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Capítulo final🗡️

Bryony

Años después.

Habían pasado algunos ya desde el nacimiento de Corban y Enid, desde la muerte de su padre, desde los acontecimientos en Bibury. Dejé todo de lado por mis hijos, por su seguridad y nunca me iba a arrepentir de eso. Jamás pondría en duda nada que tuviera que ver con ellos y todo lo que representaban. Ellos eran lo que más amaba en la vida y por ellos daría mi vida si fuera necesario.

Ahora eran dos niños tan lindos, los dos tan diferentes el uno del otro pero a fin de cuentas seguían siendo hermanos, tan unidos y con ese lazo tan especial que no había conocido en nadie más que ellos dos.

No asistían a la escuela, tomaban clases en la casa por la seguridad de los humanos y aún así estos corrían peligro si es que llegaban a entrar a esta casa, más que nada por Corban, era tan malvado y le gustaba tanto la sangre humana. En una ocasión los dejé solos con el profesor y cuando regresé tenía sus colmillos en su cuello, Corban no podía, no debía convivir con los humanos o eso se convertiría en una cacería.

Dejando de lado esa lado suyo los dos eran grandes hermanos, se cuidaban tanto y estaban siempre juntos, tenían magia y poderes también, aprendían rápido y eran muy inteligentes.

Aquel día la nieve se agolpaba en el suelo como una gran alfombra blanca, los copos de nieve caían sobre los árboles, los arbustos y los rosales que en este momento no tenían flores porque era invierno. Dentro de la casa estaba caliente pero afuera era un congelador. Oddur estaba en su oficina y Bór conmigo en la cocina.

—No hacen ruido —habló —. ¿Dónde están?

—Afuera —me estiré y alcancé a ver a Enid a través de la ventana. Jugaba con la nieve pero a su hermano no lo veía por ninguna parte —. Corban no está —giré la cabeza y su expresión me lo dijo todo —. Ahora regreso.

—Mejor —musitó.

Lo dejé en la cocina y fui al armario que estaba a un lado de la puerta. Bór era un gran hombre, un ejemplo para mis hijos, ellos sabían que él no era su padre pero lo veían como tal aún sabiendo que su padre estaba muerto. Lo querían mucho y él a ellos también. Les contaba cuentos por las noches, los llevaba a las montañas y les enseñaba a cazar, algo que su padre hubiera hecho tan bien, de eso estoy más que segura.

Me puse el abrigo sobre los hombros y los copos de nieve caían sobre mi cabeza. Miré a lo lejos donde se encontraba Enid, extendía sus manos y daba de vueltas, reía y se dejaba caer en la nieve para hacer ángeles con esta.

—Enid —levantó la cabeza hacia mí.

Enid era la niña más hermosa, su cabello era castaño y ondulado como el mío, sus ojos azules me recordaban tanto a la mirada dulce de su padre, cuando sonreía era igual a él. Llevaba puesto un abrigo largo y un gorro con un pompón arriba.

—Mami.

—¿Dónde está Corban? —levantó el brazo y señaló dentro del bosque.

—Dijo que iba a cazar.

—¿Cazar? —movía su cabeza en una afirmación.

Al verla de nuevo sostenía a un pequeño conejo entre sus manos.

—Mira mami, ¿nos lo podemos quedar? —me arrodille a su altura y pase mi mano por el pelaje blanco del conejo.

—Sabes que por ahora no podemos tener mascotas —hizo un puchero.

—Ya sé, Corban los mata a todos —musitó.

—Quizá más adelante sí, ¿está bien? —asintió —. Vamos por tu hermano —soltó al conejo y este corrió en dirección contraria. Cogí la mano de Enid y cuando dimos un par de pasos para entrar al bosque nevado Corban iba saliendo con la boca llena de sangre y su ropa salpicada de esta.

En un parpadeo lo tenía frente a mí.

—Corban —se pasó la mano por la boca para quitar el rastro de sangre —. ¿Dónde estabas?

—Fui a cazar como nos enseñó Bór —miró a su hermana —. Pero solo pude atrapar a un conejo.

Por eso el otro conejo salió corriendo en la otra dirección, estaba huyendo de Corban.

—No puedes entrar al bosque tú solo, no te vayas así. Hay animales grandes y peligrosos que te pueden lastimar.

—No me pueden hacer daño —me miró a los ojos —. Yo soy fuerte mami.

—Aún así no entres solo al bosque —pasé mis dedos por su frente para apartar los cabellos oscuros y lacios que caían sobre esta. Corban a diferencia de Enid tenía el cabello más oscuro, como Caden y lacio, pero los ojos eran del mismo tono, aunque los de él se veían más oscuros todo el tiempo.

—Está bien, mami —me erguí y los cogí a ambos de las manos.

