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Capítulo 19 🗡️

Caden

Sentía que algo no iba bien con ella, la manera en la que actuaba y evitaba mirarme me decían que ocultaba algo, ¿pero qué? ¿Qué era eso tan importante y aterrador que no me quería decir? Lo que fuera lo iba a terminar sabiendo, tarde o temprano iba a saber qué era eso que no quería que supiera. Bryony no podía huir de mí, menos ocultarme la verdad. Lo que teníamos era mucho más grande y fuerte que cualquier cosa, el lazo que nos unía era irrompible.

La amaba, claro que la amaba, tanto o más que mi propia vida que no era nada sin ella y su amor.

Salimos del hotel pasado el mediodía, era mejor ir todos juntos a ese lugar ya que no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar dentro, podía ser una iglesia pero era custodiada por los cazadores y ellos sí eran peligrosos.

Fuimos cuidadosos de no levantar ningún tipo de sospechas pero éramos seis jóvenes de veinte años que entraban a una iglesia nada más porque sí, aquello era extraño. El lugar era hermoso tanto por fuera cómo por dentro, demasiado grande para ser solo una simple iglesia, ya sabíamos que era usada para guardar reliquias cómo esa daga que perteneció a Lucifer.

¿Para qué querían esa daga?

—¿No sientes que se están quemando por dentro? —preguntó Camille —. Por que yo sí —miró a ambos lados y sus ojos se centraron en las imágenes que había detrás del altar —. De prisa, quiero salir de este lugar cuanto antes —se estremeció y empezó a caminar hacia el altar.

—¿Y dónde está la entrada? —preguntó Curtis quien parecía más tranquilo que los demás.

Claro, él no era un demonio, no sentía este cosquilleo en la piel.

—Detrás del altar —informó Bryony y la seguimos de cerca. Había una pequeña entrada, cruzamos el umbral y nos dimos cuenta que había un pequeño pasillo que llevaba a una puerta dorada —. Es ahí.

Señaló Bryony al frente y la seguimos, usando sus poderes la abrió ya que estaba cerrada por dentro. Esta cedió de inmediato y entramos uno a uno ya que la puerta era baja y estrecha. Bryony, Morgan y yo iluminamos el camino usando fuego que salía de nuestras manos. Era un largo pasillo, se sentía húmedo y frío.

—¿Falta mucho? —preguntó Camille.

—Ya casi llegamos —informó Bryony.

Había antorchas iluminando las paredes de color gris y a cada lado había unas cuantas puertas.

—El picaporte es de color dorado —comentó. Iba delante de nosotros porque era la única que sabía donde estaba aquella daga, la famosa daga que iba a poder matar a Belial de una vez por todas.

Seguimos avanzando y nos detuvimos cuando ella se detuvo de golpe.

—Es aquí —se acercó a la puerta, cogió el picaporte y empujó, esta cedió y entró.

El lugar era pequeño y no había nada solo una cruz de madera, Bryony se acercó a ella y la despegó de la pared, de nuevo usó sus poderes para quitar un ladrillo y metió la mano en el agujero. Puso el ladrillo en su lugar y la cruz.

—Es esta —la daga estaba envuelta en un pedazo de tela de color café, se veía vieja y desgastada por el paso de los años. Hizo a un lado la tela y pudimos ver la famosa daga que le pertenecía a Lucifer, la empuñadura eran dos serpientes enlazadas y la funda de color café con dorado y la cruz satánica en medio.

—Es hermosa —musitó Curtis. Tenía razón, era realmente hermosa.

—Con ella vamos a matar a Belial —los luceros de Bryony se iluminaron al decir estas palabras.

—Vámonos de aquí —insistió Camille.

Le hicimos caso y todos salimos de este lugar. Ella tenía razón en querer salir de este lugar, algo no iba bien, todo era demasiado perfecto. Salimos del pasillo y llegamos al altar, que gran sorpresa nos llevamos al ver a unos quince cazadores dentro de la iglesia.

—Les dije que algo no iba bien —resopló Camille.

—Ustedes van a darme esa daga —Bryony apretó las correas de la mochila —. Y no voy a aceptar un no cómo respuesta.

El hombre del bar sacó de su espalda una espada y con ella nos señaló.

