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Capítulo LIX: Poder Dragnarok

https://youtu.be/jpNgrYD_UVI

[Vanaheim. Folkvangr: Campo de Batalla de Freyja].

La arena de duelo de las valquirias temblaba por las ondas expansivas generadas por la espada Balmung al chocar contra el Brahmastra, durante la pelea entre el humano Siegfried contra el dios-tigre Rudra. Ambos Astras no se agrietaban, pero el poderoso tridente cósmico tenía casi todo su poder sellado, junto con el de Rudra. Y por lo tanto, ahora mismo no era capaz de erradicar a Siegfried de un solo golpe.

Aunque de todos modos, Rudra no tenía la intención de matar a Siegfried de inmediato, porque Brynhildr seguía vinculada a él por medio del hechizo Volund. Y aparte, el Rey Tigre se estaba divirtiendo mucho, sin confiarse ni tomar en serio a su oponente.

—¿Por qué Rudra está tan despreocupado, aunque ese humano está al nivel actual del Proto-Humano Adam? —pregunto Freyja frunciendo el ceño, confundida y un poco preocupada por su nuevo amante

—Es simple, gatita; los instintos de nuestro tigre no consideran a Siegfried como una amenaza —explicó Sekhmet con una sonrisa burlona y meneando su cola de leona de manera juguetona.

—Y sin embargo, Rudra se mantiene alerta por si se presenta una sorpresa. Por eso saco tan pronto su segundo Astra —agregó Artemisa con una sonrisa orgullosa y cruzada de brazos.

Como ellas dijeron, el dios-tigre no consideraba a su enemigo como una amenaza. Algo que Siegfried también entendió, y eso lo hacía sentirse insultado; le parecía una humillación y un insulto grave que una bestia no lo considerara por instinto una amenaza. Desde su punto de vista, era como si un tigre ignorase a un animal demasiado pequeño e inofensivo como para ser una amenaza, o tan siquiera una presa.

Era de las peores humillaciones e insultos que ha recibido en su vida.

—¿Ya te cansaste? —pregunto Rudra con una sonrisa divertida, moviendo su tridente alrededor de su cuerpo de una forma tan caótica, que le permitían defenderse de la espada Balmung y atacar casi de inmediato a Siegfried.

—¡Puedo seguir todo el día! —contestó Siegfried ahora manejando su espada con ambas manos, aunque en realidad podía con una sola.

—Entonces será mejor que termine rápido, porque no tengo todo el día —dijo Rudra, bloqueando con el centro del tridente volcánico un tajo horizontal de la espada, para luego hundir en el suelo la hoja de la susodicha espada.

Rudra procedió a subir encima de la hoja de Balmung, corrió hacia adelante, salto para esquivar el escudo afilado volador de Siegfried, y le pateó el casco con tanta fuerza que envió a Siegfried a chocar contra la pared de la arena, ubicada a casi medio kilómetro lejos. La patada no causó ni siquiera grietas en el casco de la armadura de Siegfried, pero aun así lo desoriento tanto que había soltado la espada.

"No puedo creerlo... No puedo creer que la biología bestia, el Chi y el Prana marquen tanta diferencia, pese a que selló su poder hasta un nivel semejante al mío..." pensaba Siegfried escupiendo sangre a través de las fauces de su casco de wyvern. Su vista estuvo medio borrosa y veía borroso por unos segundos. Pero se recuperó rápido, separó su cuerpo de la pared en la que fue estampado como calcomanía, y de un gran salto regreso a donde estuvo antes de recibir la patada.

—Sabes, he notado que tu estilo de lucha con la espada está invertida —dijo Rudra con una sonrisa divertida, viendo a Siegfried volver a agarrar la espada Balmung con la mano izquierda—. Supongo que tu mano dominante es la izquierda. Eso explicaría el exceso de confianza que tienes al pelear, y lo diferente que funciona tu cerebro en comparación a otros zurdos y diestros.

—¿Y qué? Saber eso ahora no hace ninguna diferencia —dijo Siegfried esbozando una sonrisa sarcástica, poniéndose la hoja de la espada en el hombro izquierdo, mientras extendía la mano derecha a un lado para que el escudo volara y se colocara de nuevo en el brazal derecho—. La ventaja que tenemos los zurdos, es que estamos acostumbrados a pelear contra guerreros que tienen la mano derecha como extremidad dominante.

—Y por eso tu estilo es tan poco efectivo contra mí...

