Capítulo 24 🗡️
Caine
Llevaba tanto tiempo en este lugar donde no había nada, no había luz, no existía el sonido, nada, absolutamente nada de lo que había afuera y joder, cómo extrañaba todo, hasta la asquerosa humanidad, eran tantas mi ganas de salir de aquí que estaba dispuesto a hacer lo que sea con tal de dejar este lugar al que me se me había condenado para toda la eternidad. Sé que cometí muchos errores, sé que hice muchas cosas malas y no tenía justificación alguna para aquel comportamiento pero nadie me podía culpar, era un demonio, hijo de Lucifer y Lilith, los dos demonios más poderosos de todo el infierno.
Mi padre era el ser al que más detestaba y ella, solo una víctima de todo lo malo que estaba pasando. No la culpaba a ella, no tuvo la culpa de nada, quizá solo debía prestar más atención y corregir algunos errores pero nada más. La amaba y la quería a mi lado, cuando saliera lo primero que iba a hacer sería buscarla y pedirle que se quede a mi lado, no quería a nadie más a mi lado que a mi madre y a ella.
Era una jodida condena conocer el futuro y tener que esperar tanto por ello. Era un hombre ansioso que quería las cosas rápido, odiaba esperar pero no podía hacer nada para apresurar el futuro, esto era lo único que no podía manejar a mi antojo.
Caminaba de un lado al otro, sumergido en esta eterna oscuridad a la que ya me había acostumbrado, llevaba siglos aquí desde que mi padre me condenó, al principio lo vi cómo una condena, una tortura a la que no le veía fin, pero después me acostumbré a esta soledad que ya era parte de mí y yo de ella. Nos volvimos amigos cercanos a los que los une todo, que van de un lado al otro y no se quieren apartar ni un segundo. Al final este infierno me gustaba y no sabía que iba a hacer cuando saliera de aquí.
Escuché voces afuera del abismo, me quedé de pie en mi lugar con las manos en la espalda, esperando el momento en el que al fin fuera libre. Gritos se escucharon por todo el lugar, después de eso, silencio nada más. Los candados que me tenían aquí se empezaron a abrir y al fin pude ver la luz del día, tantos años que pasé en la oscuridad me afectaron a tal grado que el más pequeño rayo me hizo cerrar los ojos para acostumbrarlos a la luz mortecina, alcancé a ver las punta de las montañas que estaban cubiertas de nieve, los copos iban de un lado al otro, algunos se deslizaron hasta mis pies y me agaché para tocar uno, este se derritió en mi mano y me incorporé para divisar a Belial a un lado de la puerta.
Acorté la distancia entre la gran puerta y yo. Al dar el primer paso fuera miré a mi alrededor, el lugar seguía siendo el mismo desde que estuve aquí, montañas altas, el crudo frío del invierno, la nieve espesa que se aglomeraba en el suelo y el puente de piedra que llevaba al infierno.
—Bienvenido, Caine —dijo Belial.
—Este lugar necesita una remodelación —la puerta se cerró detrás de mí.
Al mirar mi entorno había cuatro centinelas muertos con el pecho abierto y sin extremidades, Baalzephon había corrido con la misma suerte, pobre demonio, era tan fiel a mi padre pero ahora no le sería fiel a nadie más.
—¿Tenías que hacer todo este desastre? —miré a Belial. Siempre fue un hijo de puta, con todos y con todo —. Cuando mi padre vea esto te va a buscar hasta por debajo de las piedras.
—Cierra la boca y agradece que llevo meses buscando cómo sacarte de ese lugar —espetó y pasó a mi lado.
—¿A dónde vas? —se detuvo y se giró para mirarme.
—¿Cómo que a dónde voy? Tú y yo quedamos en algo niño —se acercó y hundió su dedo en mi pecho.
No me toques, sucio demonio.
—No hagas eso —no se apartó.
—Yo te sacaba de este lugar y tú me ayudas con tu padre y con Bryony —no quitaba su dedo y me estaba haciendo enojar.
Será mejor que te apartes, imbécil.
