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1. Yo no ordené esto | Percy Jackson |

IMAGINE #1: "I don't order this"

Descripción: Alternative Ending of the book "The Last Olympian"

Character Song: "It's Time" by Imagine Dragons.

Ya habían pasado un tiempo desde que la batalla de Manhattan había tenido lugar en las calles de la gran ciudad de Nueva York. Percy, el gran héroe del Olimpo, al que todos le temían y admiraban no sabían lo que el chico acababa de pasar en la vida tan complicada del semidiós. Hace tan sólo unas semanas le había declarado a Annabeth. Pensando en que la hija de Atenea le correspondería sus sentimientos. Percy soñaba con un beso especial, sus mejillas sonrojándose ligeramente o una sonrisa tímida por parte de la chica de ojos grises. Pero nada de eso pasó y cuán arrepentido y avergonzado se sentía el hijo de Poseidón.

Annabeth le confesó que sus sentimientos hacia Luke no habían cambiado, ella lamentó mucho haberlo confundido de esa manera, ella jamás dejaría de amar a Luke sin importar lo que hiciera, así que se disculpó con él por el beso antes de la explosión en la guarida de lo telquines. Por más que el chico de ojos verde mar tratara de entenderlo, jamás olvidaría que Annabeth fue su primer amor. La primer chica que le interesó de verdad, bueno Calipso fue más bien como una ligera atracción. Pero el punto es que a casi de que se terminara el verano, Percy decidió volver a casa, pidiendo el favor a Quirón. La razón era simple: las cosas entre Annabeth y él iban de mal en peor.

Desde que le confesó sus sentimientos, una ligera tensión se acumulaba entre ellos, ya no se miraban a los ojos y lo peor de todo es que se evitaban todo lo posible. Annabeth por querer protegerlo y él por vergüenza.

Al estar caminando por las calles de su hermosa Nueva York admiró cómo el sol estaba posándose sobre los edificios y se acordó de los dioses. Se preguntaba si había alguno que pudiera reparar su corazón y que no fuera ninguno de la estirpe de Afrodita. No quería tener que lidiar con esa diosa loca en ningún otro momento y mucho menos cuando ella le aseguró que sus sentimientos jamás serían en vano. Pero qué basuras le dijo.

Percy ahora iba de camino a la cafetería de su madre, ella junto con una amiga habían inaugurado un pequeño negocio en el que su especialidad era la comida favorita de Percy, la azul. Era un lugar cualquiera en el que era muy común ver comida de ese color, pero también la normal. El chico cuando llegó a su casa, fue bien recibido por su madre y Paul, desde que les dijo lo de Annabeth su madre trataba de hablar en lo más mínimo de ella para evitarle más dolor de los evidente, lo agradecía. Abrió la puerta del local y el cálido aroma de comida hecha por su dulce madre inundó sus fosas nasales lo que le abrió el apetito.

La cafetería estaba más o menos desierta, habían menos clientes de lo esperado por lo que hoy era un día relajado. Llegó hasta el mostrador donde su madre con la misma energía de siempre atendía a un par de abogados que pedían amablemente una taza más de su delicioso café, pero la atracción principal era su famosa comida azul de la que tanto él adoraba probar. Percy le dio un beso en la mejilla a manera de saludo mientras la dejaba trabajar.

―Un poco más Sally ―dijo uno de los hombres, ella sonrió y atendió al hombre.

―Sally, aquí ―dijo otra mujer, ella corrió a atender.

Mientras Percy veía trabajar a su madre, él pensaba en Annabeth. En lo hermosa que era, en lo bien que habrían sido juntos. Pero el simple hecho de evocar su recuerdo de tan bella chica en su memoria, le hería. Hasta que su madre llegó con él y una bandeja en manos.

―Percy ¿me harías un favor? ―preguntó Sally dejándole una bandeja con comida azul: un sándwich de jamón y aceitunas azules, un zumo de naranja con un par de sombrillas azules.

―Claro madre ―Percy tomó la bandeja.