—Esta daga no es tuya, le pertenece a Lucifer y ustedes se la robaron —masculló Bryony.

—¿Tú qué eres? —la miró de arriba abajo con la espada en alto —. Demonio, bruja...Una rara combinación —se rio y los cazadores detrás de él lo hicieron también —. Tu cabeza se vería muy bien en la oficina de mi club.

Bryony sonrió y sus ojos se volvieron negros al instante.

—Atrévete a poner una de tus sucias manos encima y te las voy a quemar —levantó sus manos dejando ver el fuego que corría por sus venas. Morgan y yo hicimos lo mismo.

—Brujas, demonios, vampiros y hombre lobo —se jactó de sus palabras —. Hoy será un gran día —sus ojos se iluminaron de blanco, sus hombres y mujeres se prepararon sacando sus armas para atacar. La primera en avanzar y soltar el primer golpe fue Bryony, arrojó dos bolas de fuego que echaron a volar por los aires a dos hombres, se estrellaron contra la pared y cayeron al suelo, muertos.

Thea, Curtis, Morgan, Camille y yo atacamos con todo lo que teníamos. Una mujer se acercó a mí con la intención de atacarme con una espada pero fui más rápido y fui detrás de ella para romper su cuello de una mordida. Curtis se transformó en un lobo y despedazó a dos cazadores, arrancándoles la cabeza. Se pasó la lengua por los filosos y letales colmillos. Camille no tuvo piedad, rompió brazos, cuellos y huesos, mordía y atacaba cómo la fiera que era. Thea usaba sus poderes para paralizar mientras Curtis les rompía el cuello.

—¡Te voy a matar! —gritó el hombre del bar, que se acercaba peligrosamente a Bryony pero antes de que llegara a ella lo intercepté y rompí sus piernas, mi brujita se acercó y puso sus manos en su cabeza. No le rompió el cuello, se dio el lujo de succionar su alma mientras el sujeto se quejaba de dolor. Miraba la escena sorprendido, estupefacto en mi lugar.

—Idiota —se agasajó mientras lo estaba dejando sin carne y quedaba solo un saco de huesos. Lo soltó y cayó al suelo en un golpe seco.

No le bastó con lo que hizo porque fue por dos cazadores más que atrajo a ella y los cogió por el cuello succionando su alma también. Detrás los demás mataban y se defendían pero a mí solo me importaba lo que estaba pasando con ella, estaba haciendo lo mismo que hizo conmigo la noche anterior.

—¡Bryony! —se giró para verme. Sus ojos eran dos pozos oscuros donde no había nada bueno, solo maldad, hambre y una infinita sed de saciar sus instintos.

—¿Caden? —parpadeó y sus luceros regresaron a ser los mismos de antes, ahora estaba confundida. Miró a sus pies y dio un paso atrás al ver lo que había hecho.

—¿Eso fue todo? —Camille se puso a mi lado —. Esperaba mucho más —con el pulgar se quitó una gota de sangre que tenía en la comisura derecha.

—Tenemos que salir de aquí —miré a mi alrededor y ahora todos los cazadores estaban muertos —. Esto fue una masacre.

—Bryony, ¿qué hiciste? —preguntó Thea viendo los cadáveres que parecían momificados.

—No...no sé —pude notar el hilo en su voz.

—Tenemos que dejar Rumania cuanto antes —esquivé los cuerpos y fui hacia ella, rodeando sus hombros con mi brazo —. Vamos.

—¿Lo hice? ¿Yo hice eso? —giró la cabeza para ver lo que había hecho pero no la dejé.

—No veas —salimos de la iglesia y fuimos directamente al hotel. Subimos en silencio hasta la habitación —. Nos vamos en diez minutos —les informé y todos asintieron.

Entramos a la habitación y dejó la mochila encima de la cama.

—Necesito que hagas algo por mí —me acerqué y cogió mis manos.

—Haré lo que sea —subió mis manos a su cabeza y las dejó en sus sienes.

—Quiero que borres todo lo que hice, por favor —suplicó con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Qué? —le pregunté estupefacto, sin poder creer lo que ella me estaba pidiendo —. No.

—Por favor, me tienes que borrar los recuerdos de lo que hice hoy, de lo que te hice a ti —suplicaba con lágrimas mojando sus mejillas —. Hazlo.

