4. Un día sin ti es como un año sin ver llover | Leo Valdez|
IMAGINE #4: "A day without you is like a year without rain"
Descripción: Leo never fell in love with Calypso and you are the most powerful daughter of Demeter.
Character Song: "My Songs Know What You Did in the Dark Light em Up" by Fall Out Boy
🌋
Era una mañana gloriosa en el campamento, y tu, la adorable hija de Deméter comenzó desde la madrugada con sus deberes. Hace tan sólo un años había dado lugar a la guerra contra Gaia y habían vencido con éxito a los gigantes. Desde que tu mejor amigo Leo se había ido del campamento no tenías grandes momentos de diversión.
Leo y tú se habían conocido después de que llegaron del Gran Cañón, donde fue reconocido por su padre, no todos lo recibieron bien, así que tú te hiciste su amiga. Viviste junto a él momentos excepcionales, incluso el encontrar a Festo en el bosque, a ti de daba miedo esa gran máquina de matar, pero Leo siempre cuidó de ti. Y desde ese día prometió que te protegería a toda costa, te alegró la idea de que el hijo de Hefesto sea tu mejor amigo, ya que al ser casi de la misma personalidad hizo que su relación se hiciera más fuerte con el paso de los años.
Tras su partida hacia el Campamento Júpiter tu vida alegre en el campamento se te hizo difícil. Tus hermanas de cabaña trataban de hacerte sentir mejor distrayéndote con toda clase de actividad en el campo, ya que adorabas la naturaleza. Al ser una hija muy talentosa de Deméter ejercías el poder sobre las plantas más fácil que tus demás hermanas, pero no presumías mucho ese talento. Ya que Leo era el único que lograba hacerte sentir inferior cuando presumía sus dotes con las máquinas. Y volvías la problema, cada vez que recordabas algo bueno de ti o algo que adorabas hacer siempre te recordaba a Leo. Habías compartido con él tantas cosas durante la construcción del Argo II que no había algo que él no supiera de ti o tu de él.
Al tener un don con las personas y él no, al parecer la maldita Gaia te maldijo en un sueño. Al principio te encontraba en los campos de fresas jugando con una muy grande y jugosa. Estabas por dejarla en el cesto cuando la fresa pareció marchitarse en tus manos lo que te espantó mucho. Cuando levantaste la mirada una mujer vestida por lo que parecía ser de una capa de tierra y un rostro dormido comenzó a hablarte a través de tu mente.
"Vaya, la preferida de Deméter" dijo con un tono dormido pero su voz parecía no ser humana ni divina, era algo mucho más antiguo y lo notaste, al ser hija de la diosa de la Agricultura sabías mucho más de la tierra que tus hermanas, por eso eras la hija preferida de tu madre aunque no lo admitiera.
― ¿Quién eres? ―preguntaste segura.
"Veo que no me temes" ladeó la cabeza pero ahora no podías verle el rostro, sacaste tu guadaña de bronce celestial, aun en sueños estabas armada.
―Váyase de mi cabeza ―ordenaste con voz potente, pero la mujer comenzó a reírse con tanta fuerza que la tierra bajo tus pies comenzó a temblar.
"Niña tonta... ¿te atreves a enfrentarte contra la fuerza más antigua de todas? ¿A la madre naturaleza?" tu coraje de repente se fue cayendo hasta el fondo de la tierra porque dejaste caer tu guadaña e hizo un sonido seco al impactar contra el suelo.
―Gaia ―dijiste temblando, la madre tierra sonrió o eso fue lo que viste.
"Tranquila, hija de Deméter, no vengo a hacerte daño. Oh no". Ella avanzó y de repente sentiste un tono cálido, como si ella te necesitara, susurró tu nombre y un escalofrío recorrió tu espalda. "Quiero que te unas a mi ejército, tu no eres como los demás semidioses, eres muy fuerte, mucho más que Kate, podría comparar tu poder con el de un dios pero eso ya es halagarte mucho mi querida descendiente".
―¿Yo? Estás muy equivocada si crees que voy a dejarme influenciar por ti ―espetaste por fin reaccionando.
A diferencia de Leo, tu eras más decidida cuando entrabas en un tema serio mientras que Leo no, a pesar de que eras tierna y un poco ingenua en esos momentos, eras otra tu. Más fuerte y decidida. Ya habías oído sobre Gaia así que no dejarías que te engañara.
―Sé muy bien que odias a los dioses y a la humanidad, también a nosotros los semidioses, tienes a muchos aliados poderosos como para necesitarme.
