Capítulo 22 🗡️
Bryony
El viento me golpeaba las mejillas, las cuales me ardían, cada roce lo sentía como dagas que me cortaban la piel y dejaban a flor de piel mi carne. El pecho subía y bajaba, la garganta seca, el cabello enmarañado, los pies bien hundidos en la tierra bajo de mí.
Las copas de los frondosos árboles se movían con el impetuoso viento que soplaba en ese momento. La tierra vibraba, el sol apenas podía calentar mi cuerpo pero sentía el fuego correr por mis venas y estancarse en mis manos. Los ojos me ardían y estaba segura eran de un color negro, cómo aquella oscuridad que se cernía sobre mí y me quería arrastrar.
—Te dije que no iba a tener compasión por ti —Lucifer levitaba a unos metros alejado de mí, con los brazos cruzados sobre su pecho y el rostro imperturbable.
—No quiero que la tengas.
No te temo, Luci.
Me pasé la lengua por el labio que me ardía. Lucifer me había dado un buen golpe que me dejó en el suelo y no suficiente con dejarme de rodillas me dio una patada en las costillas que provocó que todo el oxígeno que aún tenía en los pulmones saliera expulsado en un jadeo de dolor. No tenía piedad porque yo fuera mujer, mucho menos que fuera la hija de su hermano. Me lo dijo y me lo advirtió: no iba a tener compasión por mí. Ahora estaba sufriendo las consecuencias.
Debí creerle y no pensar que se iba a apiadar de mi.
—Tienes que sacar todo tu potencial —espetó —. Eres débil, te guardas todo el poder y no entiendo por qué. ¿Crees que Belial hizo lo que hizo solo porque sí? No, lo hizo para que sacaras toda la maldad que yace dentro de ti. Lo disfrutó, Bryony, disfrutó matar a tu madre y sacar su corazón.
No hables de ella.
—Basta —le pedí pero hizo caso omiso a mis palabras y continuo hablando con desprecio.
—Disfrutó ver tu rostro lleno de tristeza. Disfrutó tanto matar que lo hará de nuevo, te va a dejar sin nada, sin nadie y cuando estés sola se va a aprovechar de ello para hacer contigo lo que se le venga en gana.
—¡Ya basta! —rugí llena de dolor e impotencia.
—¿Quieres eso? Que Belial mate a cada una de las personas que te importan, eso quieres. Lo único que yo veo aquí es a una patética niña que finge ser lo que no es.
Maldito hijo de Dios.
Sentí el poder recorrer mis venas, era fuerte, oscuro y letal. Quería salir, quería terminar con todo lo que tenía a mi paso y dejar solo una tierra árida en la que no pudiera crecer nada más.
—¡Eres patética, Bryony Doomster! ¡Nunca vas a poder derrotar a tu padre, nunca!
—¡Basta! —me llevé las manos a la cabeza y el cielo rugió cómo si hubiera estado conteniendo su furia durante décadas. Nubes negras cubrieron el azul de aquella tarde y varios relámpagos cruzaban el cielo seguido de feroces truenos que sacudían el suelo.
El dolor, la rabia y la impotencia salieron disparados de mí en forma de letales espinas que se incrustaron en los troncos de los árboles, la espesura de la oscuridad se arremolinaba a mi alrededor en un humo tan oscuro que apenas me dejaba ver lo que había frente a mí. Todo era oscuro y rojo a la vez. El dolor crepitaba por mis huesos y mi carne. Me llevé las manos al pecho donde sentía un gran vacío, lágrimas ácidas me recorrían las mejillas y caían al suelo muerto donde se convertían en vapor.
—Déjalo salir, Bryony, tiene que salir.
—¡¡Basta!! —rogué por un poco de compasión cuando a mi cabeza llegaron de golpe cada una de las imágenes de aquella trágica noche. Mi madre atada a esa sofá sin poder mover ni un dedo, el dolor que la estaba matando por dentro, Belial con esa sonrisa de suficiencia en el rostro, su sonrisa en el momento que le sacó el corazón y su voz llena de placer al verme rota y acabada —. ¡Basta por favor!