—Ni siquiera sabes donde están —mascullé.
—En algún mundo que tu padre creó. Eso es seguro —miré su dedo, que seguía en su lugar. Lo mejor que podía hacer era que se apartara antes de que me hiciera enojar más.
—Sí, eso es seguro.
—No me vayas a quedar mal, Caine, porque le puedo decir a tu padre donde estás.
—¿Me estás amenazando? —enarqué una ceja —. ¿Tú sabes con quien estás hablando? —enterraba más el dedo en mi pecho.
Idiota.
—Solo eres el hijo de Lucifer y Lilith —aquello se escuchó cómo una burla, un insulto que no estaba dispuesto a pasar por alto.
Con un veloz movimiento cogí su muñeca y lo llevé hacia la pared rocosa estampando su rostro contra las rocas, poniéndole las manos detrás de la espalda.
—Fíjate cómo me hablas, Belial, no soy solo el hijo de Lucifer y Lilith, soy un rey y me debes respeto —mascullé estampando más su cuerpo contra las rocas —. No soy un plebeyo y haré lo que me plazca, cuando yo quiera nada más.
No se quejó y tampoco lo haría, Belial era demasiado orgulloso cómo para aceptar que estaba derrotado y lo estaba, porque tener que acudir a mí para que le ayude quería decir que estaba desesperado para acabar con su querida y hermosa hija. Sabía que lo podía traicionar y aún así confió en mí, estaba en la palma de mi mano y lo podía destruir cuando yo quisiera. Pero no lo haría, al menos no por ahora, el destino tenía un curso y yo no lo iba a desviar ni por él ni por nadie.
Solté a Belial y este se acomodó el cuello de su chaqueta limpiando el polvo de sus hombros.
—Si me permites tengo que ir a un lugar —me ajusté los puños de mi camisa y el cuello de mi saco.
—¿A dónde demonios crees que vas?
Que te importa.
—Voy a buscar a tu hermano, creo saber donde está.
No lo dejé decir nada más porque abrí un portal hacia ese mundo donde mi padre me había llevado un par de veces antes de encerrarme en ese lugar cuando se dio cuenta que solo era un estorbo para él.
La noche se cernía sobre mí, las estrellas y la luna iluminaban todo a su alrededor. Todo era tan perfecto y tan hermoso en este lugar, la cabaña seguía en su lugar, la madera no había envejecido, las tejas seguían del mismo color, los árboles alrededor y el río frente a esta. Caminé hacia la cabaña y me quedé frente a la puerta unos segundos, Bryony estaba con Eamon, pero ese demonio de clase baja no era ningún problema para mí. Empujé la puerta y entré, cerré detrás de mí y caminé hacia la cocina donde estaban ellos dos. Ambos miraron en mi dirección, Eamon se puso de pie pero lo inmovilice de inmediato. Bryony era mucho más fuerte que hace un mes, se veía en su mirada, todo en ella gritaba peligro.
Bien, bien.
—Así que tú eres Bryony —me acerqué a ella mirando la cocina, nada había cambiado en este lugar.
—¿Quién eres y qué le hiciste a Eamon? —se quiso poner de pie pero puse una mano en su hombro para que se regresara a su lugar.
—Yo soy Caine —se sorprendió al escucharme decir esto —. Sé que sabes quien soy. Lo pudiste sentir aquel día.
—Eres el hijo de Lucifer —asentí y me senté en la silla al lado de ella.
—Ese soy yo —cogí un pancake de su plato y me lo llevé a la boca para darle un gran mordida. Apoyé mi brazo izquierdo en el respaldo de la silla y subí la pierna derecha a la izquierda.
—Tú no debes estar aquí.
—No, se supone que no.
—Belial te ayudó a salir, ¿verdad? —arrastró su mirada azul hacia mí. Joder, era tan hermosa, parecía un ángel pero no lo era, era un demonio en toda la extensión de la palabra.
Bella y enigmática.
—Así es.
—Cuando Lucifer lo sepa...—la detuve.