Dijo Rudra, tomando una breve pausa para hundir el tridente volcánico en el suelo. Después extendió ambos brazos hacia adelante y, en un resplandor eléctrico dorado, invocó su famoso arco Dhanush Hara.

—Porque en realidad yo no prefiero la derecha, ni mucho menos la izquierda —proseguía Rudra, para luego separar su arco en dos partes desde la larga empuñadura del medio—. Yo soy "central". O dicho de otro modo: "ambidiestro".

https://youtu.be/sz60znmVUaM

Tras decir ese dato curioso sobre él, la pala superior y la pala inferior de su arco desprendieron relámpagos, y adquirieron un borde afilado desde el extremo hasta la parte de la empuñadura; se habían transformado en espadas gemelas curvas que desprendían electricidad dorada.

Como gesto de intimidación, Rudra movió las espadas gemelas en un círculo, provocando que las hojas chocaran entre sí y saltarán chispas eléctricas, de una manera que a muchos inmortales nórdicos les recordó a Fenrir y sus dos hoces, mismas que su hijo Anubis tomaría como inspiración para su Astra.

El gesto logro su cometido, ya que Siegfried retrocedió un paso por instinto, llevo el escudo al frente y se preparó para tratar de contrarrestar el desconocido ataque que vendría. Y vaya que fue desconocido, porque lo que hizo el dios-tigre fue arrojar las espadas a los lados, con un rayo dorado que conectaba sus empuñaduras a las rayas doradas de los brazales negros de Rudra; los rayos actuaban como "cadenas" que vinculaban las espadas gemelas a los propios brazos del Rey Tigre.

De inmediato Siegfried se llevó la hoja de la espada también al frente. Y con esto, bloqueó el salvaje ataque giratorio de las espadas gemelas; Rudra había empezado a dar vueltas, a la vez que movía los rayos junto con las espadas gemelas, y con esto se convirtió en un violento torbellino de rayos. Siegfried salto hacia atrás para alejarse, y luego tuvo que usar tanto su escudo como su espada para protegerse de las espadas gemelas de rayo, las cuales Rudra movía a larga distancia con los mismos rayos conectados en sus brazales, simulando látigos o kusarigamas de relámpagos.

Y lo hacía de forma tan caótica que no le daba tiempo a Siegfried de contraatacar. El héroe nórdico intentó moverse para buscar una oportunidad de acercarse. Y al tratar de hacerlo, Rudra le cortaba el paso golpeando el suelo frente a Siegfried, de forma que generaba una pequeña onda expansiva eléctrica.

Siegfried acabo desesperándose, y como tal concentró otra vez magia en la hoja de su espada, hizo un tajo horizontal cerca del suelo, y expulso la magia cargada bajo la forma de una ráfaga curva de ocho metros de largo y seis de alto. El ataque mágico avanzo cual relámpago, y Rudra lo esquivo haciendo una voltereta en lateral, al mismo tiempo en que soltaba las espadas y las hacía girar con él.

Rudra finalizó los giros en el aire aterrizando de cuclillas, a la vez que hizo chocar las espadas contra el suelo a cinco metros frente a él, y lo hizo de tal forma que generó una explosión eléctrica, junto con un rayo que avanzó hacia Siegfried y lo electrocuto.

El rayo no lo quemó ni causó heridas severas, porque sólo duró un par de segundos. Pero le provoco un dolor inimaginable en todo el cuerpo, como si millones de alfileres calientes al rojo vivo estuvieran perforando todo su cuerpo al mismo tiempo. Y le provocó suficiente daño en sus nervios para dejarlo aturdido, lo cual el dios-tigre aprovechó para acercarse de golpe, mientras recuperaba las espadas gemelas, y atacó con ellas la pechera del héroe nórdico. Las hojas de las espadas atravesaron la armadura celestial por unos centímetros, y empezaron a electrificar al héroe nórdico. 

Lo peor es que la propia armadura de Siegfried estaba aumentando la intensidad y flujo de electricidad.

Siegfried pateó el pecho de Rudra y lo apartó varios metros atrás, anulando la descarga eléctrica que estaba rostizando vivo al humano. Ahora mismo Siegfried tenía tanta furia encima que dejó de sentir dolor. Y por eso decidió dejar de lado la idea de pelear con estilo y lucirse, porque ahora tenía la intención de luchar en serio.

