Cap. 17...
―Muy bien, entremos entonces― dijo Imhara saltando del lomo de la bestia blanca, pero antes de avanzar Krifin se interpuso en su camino deteniéndola de los hombros.
― No podemos entrar así solamente, eso sería buscar nuestro propio suicidio.
Los ojos de Imhara encontraron los de Krifin, sus ojos similares a filamentos de hielo, expresaban distintos sentimientos en medio de aquella mirada desquiciada por la locura, pudo resaltar en ellos una extraña prudencia, una escalofriante seguridad y una inexplicable sabiduría.
Pensó unos segundos y luego expresó una pregunta:
― Entonces ¿Qué propones que hagamos?
― No podemos entrar estando ella en su casa― Krifinghar aclaró su mirada, miró al sol saliente y volviéndole la vista le respondió― Primero deberá salir del nido.
― De acuerdo― asintió Imhara ― ¿Tienes alguna idea de cómo hacerla salir?
― Ella ya sabe que estamos aquí― interrumpió Flogh señalando con su hocico hacía la abertura entre las rocas.
En un rápido movimiento una sombra se movió de la cueva para esconderse detrás de una enorme roca decorada por la forestación y el moho.
Imhara empuñó en sus manos el arco y colocó una flecha en la boca del arma tensándola con el cordel, apuntó hacía la roca lista para disparar.
Por encima de la roca grisácea se asomaron, por unos segundos, unas brillantes plumas doradas que volvieron a desaparecer por detrás de la maleza.
Krifin dio un paso adelante cubriendo a la joven detrás de él, y tomó una posición defensiva esperando que lo peor ocurriera.
Las plumas volvieron a aparecer por encima de la roca, y de un salto la bestia se sentó encima de esta, mostrando sus enormes garras y chillando agudamente. Su chillido era similar al llanto de las arpías, estremecedor y aterrador.
El cuerpo de Imhara perdió su fuerza al sólo observar aquella intimidante imagen, sus ojos grabaron en su cornea el contorno de aquella bestia espeluznante, sus poderosas alas, sus fornidos miembros, sus profundos ojos, todo en la bestia era intimidante.
En eras avanzadas a tal bestia sólo se lo conocería en mitos y leyendas, se lo nombraría gryphon perdiéndose su verdadero nombre, donde nunca más sería escuchado por ninguna lengua, Crhag.
La bestia que se levantaba imponente ante sus ojos era una criatura de enorme tamaño, su parte superior era la de un águila harpía, con preciosas plumas blancas con terminaciones doradas que brillaban como el oro, poseía un afilado pico capaz de cortar hasta el metal y lucía poderosas garras que brillaban con el reflejo del sol. La parte inferior era la de un león, con pelaje castaño amarillento, sentaba musculosas patas y un juguetón rabo que bailaba inquieto ante la presencia de intrusos. De su espalda se abrían las más gigantes alas jamás poseídas por una bestia, el más simple aleteo despedía de sus plumas una violenta brisa que arrastraba las hojas y ramas cercanas levantándolas de la tierra.
Crhag clavó sus profundos ojos oscuros sobre Imhara, parecía estudiarla inteligentemente para un posible ataque. La bestia se paró en sus dos patas traseras y estirando su cuello en dirección a sus presas lanzó desde el fondo de su garganta un chillido tan agudo como el rechinar del metal, pero antes que pudiera saltar en dirección hacia los intrusos algo la interrumpió.
Los oídos de Imhara percibieron en el aire un sonido veloz, una vibración metálica que zumbo por la atmosfera hasta detenerse en una espada de doble filo que quedó ensartada en la faz de la roca a unos centímetros de las garras de Crhag, produciendo que la bestia se confundiera y no atacara a Imhara.
Imhara reconoció la espada de inmediato, la empuñadura representante de un dragón la había visto antes, no dudo en voltearse buscando al dueño de aquella espada, pero no lo encontró.
Al voltearse nuevamente abrió en sus manos el frasco de contenido amarillo y lanzó un poco del polvo al rostro de la criatura, pero de tener un efecto mágico en ella sólo la hizo estornudar, lo cual posteriormente la enfadó aun más.
