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Capítulo 6

Se supone que soy una adolescente, que mi única labor con el mundo es el de estudiar y buscarme a mi misma en ese lapso; pero cómo se podría lograr semejante misión con todo lo que actualmente pasa a mi alrededor.

— Bien, el ejercicio está en la pizarra, tienen exactamente cinco minutos para resolverlo.

No es que me crea la chica con más problemas de mi escuela; sin embargo, llega un punto en el que te absorben tanto que la sensación se puede asemejar a la de una burbuja negra que, consistentemente desea encerrarte dentro de ella.

Es como si la agonía de ese momento se volviera la villana de mi cuento.

— Eh, Abby, ¿otra vez en las nubes?

La punta de mi lápiz termina por romperse y mi inspiración para escribir muere junto a ella. Detengo mi vista al costado y observo a Abby susurrándole algo a otra compañera, de la que sinceramente no recuerdo su nombre.

— Sí y fue tan lindo —Llego a oír perfectamente de los labios de Abby

Las dos ríen al separarse y confieso que unos segundos de complicidad en sus miradas fueron suficientes para que un suspiro mío brotara, aún no tengo claro qué clases de suspiros tengo; no obstante, George me dijo una vez que si mi nariz se movía junto a ese gesto significaba una resignación con un deseo latente.

¿Desearé acaso aquel tipo de acercamiento con alguien? ¿Quiero realmente compartir cosas? ¿Abrirme?

— De acuerdo, dejen los lápices en la mesa, el tiempo finalizó.

¿Ti-ti-tiempo?

Mis ojos se abren lenta e instantáneamente. Me fijo en mi hoja vacía y luego en la de mis compañeros, especialmente en la de Abby, llena de muñequitos sonrientes en los bordes y con la respuesta enmarcada en una nube.

A continuación, observo al profesor escribiendo algo en la pizarra y me abrumo más. Me escondo de él, para ser más exacta.

Por último, mi vista recae en el asiento vacío de atrás, donde debería estar George para ayudarme; sin embargo, esta vez no está.

Es la primera vez que lo extraño tanto.

Convenida.

Mis labios tiritan y mis manos se aprietan en un puño. La hoja debajo de mí no contiene nada, genial, ni siquiera puedo hacer esto bien. Me echo en la carpeta y escondo mi rostro avergonzado.

Nada puede ser peor. Nada puede ser peor...

— Señorita Starkey...

Me levanto bruscamente

— Profesor —contesto

Todo el salón se ríe y eso me pone más nerviosa. Seguro me detendrá y me quedaré forzadamente después de clase. Sonrío al pensar que eso significaría librarme de aquel reto de "imagina". Las cosas juegan bien para mí ahora.

Lay 1-Destino 0

No obstante, la risa de profesor Couto empieza a emigrar, es tan escandalosa que me hace sentir... extraña. No es una risa que provoque burla; al contrario, es como si fuera un imán para más risas tímidas.

— Dime Starkey, ¿avanzaste algo del ejercicio que dejé?

Su presencia me hace ser otra vez frágil y no quiero serlo. Miro debajo y me muerdo el labio para poder parar.

— Eh...yo...eh...

Cómo poder hacerlo al tener tan presente sus ojos en mi mente, aquellos de un tono azul tan brillante que logra transportarme otra vez a mi infancia, a verme con un vestido rosa igual al que llevo ahora, tan pequeña y tan frágil, tan yo; y a ver la mano de mi padre soltarme mientras mamá me jalaba hacia cualquier parte donde él no estuviera.

— Puedes sentarte...

Sigo el hilo de sus palabras y suspiro.

Me odia

— Chicos, comprendo que están en una etapa llena de complicaciones, deduzco que luchar con tantos sentimientos abrumantes cada día deber ser tedioso; pero no por eso deben perder la batalla con su mente y desconcentrarse.

Auch.

— Aunque las matemáticas no les parezcan importantes para su carrera, deben poner empeño en ello. A veces las cosas que parecen más insignificantes en la vida de uno pueden ayudarte; más aún si logras poner atención —Su sonrisa final, como siempre, hace suspirar a las chicas de atrás.

— Profe —Una chica de la primera fila levanta su mano y el profe le asiente. A ella la reconozco en el acto, es Luna Mora, la más lista del salón y la que casi nunca se habla con nadie; en primaria incluso era así de distante —Yo quisiera decirle que sus palabras...

El timbre suena y las palabras se cortan. Couto intenta pedir orden pero es difícil con tantos chicos llenos de hormonas y deseos de llegar a casa para dormir. Adelante, Luna parece resignada y mira el suelo con cierta tristeza. Acomodo mi mochila y pongo mi diario en ella; acto seguido, me dirijo hacia ella.

¿Para qué? Aún no lo tengo claro

— Luna, ¿querías preguntar algo? —El profe se para delante de su asiento y le regala su mejor sonrisa.

Couto apenas entró el año pasado a trabajar aquí; pero en ese poco tiempo, ha llegado a ganarse el aprecio de cada estudiante y aunque parezca raro, el de un corazón frío como el de Luna.

— No, nada, era una tontería que ya me olvidé —dice con una risilla acompañada

Abro la boca para decir algo pero el timbre vuelve a sonar como un recordatorio de que ya es salida.

Oh no. Es el momento de mi humillación social.

Salgo como un rayo y me voy en dirección al patio central, no pienso en ello ni en lo que vendrá luego. Mi vestido se mueve y mis piernas torpes tienen la culpa. Ya decía Tobías que los vestidos conmigo no combinaban, quizás tenga razón.