―A la mesa 10 por favor ―señaló detrás del chico.

―A sus órdenes capitana ―hizo un saludo de marineros que suelen usar para obedecer y se fue en dirección a la mesa con una sonrisa.

Pero a medio camino se detuvo. Creía que ya había conocido a la belleza en persona, pero otra vez se había equivocado y muy mal. La belleza no era algo que te describiera, esa palabra te quedaba corta. Eras más hermosa de lo que Afrodita y sus hijos llegasen a ser. Eras una hermosa jovencita de por lo menos la edad de Percy o eso te calculaba. Tu cabello marrón estaba atado en una coleta de lado desarreglada dándole un aspecto salvaje además de encantador a los ojos del hijo de Poseidón. Tu piel tersa y blanquecina, tus labios tiernos hacían que él comenzara a babear como un loco.

Su corazón se detuvo por un momento y olvidó lo que iba a hacer, hasta que se obligó a caminar con un gran esfuerzo hacia ti. Al estar frente a tu mesa pudo contemplar que estabas muy entretenida dibujando. Era una hermosa colina, similar a la del Campamento Mestizo, la forma en la que tus hábiles dedos con ayuda del lápiz trazaban líneas en el papel era de las mejores cosas que el chico de dieciséis años podía hacer. Admirarte.

―Ejem. Disculpa, te traje tu orden ―su voz se agudizó, carraspeó y tú levantaste la mirada, tus ojos lo deslumbraron―. Tu orden está lista.

Él depositó la comida lejos de tu cuaderno de dibujos, en tu aura él percibía algo extraño, como si tuvieras un brillo dorado que emanaba de ti.

―Gracias pero, yo no ordené esto ―sonreíste.

Percy debía de parecer un tonto sonrojándose sin razón.

―Tranquilo, es dulce que te regalen comida.

―En serio lo siento ―se disculpó sonrojado y se volvió hacia su madre, quien lo incitaba a que siguiera hablando contigo con gestos de la mano―. Nos vemos.

Arqueaste las cejas divertida para después seguir con tus dibujos y Sally se golpeó la frente con su palma. Cuando pudo dejarte con una tímida sonrisa, llegó hasta el mostrador donde su madre lo miraba desconcertada.

―Te dejo que conozcas a una chica linda para que puedas avanzar y la dejas plantada ―le regañó su madre.

―Ma, no creo que...

―Nada de eso Percy ―le interrumpió su madre―, mira sé que te ha dolido mucho la decepción de no tener una oportunidad con Annabeth ya que ella fue tu primer amor, pero cariño. No es el fin del mundo. Allá afuera hay muchas chicas que son igual que Annabeth o mejor, nunca sabrás lo que tienes enfrente a menos que decidas levantar la cabeza y comenzar a mirar, mi amor.

Señaló en tu dirección. Los ojos apagados de Percy comenzaron a encenderse de nuevo al verte. Eras parecida al agua. Tranquila, como la marera en las mañanas. Tus ojos eran salvajes como los de él, pero los tuyos tenían mucha más vitalidad para ser una mortal corriente. Si le dieran la manzana dorada de aquel mito griego, te la regalaría por ser la más hermosa, tal vez incluso más que Afrodita.

―Esa chica es una buena persona, viene todas las tardes después de su escuela de artes siempre con ese brillo en los ojos, le gusta ayudar a las personas. Es dulce.

Y así, Sally Jackson se fue hacia la cocina dejando al hijo de Poseidón más confundido que nunca. Y luego te volvió a ver. No podía evitarlo, eras hermosa, tu piel, tu cabello, la forma en que fruncías el ceño cada vez que no te gustaba algo del dibujo y lo borrabas, era algo que a él lo hipnotizaba. Pero su madre tenía razón. No toda la vida podía estar tras Annabeth y eso ella se lo había dejando en claro, sólo amigos. Así que respiró hondo para volver hacia tu mesa con determinación decidido a hablarte.

―Hola.