Crhag agitó violentamente sus alas levantando vuelo por encima de sus cabezas, cuando quiso aterrizar agresivamente sobre ellos Krifin la alejó incendiando con fuego mágico una rama del suelo y la agitó en su dirección, la bestia se elevó nuevamente esquivando las llamas. Intentó envolverlos en un ataque otra vez pero fue espantada por el fuego del mago, una vez más.
Imhara acercó la nariz al frasco y respiró el aroma del polvo amarillento reconociendo su esencia de inmediato:
― ¡Azafrán!
Imhara sintió sus piernas desfallecer, la preocupación la embargó, ¿Cómo se enfrentarían a Crhag con azafrán?, ¿A caso la druida les tomó el pelo?
Krifin alejó a Crhag de otro ataque de sus filosas garras de ave con la rama en llamas, fue entonces que otra persona se unió a la batalla, Dharek lo más veloz que su cuerpo le permitió corrió hacia su espada y la retiró de la roca, luego la agitó en el aire intentando alcanzar a la criatura alada, pero ella era más veloz y esquivó todos sus arremeteos.
Imhara exclamó sorprendida por la presencia de su antiguo amigo pero preocupada por el contenido del frasco:
― ¡Solo es azafrán!, ¡¿Cómo venceremos con azafrán?!― dijo con una risa estérica en su voz.
― Es que tú no piensas como alguien mágico― le dijo el mago arrebatándole el frasco de las manos ― Mientras yo preparo esto ustedes entreténganla.
Imhara y Dharek asintieron. Dharek arremetió nuevamente contra la bestia, la cual ahora luchaba con los pies en la tierra, mientras Imhara intentaba herirla con una flecha de su arco, pero era imposible infringirle el menor daño, los superaba en velocidad y destreza, en cambio ellos recibieron varios picotazos y rasgadas de sus garras por parte de Crhag.
Krifinghar utilizó su sabiduría y lógica para comprender como debía utilizar el espejo y el azafrán, le llevó menos de un minuto comprenderlo.
Apresuradamente utilizó su magia para hacer crecer un arbusto de la tierra, escarbó en las profundidades del bolso tomando la tela de cuero y el espejo.
Primero cubrió el arbusto con el cuero, segundo esparció el azafrán sobre la superficie de la tela sólo en una de las mitades, y por tercero colocó el espejo en el extremo del arbusto cubierto por la mitad del cuero, ahora amarillento por el azafrán.
Ahora que había terminado sólo debía llamar la atención de Crhag, creó con su poderosa magia una brisa que sacudió las plumas del cuerpo de la bestia provocando que su mirada perdiera interés en los intrusos y se centrara en aquel arbusto cubierto por el cuero de color café.
La bestia de un salto voló para encontrarse frente a aquel extraño bulto de cuero, en un principio le chilló nerviosa pero después con una extraña calma sólo lo observó, dobló su pescuezo varias veces mirando su mismo reflejo en el espejo bastante confundida. La mente de la criatura se aclaró, comprendió que lo que se hallaba ante ella era un semejante, una posible pareja.
Crhag extendió una vez más sus enormes alas y saltó sobre el arbusto tomándolo con sus patas, con un fuerte aleteo se elevó por el aire llevándose con ella el arbusto encerrado por el cuero bañado de azafrán.
El mago miró a la bestia alejarse hasta que se perdió de vista, sin retirar su mirada del cielo exclamó:
― Crhag cree que por fin ha encontrado a su pareja, deberíamos apresurarnos a entrar a su nido antes de que entienda que todo ha sido un engaño.
Pero antes de ingresar a la cueva, una duda le carcomía el cerebro loco. El mago volteó para enfrentarse a sus acompañantes, miró despectivo a Dharek, tenía muchas preguntas que hacerle.
Dharek sintió la pesada mirada del extraño sobre él, pero lo ignoró, en cambio enfrentó a Imhara, respiró juntando toda la valentía que poseía, sentía que la necesitaría a continuación, debería darle muchas explicaciones a Imhara, pero lo que más deseaba era redimirse.
No sabía cómo comenzar a hablar, tenía tantas cosas que contarle que no sabía por cual empezar.
Fueron unos segundos incómodos, pero cuando se decidió por hablarle primero, ella lo interrumpió. Se veía enfurecida, pero también había un signo de sorpresa en su rostro acompañado por la simpatía y el agradecimiento, sólo la escuchó.
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