Töfralist Rún: Fafnir Kraptr (Arte Rúnico: Fuerza de Fafnir) —recito Siegfried golpeándose el pecho con la mano derecha, tan fuerte que provoco una onda de choque que estremeció todo el planeta.

Acto seguido, detrás de Siegfried apareció un gran Círculo Mágico azul, con runas en los bordes y el símbolo de un dragón que describían el hechizo como cien sellos mágicos. Y Siegfried acaba de desbloquear cada uno de ellos.

—Liberar los cien sellos que contienen la mitad de mi fuerza, tanto natural como absorbida del dragón Fafnir... Je. Es la primera vez que lo hago. Así que debes sentirte honrado —dijo Siegfried, mientras sufría una transformación.

Gano más masa muscular y altura, llegando a superar en estatura a Rudra por unos pocos centímetros, e igualándolo en robustez y definición muscular. Además su armadura se ajusto a su nueva constitución física. Su piel clara ganó una ligera tonalidad lila, y sus ojos brillaron con intensa luz violeta.

—Si fueras un dragón de verdad y con algo de honor, me sentiría honrado. Porque hasta los dragones abisales y dorados son más honorables que una escoria como tú —dijo Rudra sonriendo, poniéndose ambos brazos frente al pecho, de forma que la hoja de ambas espadas estaba a ambos lados de su rostro. Fue un gesto que incluso Freyja reconoció como el que suele hacer Fenrir con sus propios Astras, para aterrar a los dioses nórdicos y burlarse de ellos.

—Incluso ahora que me libere por completo, sigues sin tomarme en serio —dijo Siegfried con un gruñido molesto de lagarto gigante.

—Oye admito que eres más fuerte que cualquier otro humano que he enfrentado. Incluso más que Adam y los otros Proto-Humanos guerreros —dijo Rudra moviendo las espadas de manera jovial—. Pero pelear aquí me trae tanta nostalgia, que me siento en la obligación de hacerle tributo a Fenrir. Sobre todo ahora que lo estoy honrando, destrozando a los guerreros que tanto sufrimiento le han traído.

—Blasfemas e insultas, y aparte profanas este sagrado lugar mencionando el nombre de la encarnación de la muerte de los dioses de Asgard.

—Fenrir es el verdadero protector de los mortales, y mi homólogo en este Panteón. Prueba de eso es que ni siquiera el Cabron Supremo y sus fanáticos pudieron matarlo, ni descubrieron cómo hacerlo. Por eso tuvieron que encadenarlo y sellarlo en aquel planeta. Como no puede venir a divertirse aquí, al menos tengo que hacerle algo de tributo.

—Una razón más para eliminarte de una vez por todas. No puedo dejar que sigas profanando esta tierra sagrada haciéndole tributo al Padre del Ragnarok —dijo Siegfried, mientras emanaba una conocida energía sombría y fantasmal de color verde—. Todos aquí sabemos que en tu tercer choque contra el monstruo Suez, él logró matarte. Y en su cuarto choque, aunque lograste matarlo a él, casi volviste a morir. Pasaste un millón de años encerrado en el Naraka. Y después, casi mueres en tu pelea contra la Reina Loba Dziewanna. Estos hechos demuestran que, a pesar de todo tu poder y facultades, no eres invencible. Al igual que cualquier otro monstruo, puedes caer.

—Y al igual que cualquier otra bestia, evolucione para no volver a caer ni ser enjaulado —dijo Rudra frunciendo el ceño y dejando de sonreír—. Después de un millón de años de interminables torturas, las cadenas y los guardias del Naraka no pudieron seguir reteniéndome. En mi cuarto choque contra Suez, logré vencerlo porque evolucione mejor. Desafíe a los Reyes Bestia de otros Panteones, y supere mis límites sin necesidad de mi última forma. En este punto, ya no necesito estar en mi forma Yamantaka para ganarle a seres de mi mismo nivel. 

—Por eso en vez de una arma normal, tengo un Astra de plata. En vez de magia común, dominó la magia de las runas. En vez de una armadura normal, tengo un tesoro divino creado con el poder y la esencia de una valquiria. Y como bonus especial: ¡un poder Sunyata de tipo Azathoth!

https://youtu.be/LvhA5B3xKDc

Tras revelar eso, Siegfried levantó la gran espada al cielo y el Kenoplasma verde oscuro de su cuerpo empezó a surgir como agua fantasmal, pantanosa y siniestra. Las runas en el escudo y la hoja de la espada brillaron de azul con intensidad, y en el cielo apareció un Círculo Mágico gigante de color azul y morado. Todo esto, mientras Siegfried desataba un combo de sus mejores ataques de Kenoplasma, con un hechizo incluido.