Gaia al parecer no estaba preparada para enfrentar a una semidiosa fuerte como tú, gracias tu madre y varios años en el Campamento Mestizo ayudaron en algo. Pero la Madre Tierra se hizo más alta.
"Y/N no sabes lo que dices. Crees que estar de lado de los que dicen quererte es lo correcto, pero echemos un vistazo a tu vida, tus hermanas no te aceptan del todo, muchos te tienen miedo por el poder que emanas y Leo, mi chico especial".
Al escuchar su nombre tu confianza comenzó a doblegarse. No podía estar usando el nombre de Leo en tu contra, él estaba en una misión para salvar el mundo. Gaia pareció leer tus pensamientos, porque movió su mano y un espejismo se formó frente a ti. Leo estaba hablando con una chica, una muy hermosa, él parecía verla con ojos de borrego a medio morir. No estabas segura si sentirte traicionada, dolida, celosa o algo por el estilo. Es muchacha era de verdad hermosa y ver a tu mejor amigo babear por ella te dolía. Ni siquiera sabías si de verdad aguantarías ver más esa escena. Querías tomar tu guadaña y asesinarlos a ambos ¡Por el amor del Olimpo! QUERÍAS MATARLO.
"¿Ya vez? El amor no es para las personas poderosas" siseó Gaia.
Te dejaste caer de rodillas sin poder aguantar el peso de tu cuerpo por mucho más tiempo. Tu familia y mejor amigo eran tu punto débil. Ahora Gaia conocía ese punto, Leo no podía estar con esa chica, te negabas a creerlo. A pesar de que él fuera un coqueto y a veces un imbécil, él era tuyo y no te molestabas en negártelo a ti misma. Leo era tuyo y punto. Era tu tonto niño reparador. No permitirías que tu hogar fuera destruido por esa diosa loca. Ya habías enfrentado al ejército de Cronos con éxito cuando tenías catorce, una diosa como Gaia no sería tan difícil. Tu padre era un buen hombre que te crió muy bien hasta que cumpliste doce y te envió al campamento para poder sobrevivir a la cruda vida de un semidiós, es por eso que por tu padre, la persona que más amabas en este mundo y al que le debías la vida no le fallarías cayendo de una manera tan débil.
―Aléjate de mí ―gritaste y el sueño se desvaneció.
Desde esa noche habías cambiado. No eras la ingenua, desde que los romanos amenazaron con atacar tu hogar te ponía en primer fila para poder repeler sus taques, pero con la llegada de la Atenea Parthenos las aguas se calmaron. Para cuando acabó la guerra contra los gigantes y los héroes regresaron a casa para tomarse un buen tiempo tu parecías más calmada. Desde que Leo trajo a Calypso consigo de Ogigia fue un terrible golpe en tu corazón, odiabas que él se hubiera molestado en traerla y todos suponían que eran pareja porque él pasaba más tiempo que contigo. Es más a ti casi te ignoraba, te evitaba y querías saber la razón, pero lo dejaste de lado para seguir con tu vida.
Desde que te enteraste de que podías vivir tranquilamente en Nueva Roma quisiste ir a la Universidad y en parte porque querías alejarte de Leo, él estaba más ocupado que nunca por su trabajo con Calypso, no sabías en qué se había convertido, así que ese día te ibas a ir a ver la Universidad y te llevarían hasta allá. Así que terminaste antes de que alguien se presentara en el pabellón del comedor y fuiste hacia el auto de Argos lista para ir. Probablemente muchas de tus hermanas te matarían si supieran que has estado fuera del Campamento porque a nadie la habías contado lo de tu decisión de irte a la Universidad, así que te esperaría una buena regañada de Katie cuando volvieras.
...
La pasaste increíblemente genial con Reyna quien se tomó la molestia de mostrarte la Universidad, así que estabas emocionada por que ya llegara el día en el que pudieras comenzar a estudiar y luego vivir en las calles de Nueva Roma e iniciar una buena vida, no como la que tenía ahora, esto lo hacías por ti, no por nadie más. La inocente e ingenua tú se había ido después de ver a Leo junto con otra.
Así que te quedaste hasta tarde, cuando terminó el tiempo de Reyna y el ver que era ya casi de noche, considerando que eras una semidiosa poderosa, era un poco arriesgado que te dejaran ir a pesar de que eras buena en batalla. A pesar de que te ofreciera un lugar para dormir, lograste convencerla de que estarías bien, así que al terminar la cena te fuiste del Campamento Júpiter hacia tu hogar en Long Island.