—No, no lo haré.

—¡Hazlo! —gritó tan alto y demandante que los vidrios de las ventanas resonaron y el suelo bajo mis pies se movió.

—Tienes que vivir con tus actos para no cometerlos una vez más.

—No podré vivir sabiendo lo que he hecho y solo tú puedes borrar los fragmentos que yo quiero. Nadie más puede hacerlo solo tú, ayúdame —suplicaba con ojos cristalinos.

—No puedo hacerlo, lo siento —soltó mis manos y pasó saliva —. Tienes que vivir con esto, no cometer el mismo error dos veces. No sé que pasa contigo pero podemos hacer algo para...—me detuvo antes de que dijera algo más.

—No podemos hacer nada, es mi naturaleza así cómo la tuya es beber sangre la mía es alimentarme de los pecados de los demás y succionar sus almas —fue hacia la ventana y se abrazó a sí misma.

—Lo vamos a resolver —la abracé por detrás pero negó.

Apoyó su cabeza en mi pecho y la abracé fuerte.

—No hay nada que hacer —suspiró —. Solo resignarme —dejé un beso en su mejilla.

—Lo siento.

—No te preocupes, vamos a salir de esto —sonrió y juntos miramos por la ventana. Este era nuestro último día en Rumania y casi todo había salido mal, pero teníamos aquella daga con nosotros, eso era bueno.

Salimos de ese hotel sin ninguna complicación, llegamos al aeropuerto y menos mal que había boletos disponibles para regresar a casa. Este viaje no fue del todo malo pero descubrí que Bryony ocultaba algo y ahora sabía qué era eso que guardaba con recelo.

¿Soy un monstruo? —preguntó mirando por la ventana.

—No lo eres —cogí su mano y ella volteó a verme —. No eres un monstruo, pequeño demonio. Eres la chica más hermosa e inteligente que yo haya conocido en toda mi vida.

—Tu vida de doscientos años —asentí y subí su mano para dejar besos en su dorso.

—La que ha estado vacía porque le faltabas tú —sonrió ante mis palabras —. Contigo todo es mejor.

—Te amo —soltó sin más —. Te amo y no quiero que dudes de mi amor nunca, ¿entiendes? Nunca dudes de que te amo.

—Yo también te amo.

Casi siempre era yo quien decía primero te amo, pero ahora era ella quien me lo estaba diciendo a mí y no sabía si debía preocuparme o no pero que me dijera te amo.

Bryony

Llegamos a Bibury y ya era de noche, exactamente las nueve de la noche. Thea y Curtis se fueron a la casa de ella quien estaba preocupada por saber si estaba embarazada o no, todo el viaje se preguntaba si lo estaba y yo quería decirle que todo iba a estar bien pero la que no estaba bien era yo. Me había salido de control otra vez, pero esta vez sabía bien lo que hacía y quería matar, quería saciar este vacío que tenía en el pecho, esta vez no lo hice sin querer o porque mis poderes se salieron de control. Esta vez quise hacerlo y aquello me convertía en un monstruo cómo el demonio de Caden lo dijo más de una vez. Ese maldito tenía razón yo era un monstruo, un demonio que devoraba almas y se alimenta de pecados.

Al llegar pude sentir la imponente presencia de Lucifer, era avasalladora, oscura y maligna. Simplemente el rey del infierno y ese título no se lo podía quitar nadie, ni siquiera Belial.

Entramos a la casa mientras Caden arrastraba las maletas y las dejaba a un lado de las escaleras. Lucifer fue el primero en aparecer con esa imponente figura y presencia que estremecía a quien estuviera frente a él, hasta Caden se sentía intimidado por él, mi tío.

—¿Dónde está? —preguntó de inmediato y abrí mi bolso ante su atenta mirada. Parece que se había dado una ducha porque su cabello rubio estaba húmedo y olía muy bien.

Bastian, Morgan y Camille se unieron a nosotros, en ese momento supe que Bór y Oddur se habían ido cómo el primero me lo dijo, cumplió con su promesa y me alegré que haya sido así, las cosas pudieron salir mal y no quería eso. Ya era demasiado el odio que existía entre Caden y Bór cómo para avivar más la llama de ese odio.