—Vamos a darte un baño —entramos juntos a la casa. Enid se quitó el abrigo y lo colgué al lado de la puerta en el perchero.

—Voy con el tío Bór —informó y se echó a correr para ir con Bór a la cocina.

—Tú y yo vamos a darte un baño —no solté la mano de Corban hasta que estuvimos en la habitación y ahí le quité la ropa para meterlo al baño y quitarle los rastros de sangre que tenía todavía en las mejillas.

—¿Estás enojada conmigo? —ya lo había bañado y ahora le ponía su ropa y le secaba el cabello.

—¿Por qué lo preguntas? —secaba entre los dedos para ponerle los calcetines.

—No me hablas y no me miras a los ojos —musitó con tristeza.

Esta vez lo miré a los ojos.

—No estoy molesta contigo mi amor, nunca podría —me senté a su lado y cogí el peine para pasarlo por sus cabellos —. Es solo que no me gusta que andes solo en el bosque. Sé que tienes sed y hambre, sé que ya no eres un bebé pero no me gusta que andes solo por ahí. Solo si el tío Bór los llevaba a ti o a Enid, ¿lo prometes? —dejé el peine a un lado y se giró para mirarme.

—Lo prometo mami —cogió mi mano —. ¿Me puedes hacer unos panecillos de moras?

—Sí —sonreí y su sonrisa se ensanchó mucho más.

Extendí mis brazos, se subió a la cama y lo cargué para salir de la habitación.

De los dos, Corban siempre fue el más complicado, el más malvado, el más sediento por la sangre, nunca fue un dolor de cabeza pero era más difícil poder ayudarlo. No me arrepentía de nada y no lo haría después, mis hijos eran lo más hermoso que yo tenía. No me olvidaba de su padre y cada que ellos me preguntaban por él les decía todo lo que querían saber. Lo tenían presente en sus vidas y no dejaría que lo olvidaran porque yo no lo haría jamás.

Al llegar a la cocina Bór tenía en sus piernas a Enid, le leía un libro de quien sabe que. Era la más consentida para los dos vampiros de esta casa pero Corban no se quedaba atrás.

—¿Qué leen? —les pregunté. Dejé a Corban en la silla al lado de Bór y Enid.

—Mi tío Bór me está leyendo un libro de mi papi —en mi garganta se formó un nudo. Era un libro viejo de los que había dejado Caden aquí.

—¿Qué vas a preparar? —preguntó Bór al ver que sacaba los moldes del mueble.

—Corban quiere panecillos de moras —miré a mi hijo y este aplaudió.

—¡Yo quiero! —gritó Enid levantando las manos.

—Y yo —Bór levantó la mano también y ambos las chocaron.

—Bien, haré panecillos para todos.

Al llegar la noche Enid y Corban estaban en su habitación, Bór me ayudaba a lavar los platos y Oddur estaba por ahí. Nunca preguntaba a donde iba o lo que hacía, me limitaba a saber lo que necesitaba y ya, Oddur se había portado tan bien en todos estos años y lo menos que podía hacer era respetar su vida privada.

—¿Quieres que hable con él? —él secaba mientras yo lavaba los platos de la cena.

Le platiqué a Bór lo que hizo Corban.

—Siento que tengo un poco de culpa por enseñarles a cazar tan pronto —dijo a mi lado.

—No es tu culpa, Bór, solo les estás enseñando algo que tarde o temprano tendrán que hacer. No los puedo proteger de su naturaleza y esa es más grande que cualquier otra cosa.

Le pasé el último plato que secó y guardó.

—Tienes razón, pero hablaré con él. No queremos que ande por ahí matando a cada animal que se encuentre, ¿o sí?

—No, no queremos eso.

Al terminar de lavar los platos y limpiar la cocina cada uno subió a su habitación. Yo fui a la de Enid y mi niña esperaba con un libro en las manos. Cada noche leía un libro, a veces eran los de su padre o alguno que se había comprado en la librería. Últimamente le gustaba Moby Dick.

—¿Me vas a leer un libro? —me acosté a su lado y cogí el libro.

—Sabes que sí.

—Mami —antes de abrir el libro Enid puso su mano encima de la mía —. Tuve un sueño.

—¿Qué sueño? —me señaló con su dedo para acercarme a ella. Me acosté a su lado y apoyé la cabeza en la almohada.

—Estoy en un bosque, hay muchos árboles y huele a madera mojada. Corro muy rápido y alguien viene detrás de mí.

—¿Alguien malo? —negó —. ¿Entonces?

—Yo creo que es bueno porque me dice Enid, pero yo no sé su nombre —dice con pesar —. Es un sueño muy bonito mami, ¿qué significa eso?

—Quizá sea un fragmento de tu futuro —con dos dedos le quité el mechón de su pequeño rostro y lo hice a un lado —. Debe ser eso.