Tomaste varios autobuses para llegar hasta Nueva York sana y salva. Cuando eran las seis de la mañana cuando llegaste a un par de kilómetros del Campamento Mestizo de repente la atmósfera te parecía tensa, como si alguien estuviera detrás de ti. Cuando te giraste no viste llegar a una horrible criatura que te tomó del cuello con sus garras y te alzó mientras de encajaba las zarpas con cuidado en tu cuello, finísimos hilos de sangre brotaban de tu cuello y la criatura reveló su rostro. Por dios, era una Empusai. La mujer que parecía ser un vampiro pero con una pata peluda de burro y una ortopédica de metal, te daba tanta repulsión que el dolor de sus garras se convirtieron en algo secundario.
Tu arma se encontraba (que normalmente era una ramita de plata) tirada en el suelo a un par de metros de distancia.
―¿Qué hace una semidiosa hija de Deméter tan sola por estos parajes? ―se burló la empusai, tu gruñíste tratando de liberarte pero afianzó más el agarre―. Disfrutaré de tu sangre dulce, hija de Deméter.
La empusai sonrió antes de lanzarte con fuerza contra un árbol. El impacto te desorientó tanto que no viste venir el zarpazo directo a tu brazo. Gritaste de dolor al sentir que te faltaba más sangre. Un charco de tu fluido vital se esparcía lentamente sobre la corteza del árbol y el suelo. Cuando el monstruo volvió a arremeter contra ti, te quitaste del camino y la mujer monstruo se estrelló contra la corteza, haciéndole un hoyo al pobre árbol.
Tu guadaña estaba cerca de ti, así que esperaste a que se acercara. Cuando atacó por segunda vez abalazándose te hiciste aun lado para tomar tu ramita de plata que al golpearla dos veces se convirtió en tu guadaña de bronce celestial. Pero al empusai fue más rápida que tú y te dio una fuerte patada que te envió a unos metros lejos, pero no soltaste tu guadaña. Te colocaste a horcajadas y escupiste sangre con saliva. Tu vista comenzó a nublarse por la pérdida de sangre de tus heridas. Estabas perdida, tanto que has sobrevivido a los años de guerra en el campamento y no eras capaz de luchar contra una miserable chupa sangre como la perra que tenías enfrente.
―¿Quién iba a decir que moriría tan patéticamente? ―susurraste.
―¿Qué dijiste? ―siseó la empusai.
―Lo que oíste perra ―espetaste, la empusai volvió a tomarte del cuello alzándote en el aire, pero pudiste hablar―, que me va a matar una buena para nada.
Y le escupiste el cara, ella se molestó tanto que estaba apunto de decapitarte con sus zarpas de la otra mano, pero alzaste a tiempo tu guadaña para que al intentar tocarte, su brazo derecho se rebanó limpiamente contra la hoja de tu guadaña. La empusai te soltó chillando de dolor, te arrastraste a un lado para respirar antes de tomar con fuerza tu arma y aproximarte para terminar con todo esto, pero ella te vio venir y te golpeó con el único brazo que tenía, volviste a caer pero sin aire.
De repente alguien gritó tu nombre, las dos se volvieron hacia el dueño de aquella voz.
Leo estaba parado con la mirada furiosa y una llama en su mano, aún no llegaba el amanecer por lo que no lograbas ver a la perfección al hijo de Hefesto.
―¡Aléjate de ella! ― ordenó antes de atacarla con su fuego, ella lo evitó con facilidad e iba directo hacia ti, pero te moviste a tiempo.
―A mi no ―exclamaste, Leo sonrió traviesamente antes de lanzarle un martillo a la cabeza.
La empusai completamente desorientada y con el icor escurriendo de donde debería estar su brazo, te levantaste agarrando firme tu arma, caminaste firme y con un grito de batalla le cortante la cabeza a la maldita de un golpe certero. Al mismo tiempo, Leo sacó un cuchillo largo de bronce celestial que lo lanzó hacia el corazón de la empusai que ser clavó hasta el mango. La empusai o lo que quedaba de ella de disolvió en una nube de Polco dotado y pudiste descansar.
Completamente temblorosa cojeaste hasta llegar a ti compañero.
―Y/N
Una bofetada interrumpió al chico moreno, él sorprendido ante tu reacción estabas decidida a decirle todo lo que hablas callado. Con lágrimas en los ojos le restregar como te habitad sentido desde que Gaia te visitó en tus sueños, incluso como te sentías cuando lo veías junto a Calypso, la manera herida en la que te encontraba cada vez que él no tenía tiempo para ti.