Levantaste la mirada.

―Hola.

―De nuevo yo ―él comenzó a sonrojarse por no saber hablar contigo, carraspeó y levantó la mirada―, puedo...

―Ah, claro.

Le hiciste un lugar junto a ti en la mesa donde había un pequeño desastre de lápices HB, 2B y gomas pequeñas que usabas al azar ya que tus dibujos eran lo importante.

―Soy Percy ―te tendió su mano, la cual aceptaste con una sonrisa traviesa.

―Y/N.

Y el resto de la tarde te la pasaste contándole a Percy sobre ti. Lo que te gustaba, lo que no, tu cumpleaños, sobre tu familia, todo.

Y en menos de unos meses, Percy y tú habían llegado a conocerse a la perfección, incluso sabías que él era un semidiós. Claro que te sorprendió al principio el descubrir que los dioses de la mitología griega existían, claro que habías tenido la sospecha. Incluso te llevó un fin de semana a conocer el Campamento al que iba Percy, te hiciste amiga de Annabeth inmediatamente, se llevaban muy bien.

Cuando Percy te contó todas sus aventuras suicidas que vivió desde los doce años claro que sentiste celos por lo que la rubia de ojos grises provocaba en él, pero jamás dijiste una palabra. Y ese mismo día que fuiste al campamento te revelaron que tenías la bendición de Apolo. Annabeth te explicó que había escuchado sobre ti en el Olimpo, tus dibujos eran de lo único que hablaba el dios, es por eso que quiso que tus artes fueran bien vistas por todos y aseguró tu estadía en tu escuela de artes al mejorar tu don natural.

Desde ese día fuiste más que una simple mortal, eras una protegida del Olimpo y por lo tanto del Campamento Mestizo.

• • •

Habías perdido la cuenta del tiempo en el que llevabas esperando noticias de Percy. Desde que supiste que había desaparecido y los esfuerzos de todos por buscarlo no habían rendido frutos, te derribaste. No querías hablar con nadie y mucho menos sobre él. Tratabas de olvidarlo con lo que fuera, música, tus dibujos, comida, salir con amigos. Pero nada parecía dar resultado, siempre que ibas a los alrededores de Nueva York, recordabas las escapadas en al noche que Percy y tú daban por el Central Park. A las costas del mar, cuando él te enseñó a nadar. El único lugar en el que parecías estar bien era la cafetería de Sally.

Comenzaste a trabajar con ella por las tardes después de la escuela privada a la que asistías.

Una noche que regresaste cansada del trabajo y haberte peleado con unos tipos que no eran nada amables contigo estabas tan frustrada que rompiste a llorar. Deseabas tanto que Percy estuviera contigo para consolarte, para que te abrazara y te susurrara al oído que todo saldría bien, que esos tipos no te harían daño mientras él estuviera a tu lado, pero no era así. Percy había desaparecido y te había dejado sola, sin ninguna nota o recado. Sin consuelo.

Una vez que te tranquilizaste, viste que el teléfono de tu departamento compartido con tu mejor amiga, tenía un mensaje para ti. Así que lo escuchaste. De repente tu mundo comenzó a colisionar abruptamente, era su voz. Estaba más pagada y triste que de costumbre, pero era él.

Hola Y/N ―rió a través de la bocina―, sé que no dejé nada para avisarles pero el hecho de que me hayan secuestrado una diosa loca es una buena excusa para que no me asesines. Sé que creíste que desaparecí sin motivos o que morí. Espero que no hayas creído lo segundo.

Reíste al escuchar al Percy que tanto amabas. Susurró tu nombre casi al borde del llanto.

Quiero que sepas que estoy bien, a pesar de que me borraron mis memorias, eres lo único que me ayuda a poder recuperarme, además aún me debes una salida... ―su voz se volvió a romper y respiró hondo antes de hablar―, no sé a dónde me llevará este viaje pero si de algo estoy seguro es que voy a volver, te lo prometo, regresaré. Haré hasta lo imposible por regresar a tu lado, lo juro por la laguna Estigia.