Saqué la daga y quité la tela café que la cubría para dejarla ver ante los ojos curiosos de Lucifer, la cogió con sumo cuidado y pasó sus dedos con mucha delicadeza por encima de la empuñadura.

—Supongo que las serpientes son por ti, ¿verdad? —asintió levemente con la cabeza y sus ojos se iluminaron cuando pasó sus dedos por el símbolo de la cruz satánica.

—Son hermosas —apretó la daga entre sus manos —. Es tuya, te pertenece a ti porque serás tú quien lo mate, pero tengo que decirte algo. Belial tiene una daga parecida, cada uno de los siete príncipes del infierno tiene una.

—¿Y qué hace esa daga? —la mirada que me echó Lucifer me caló cada centímetro de la piel.

—Absorbe las almas, ya sea de un demonio, vampiro o bruja, cualquier ser sobrenatural —pase saliva y miré a Caden.

—No puede ser —me aparté de ellos y me acerqué a la ventana para mirar la oscura noche que se ceñía en cada centímetro de ese lugar.

—¿Por qué tienen esas dagas? ¿Quién fue el genio que se las dio? —ironizó Camille.

—Cada uno las hizo con alguna finalidad, la mía mata demonios de cualquier categoría.

—Por eso la hiciste —me giré sobre mis talones —. Porque tenías la ligera sospecha de que esto podía pasar. Porque nunca has confiado en tus hermanos —enarcó una ceja.

—No confío en nadie, pero menos en Belial, siempre ha sido así desde que era un arcángel.

—Que bien —Caden resopló —. Estamos metidos hasta el cuello en esta guerra y no sabemos que día va a llegar, así que somos cómo un ciego que va a la deriva sin un guía.

—La guerra se aproxima, Caden —lo miramos atento —. Y tienen que estar preparados para ella.

Su mirada se centró en mí y sé que estas últimas palabras las estaba diciendo por mí, para mí, porque esta noche era la noche. Él y yo habíamos quedado en algo y yo incumplí, yo no hice lo que tenía que hacer y ahora...

—Dame esta noche —le dije —. Por favor —le supliqué casi en un hilo, con la voz rota y las manos temblorosas.

Todas las miradas se centraron en mí y en Lucifer, quien negó con la cabeza.

—Tú y yo quedamos en algo, Bryony —negué con la cabeza —. Dijiste que podías controlarlo y no fue así...

—Por favor —me atreví a derramar un par de lágrimas que rodaron por mis mejillas y mis labios —. Solo te pido esta noche.

—Bryony, ¿qué está pasando? —preguntó Caden pero no tenía el valor de mirarlo a los ojos —. ¡¿Qué pasa?! —nos preguntó a ambos y yo era incapaz de responder esa simple pregunta.

—Bryony yo quedamos en que...—detuve a Lucifer antes de que proclamara algo más.

—Me dijo que tengo que saber como alimentarme sin tener que matar a nadie —murmuré mirándolo a los ojos. Bastian estaba detrás de él con una mano en su hombro —. Soy un demonio y así cómo tú te alimentas de sangre yo lo hago de los pecados y las almas de las personas. La primera noche que llegamos a Rumania maté a un hombre, fue cuando Haniel apareció y...

—¿Haniel estuvo ahí? —Lucifer me miró sorprendido.

—Sí, y nos dio armas para poder vencer a Belial y su legión de demonios —respondió Morgan.

—Dime más —insistió Caden.

—Ella no cumplió, me dijo que todo iba a estar bien pero no fue así. Tiene que ir conmigo —terminó Lucifer por mí.

Tenía la boca seca y no podía articular palabra alguna.

—No —Caden se rio de manera irónica, no podía creer lo que Lucifer dijo —. Eso no puede ser, ¿por qué no me dijiste nada? ¿Por qué? —me miraba a los ojos y estos los tenía llenos de lágrimas.

—Lo siento —murmuré llorando, con un vacío en el pecho.

—Me hubiera gustado que me lo dijeras tú y no enterarme de esta manera —su voz era baja y rota.

—No me odies —se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.

—Nunca podría odiarte, te amo y mi corazón no puede tener algún sentimiento negativo hacia ti —se acercó a mí —. Pero tienes que irte —con pena asentí con la cabeza —. ¿Cuánto tiempo?