Golpeé el suelo con mis puños y debajo de mí se formaron grietas que terminaron por abrir el suelo. Todo se movía, el viento no dejaba de soplar fuerte, el cielo rugía y Lucifer me miraba más orgulloso que minutos atrás.
—Eres un desconsiderado —levitaba cómo él lo estaba haciendo y creo aquello le sorprendió en demasía porque sus claros luceros se abrieron más de la cuenta —. Usas a mi madre para sacar mi potencial.
—Y no me arrepiento —se puso en posición de ataque cuando dos bolas de energía fueron disparadas a él a gran velocidad y una de ellas le rozó el brazo pero no lo hizo caer. Contraatacó con fuego, el cual pasó a mi lado. La energía oscura brotaba de mis manos cómo si estas fueran un manantial de poder absoluto que podía matar a quien sea.
—Al final de todo eres un demonio —espeté.
—Tú también lo eres —atacó arrojando una especie de lanza hecha de luz, lanzó dos más, tres más que pude esquivar a la perfección pero la cuarta dio en su lugar, justo en medio de mi pecho. Solo pude ver a Lucifer frente a mí mientras perdía toda mi fuerza y caía al suelo en un golpe seco que me sacudió por dentro.
—¡Bryony! —a lo lejos escuché la voz de Eamon. Llevé mis manos a mi pecho y sentía la sangre mojar mis ropas, estaba tibia y espesa, miré mis dedos manchados ahora por mi propia sangre y dejé caer mi cabeza en el suelo.
Eamon llegó a mi lado para auxiliarme y detrás de él lo hizo Lucifer, que lucía tan despreocupado que hasta daba miedo.
—¿No crees que fuiste demasiado lejos? —le cuestionó metiendo su mano bajo mi cabeza y apretando la herida que no dejaba de sangrar.
—Esto no es nada, Eamon, no es nada con lo que Belial puede hacer —me miró tirada en el suelo pero no se compadeció por mí. Solo empezó a andar hacia la cabaña, dejándome ahí cómo si fuera un desecho.
—Vas a estar bien —Eamon me cargó en sus brazos —. Vas a estar bien —repitió llevándome hacia la cabaña. Subió las escaleras conmigo en sus brazos y me dejó en la cama con cuidado.
—No hace falta que hagas algo —Lucifer apareció bajo el umbral de la puerta —. Ella no puede morir tan fácil.
—La herida no deja de sangrar —Eamon lo miró preocupado.
—Déjala que descanse, ya se le pasará.
—¿Ya se le pasará? Esto no es un simple resfriado, tiene un agujero en el pecho —espetó y se puso de pie.
—Deja que descanse —insistió el rey del infierno y se hizo a un lado, invitando a Eamon para que saliera de la habitación.
La mirada que me dio Eamon fue de tristeza y pena, pero no podía hacer más por mí, solo obedecer lo que Lucifer decía. Abandonó la habitación, cabizbajo y la puerta se cerró. Sentía los párpados pesados, el dolor que me recorría era soportable pero el pecho me ardía. No quería cerrar los ojos, no quería sumirme en esta especie de sueño que me estaba consumiendo, pero al final lo hice, cerré los ojos ante la incertidumbre de que sería de mí si me dejaba dominar por el sueño y me perdí en mi propia mente que a veces me podía jugar ml.
Me encontraba en la cabaña, en medio del pasillo que llevaba a las habitaciones, afuera se escuchaba el canto de las aves, el sol brillaba en su máximo esplendor y la brisa de la tarde se colaba por la ventana abierta. Miré a mi alrededor, esta era la cabaña pero a la vez sentía que no lo era, había algo raro aquí y no entendía qué era.
Empecé a caminar hacia la puerta de mi habitación y empujé la madera, al ver dentro de esta me llevé una grata pero nada esperada sorpresa.
—¿Caden? —el sexy y tentador demonio estaba acostado en la cama, con las piernas estiradas, la espalda apoyada del respaldo de madera y sostenía un libro entre sus manos.
—Hola, pequeña bruja —bajó el libro dejando ver su enigmática mirada, aquella que me hipnotizó desde el primer momento que la vi.
—Estoy aquí —dejó el libro y palmeó al lado de él para que me acercara —. Ven conmigo.
