La otra opción
La otra opción... ¿era esto posible? Le di muchas vueltas al tema de camino a casa, tantas que incluso me mareé. Si no tenía interés en los chicos, ¿eso significaba qué le gustaban las chicas? Soy una ignorante a cuanto estos temas se refiere; recordad quienes me educaron.
Hablamos de otras cosas, claro está, pero solo me acuerdo de esa en concreto; el impacto fue muy grande. ¿Significará eso qué tengo posibilidades con ella? ¿O solo hará que me duela más cuando me rechace? Antes, en aquel tiempo en el que Nerea era solo un pensamiento, que dijera que no a una declaración no me habría roto el corazón en tantísimos pedazos como lo haría ahora; la excusa de que era heterosexual serviría para que no doliera tanto (aunque, a quien engaño, sufriría una barbaridad).
- ¿En qué piensas?- las palabras de Nerea me sacaron del ensimismamiento. Tardé un poco en reaccionar, ya que soy así de lenta a la hora de volver al mundo real (claro... como que mi vida se parece a la realidad; eso ya es el pasado, pero no es el punto); cuando lo hice, estallé a carcajadas-. ¿Qué? ¿Tengo monos en la cara?
Intenté parar, pero era completamente imposible. Aún así, logré decir algo coherente entre risa y risa.
-No es eso, es que antes no tenías porque preguntar; lo sabías todo de antemano- cada vez había menos carcajadas interrumpiendo mi respuesta-. Se me hace gracioso que ahora necesites preguntar esas cosas.
- Ya, ya...- contestó ella, entre molesta y divertida-. Lo que pasa es que ahora no estoy en tu cerebro; así que, vamos, desembucha.
- No- me lo estaba pasando bien al saber algo que ella desconocía; era una chorrada, pero su interés en conocer la verdad hacía esa información valiosa. A veces me sale ser infantil. Ser pequeño era más fácil, desde luego que sí; el ser humano no lo valora en su tiempo, pero es la mejor época de la vida-; tendrás que vivir con la duda.
- O eso- se miró las uñas. Oh, no-, o te saco la verdad a cosquillas.
No iba a dejar que me hiciera cosquillas por nada del mundo mundial (soy muy sensible y a la mínima empiezo a partirme la caja). Corrí como alma que lleva el diablo, con Nerea siguiéndome de cerca.
La verdad es que esa chica es mi mejor amiga. Antes era invisible e intangible, ¿y qué? El pasado no condiciona el futuro (a menos que hayas cometido un crimen y tu futuro sea la cárcel; entonces sí). Está loca de remate, ¿y qué más me da? Las mejores personas lo están.
Lo importante es que Nerea es muy importante para mí y me lo paso genial con ella. Además de poder soltarle todo lo que siento, sin ningún tipo de filtro; ella escucha y no juzga.
Llegamos a mi casa más rápido de lo previsto (bueno, no en vano hemos venido corriendo). Nerea había desistido ya a sus intentos de cosquillas; llevaba la máscara seria (no literal; no es B. O. B. de Monstruos contra Alienígenas).
- Hora de decir la verdad- murmuró.
¿Es qué acaso es "El día nacional de impactar a Leire"? Entre el beso, lo que dijo Maitane y lo de ahora parece que me quieren matar de la impresión.
No pude evitar soltar un qué:
- ¿Qué?- yo ya avisé.
- Vamos- le quitó importancia ella. ¿Cómo puede hacer eso con un tema tan serio?-, tus padres lo sabrán tarde o temprano; alguien subió el video del beso a Internet- iba a preguntar como sabía eso sin móvil, pero me cortó-. Vi al tío grabándolo por el rabillo del ojo, y después me lo encontré de camino a clase buscando señal wifi dentro de la web YouTube; sólo até cabos. El punto es que ellos se enteraran en algún momento; quien prefieres que dé la noticia, ¿tú o Internet?
Honestamente, Internet; sería más fácil para mí no tener que articular palabra sobre el tema. Por desgracia para mí, les sentaría fatal enterarse de ese modo tan impersonal de que su hija es homosexual y ha besado a otra chica en la cafetería; tendría que ser yo la que diera la noticia, muy a mi pesar.
Nerea se despidió de mí con la promesa de que entraría por la ventana de nuevo. Vamos, otro allanamiento de morada por su parte. Evité mencionar que no era legal; después de todo, con lo desobediente que es ella, no me haría ni caso.
Abrí la puerta con parsimonia (la verdad, podríais comparar mi velocidad con una tortuga y no andaríais muy desencaminados). Inhalé aire y traspasé el umbral.
Mis padres estaban sentados frente al televisor, prestando más atención a la serie que estaban viendo en ese preciso momento que a su hija y al portazo que ya venía de serie con su presencia (siempre, haga lo que haga, acabo dando un portazo; no es aposta, lo juro).
