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Matt Murdock

Elizabeth caminaba tranquilamente por las calles. Era la primera vez que llegaba con tiempo a su trabajo por lo que podía caminar sin prisas, observar el paisaje y beberse su café a su ritmo. Cuando llegó a la puerta de su trabajo, tiró el vaso a una basura cercana, se alisó el traje y entró. Inmediatamente cogió un ascensor hasta llegar a la zona de su trabajo.

Caminó por las numerosas oficinas hasta llegar a la suya, que estaba muy lejos del ascensor. Cuando abrió la puerta se sorprendió al encontrar a Matt, un compañero suyo.

- ¿Matt? ¿Qué haces aquí? – preguntó Elizabeth entrando en su oficina.

Matt se dio la vuelta para recibir a Elizabeth. Estaba en el centro de la sala con sus manos metidas en los bolsillos del pantalón.

- Venía por unos informes – respondió el simplemente.

- Ah, vale – dijo Elizabeth.

Elizabeth caminó hasta su escritorio donde se puso a buscar los informes que quería Matt. Ella, muy ilusa, pensaba que Matt le iba a pedir salir o cosas así. Pero Matt simplemente era un amor platónico.

Cuando los tuvo, se los entregó.

- Gracias, Elizabeth – Matt le agradeció.

Matt caminó fuera de la oficina mientras Elizabeth le dijo adiós y se sentaba en su silla. Se puso las manos en la cabeza mientras suspiraba.

- Si tuvieras el valor de lanzarte... – pensó en voz alta.

- ¿Qué has dicho? – preguntó Matt.

Elizabeth levantó la mirada para ver que Matt todavía no había salido de la oficina, sino que estaba apoyado en el marco de la puerta.

- ¿Qué? No, no he dicho nada – desmintió Elizabeth.

- Elizabeth, estoy ciego no sordo – sonrió Matt caminando dentro de la oficina de nuevo. Se acercó hasta la mesa y apoyó las manos en ella. – Dime lo que has dicho.

- Nada-

- Elizabeth – le advirtió Matt.

- Que me gustas – grito Elizabeth un poco presionada.

Ambos se quedaron en silencio hasta que Matt lentamente sonrió.

- ¿Qué te hace tanta gracia? – se cruzó de brazos Elizabeth.

- ¿Era eso lo que no querías decir? – preguntó pero no esperó a tu respuesta. – Porque yo siento lo mismo.

Elizabeth abrió los ojos como platos.


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