No dudé en hacer lo que me pidió y me acerqué hasta estar a su lado. En un movimiento lo tenía arriba de mi cubriendo su cuerpo con el mío, su intensa mirada azul estaba fija en mis labios.
—Te he extrañado cómo un loco —sus luceros subieron por mis labios hasta llegar a mis ojos.
—Yo también te he extrañado —una opresión se formó en mi pecho, algo que me decía que esto no estaba bien y que tenía que huir de una vez por todas o sería demasiado tarde para mí.
—¿Qué pasa, Bryony?—su voz se distorsionó al final al decir mi nombre —. ¿Todo bien? —enarqué una ceja.
—Tú no eres él —lo empujé pero este no cedió, parecía estar anclado a la cama de tal manera que no se movió ni un ápice —. ¡Lárgate!
El rostro de Caden se descompuso y al final Al era quien estaba arriba de mí. Tan sádico y lleno de maldad cómo era él en realidad.
—¡Largo! —grité tan fuerte que se tuvo que cubrir las orejas ante el sonido desgarrador.
Bajó de la cama pero se empezó a erguir ignorando la presión que ejercía en su cabeza, quería que explotara cómo lo hacen las sandías cuando las rodeas con muchas ligas y la presión es tanta que terminan estallando en miles de pedazos.
—No sabes con quien te has metido —farfulló a la vez que ponía una rodilla en el suelo. El dolor le comía cada parte de su ser pero el muy imbécil no se daba por vencido.
—No —lo corregí —. Él que no sabe con quien se ha metido eres tú —se puso de pie rápidamente sin permitirme hacer nada, estrellando mi cuerpo contra la pared y mi espalda dolió por el impacto.
Subió sus manos a mi cuello y empezó a apretar sin compasión alguna.
—Te voy a matar —murmuraba cerca de mis labios —. Te voy a matar de una manera lenta y dolorosa, seré tan cruel que querrás terminar con tu vida tú misma.
—No te tengo miedo —su cuerpo se apretaba al mío y no me dejaba mover libremente. Tenía mis manos encima de las suyas con la intención de apartarlas de mí.
De pronto una daga dorada apareció en su mano, estaba usando magia, el muy maldito ahora tenía magia y aquello me jodía. Abrí los ojos con sorpresa al ver el arma en su mano y se regocijó en el miedo que se extendía por cada centímetro de mi piel.
Hijo de puta.
—Ahora sí tienes miedo —se pasó la lengua por los labios. Sentí tanto asco de verle hacer esto que mis defensas cayeron cómo una torre de naipes.
En un parpadeo acercó tanto la navaja a mi cuello que una gota de sudor rodó por mi sien y se deslizó por mi mejilla.
—Basta, ¡basta!
Abrí los ojos de golpe y mis ojos enfocaron el techo arriba de mí. Parpadeé un par de veces y miré a mi lado derecho, la puerta estaba cerrada. Solté un suspiro y me incorporé sentándome en la orilla del colchón.
Me puse de pie y me acerqué a la puerta. Abrí esta y salí al pasillo que llevaba a las escaleras. Miré mis ropas dándome cuenta que en medio del pecho tenía sangre seca y un agujero en la blusa. No pude esquivar el golpe que me dio Lucifer, me sentía patética.
Al llegar a la cocina Lucifer e Eamon estaban en la mesa cenando, el sol ya se había metido por completo y la luna se cernía sobre el manto cubierto por estrellas iluminando todo a su paso. Los dos miraron en mi dirección y sonrieron, Eamon jaló la silla que estaba a su lado para que me sentara a cenar.
—¿Cómo estás? —preguntó Lucifer poniendo un plato con comida frente a mí —. ¿Bien? ¿Mal?
Tonto, arrogante.
—Confundida —cogí el cubierto para picar la verdura y llevarla a mi boca.
—El ataque fue certero y no te mató, esa era la idea —levanté la mirada hacia Lucifer.
¿En serio?
—Menos mal que no me querías matar, imaginate si así lo quisieras —ironicé y él se rio.
—Yo no te quiero muerta pero Belial no va a dudar en hacerlo cuando tenga la oportunidad. Pero tú tienes algo que él no tiene —me señaló —. Las armas que te dio mi querido hermano menor —asentí.