Llego y veo a Stuart, John y Cynhia charlando cerca a la portería de futbol. Mis dedos se limpian el sudor con la parte baja del vestido, y mis pies me llevan a aquella escena tan cálida.

Puedo soportar los insultos banales de Mía, puedo soportar la mirada asesina de Tobías cada mañana, puedo soportar la soledad que me rodea y hasta esta humillación, pero lo de Halloween me destruiría por completo.

— Deberías cuidar más a este pequeño imbécil, Cyn—Stuart pone la cabeza de John contra su pecho y le soba la cabeza con sus puños —no vaya a ser que lo echen de aquí por hacer cosas buenas que parecen malas

— ¡Suéltame, tonto! A ti te deberían botar por tus actos poco varoniles

John se suelta y lo empuja, su pelo se mueve y lo deja sin vista.

— Perdona, cariño, me olvidé que te gustaba en secreto —Stuart le guiña un ojo

Cyn ríe y yo solo me quedo ahí parada, inerte y algo celosa de tanta complicidad.

— Te voy a...— Su voz se corta cuando su mano por fin consigue acomodar sus cabellos, me observa con sorpresa y con cierta duda, como si preguntara algo de mí que ni yo sé.

La carta decía que comenzara con Stuart, así que me tengo que enfocar en hablarle a él.

— Eres la chica que tuvo un altercado en la mañana con Mía, ¿verdad? —Cyn me observa con una sonrisa

— En realidad, fue un malentendido. No soy tan violenta siempre — digo rascándome la cabeza

Ella ríe y eso solo hace que dude más

— ¿Quieres algo? —pregunta John muy serio, creo que realmente odia a las torpes violentas que agreden populares.

— Qué brusco, Lennon, así no se trata a una chica —Stuart se acerca y el corazón se me acelera de los nervios, se pone al frente de mí y alza su mano

— Soy Stuart, puedes decirme Stu, las chicas bonitas me llaman así

— John te llama así también —comenta Cyn tapándose la boca por la risa

John y Stuart se miran; y luego juntas los brazos ignorándose.

— Yo soy Layla, mucho gusto —Stuart extiende su brazo y choca con el mío, sus ojos son de un café muy claro que extrañamente me causa calidez

Debo apresurarme.

Mi mano vuelve a su sitio, al costado de la parte baja de mi falta, muerdo mi labio y fuerzo la mejor sonrisa que puedo dar, hasta llego a cerrar los ojos para ello.

— ¿Esa es una mirada de aléjate? —dice Stuart retrocediendo

— No,no,no —repito muy avergonzada

— Yo creo que fue una sonrisa —contesta Cyn

John me sigue observando pero no dice nada, vaya, en mis sueños era más hablador.

Al parecer "imagina" no contempló lo mal que se me da coquetear con chicos.

— ¿Y hace cuanto estudias aquí, Layla? —Cyn me pregunta

Miro a Cyn muy pendiente de mi respuesta, es extraño lo mal que la juzgue y lo bien que se esta portando conmigo ahora. Quizás George tenga razón en que soy muy mala para leer a las personas.

— Desde la primaria, casi toda mi vida, en realidad.

— ¿En serio? John también. Seguro jugaron juntos a algo de niños. Vamos, cuenten.

Miro a John esperando algo que ni yo sé; sin embargo, él se acerca, por un segundo el aire se vuelve obsoleto para mí y el tiempo parece querer jugar una mala broma deteniéndose. John llega y suspira; y su brazo se acomoda en el hombro de Cyn para abrazarla.

— Esta escuela es muy grande, Cyn. Simplemente no coincidimos en nada.

— Qué triste —ella dice recostándose en el hombro de John

Realmente se ven bien juntos.

— Pues si yo hubiera sido John, hubiera buscado coincidencias grandes —comenta Stuart y me hace reír, anhelo esto, deseo esto; pero por qué es tan difícil tenerlo.

Un momento de calidez y complicidad.

— ¿Y por qué estabas parada allí antes? —John dice y mi corazón palpita fuertemente —¿Deseas algo?

— Bueno, yo...

Junto mis manos y juego con ellas para calmar los nervios.

Ya que no puedo coquetearles, quizás cuenten el beso.

Siento cosquillas en mis mejillas por algunos mechones que parecen atraerse por esa parte de mi rostro. Los tres me miran como si lo que fuese a decir fuera importante, nunca había obtenido tanta atención en mi vida por parte de un grupo.

Suspiro y tapo mis hombros desnudos por la corriente de aire que pasa, además de los nervios. Miro al cielo y contemplo que las nubes pelean fervientemente para obtener el lugar que desean. El sol se esconde entre ellas, la reina ha sido capturada.

Quizás eso era lo que quería decir Couto.

— Toma

John siempre ha tenido una mirada de desconcierto hacia mí, desde que éramos niños exactamente. Pero hoy, siento algo distinto por parte de él; quizás curiosidad.

— Ponte esto —John extiende su abrigo hacia mi dirección.

— Qué caballerosidad, John —comenta Stuart entre risas

— Cógelo —reafirma con una sonrisa algo forzada

Mi mano se acerca al abrigo que yace entre sus manos y lo toma. Los dos suspiramos al mismo tiempo y en ese lapso, nuestras miradas se vuelven a encontrar. Al principio, pensaba que un encuentro con él iba a ser de lo más normal, que iba a ser como cuando éramos niños y simplemente él se iba a burlar, ahora, siento que algo ha cambiado, algo muy profundo dentro de él.

— Así que aquí estabas, Lay...

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