—Para este momento ya debe saberlo pero no me importa —encogí un hombro —. Puedes correr todo lo que quieras, siempre te voy a encontrar.
—¿Eso es una amenaza? —levantó una ceja.
—Tómalo cómo una advertencia —señalé —. A mí no me gusta amenazar.
Miró a Eamon que estaba congelado en su lugar.
—¿Qué quieres? ¿Qué pretendes? —me miraba fijamente.
Quiero a tu futura hija.
—Lo que yo quiero no es de tu incumbencia y lo que pretendo tiene que ver contigo.
—¿Qué? ¿Estás enfermo o qué?
Tú no me conoces, niña.
—Muy enfermo, Bryony —regresé a mi lugar apoyando los brazos sobre la mesa —. No te gustará saber cuán enfermo estoy.
—Eres un demente —una sonrisa siniestra se dibujó en mis labios y pasó saliva. Estaba nerviosa.
—No me malinterpretes. Eres una diosa, Bryony, pero no me interesas en lo más mínimo, te veo más cómo un estorbo en mi vida que otra cosa, no me importas tú —le aclaré.
—¿El príncipe del infierno está enamorado? —su pregunta fue burlona.
—Sí, y ella todavía no nace —ese era el maldito problema, que no podía matar a Bryony y no podía dejar que Belial la matara.
Maldita suerte.
Era conocido por ser un demonio corrupto y el peor error que el idiota de Belial pudo cometer fue confiar en mí y pensar que le iba a ayudar a matar a su hija, pero no lo haría, si mataba a Bryony mi futuro estaba condenado y nadie era más importante que yo.
—Eres patético —se burló de mí.
—Sí, quizá lo soy pero el amor no me tiene cómo tú —la señalé y cogió mi muñeca enroscando sus delgados dedos en mi piel.
—No me señales —nos pusimos de pie al mismo tiempo —. Puedo ser muy peligrosa si me lo propongo.
—¿Crees que te tengo miedo? —espeté.
—Deberías tenerlo —dijo con determinación.
Su agarre se hacía más fuerte en mi muñeca y dentro de mi cerebro tenía ese molesto chillido que a un mortal lo haría retorcerse en el suelo, pero a mí no. Podía resistir esto y más.
—Tus poderes no funcionan conmigo —no debí decir eso porque tardé más en hablar que ella en arrojarme contra la pared más cercana. Caí apoyando las rodillas en el suelo y cuando levanté la cabeza estaba levitando por los aires, en sus manos había una especie de energía de color rojo que no dudó en arrojar contra mí pero logré esquivarla.
—¿Tienes miedo, Caine? —su pregunta sonó altiva.
Me puse de pie y me acomodé el saco quitando el polvo de los hombros.
—¿Crees que te tengo miedo? —el mismo tipo de energía salí de mis manos pero esta era de color naranja —. ¿Sabes con quien hablas?
—¿Sabes con quien hablas tú? —enarcó una ceja.
—No te tengo miedo, Bryony Doomster.
—Pues yo tampoco te tengo miedo, Caine Morningstar —una de sus comisuras se elevó en una sonrisa burlona.
Hacía tanto que no escuchaba mi nombre junto a mi apellido que hasta lo escuchaba raro. Estuve encerrado tanto tiempo en ese lugar y lo primero que hice fue venir a pelear con ella, cuando debía estar buscando a mi madre, esa debía ser mi prioridad nada más.
No lo dudé más y me acerqué a ella, ahora estábamos al mismo nivel, apretaba su cuello con una sola mano mientras que con la otra sostenía el collar que llevaba colgado del cuello.
—Sería una lástima que alguien decida quitarte este collar —lo arranqué sin piedad lastimándola un poco.
—No te atrevas —murmuraba. Me quería apartar de ella pero sus esfuerzos eran inútiles —. ¡Devuélvelo! —rasguñaba mis brazos pero ni uno de sus intentos funcionó.
—Yo no veo que tenga tu nombre —se le dificulta respirar, pero no iba a tener piedad de ella.