—Serán algunos meses —respondió Lucifer por mí y es que yo no estaba segura de cuánto tiempo estaría lejos.

—¿Meses?

—Su poder es inestable todavía, es muy poderosa y tanto le hace daño. Tiene que controlar muchas cosas —Caden negó un poco y suspiró.

—Dame esta noche —le pedí a Lucifer —. Solo esta noche y mañana iré contigo a donde sea.

—Bryony —arrastró cada letra de mi nombre.

—Por favor, solo esta noche —lo miré y de mala gana asintió con la cabeza suspirando.

—Solo te doy esta noche y mañana estaré aquí a primera hora —me señaló.

—Mañana estaré lista para ir contigo —apretó la daga que tenía en sus manos y desapareció frente a nosotros.

—Yo creo que estorbamos aquí —dijo Camille —. Bastian.

De reojo vi cómo los tres subían las escaleras y nos dejaban solos en la sala.

—¿Qué quieres hacer esta noche? —puso sus manos en mis brazos.

—Podemos ir al bosque y tener sexo salvaje o podemos quedarnos en la casa y dormir juntos —respondí con una sonrisa lasciva en los labios.

—O podemos subir y tener sexo salvaje, también.

—Acepto —me mordí el labio y me atrapó entre sus brazos para levantarme del suelo y enredar mis piernas en sus caderas. Me abrazó tan fuerte que sentí mis huesos estrujarse por dentro. Me llevó escaleras arriba mientras nuestras bocas se devoraban, sus labios eran suaves y tersos, estaban húmedos y sabían rico.

—Me vuelves loco —apoyó mi espalda en la pared detrás de mí. Gemí cuando presionó su erección en mi intimidad y sentí su duro miembro rozar aquella zona delicada que ahora estaba húmeda y deseosa por tenerlo dentro una vez más.

—Soy tu perdición, vampirito y tú eres la mía —me llevó con él a su habitación y cerró la puerta, fue directamente a la cama y me dejó con cuidado sobre el colchón. Se agachó para quitarme las botas y escaló hasta llegar al botón de mi pantalón, se deshizo de este con cuidado y tiró de la tela hasta dejarme sin ropa en la parte de abajo. Se puso a horcajadas con sus piernas a mis costados y me quitó el abrigo junto con la blusa.

—Me gustan tus pechos —se lamió los labios —. Son hermosos —me incorporé y yo misma me deshice del sostén que cayó en el suelo de la habitación.

—Puedes apreciarlos todo lo que quieras —me recosté y bajó su mano hasta llegar a la goma de mis bragas las cuales no dudó en arrancar con un solo movimiento, dejándome desnuda ante sus encantadores luceros.

Se deslizó rozando su cuerpo contra el mío y rodeó mis tobillos con sus gruesos dedos, flexiona mis rodillas y se pierde en medio de mis piernas. Gimo en el momento que su lengua hace contacto con la punta de mi clítoris, mueve esta con suma delicadeza cómo si aquella zona fuera tan delicada que se pudiera romper con el mínimo roce. Sus dedos se resbalaron por mis labios y entraron lentamente en mí mientras con su lengua me torturaba a tal punto de apretar los cobertores con mis manos. Mi espalda se arqueó, mis piernas fallaban, mi boca estaba seca. Los movimientos de su lengua en mi intimidad eran lentos y tortuosos, pero era la más bonita totura que podía ejercer en mí. Entraba y salía con cuidado, movía sus dedos dentro de mí.

—Demonios —jadeé sintiendo el orgasmo a nada de llegar a mí, pero no me lo iba poner fácil, claro que no. Le gustaba hacerme sufrir de esta manera y verme suplicar era un fetiche suyo.

—Quiero que te corras, pero en mi pene —salió de mí, se puso de pie y se quitó de encima la ropa que traía puesta. Me deslicé hacia arriba mientras él quedaba encima de mí, abrió mis piernas sin cuidado y se enterró en mí sin piedad alguna. Estaba húmeda y deseosa por él —. Quiero que gimas mi nombre, Bryony —mi nombre fue expresado con una nota sensual y sexual —. Quiero que esta noche no la olvides nunca.