—Quiero que sea eso, mami, es perfecto —se acomodó a mi lado apoyando su mejilla en mi pecho —. Quiero ver a mi papi, lo quiero mucho —miré la fotografía que había de Caden en la mesita de noche a su lado junto a la lámpara que estaba encendida.

—Algún día mi amor —dejé un beso en su frente.

—¿Va a regresar? Yo quiero verlo.

—Él va a regresar amor, sé que lo hará —abrí el libro y empecé a leerle.

Antes de terminar el libro Enid ya estaba profundamente dormida. Cerré el libro, apagué la luz y salí de la habitación sin hacer ruido. Pasé por la habitación de Corban pero este ya se había dormido, solo entré para darle un beso y salí para ir a dormir también.

Cerré la puerta y fui hacia la ventana para mirar como la nieve caía sobre el jardín de la casa. Solté un suspiro y llevé la mano a mi collar. Extrañaba tanto a Caden, todos estos años me hice la fuerte por mis hijos, salí adelante por ellos y hasta terminé de estudiar para que el día de mañana se sintieran orgullosos de su madre. Quería demostrarles que pude salir adelante a pesar de todos los obstáculos que tuve que pasar para estar aquí en este momento. Pero no importaba cuántos años pasaran nunca lo iba a olvidar, siempre estaría presente en mi día a día, en cada uno de los pasos que daba. Caden era el amor de mi vida y eso nadie lo iba a cambiar, siempre lo amaría. Mi amor por él era inmortal.

Thea

Habían pasado años desde la última vez que vi a mejor amiga. Hablamos, sí, pero por teléfono o videollamada. Nada más. Quería verla y tenerla aquí de regreso pero tal vez eso nunca se iba a poder. Bibury era peligroso para cualquiera que estuviera cerca de Caden, Bastian o Camille.

Los demonios que se habían estancado aquí y querían entrar sí o sí a la mansión para bajar a la bóveda, pero el hechizo que se puso en la casa era tan efectivo que ni el paso de los años lo podía romper.

Curtis y yo tuvimos una niña y cerramos la fábrica de bebés. Una hermosa niña de cabellos rojos y ojos azules que llegó a iluminar más nuestras vidas. Nos graduamos de la universidad con algunos años de diferencia porque se me complicó ser madre y estudiar pero Camille fue de gran ayuda porque mientras yo estudiaba ella cuidaba a Boone y Lorian, se convirtió en un miembro más de la familia, no era nada más una amiga o la amiga de mi amiga, no. Camille ahora tenía una familia más grande. Quería mucho a Corban, le compraba juguetes y lo consentía, lo llevaba a pasear por el bosque y de vez en cuando a cuidar la mansión. No podía estar más agradecida con ella por todo lo que hizo a lo largo de estos años.

La quería también y sabía que ella nos tenía aprecio aunque no lo decía pero sus acciones hablaban por ella. Entendía que siempre fue fría y reservada, no le gustaba expresar sus emociones y eso no lo podíamos cambiar pero sus actos decían otra cosa. El amor se notaba y era fuerte. No la iba a dejar sola cuando más necesitaba estar acompañada.

Ese día Curtis llegó a comer como lo hacía todos los días a la misma hora. Llegó y se lavó las manos, las secó con un trapo y cogió el plato para ponerlo en la mesa.

—¿Cómo te fue en el trabajo? —le pregunté pero ignoró mi pregunta cambiando de tema.

—Me fue bien pero hay algo que tengo que decirte —me senté frente a él.

—Dime. ¿Me tengo que preocupar? ¿Es algo malo?

—Nada de eso —cogió la servilleta y se limpió los labios —. Es Boone, cuando los llevé a la escuela me dijo algo que me dejó preocupado.

—Curtis, habla de una vez.

—Me dijo que hace poco empezó a tener sueños, en ese sueño hay una niña o una mujer no sé bien, no se explicó. Dice que la ha visto varias veces pero no tiene miedo, al contrario —mis ojos se abrieron grandes ante las palabras de mi esposo.

—No sé qué decir —apreté los labios.

—Yo sé que pasa con él, nuestro hijo está esperando a su compañera, Thea.

—¿Compañera? ¿Qué estás diciendo? —negué con la cabeza —. Es un niño nada más, él no puede soñar con nadie que no sean angelitos y esa cosas que los niños de su edad sueñan —no estaba molesta solo impresionada.

—Es inevitable, rojita, algún día tiene que encontrar a su compañera, no te enojes —al decir esto último sonrió un poco —. Aunque te ves muy bien cuando te enojas.

—Curtis —levantó las manos en señal de paz —. No sigas.

—Solo digo que un día los dos van a encontrar a sus compañeros y vamos a tener que aceptarlo aunque no nos guste —solté un suspiro cansado.