Dragnarok: Balmung Vekja, Skjoldr Draken, Hoppa á Milli Ríki (Dragón del Ragnarok: Balmung Despertado, Escudo del Dragón, Salto entre Reinos). Dragnarok Töfralist Rún: Vatn Helheim (Arte Rúnico del Dragón del Ragnarok: Agua del Helheim).

Terminado su combo, la espada y el escudo de Siegfried fueron cubiertos por Kenoplasma líquido de tonalidad verdosa oscura, la cual se concentró en el filo de las hojas en forma de dientes de sierra. Pero además la hoja de Balmung adoptó escamas en los laterales de la hoja, y en la empuñadura se formó la cabeza de un dragón abisal con ojos de brillante luz fantasmal violeta.

Acto seguido, Siegfried arrojó la espada a un lado, a la vez que se manifestaba una extraña agua de color verde alrededor de la arena, circulando como un torbellino de agua acida. Y la espada Balmung ingreso dentro de esa agua, para entonces dejarse llevar por la corriente, mientras las runas mágicas en su hoja pasaban a ser de color verde y su velocidad aumentaba poco a poco.

Y aparte, Siegfried se volvió intangible con tonalidades verdes, y cual fantasma desapareció.

"Desato lo mejor de su arsenal, concentrando casi todo el Kenoplasma y Maná guardados en ellos, para atacar con un combo definitivo. En serio planea acabar con esto de un golpe", pensaba Rudra, esbozando una sonrisa divertida.

Y para la sorpresa de todos, Rudra tiro las espadas gemelas al suelo; era obvio que quería incitar a su enemigo a que lo diese todo en ese golpe, aunque nadie sabía el motivo detrás de ello. Lo cierto es que Siegfried no tenía ni idea de qué planeaba el Rey Tigre, y luego de ver todo lo que éste era capaz de hacer, incluso con casi todo su poder sellado, no podía evitar sentirse aterrado ante lo impredecible que era Rudra.

Por eso decidió confiar en su combo, porque si fallaba entonces nada de lo que hiciese funcionaría; Siegfried apareció otra vez cual fantasma, a veinte metros detrás de Rudra, teniendo su escudo girando en vertical al frente suyo para empezar su cadena de ataques.

¡Töfralist Rún: Silfr Hjol Midgard! (¡Arte Rúnico: Rueda de Plata de Midgard!) —recito Siegfried conectando los dedos de ambas manos frente al pecho.

Un Círculo Mágico azul con runas apareció en ambos lados del escudo, para entonces fusionarse con el mismo escudo, y crear dos hileras más de dientes filosos en los bordes, hechos con reluciente plata. Y como si se tratase de una sierra eléctrica, el escudo voló cual rayo hacia Rudra, quien se dio la vuelta al instante y bloqueó el ataque con ambos brazos.

Los brazales resistieron el poderoso ataque, cuyo impacto generó una onda expansiva semejante a la que causaría una bomba nuclear. El escudo seguía girando contra los brazales de Rudra, creando chispas azules como cuando una sierra eléctrica intenta cortar metal. Y tal cual como sucede en este último caso, el escudo logró cortar la armadura y perforar los brazos del Rey Tigre.

Fue entonces que Siegfried sintió que su corazón se le fue al cuello, al ver que la plata normal y mágica del escudo, mezclada con el Kenoplasma líquido, no pudo cortar al instante los brazos de Rudra; logró arrastrarlo hacia atrás, pero no cortó sus brazos como lo haría un cuchillo de cocina con una mantequilla. Esto demostró que en este punto la plata común y corriente ya no lastimaba a Rudra.

No obstante, tras unos largos y tensos segundos de esfuerzo, la plata mágica del escudo, reforzada con Kenoplasma y potenciada con el poder de Brynhildr, consiguió cortar los brazos de Rudra. En el proceso éste último agito los brazos de tal forma que aparto el escudo. Pero de todos modos fue el momento que esperaba Siegfried.