—¿Quién le dio qué? —preguntó Eamon confundido, intercalando la mirada entre Lucifer y yo.
—Haniel le dio armas hechas por ellos para poder acabar con Belial y su ejército de demonios —cortó un pedazo de carne, lo admiró y se lo llevó a la boca —. Me gustaría llevarte a las montañas.
¿Perdón? ¿A las qué?
—¿Qué? —preguntó Eamon, con los ojos bien abiertos —. No la puedes llevar a ese lugar, es peligroso y hay monstruos. Que por cierto tú creaste —le recordó.
—¿Qué tan malo es ir a las montañas? —pregunté mirándolos.
—Muy malo, si aprecias tu vida no vayas a ese lugar —dijo Eamon.
—No es tan malo —la mirada que le echó Eamon a Lucifer fue de: "¿En serio? ¿Estás hablando enserio?" —. Bueno sí es malo, pero irás conmigo y estarás segura.
—¿Pero que hay ahí? —sentía mucha curiosidad por saber que había en las montañas.
—Lobos, lobos más grandes que un humano, demonios creados por Lucifer, criaturas extrañas y malvadas —comentó Eamon.
—Si tú vas conmigo sí voy —lo señalé y sonrió feliz.
—Claro que voy —se apresuró a decir Eamon.
—¿No dijiste que es peligroso ir ahí? —le preguntó Lucifer con una sonrisa burlona.
—¿Yo dije eso? —asintió —. No lo recuerdo.
—En fin —dijo el rey del infierno —. Podemos salir a caminar esta noche, si así lo quieres.
Asentí feliz porque lo que más me apetecía ahora mismo era caminar un rato y despejar mi mente. El entrenamiento había sido duro y desgastante, nunca pensé que Lucifer tuviera esos poderes y tal fuerza, si Belial era así de fuerte cómo él yo estaba muerta entonces.
—Encantada —le sonreí y me dispuse a comer a su lado.
Lucifer era un poco serio, casi no hablaba de él, lo único que escuchaba a mi lado era a Eamon que no dejaba de parlotear y hablar, decir cosas de este mundo y los monstruos que habían por todos lados. Al terminar de comer le ayudé a Eamon a lavar los platos que usamos y subí a mi habitación para darme un baño y así quitar el lodo y sangre seca que tenía en la ropa. Al mirar mi pecho me di cuenta que no tenía ni un rasguño, pensé que me iba a quedar alguna cicatriz después de que Lucifer me lanzara esa cosa, estaba segura que iba a morir pero no fue así.
Al terminar de ponerme la ropa y bajar las escaleras Lucifer esperaba con la puerta abierta bajo el umbral de esta.
—¿Vamos? —me acomodé la chaqueta que llevaba encima y asintió saliendo por completo y esperando a un lado.
—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? —cerró la puerta detrás de mí y empezamos a caminar sin rumbo fijo por los extensos terrenos de la cabaña.
—Bien, me siento mejor. Gracias por preguntar.
—Lamento lo que pasó pero tienes que darte cuenta que él no va a tener piedad por ti —asentí porque tenía razón —. Él no va a dudar en matarte así le cueste trabajo hacerlo. No va a dudar en matar a todas las personas que quieres y va a empezar por Caden.
Escucharlo decir el nombre de Caden me puso alerta, mi corazón empezó a bombear sangre por todo mi cuerpo y mis nervios se dispararon hasta el cielo.
—No, no voy a dejar que haga eso —negué. Pensé en Thea, ella ahora estaba embarazada y no la iba a poner en peligro, no me iba a perdonar si algo le pasaba —. Haré lo que sea para salvarlos a todos.
Es lo único que puedo hacer por ellos, protegerlos.
—Tendrás que matarlo, Bryony —me miró con una ceja alzada —. ¿Estás dispuesta a hacerlo?
—No dudaré en matar con tal de librarme de él.
—Eso quería escuchar —sonrió y ambos seguimos caminando.
El lugar era realmente hermoso, la luna brillaba en todo su esplendor y las estrellas le hacían compañía en el cielo. A lo lejos podía ver a los alces de gran tamaño con sus enormes cuernos y hermoso pelaje. Luciérnagas volaban a nuestro alrededor, las aves se quedaban en las copas de los árboles, las copas de estos se movían de un lado al otro por la ligera brisa de la noche.