Me acerqué a ellos, rumiando que palabras utilizar. ¿Por qué no existe un manual para saber cómo explicarles a tus progenitores asuntos difíciles? Yo por lo menos lo compraría; además, estoy segura de que un montón de embarazadas menores de edad convertirían la guía en un best-seller. Pero no; estaba sola en aquello.
Cogí aire y empecé a hablar (si queréis, imaginaos a un globo desinflándose en lugar de mí cara; era exactamente lo que parecía en aquellos momentos):
- Papá... mamá... tengo que contaros una cosa...- allá va, deseadme suerte-. Soy lesbiana- ya está, lo dije. Mis padres no reaccionaban, parecía que les había congelado con mis palabras. Seguí hablando, cada vez más y más rápido; tenía que soltarlo todo-. No digáis que es una fase o algo parecido, porque os aseguro que no lo es. He esperado años para deciros la verdad, no es algo que ha pasado de la noche a la mañana; ahora, estoy completamente segura de cómo me siento y perdón pero tendréis que aceptarlo. Soy vuestra hija y soy lesbiana, así de fácil.
Inhalé de nuevo, intentando recuperar el aire que había soltado.
La tensión se podía cortar con un cuchillo; eso sí, a duras penas, ya que era muy muy densa la susodicha.
Mis padres me miraban con unos ojos cargados de veneno. Si las miradas matasen... digamos que ya no estaría escribiendo esto y mis progenitores estarían en la cárcel.
Cuando se cansaron de la mirada de odio, se pusieron a cuchichear entre ellos. Esto no auguraba nada bueno, estaba segura.
Y no me equivocaba (hubiera deseado que sí, pero que se le va a hacer):
- Señorita, váyase a su cuarto; discutiremos su insolencia más tarde- en otras palabras: "déjanos en paz que tenemos que decidir tu castigo".
Les hice caso, faltaría plus; ya los había enfadado bastante por una tarde.
En mi cuarto, como ya suponía, estaba Nerea; ojeaba entre mis cosas, buscando cualquier objeto medianamente interesante. Acababa de encontrar un cubo de rubic. Eso sí: al verme entrar dejó a un lado el juguete y me prestó atención.
- ¿Y bien?- preguntó, impaciente. ¿Es qué mi postura cabizbaja no le daba ninguna pista? No parecía ser el caso.
- Me van a castigar por esto- respondí. Aunque intenté que no se me quebrara la voz, el final de la oración estaba compuesto de cristales rotos.
- ¿Por mostrarles quién es su hija en realidad?- Nerea no se lo podía creer. Sinceramente, ¿qué se esperaba? ¿Qué todo saliera de acuerdo a su idílico plan? El mundo no es tan simple; tiene demasiadas variables llamadas personas. Asentí-. Tus padres son idiotas.
Creo que aquella fue la primera vez que oí a Nerea insultar; era una faceta nueva de la chica de cabellos azabaches y me gustaba. Casi parecía una persona de verdad.
- Bueno, así es la vida- suspiré con resignación-. Sólo espero que la sentencia no sea muy dura.
- ¿Quieres que vaya a espiar?- inquirió-. Así me enteraré de cuál es tú castigo.
- ¿Y si te descubren?- pregunté. Me preocupaba que la pillaran; a ojos de la ley, era una ladrona que se había colado en mi casa.
- Tranquila; soy como un ninja- bromeó, haciendo poses raras; no pude evitar reírme.
Terminó marchándose escaleras abajo, sigilosa cual gato (o fantasma cuyos pies no tocan el suelo; a estas alturas, era lo más parecido a la Nerea anterior que se me ocurría).
A la vuelta, vi que a su cara le habían drenado el color. Algo muy malo pasaba, eso estaba claro; no había más que ver su expresión.
- Esto no formaba parte del plan- murmuró. Vale; si su querido "plan" no había previsto esto, es que era para asustarse.
- ¿Qué pasa?- pregunté; ella seguía en su trance, aterrorizada y con la mirada perdida.
- No pensé que llegarían tan lejos; los típicos castigos de x meses sin tecnología y sin quedar con amigos y ya. No se me ocurrió esta opción.
Chasqueé los dedos, intentando que volviera en sí para contarme lo sucedido; nada. La sacudí por los hombros; el mismo resultado. Acabé dándole un bofetón; entonces reaccionó.
- ¡Auch! Eso dolió- se quejó.
- ¿Qué ha pasado allí abajo?- cuestioné. Lo admito; estaba asustada.
La mirada sombría de Nerea me hizo temer lo peor. Sin embargo, no se me ocurrió la opción que la chica de la trenza pronunció:
-Te van a mandar a un internado en las montañas.
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