Teniendo una gran sonrisa que reflejaba su confianza desbordante, emoción por ganar y felicidad por matar a quien lo había humillado tanto, Siegfried levanto las manos al cielo, y su espada Balmung salía del agua mágica, desde atrás del héroe nórdico, para regresar a sus manos con la misma agua mágica girando alrededor de la hoja como un ciclón, y cargada con la energía cinética cultivada durante el giro, combinada con el Kenplasma cultivado dentro del agua mágica.

Era un ataque resultante en la combinación de un hechizo con Kenoplasma, potenciado con la velocidad de rotación comparable a la de un rayo.

¡Dragnarok: Tækni Geirröðr! (¡Dragón del Ragnarok: Técnica Rompe Lanza!) —recito Siegfried, y el agua mágica alrededor de su espada comenzó a brillar de un color azul oscuro fantasmal—. ¡Esto se termino! ¡¡Has perdido, asqueroso e insignificante dios indio!!

El héroe nórdico comenzó a correr hacia Rudra, listo para descender la espada y todo lo que cargaba en un masivo ataque destructor. Para Siegfried fue como si el tiempo avanza lento, porque en ese intervalo de tiempo, sucedía algo impactante; los brazales rotos de Rudra desaparecieron en llamas doradas, al mismo tiempo en que al Rey Tigre le volvían a crecer nuevos brazos de forma casi instantánea, y en sus antebrazos recién regenerados aparecieron en llamas sus brazales como nuevos.

A pesar de que sus brazos fueron cortados por un arma hecha de plata mágica y Kenoplasma líquido, su factor curativo regeneró sus brazos en menos de un segundo. Y mientras esto sucedió, Rudra uso el Prana para crear otro par de brazos, los cuales eran de un metal negro con rayas doradas que desprendían flamas; parecían partes de su armadura Mahakala o brazos de un autómata.

Rudra usó su nuevo par de brazos para llamar y agarrar su Brahmastra, mientras utilizaba los brazos normales para volver a unir sus brazales con los rayos de sus espadas gemelas, las cuales también volaron de regreso a sus manos. Tenía el tridente volcánico en sus manos de Prana, y las espadas gemelas de rayo en sus manos normales, luciendo casi como las icónicas imágenes de un buda, deidad taoísta o dios hinduista.

Y sucedió justo en el momento en el que Siegfried ya estaba a solo dos metros de llegar a él, y había empezado a descender la espada Balmung.

—Tú eres el que ha perdido, patético y sobrevalorado Falso Humano —dijo Rudra en ese breve momento, como si el mismo tiempo se hubiera ralentizado. Ya no sonreía ni tenía una mirada despreocupada, y sus ojos verdes brillaban cual flamas; su expresión ahora era la de un maestro enojado.

https://youtu.be/txNYszXnz5w

Entonces el tiempo se aceleró de golpe, cuando la espada Balmung de Siegfried chocó contra las espadas gemelas de rayo y el tridente volcánico de Rudra. Esto generó una masiva liberación de poder en dos lados opuestos; en el lado del primero había agua mágica celeste con energía Kenoplasma verde y púrpura, mientras que por el lado del segundo había llamas carmesí de energía Prana con rayos mágicos dorados y azules.

Pero además los Astras de Rudra estaban imbuidos en poderosa energía Chi.

La arena empezaba a agrietarse. Ambos poderes se elevaron al cielo y más allá de la galaxia. Las paredes reforzadas de la arena luchaban por contener ese tremendo poder. Los brazos de Siegfried comenzaban a fracturarse y desgarrarse, y aun así él se negaba a retroceder; prueba de eso es que grito a todo pulmón como una forma de motivarse, esforzarse más allá del límite e ignorar el infernal dolor de huesos rompiéndose y músculos desgarrándose.

En respuesta, Rudra se esforzó un poco más. Y como señal de eso había pasado de gruñir a gritar con furia. Sin embargo, poco a poco su grito fue mezclándose con un rugido de tigre, a medida que él cambiaba a su forma hombre-tigre delante de los ojos aterrados del héroe nórdico.

Ese último esfuerzo causó que las llamas carmesí y los rayos extinguieran el océano de oscuridad del héroe nórdico, y toda la arena fuese cubierta por una luz comparable a la del sol. La llamarada solar duró casi un minuto extendiéndose al espacio exterior y se desvaneció de golpe, dejando ver un cráter carbonizado de inmensa profundidad y diámetro.