—Eres un imbécil —escupió y solté su cuello, cayó a una altura considerable así que su cuerpo se estrelló contra el suelo haciéndose daño. Apreté el collar en mi mano y llevé ambas a mi espalda. Seguía levitando así que me miraba hacia arriba.
—Te lo voy a devolver cuando se me dé la gana.
—Eso no es tuyo —sollozó. Se escuchaba rota —. Dámelo.
Esto te importa así que me lo llevaré.
—No, no te voy a dar nada —me alejé de ella —. Eres muy buena, Bryony, pero si quieres vencerme tendrás que hacer mucho más para poder derrotarme.
—Te voy a matar, te juro que será así.
—No, yo creo que no, yo creo que en el futuro me vas a amar, es más, te juro que así será.
—No jures en vano —levantó la cabeza.
—No juro en vano, sé que me vas a amar.
—Eres repugnante y despreciable, ¿cómo podría amarte si lo que quiero ahora es matarte? —se puso de pie.
—La vida da muchas vueltas —dije serio.
—Lárgate, pero devuélveme mi collar —estiró la mano para que se lo entregara.
—Me voy a quedar con él, solo un poco.
Resopló, tenía esa mirada de querer enterrar un cuchillo en mi pecho y así lo hizo, enterró un cuchillo en mi pecho, pero este no me hizo nada, se sentía cómo un cosquilleo nada más. Luego uno más y otro más en otras parte de mi cuerpo, pero ni uno de ellos me hizo daño-
—Eres tan infantil, Bryony —saqué el cuchillo y lo dejé caer a mis pies.
—¡Y tú eres un maldito hijo de perra!
—¡Con mi madre no te metas! —me acerqué y cogí el cuchillo para acercarlo a su cuello —. Puedes decir lo que sea de mí pero de ella no.
Acercaba la punta a su piel. No tenía miedo, no se movía. Hizo lo mismo pero esta vez la punta estaba a la altura de mi corazón.
—Idiota —masculló. Sus ojos cambiaron de color y eran rojos por completo.
—La próxima vez que te vea te lo voy a devolver.
—¿Y eso cuándo va a ser?
—Puede ser mañana, o en dos años. No sé —me encogí de hombros —. Voy a buscar a mi madre y recuperar todo el tiempo que estuvimos separados.
No dejé que dijera nada más porque desaparecí. Iría a buscar a mi madre, en todos los mundos de ser necesario, haría todo para encontrarla y pasar tiempo a su lado. La extrañaba, claro que sí, era mi madre, al final era la única persona que siempre me iba a entender.
Bryony
Todo este tiempo entrenando no me sirvió de nada porque Caine me desarmó en un parpadeo. El maldito era fuerte, veloz y tenía los mismos poderes que yo, a quien mentía, él era más poderoso que yo.
Cuando desapareció, Eamon dejó de estar congelado, estaba aturdido y confundido. Me acerqué a él, miraba a su alrededor, la cocina estaba hecha un asco.
—¿Estás bien? —me preguntó. Me observó de pies a cabeza buscando alguna herida, pero Caine no me hizo nada. Menos mal.
Maldito idiota, imbécil ególatra.
—¿Tú estás bien? —asintió.
—No me hizo nada.
—Solo te dejó congelado —escuchamos la puerta abrirse y Lucifer entró —. Aquí estamos.
Miraba el lugar sorprendido, pero no tanto, quizá ya sabía que su hijo había escapado.
—Caine estuvo aquí —empecé a levantar lo que se había caído al suelo.
—Sí, Leviathan me informó que alguien abrió el abismo y Caine salió. Tu padre mató a cuatro centinelas y un demonio de primera clase —se pellizcó el puente de la nariz.
—¿Qué vamos a hacer? —le pregunté con miedo.
—No estás segura aquí, ni en ningún lugar, Bryony —fruncí el ceño. Estaba confundida.
—¿Qué? No entiendo nada, explícate por favor.
—Sé que Caine no te hará nada porque si te quisiera matar ya lo hubiera hecho. Lo conozco es mi hijo.
Explícate maldita sea.
—¿Entonces? —enarqué una ceja.