—Está bien pero por ahora habla con él, no debe tener miedo al contrario. Solo espero que esa niña sea tan dulce como lo es él, que lo acepte y lo ame —levanté un dedo —. Solo pido eso, que lo ame.

—Sé que así será, amor, no tengas dudas de eso. La mujer que sea compañera de Boone será buena, así como tú —una bonita sonrisa se dibujó en sus labios.

—¿Y el compañero de Lorian? —mi pregunta no le gustó para nada porque dejó de comer y me miró severo.

—Ese es otro tema, cariño. El compañero de Lorian tiene que ser un buen hombre, comprensivo y atento, noble, no quiero un idiota —me señaló con un dedo —. Nada de eso.

Curtis sufría por el compañero de Lorian y yo con la que sería la compañera de mi niño, no me preocupaba de donde venía si es que vivía aquí en Bibury, solo no quería que mi hijo sufriera su rechazo, el lazo no siempre te aseguraba que tu compañero sería fiel o te amara en el primer instante, lo mismo me pasó con Curtis, se resistía y lo hizo por años, por muchos años donde la única que sufría era yo porque lo amé desde el primer segundo en el que lo vi y él se hizo del rogar tanto que me lastimaba. No quería eso para Lorian y Boone, solo quería felicidad para los dos.

Cuando Curtis se fue me quedé a lavar los platos y después fui por los niños a la escuela. Lorian salió primero y minutos después lo hizo Boone, pasamos por las compras, por algunas golosinas para ellos y regresamos a la casa.

—¿Hoy no va a venir la tía Camille? —preguntó Boone.

Dejó la mochila al lado de las escaleras mientras yo dejaba las bolsas del mandado en la mesa de la cocina.

—Puedes llamarle si quieres —saltó y corrió hacia la sala para llamar a Camille.

Camille no era mala, al contrario, con Boone era la más linda y comprensiva, era atenta y lo quería mucho así como él la quería a ella, tanto que le decía tía Camille, pero desde hace años dejó de ser la mujer que llegó a Bibury, se había apagado, ya no sonreía, ahora se la pasaba metida en su casa, sola o en la mansión asegurándose de que nadie entrara y profanara las tumbas que había ahí dentro. Extrañaba a esa Camille segura de sí misma, orgullosa, presumida, muchas veces consentida y que no se dejaba pisotear por nadie. Extrañaba sus desplantes, que fuera una vampiresa sangrienta, quería de vuelta a esa mujer a como diera lugar pero era imposible traerla de regreso y me odiaba por eso.

—Mami —Lorian tomó mi mano. Mi pequeña tenía la mirada de su padre, era más cómo él y a veces me preocupaba porque podía ser impulsiva y algo rebelde —. ¿Por qué la tía Camille huele a alcohol?

Su pregunta no me sorprendió, al contrario, se había tardado en hacerla.

—Ya sabes que ella tiene una enfermedad —Lorian asintió.

—Tiene roto el corazón —musitó.

—Por eso bebe mucho, porque piensa que así su corazón se va a reparar —me agaché frente a ella y pasé uno de sus mechones rojos detrás de su oreja —. Por eso debes ser buena con ella, está sola y se siente triste, ¿lo harás?

—Sí, mami, le voy a hacer un dibujo, ¿crees que le guste?

—Sí, mi amor le va a gustar —de la mochila sacó una hoja y crayones para hacerle un dibujo a Camille.

—No me responde —musitó Boone —. No quiere hablar con nadie, de nuevo.

—No te preocupes —me acerqué a él y pasé mis dedos por su cabello —. Más tarde le llamo para que venga, ¿sí? —asintió con melancolía.

En momentos como estos quería que las cosas fueran como antes, que Caden no hubiera muerto, Morgan o Bastian, quería que Bryony estuviera aquí y no solo hablar por teléfono, quería que todo regresara a ser lo que fue antes. No quería demonios en las calles, no quería una vida así, y aunque esta fuera perfecta me hacía falta mi mejor amiga. La extrañaba tanto y necesitaba decirle tantas cosas.

Esperaba, solo deseaba que estuviera de nuevo en casa, porque esta era su casa.




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¡Hola! Hoy le decimos adiós a esta historia, espero que les haya gustado tanto como a mí me gustó escribirla. Les dije que no habrá epílogo porque hay un libro más y este será el último, eso espero. Pero les voy a subir un capítulo extra, solo necesito pensar bien que escenas debo poner. En Twitter estoy subiendo adelantos e imágenes del siguiente libro, para que se vayan familiarizando con los personajes.

Muchas gracias por quedarse y no irse, por el apoyo y amor que le han dado a mis bebés, nunca voy a tener como pagarles el amor :)

Twitter:

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