás afiliado a ningún Panteón, debes sellar la mayor parte de tu poder para no destruir por accidente la galaxia o universo al que viajas —agregó Shakti molesta por esas reglas.

—El Consejo de los Elohim no te envió aquí. Ni tampoco fue convocada tu presencia por una situación que amenaza el Mundo Mortal. Y estás fuera de la jurisdicción de tu hogar —agregó Gaia con igual seriedad—. Por todo lo dicho, debes sellar tus poderes hasta un nivel cercano al de estos inmortales. Y en caso de aceptar un desafío, debes reducir tu poder hasta equipararte a tu oponente.

—Por desgracia, son las reglas que impuso el Consejo de los Elohim, a cambio de permitirte continuar siendo un inmortal nómada —dijo Lailah con una tierna expresión preocupada. 

—No importa. De todos modos no necesito estar al cien por ciento, para destrozar en mil maneras diferentes a un malnacido —dijo Rudra.

"Por Olodumare... Si continúa diciendo frases como esas, voy a desmayarme", pensaba Waresa sonrojada y mordiéndose el labio inferior.

—Resolveremos esto en el campo de batalla personal de la diosa Freyja —dijo Siegfried, denotando con claridad su furia en su rostro y palabras—. Y lo haremos ahora, para regresar rápido a mi casa y castigar a mi desobediente esposa valquiria.

—Bien. Te esperare en el Folkvangr, parado y sin polo, para despedazarte de una vez y volver a mi casa a empezar a hacer cachorros con Brynhildr —contesto Rudra con una expresión seria, y haciendo refunfuñar a Siegfried por la ira que le seguían provocando esos comentarios.




Nota: este capítulo especial está dedicado al poema "Nuestro Propio Eclipse Lunar" de AsielOtero

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