—Ya entrenaste lo suficiente, llevas aquí mucho tiempo y creo que eres más fuerte de lo que te imaginas.
—¡Tu hijo me desarmó en un parpadeo! No estoy lista, no soy tan fuerte cómo tú crees.
—No necesitas ser la más poderosa de todas, solo tienes que ser inteligente.
Me acerqué a él. Tenía miedo.
—Belial te quiere a ti y estoy seguro que Caine ya le dijo donde estás, no te puedes quedar en este lugar —puso sus manos en mis mejillas y me miraba con ternura, cómo me hubiera gustado que me mirara mi verdadero padre —. Estás más segura en tu mundo, con tu gente.
—¿Estás seguro de eso? —asintió sin dudarlo.
—Caden hará lo que sea por cuidar de ti. Confío en él.
Mi vampirito.
Como te extraño.
Dejó un tierno beso en mi frente y aquello fue lo más bonito que había hecho hasta ahora. Nunca se portó así conmigo, era raro pero lindo.
—Gracias por todo —murmuré —. Has hecho más por mí que mi propio padre —sentí un nudo en la garganta.
—Puedo ser tu padre si tú así lo quieres —asentí y sus brazos me apretaron con cuidado —. Me siento orgulloso de ti y de todo lo que has logrado hasta ahora. Voy a seguir cuidando de ti, solo si así lo quieres.
—Por favor —cerré los ojos.
—Eamon va a estar cerca por si necesitas algo —me separó de él —. Si necesitas algo no dudes en llamarme, yo tengo que ir al infierno, arreglar unas cosas y buscar a Caine.
—Está bien —nos separamos.
—Ve a buscar tus cosas.
Subí a la recamara que había estado ocupando y metí todo lo que tenía en la mochila. Al bajar Eamon ya había guardado sus cosas también. Por fin iba a regresar a casa y no sabía con que sorpresas me iba a encontrar, me imaginaba que Thea ya casi iba a dar a luz, Lucifer dijo que el tiempo aquí era diferente que en mi mundo. Mientras que aquí pasaban semanas allá, eran meses. Pero lo que sea que estuviera pasando yo iba a poder con todo.
Caden
Salí de la casa por la parte de atrás, quería estar solo aunque sea por un momento, estos meses me la pasé más tiempo con Thea y Curtis, los dos eran dos grandes amigos, me entendían y me comprendían más de lo que me llegué a imaginar. Thea tenía más de dos meses de embarazo y por ende su bebé ya casi nacía. El tiempo de gestación de los lobos era más corto que el de los humanos, mucho más corto. Verlos a ambos así de felices me hacía sentir tan solo, un fraude, yo no le iba a dar hijos a Bryony, no iba a tener nada mío y eso me hacía sentir mal.
Me hubiera gustado tener hijos con ella, que nuestro amor diera frutos pero sabía que eso no sería así. Lo entendía pero era triste.
Recorrí varios kilómetros hasta llegar al viejo cementerio, algunas lápidas estaban cubiertas por la maleza que había hecho lo suyo todos estos años. La hierba creció tanto que no se alcanzaba a distinguir que era un cementerio, el letrero de la entrada se había caído y las bardas estaban destruidas por el paso de los años. No esperaba menos, habían pasado más de doscientos años ya desde la última vez que vine a este lugar. Después de que mis padres fallecieron vine una o dos veces nada más, no podía superar el hecho de que no tenía a nadie y que estaba solo en el mundo. Era inmortal, tenía toda una vida por delante pero no tenía a mis padres que eran lo más importante en este mundo. Así que al no tener nada me fui de este lugar y no pensé que algún día iba a regresar, menos por una mujer.
Me acerqué a la lápida de mis padres, una esquina se había caído pero se alcanzaba a ver sus nombres, sus fechas de nacimiento y cuando fallecieron. El frío era más intenso esta mañana, el viento movía mis cabellos de un lado al otro y el aroma peculiar de Heike llegó a mí.
No puede ser.
—¿Puedes dejar de seguirme? —le pedí.