Allí en el fondo se encontraba un Siegfried tumbado al lado de su espada Balmung, sin brazos ni casco, y con casi toda su armadura agrietada. Estuvo un momento inconsciente, pero empezó a recuperar la consciencia justo a tiempo para ver acercándose a él, entre el humo y las cenizas, la imponente silueta grande de la forma hombre-tigre de Rudra, cuyos ojos verdes brillaban como soles en medio de nubes negras de tormentas.

—Te corte los brazos con un ataque de Kenoplasma tóxico, usando un arma de plata reforzada con magia... No deberías de haberte regenerado tan rápido —dijo Siegfried escupiendo sangre y tratando de levantar la cabeza. Su armadura había absorbido la mayor parte del daño, y aun así él sentía como si sus huesos y órganos internos hubieran sido aplastados, aparte del terrible dolor de haber sido quemado vivo.

—Es fácil de ver, si lo piensas bien. Mi cuerpo se adaptó para ser más resistente a la plata, al metal Akasha y al mineral Adamanto. Por otro lado, desarrollé una tolerancia considerable al Kenoplasma tóxico, gracias a que morí en mi tercera pelea contra Suez. Todavía soy muy vulnerable a todo eso. Pero ahora no son tan peligrosas para mí, en comparación a mi yo del pasado.

Contesto Rudra mientras regresaba a su forma humanizada, y seguía caminando hasta atravesar la cortina de humo y cenizas. Seguía teniendo sus brazos de Prana, las cuales mantenían sobre sus hombros el tridente volcánico. Y en sus manos normales llevaba las espadas gemelas de rayo.

La arena término de despejarse, y todos fueron testigos de quién había resultado victorioso en el choque; Siegfried yacía tirado de espalda en el suelo, y el Rey Tigre estaba de pie frente a él. Era claro a quién le pertenecía la victoria, y la valquiria.

—Aun así... al haberme liberado al cien por ciento, mi poder debería ser superior al tuyo por la ventaja elemental de mi hechizo y el dominio de mi Kenoplasma —dijo Siegfried con claro odio en sus palabras.

—Cierto. Y de hecho, en mi estado de contención actual, estuvimos igualados por un momento. Pero en los choques de Prana, Maná y Kenoplasma, el Chi marca la principal diferencia. Y mi Chi es tan alto como mi Prana y Maná. Otros dos factores que no tuviste en cuenta, es mi forma bestia que aumenta mi poder inicial, y que a diferencia de ti, yo tengo dos Astras compatibles entre sí —dijo Rudra con una expresión serena, como un maestro educando a un ignorante.

—Pero... se supone que tu poder está sellado para "nivelarse" al mío.

—"Nivelarse", pero como hombre-bestia. No como humano. ¿O acaso querías que yo anulase mi factor curativo y me dedicará a solo golpear, como un humano subnormal, para darte más oportunidades de las que ya tenías? Tienes una fuerza divina de nacimiento, una experiencia en entrenamiento militar, una resistencia exagerada, un tesoro divino, un Astra de plata, un tipo de magia única y un poder Sunyata de tipo Azathoth. A mi parecer tuviste oportunidades de sobra. Que no te hayas podido lucir ni supieras aprovecharlas de la forma correcta, es otra cosa. No todas las peleas se ganan a base de poder bruto.

—Por esta vez... estamos de acuerdo en algo... —dijo Siegfried empezando a levantarse. Sus heridas internas más graves habían terminado de sanar. Pero el daño que sufrió, combinado con el poder que gasto en el combo anterior, lo habían afectado tanto que, al ponerse de pie, tambaleó un poco y cayó de rodillas frente a Rudra.

—Admito que aquella técnica definitiva fue espectacular y muy poderosa. Si no fuera por mis Astras, me habría causado mucho daño y acorralado por un momento —decía Rudra, mientras volvía a juntar sus dos espadas y las transformaba en su icónico arco—. Pero el Chi, mi biología bestia, y el tener un Astra más que tú, marcaron una diferencia abismal entre nosotros. En casos así, es mejor usar astucia y trucos psicológicos. Tu alto nivel mágico es un claro ejemplo de que eres más inteligente de lo que pareces. Así que no entiendo por qué preferiste la fuerza sobre la astucia.

—Desde que llegué al Valhalla, he sido tan superior a todos que empecé a confiar más en mi fuerza que en mi astucia... Pero gracias a esto, ya lo recordé —decía Siegfried, apenas terminando de regenerar su brazo derecho, y solo le faltaban los dedos de su mano izquierda.