Y la llamada se cortó. Dejaste caer el teléfono junto con tu alma. Estaba vivo y prometió volver. Lloraste de felicidad sin poder contenerte más, su voz destruida además de triste fue la gota que derramó tu vaso. Querías verlo en ese momento, saber lo que le habían hecho, desde que él desapareció no quisiste saber nada del campamento, por lo que te alejaste de tu mejor amiga semidiosa, pero ahora debías decirle que Percy estaba vivo.

• • •

Volvieron a pasar cerca de ocho meses desde que recibiste esa llamada y estabas a tan sólo unas horas de iniciar tu turno por la tarde. Saliste de la cocina ya cambiada a tu ropa de trabajo lista para iniciar tus deberes, no sin antes usar tus audífonos comenzar a poner tu música preferida. Eso era lo que te ayudaba a sobreponerte al dolor de tu corazón. Al cabo de unas horas el café se llenó de un grupo de adolescentes que ni te molestaste en mirar. Sólo querías terminar para ir a tu departamento y esperar junto al teléfono a ver si él te llamaba. Sally te encargó la mesa 10 para llevar tres bandejas de comida y de entre esas había un sándwich de jamón y aceitunas azules, un zumo de naranja con un par de sombrillas azules. Lo que te recordó a tu primer encuentro con Percy.

Caminaste totalmente absorta en tus pensamientos que depositaste la comida en la mesa sin fijarte en nada, no podías parar de pensar en Percy. Cuánto rogabas a los dioses porque escucharan tus plegarias y te devolvieran a Percy lo más pronto posible, no sabías si podrías resistir otro día. Cuando te alejaste de la mesa pudiste escuchar con claridad una voz.

―Yo no ordené esto ―dijo la voz que tanto habías deseado volver a oír.

Te quedaste paralizada a medio andar por escucharlo. Querías voltear pero tus emociones estaban a flor de piel, pensabas que era sólo una desvarío. Comenzaste a temblar cuando unos brazos fuertes te abrazaron por detrás, el típico olor a mar que emanaba de su piel bronceada te hicieron sentir en calma. Pero no querías voltear y ver que sólo estabas soñando despierta -que sería lo peor-, pero cuando él te giró para que lo vieras a los ojos. Sus hermosos iris verde mar fueron los que te avisaron que no estabas soñando, acariciaste su rostro con tus manos.

―Percy.

―Y/N ―tomó tus manos entre las suyas―. Ya no puedo contenerlo más. Necesitas saber que la verdadera razón por la que nunca te fuiste de mi cabeza es porque estoy enamorado de ti ¿ok? Ya no puedo parar de imaginarme un mundo contigo, te convertiste en mi todo. Te extrañé demasiado en mis viajes pero fuiste el impulso que necesitaba para regresar a casa a salvo.

―Percy.

Pero él te calló con un dulce beso en tus labios. Eran suaves y se acoplaban perfectamente con los tuyos, te dejaste llevar por la emoción del momento disfrutando de la cercanía del hijo de Poseidón con tu cuerpo. Pasaste tus brazos alrededor del cuello profundizando más el beso, había sufrido a horrores por su desaparición y mucho más cuando no estaba a tu lado, y se lo expresaste en el beso. Lo mucho que lo habías extrañado y añorado el beso que te estaba dando. Te separaste de él por falta de oxígeno. Él te sonrió de manera traviesa. Te abrazó fuertemente y besó tu frente con ternura. Después te presentó con sus amigos, los siete de la gran profecía. Esa tarde fue la mejor de tu vida, porque Percy había cumplido su promesa.

Había regresado a tu lado.

https://youtu.be/IOatp-OCw3E

Una pequeña aclaración. Las canciones de los imaginas son aquellas con las que identifico a cada chico así que esto es por si quieren escucharlas. No es necesaria para leer ni nada. Sería más como el tema de cada semidiós.

Aclarado eso. No leemos para la próxima.

Besos

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