—Sabía que ibas a estar aquí, en este pueblo, en este lugar —se acercó.
—Te dije que te fueras.
—¿Por qué? ¿Por qué no quieres que esté aquí? Es por esa mujer, por la que estás enamorado, ¿verdad? —se puso a mi lado con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo igual que yo.
—Sí, es por ella. Lo mejor que puedes hacer es estar lejos de mí.
—No le tengo miedo —sonreí sin gracia.
—Deberías tenerlo.
—Todos hablan de ella cómo si fuera una diosa, una reina.
—Lo es —lo interrumpí.
—Hasta Camille habla de ella cómo si la venerara —se quejó dando un golpe al suelo con el pie.
—Tú no la conoces, así que no hables de ella —espeté.
—No le tengo miedo —aclaró.
—Deberías tenerlo —sugerí pero ignoró mis palabras.
—¿Qué la hace tan especial?
—Es la hija de una bruja y un demonio, es poderosa, más que tú o que yo y ha pasado casi tres meses entrenando, eso la hace especial.
—¿La amas? ¿La amas más de lo que me amaste a mí? —se quiso acercar pero me hice a un lado.
A ti nunca te amé.
—Lo que yo sentía por ti no era amor, solo una obsesión y lo sabes. Siempre me quisiste tener a tu lado para hacer de mí lo que quisieras, eso no era amor.
—Vamos, Caden —de nuevo intentó poner sus manos sobre mí pero de nuevo me aparté —. Sabes que era amor.
—No, no lo era, Heike —me di la vuelta para salir del cementerio o lo poco que quedaba de él.
—¿Podemos hablar? —venía detrás.
—¿De qué quieres hablar? No hay nada que nos una, pensé que no hablarte ni buscarte era más que suficiente para entender que no te amo, que te he dejado atrás y que ya no me importa nada que tenga que ver contigo —espeté.
—Hablar de lo que sea, al menos quiero revivir los buenos momentos que tuvimos juntos —me reí de manera burlona.
—No tuvimos bellos momentos —sacudí la cabeza y regresé a la mansión. Ahora me arrepentía de haber salido y poner un pie fuera, estuve evadiendo a Heike y olvidaba que era persistente y necia.
—Sabes que sí, yo te amaba, Caden. Te amaba mucho —me detuve y me giré hacia ella.
—No te hagas esto, por favor. Nada va a pasar entre tú y yo, la amo a ella. La amo desde hace años y nada va a cambiar eso, ni tú ni nadie.
Sus ojos se pusieron llorosos.
—Caden —musitó pero no dejé que hablara, tenía que dejar las cosas en claro con Heike.
—No, Heike. Entiende que la amo, la amo demasiado y no veo mi vida sin ella, la necesito tanto.
—No me voy a dar por vencida.
—Ni lo intentes —me di la vuelta para seguir mi camino e ignoré que venía detrás de mí. Al llegar a la propiedad me detuve, sentí un rico escalofrío que me recorrió la piel y corrí tan rápido que en menos de un parpadeo ya había cruzado la casa y estaba en el patio principal de la casa.
—Pequeña bruja —ahí estaba ella y a su lado se encontraba Lucifer e Eamon, a ellos los ignoré por completo y me centré en ella, en su hermosa presencia.
—¡Caden! —gritó corrió hacia mí, se me echó a los brazos y se impulsó para abrazar mi cintura con sus piernas. Devoró mi boca con desespero y hambre, ella tomó la iniciativa y cogí su delgada cintura con mis manos.
Su lengua se deslizaba de un extremo al otro de mis labios, mordía y lamía con desespero.
—Te extrañé —murmuró sobre mis labios, acunando mis mejillas entre sus delgadas manos.
—Y yo te he extrañado a ti, demonio —una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios. Dejó suaves caricias en mis mejillas mientras que la sostenía con cuidado para que no cayera. De un momento a otro su mirada azul dejó de mirarme y se centró en la figura detrás de mí.
Oh no. No, no, no. Demonios.
—¿Quién es ella?
Mierda.
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