—Espera —Lucifer levantó su mano a la altura de mi pecho y me detuve de golpe a su lado —. Un paso atrás.
Dimos un paso atrás y en ese momento un agujero se abrió frente a nosotros, de este salió un hombre. Al vernos soltó un sonoro suspiro, intercaló las miradas entre Lucifer y yo, después regresó la mirada a mí.
—Leviathan —Lucifer bajó su brazo y de nueva cuenta metió la mano dentro del bolsillo de su abrigo —. ¿Qué haces aquí?
El tal Leviathan dudó en hablar pero al ver que yo no me iba lo hizo a fin de cuentas.
—No sé si estoy loco pero Belial trama algo —Lucifer frunció el ceño.
—¿Cómo que trama algo? ¿A qué te refieres? —Leviathan se pasó una mano por su cabello bien peinado.
—Anda merodeando los alrededores del abismo y sé que está tramando algo malo. Lo sé, Luci, no me preguntes cómo pero sé cuando ese hijo de Dios trama algo.
¿Luci?
—¿Hijo de Dios? —pregunté.
¿Acaso este es un insulto entre los demonios? Yo creo que sí.
—¿Lo has visto cerca del abismo? —Leviathan asintió de mala gana para la mala suerte de Lucifer quien resopló ante su respuesta —. Maldita sea.
—Lo sé, lo sé. No quiero ser pesimista pero creo que está construyendo algo malo, algo oscuro —su voz se escuchó tétrica cuando dijo esto último.
—¿Te gustaría ir al infierno? —me preguntó. Tuve que parpadear un par de veces —. Sí, tú.
—Cl-claro —no estaba segura de ir a ese lugar.
Lucifer no dudó en abrir de nuevo un portal y la escena dentro era oscura, todo se veía gris y frío.
¿Dónde me vine a meter?
—Adelante —señaló el portal que había abierto y me dejó pasar a mí primero. Di un paso dentro y de inmediato el frío me caló los huesos y las mejillas.
Los copos de nieve me acariciaban el rostro y precisamente uno quedó en la punta de mi nariz. Entré por completo y lo que vi me dejó con la boca y los ojos abiertos de par en par. El lugar era escabroso, con montañas tan altas que no se lograba ver la punta de estas porque las nubes las cubrían, la nieve se agolpaba en las rocas alrededor y el viento soplaba con fuerza tanto que me quemaba la piel y me hacía tiritar de frío en mi lugar.
Detrás de mí entró Leviathan y después de él entró Lucifer quien cerró el portal.
—Bienvenida al abismo —dijo Lucifer. Cuando se giró lo hice yo con él llevándome la gran sorpresa que ahí había una montaña y una enorme puerta con varios sellos.
—Maldito frío del infierno —se quejó Leviathan haciendo aparecer un gran abrigo que cubría su cuerpo de pies a cabeza.
—¿Qué es el abismo? —pregunté y Lucifer, al ver que estaba temblando de frío apareció un abrigo para mí también, este tenía gorro y no dudé en cubrirme las orejas y el cabello al que le habían caído copos de nieve.
—Que te lo diga Luci ya que él fue quien lo creó —Leviathan apunto a su hermano y este miró la puerta cómo si detrás de esta hubiera algo que a él le importaba demasiado.
—El abismo es un lugar sin principio ni fin. Una prisión donde no hay nada, no hay nadie, es un infierno personal. Aquí vienen a dar los demonios que no tienen salvación y que solo quieren destrucción. Aquí está Caine —pasó saliva con dificultad y juro que al final su voz se quebró un poco.
Parece que ese tal Caine es peor de lo que se dice.
—¿Tu hijo está aquí? —asintió con pena.
—En el abismo cada uno está en su infierno, no es cómo en los nueve círculos, esta es una condena más cruel y despiadada.
—¿Cuánto tiempo ha estado Caine ahí? —pregunté.
—Milenios.
—Por eso nunca debes hacer enojar a un demonio —sugirió Leviathan —. Puedes terminar ahí y te aseguro que no vas a querer eso —ahora yo pasé saliva.