Cogió mis manos para llevarlas arriba de mi cabeza y apresarlas con la suya. Entraba y salía sin misericordia, me embestía con dureza y estrellaba su pelvis sin cautela. Se acercó para besar mis labios, metía su lengua y mordía mis labios hasta dejarlos sangrando e hinchados.

—Siempre me ha gustado el sabor de tu sangre —jadeó lamiendo sus labios y quitando todo rastro de mi sangre en estos —. Me gustaba desde antes de saber qué eres en realidad.

Sonreí ante sus palabras, siguió entrando y saliendo, seguía con esta tortura que quería culminara ya, me gustaba llegar al orgasmo en sus brazos, me gustaba la temperatura de su piel que ya no era fría, ahora era tibia. Me gustaba el color de sus ojos que a veces eran de un azul tan claro y otras más de un gris que me podía hipnotizar. Me gustaba el olor de su piel, olía a una mañana fresca cómo cuando te acabas de duchar y te sientes limpio, así olía su piel. Me gustaba su cabello lacio y negro, su manera de vestir, de hablar y de andar con esa seguridad que solo él portaba. Me gustaba todo de él y amaba cada gesto que hacía, hasta cuando gemía era adorable.

Cerramos los ojos cuando el orgasmo llegó a ambos, fue devastador, cómo un tornado que arrasa con todo lo que tiene a su paso, se lleva casas y construcciones desde los cimientos, así era cada orgasmo que él me hacía sentir, se llevaba todo de mí y me dejaba suspendida en algún lugar entre la tierra y el cielo. Al abrir los ojos Caden seguía arriba de mí, su cabello caía en su frente y sus hombros temblaban al igual que todo su cuerpo.

—Eres hermoso y esa palabra debería ser una ofensa para ti —sonrió y se dejó caer a mi lado. Su pecho subía y bajaba.

—Y tú eres hermosa, la más hermosa de todas —giró la cabeza para verme a los ojos. Los suyos eran tan hipnóticos, llenos de maldad y me encantaban, podía verlos toda la vida y no me cansaría de ellos.

—¿Somos perfectos juntos? —no dudó en asentir.

—Nunca habrá nadie que te ame cómo te amo yo...

—...tampoco habrá nadie cómo te amo yo —cogí su mano y enlacé mis dedos con los suyos —. Te amo, Caden, nunca dudes eso. Nunca.

Llevó mi mano a la altura de sus labios y dejó besos en mi dorso.

—Piensa siempre en mí —sonreí.

—Siempre estarás en mi cabeza y mi corazón —puso mi mano en su mejilla y cerró los ojos —. Esto no es una despedida, pequeña bruja.

—No, no lo es.

Sentía un horrible dolor en el pecho que me estaba quemando por dentro, pero tenía que ser fuerte por los dos, no me podía dejar caer por nada del mundo. Juntos nos metimos bajo los cobertores y dormimos abrazados toda la noche. Era la última vez que estaríamos juntos porque no estaba segura cuánto estaría fuera. Pero tenía que hacer esto por mí, por Caden y por todos los que estaban a mi alrededor, podía hacerles daño y eso jamás me lo iba a perdonar.

No pude dormir como planeé hacerlo, al cerrar los ojos solo podía ver toda la maldad que había desatado, las pesadillas seguían ahí para atormentarme nada más.

Mantenía mi cabeza apoyada en su pecho mientras él dormía plácidamente, lo abrazaba con tanta fuerza y no quería separarme de él pero todo estaba escrito ya, no había nada más que hacer. El sol estaba saliendo y el canto de las aves me alertó, más que nada cuando estas se callaron y todo se quedó en silencio: él estaba aquí.

Caden lo pudo sentir también porque pegó un brinco en su lugar, me levanté para mirarlo y abrió los ojos de golpe.

—¿Lo sentiste? —se frotó los ojos con la palma de la mano y asintió con la cabeza.

—Quién no lo iba a sentir —dejó caer la cabeza en la almohada.

—Me tengo que dar un baño y acomodar la mochila que me voy a llevar —asintió de mala gana y me puse de pie.

Quería llorar, quería dejarme caer y romperme en pedazos por completo, esta vez quería dejar salir todo lo malo que habitaba dentro de mí y que crecía cada día más. La maldad era tentadora, yo la quería probar por completo y así saciar todo esto que me estaba matando por dentro.

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