―Te necesitaba Leo Valdez, pero ya no estabas ahí, me prometiste que jamás me dejarías pero lo hiciste, me dejaste de lado por esa niña de la isla perdida.
―Yo no sabía eso, no tenía no idea de que te sentías de esa forma, de verdad lo siento, es que Calypso es buena ayudándome
―¡¿Y YO NO?! ―gritaste
―Pero eso no es lo importante, ¿a donde fuiste ayer? Te estábamos buscando como locos ―Leyó te timo de lisa vasos haciendo caso omiso a tus débiles intentos de escapar de él.
―¿Qué te importa? ―gruñiste
―No estabas por ningún lado, buscamos por donde fuera, los campos de fresas, el pabellón, el campo de tiro e incluso pensamos que habías huido del campamento, su que llamamos a tu casa y tu padre estaba muy preocupado
―Y tú... ¿Cómo reaccionaste? ―aventuraste.
Leo se quedó callado por un momento con la cabeza gacha sin poder discutirte la mirada y decidiste irte de ahí, comenzaste a caminar hacia él campamento, cuando Leo te tomó de la muñeca. Te viste sorprendida y en sus ojos reflejaba una profunda tristeza que logró a conmover tu corazón frío hacia él.
― Y/N de verdad lo siento, no recordaba que era la flor más delicada que haya visto en mi vida ―ibas a replicar pero él te acercó hasta quedar separados a tan sólo centímetros el uno el otro―. Calypso y yo sólo somos buenos amigos, ella me ayudó a salir de Ogigia porque necesitaba verte. Tenía que mantener mi promesa con ella y contigo.
― ¿A mí? ―preguntaste incrédula
―Yo me siento atraído hacia ti, desde que me di cuenta esa noche en la que encontramos a Festo que alguien fuerte como tú y valiente puede llegar a necesitar protección. Y el ver que yo no puedo hacerlo sin ser más que tu amigo, entonces me esforzaría por llegar a ser digno de ti, es por eso que me alejé -suspiró-, porque cada vez que quería verte y hablar contigo eras como mi máxima tentación, dejé de verte como amiga en el momento en que te dejé esa mañana en la playa del campamento antes de irme en el Argo II sabía que esa niña que conocí hace poco era una mujer hermosa que pronto maduraría para convertirse en la flor más bella y letal del mundo.
Comenzó a acercarse hasta tus labios con la intención de juntarlos. Sin pensarlo le diste una bofetada. Ambos estaban sorprendidos, se supone que ibas a besarlo pero ¿qué hiciste? Lo golpeas.
―Auch ―exclamó el sobándose la zona, tus dedos se quedaron marcados en su mejilla lo que te hizo sentir un poco poderosa pero a la vez divertida, Leo era tierno cuando hacía esas caras sorprendidas―. Se supone que esto no debería pasar.
―Por el amor del Olimpo ya cállate ―dijiste.
Tomaste el cuello de su camisa para atraerlo hasta tus labios. Rodeaste su cuello con tus manos e intentaste ser lenta con el beso, pero el fuego dentro de ti que él había desatado estaba quemándote, ya no querías estar lejos de él. Con su humor, a veces negro y otras liviano te habían atraído, Ni qué digamos de su cuerpo, él parecía delgado, pero en un par de ocasiones lo habías visto sin prenda alguna de la cintura para arriba. Su torso no era tan musculoso, pero si tonificado. Por los dioses del Olimpo, cuánto habías deseado ese momento. Él te acercaba más hacia su cuerpo para eliminar el espacio entre los dos y sentías le cielo en tus pies, amabas cómo los labios de Leo se acoplaban con los tuyos, la forma en la que sus manos recorrían tus caderas como si tratara de manipular alguna maquinaria.
Te pegó contra un árbol tomando tus muslos e hizo que los enredaras en sus caderas, obedeciste con una sonrisa. El beso se tonó más lento y apasionado, se tomaban su tiempo, como si hubiera un campo protector en el que sólo los dos pudieran estar a solas sin nada de interrupciones. Enterraste tus manos ente su cabello, jugando con él y le sacaste varios gemidos cuanto tirabas de su labio inferior y él de ti conseguía lo mismo.
Por un momento parecías haber olvidado el dolor de tus heridas, que ya no eran una molestia, pareciese que el sangrado se parara por obra suya.
―Un día sin ti... ―jadeó Leo.
―¿Qué?
―Un día sin ti es como un años sin ver llover ―susurró antes de volver a besarte con pasión.
https://youtu.be/O2evrM4txgI
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