Sin embargo, solo necesito su mano derecha para hacer un gesto con el dedo índice, y llamar otra vez su escudo volador, el cual se movía a través del Plano Astral, y apareció cual fantasma un metro atrás de Rudra, de una manera que iba directo a decapitarlo. Las esposas y concubinas de Rudra estaban por gritar para advertirle del peligro.

Pero Rudra ya había notado el gesto que hizo Siegfried con la mano derecha regenerada, y por eso estuvo ocupado cargando una flecha de rayo en su arco. Y después de percatarse del movimiento de Siegfried, disparó la flecha en el suelo a sus pies, y creó un campo electromagnético alrededor de él y su enemigo. El escudo volador, tan pronto como se materializó en el plano físico, también acabó ingresando al interior de aquel campo electromagnético.

—No creas que me olvide de tu fastidioso escudo, ni tampoco que me voy a confiar ahora que estás arrodillado frente a mí. Algo curioso respecto a la plata, como la de tu escudo, es que tiene mucha compatibilidad con la electricidad. Y yo conozco muchas formas de usar la electricidad —dijo Rudra con una sonrisa divertida, mientras el escudo era cubierto por rayos dorados y se detenía en el aire a un centímetro de llegar al cabello pelirrojo detrás de la cabeza del Rey Tigre.

Rudra se dio la vuelta y, mientras tenía el arco en su mano izquierda, agarró el escudo con la mano derecha, ignorando por completo el dolor y el humo que la misma plata le empezó a causar en la piel de su palma. Luego volvió a girarse para ver a Siegfried, tiró el escudo al suelo y lo retuvo allí pisándolo por un lateral con el pie derecho. Después el campo electromagnético desapareció.

Ahora el famoso e idolatrado héroe nórdico humano, estaba a la total merced del impopular y denigrado Dios de las Bestias.

—Bien hecho... Te aplaudo por ser tan listo. Yo también admitiré que hice mal en subestimarte —dijo Siegfried, después de escupir sangre al suelo, y mirando con repudio los ojos del Rey Tigre—. Puedes matarme, si te atreves. Pero te advierto que eso también matara a mi esposa. La magia Volund une su cuerpo físico al mío, y a través de ello vincula nuestras almas. Si yo muero, ella también sufrirá el mismo destino.

https://youtu.be/GqVw3etrmVA

—Todo lo que necesito hacer es arrancarte la cabeza con mis manos, abrirte un hoyo en la frente con una flecha o partirte en dos con mi tridente. Tu derrota es absoluta, así que sé un buen perdedor y déjala libre.

—Si algo me pertenece, no renunciaré a ello si no quiero. Brunhilde es de mi propiedad y no renunciaré a ella. Hagas lo que hagas, no desharé el hechizo Volund. No lo haré. ¡Mátame y envíame al Naraka, pero ella se irá conmigo!

—Siegfried... eres un grandísimo estúpido —repetía Rudra ahora con un semblante furioso—. El hechizo Volund fue creado por los budistas japoneses para esclavizar espíritus, como fantasmas y Yokais espectrales. Es un hechizo simple y carente de elemento, que funciona basándose en el control del espíritu, mediante algo material como nexo entre lo físico y espiritual. No obstante, su efectividad depende en gran medida del Chi.

—Los Einherjar no necesitamos el estúpido Chi para conjurar el hechizo Volund.

—Claro, claro, claro. No es un requisito obligatorio, pero es importante que el conjurador tenga dominio del Chi, y utilice las leyes del Tao en su activación.

—¿Por qué?

—Pues...

De forma repentina Rudra se agacho y, con la mano derecha normal, sujeto la hombrera izquierda de Siegfried. Luego, de un simple jalón, hizo que la armadura se desmantelara en el mismo conjunto de partículas luminosas, y se despegaran de Siegfried como un grupo de luciérnagas.

El Rey Tigre se puso de pie, mientras las partículas luminosas se reorganizaban a partir de su mano derecha, formando primero el hombro izquierdo y luego el resto del cuerpo de Brynhildr, quien estaba tan desconcertada como Siegfried y los demás inmortales nórdicos de lo que acaba de pasar.

—Para evitar que alguien con un conocimiento "decente" del Chi, rompa el vínculo entre las almas del conjurador y el esclavo, y con ello anule el hechizo —prosiguió Rudra con una sonrisa divertida que mostraba sus dientes filosos de forma amenazante—. Te había dado una oportunidad de hacer lo correcto, y no la aprovechaste.

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