Gracias por la advertencia.
—Anotado —de nuevo miré la puerta que tenía muchos sellos. Me acerqué a esta y puse mi mano, fue cómo si algo dentro me llamara a hacerlo.
Nada más al poner mi mano encima de la puerta sentí un gran dolor que me quemaba la cabeza. Era una fuerza poderosa, algo que me llamaba, me pedía y suplicaba. Había muchas voces en mi cabeza pero una sobresalía entre todas ellas.
—¿Caine? —al decir esto un pitido se incrustó en mi cerebro y caí al suelo gritando de dolor —. ¡Basta! ¡Basta! —me llevé las manos a la cabeza mientras aquel estridente sonido me quemaba el cerebro.
—¿¡Qué pasa!? —gritó Levithan preocupado y Lucifer se hincó a mi lado.
—Dile que pare —le supliqué a Lucifer cogiendo el cuello de su abrigo —. Por favor —una lágrima de dolor me recorrió la mejilla y de nuevo me llevé las manos a las orejas. El cuerpo me dolía y sentía que los huesos se me rompían por dentro.
—¡Tienes que hacer algo! —le gritó Leviathan.
No me esperé lo que hizo pero cuando sus brazos rodearon mi delgado cuerpo el dolor empezó a irse poco a poco. Él estaba absorbiendo todo el dolor que estaba sintiendo en ese momento. Las lágrimas dejaron de caer por mis mejillas y ya no sentía que el cerebro se me estaba achicharrando. Sentí un hilo de sangre en la nariz y me pasé el puño del abrigo para borrar cada rastro de sangre.
—¿Qué pasa? —preguntó Leviathan, se veía preocupado.
—No sé pero fue raro —Lucifer me empezó a soltar de a poco —. ¿Estás bien? —puso sus manos en mis hombros y me miraba con ternura, ahora más que nunca deseaba que él fuera mi padre.
¿Por qué la vida es así de cruel?
¿Por qué no puedo tener un padre como él?
—Fue Caine —al decir este nombre los dos me miraron de una manera extraña casi cómo si estuviera loca —. No estoy loca —fruncí el ceño.
—Nadie ha dicho nada —comentó Leviathan.
—No, pero me miran cómo si lo estuviera y no lo estoy. Lo escuché, lo escuché dentro de mi cabeza. Es sádico, enfermo y cruel —pasé saliva.
—¿Qué te dijo? —Lucifer se puso de pie y me ayudó a ponerme de pie también.
—Que algún día va a salir y veremos lo peor de él.
Leviathan y Lucifer se miraron, ni uno de los dos creía en lo que estaba diciendo, pensaban que había inventado todo esto.
—No estoy loca, no lo estoy —repetí.
—Caine no puede salir —dijo Lucifer, tan seguro de sus palabras pero con un deje de preocupación en esta —. Nadie lo puede sacar más que yo porque fui yo quien lo metió ahí.
—Y eso es lo que Belial quiere, sacarlo de ahí —dijo Leviathan —. Porque Caine es un demonio poderoso y quien más que él para ser su aliado. Esto es lo que trama, sacar a tu hijo para hacerse aliados.
—No, eso no puede ser...
Maldita sea, maldita sea.
—Tú dijiste que Belial es capaz de hacer lo que sea para conseguir lo que quiere y quien mejor que Caine, es poderoso, está lleno de rencor, odio y puede destruir todo lo que se le ponga enfrente.
Tenía sentido que Belial se hiciera de aliados poderosos, pero hasta para él esto era caer muy bajo.
—Vamos a otro lugar —miré el lugar por última vez. Fue raro sentir eso, porque lo tuve en mi cabeza por unos segundos. Caine era más poderoso de lo que me imaginé y sabía de mí, sabía de mi existencia y eso no era bueno.
Regresamos a la cabaña, donde Eamon esperaba impaciente, no tenía idea de lo que había pasado tan solo minutos atrás.
Ahora no solo me tenía que preocupar por Belial o Al, también por Caine, que estaba lleno de odio, dolor, rabia y coraje, lo único que quería era venganza y esa la iba a obtener a cómo diera lugar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro