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017 - Bucky Barnes

Hoy saliste del bar a las doce de la noche. No te quejabas, porque no saliste muy tarde de trabajar, pero aún así te entraba ese miedo irracional a la noche y sus peligros. Ibas andando sola, tus compañera de trabajo se habían quedado a hacer más turnos extra. Tenías agarrado muy bien bolso, y tu otra mano libre la tenías guardada en el bolsillo de tu abrigo negro. Siempre solías mirar al suelo mientras caminaba, ya que no te gustaba mirar a la gente que pasaba y que ellos te miraran a los ojos.

Hoy no era la excepción, ibas andando deprisa, con la mirada al suelo y agarrando fuertemente el bolso. Casi nunca solías levantar la mirada a no ser que cambiaras de acera o escucharas un ruido extraño.

Doblaste la esquina, y seguiste caminando deprisa, pero un ruido a pocos metros de ti te hizo levantar la mirada y cambiar de acera rápidamente: Un hombre había aterrizado sobre el suelo, pero lo más espeluznante era su brazo izquierdo; que era de metal.

Volviste a mirar al suelo, y caminaste aún más rápido  para cruzar la carretera desierta lo más rápido posible. No había que aclarar que tenías mucho miedo, y tuviste aún más cuando empezaste a escuchar pasos y por el rabillo del ojo viste que ese hombre también estaba cruzando la acera y caminando en la misma dirección.

Caminaste deprisa, solo podías escuchar los pasos del hombre y tu corazón latiendo a mil. Te faltaba poco para tu casa, si eso dos manzanas, pero se te estaba haciendo eterno y aún más cuando viste que al final de la calle acababa de estacionar un coche negro con los cristales polarizados.

Cambiaste de tu ruta habitual y giraste a la izquierda, atravesando el parque. Ya casi no había diferencia entre tu andar deprisa y el correr. Todo para no tener que pasar al lado del coche, y poder evitar al hombre que había detrás.

Volviste a cruzar a la derecha, entrado en la calle paralela a la otra y te apoyaste sobre el edificio. Con el corazón a punto de salir por la boca. Echaste un vistazo para ver que en la otra calle el hombre estaba a pocos metros del coche. Giró la cara y conectó sus ojos con los tuyos por un instante. Tenía pintado los ojos y la boca tapada. Empezaste a correr por la calle hasta casi llegar a tu casa.

Abriste con las manos temblando la puerta del edificio y volviste a mirar a la calle. Pero no había nada persiguiéndote.

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