El de la barra colocó numerosos cafés sobre tu bandeja, y con un suspiro saliste a la terraza con la bandeja en mano. Te paseaste por las mesas, entregando sus bebidas calientes a las personas. La última persona a la que tenías que entregar la bebida estaba de espaldas a ti. Apreciaste su definida espalda cuando te acercabas a él, y antes de colocarte en frente de él, podías ver que estaba haciendo un dibujo de un edificio cercano.

-    Aquí tiene su café – le dijiste dejando la taza de café en frente de él.

Aquel hombre levantó su mirada del dibujo y te sonrió levemente. Y lo único que podías pensar era: ¡qué ojazos!

-    ¿Puedes traerme la cuenta?

Asentiste.

-    Un café solo es, un dólar con cincuenta centavos.

Aquel hombre se sacó su cartera y te entregó dos billetes de un dólar.

-    Antes no costaban ni cincuenta centavos – te dijo, y tú asentiste, confundida.

-    Bueno, han cambiado muchas cosas desde antes – le sonreíste. Después miraste el dibujo. – Dibuja muy bien.

Y lo que hizo a continuación, te pareció raro: se sonrojó y sonrió débilmente. Ningún chico se sonrojaba cuando le decías un cumplido.

Con una sonrisa te marchaste, pero pudiste escucharle susurrar "gracias".