Capítulo 3
Al momento de bajar del auto, el sol ilumina mi pálido rostro; instantáneamente me cubro con mis manos. No quiero sentir esa brillantez bordeando mi piel y mas allá. Por alguna extraña razón, siento que aquella gran luz es una amenaza peligrosa para mí.
Es como si ese momento de brillantez pudiera cuestionar la oscuridad que llevo en mí.
Me muerdo el labio fuertemente para que de mis ojos no salga lágrima alguna, y observo por última vez el rostro cansado de Tobías, golpeándose una y otra vez contra el volante. No lo entiendo. O tal vez sí. Él es como yo en el fondo, como si buscara que el dolor lo rescatara de sus problemas.
Pobre iluso.
Con firmeza, cierro la puerta del vehículo y emprendo mi camino hacia la puerta principal de la “Escuela de artes de Liverpool”. El césped le hace cosquillas a mis dedos desnudos y extrañamente rio; así soy yo, una adolescente normal que se ríe por tonterías y que se enoja por cosas sin sentido.
— No-me-lo-creo —exclama una voz femenina atrás mío. Cierro los ojos y maldigo.
Mía
— No sé tú, Mía, pero es la viva imagen de nuestra amiga: Layla “La anómala” —se escuchan risas, dos exactamente.
Tengo que llegar a la puerta y estaré salvada, solo eso.
— Oh, miren. La anómala cree que se puede liberar de su bienvenida. ¡Qué dulce!
Trago saliva y adelanto mis pasos. Me reconocieron.
— Sí, es ella —responde Belinda, la mejor amiga de Mía — ¡Espera! ¡Starkey, no huyas!
Empujo a una chica y luego a otra, hay libros volando por doquier. Ellas gritan y se ríen; yo, me siento como esos venados que huyen para que no les disparen.
— ¡No llegarás muy lejos!
Me toco el corazón y me excito al notar lo vivaz que está. Hay una corta distancia entre el miedo y el placer, al menos para mí; lo sé, la rareza vive en mí. Me volteo y las miro acercarse como dos leones hambrientos. Retrocedo sin romper contacto visual con ellas y exactamente ahí, es cuando toco el metal helado de la reja principal.
— Señorita, no puede pasar sin mostrarme su identificación
Un señor de gran tamaño me mira como si fuera una vagabunda en busca de comida. Bajo mi mirada a mi ropa en busca de algo, cualquier cosa que le de la razón a aquel hombre y me sorprendo al ver la parte delantera de mi vestido manchada de sangre; le echo un ojo a mi manos y noto de dónde provino dicha sustancia.
Seguro me lastimé cuando apreté mis uñas en mi piel para aguantar las palabras hirientes de Tobías.
— ¿Sabe hablar? —me pregunta
Mis ojos se desvían a sus delgados labios, notando que estos luchan para no moverse. Es como si batallaran para no soltar una risa escandalosa.
Interesante
— Sé hacer otras cosas mejor —digo regalándole mi mejor sonrisa
Él se mueve incómodo; y por fin, libera su risa. Mira intensamente la tela donde acaba mi vestido y me pregunta:
— ¿Cómo cuáles?
Espero un poco, el tiempo suficiente para que ese perfume se extienda. Juego con mis cabellos y respondo:
— Pues…
— ¡Y aquí esta mi querida y hermosa amiga, Lay! —sonrío por la voz cercana a mi oído
El guardia se cubre el rostro con sus manos y observa cualquier cosa menos a mí.
— George Harrison—pronuncio, negando con mi cabeza—Ya te estabas tardando
— Ya sabes que me gusta llegar en el momento indicado, no antes, no después
Me cubre con su cuerpo y nos unimos en un cálido abrazo.
George
Él ha sido mi mejor amigo desde la primaria, es la persona por la que haría pactos satánicos y por la que me acostaría con extraños para sacarlo de cualquier lío. Bueno tal vez no, pero lo intentaría.
— Buenos días, señor Miller —El guardia asiente —Espero fervientemente que mi amiga no le haya causado problema alguno, es algo rebelde cuando no me tiene a mi para contenerla
Me libero de su agarre y lo empujo
— Siempre interrumpiendo la mejor parte del juego —le increpo
— Los juegos son aburridos sin desafíos —Los ojos negros de George observan otra parte, por encima de mí — ¿No lo cree, señor Miller?
Ese es George Harrison, un chico que me desafía siempre que puede
— ¿Por qué no pasan y lo averiguan? —contesta
George le hace un gesto de afirmación con la mano
— Me gusta el razonamiento de este hombre
Hay tres cosas que George me enseño a lo largo de nuestra amistad.
Ignoro a George y me acerco un poco más al guardia.
Una, que a veces debemos aceptar la maldad que hay dentro de nosotros y liberarla cada cierto tiempo para que no nos ahoguemos en ella
— ¿No quiere que le responda?
Él niega y abre la puerta. Miro a George de reojo y él me asiente.
Dos, que hay que tomar decisiones con razonamientos y lógica, y no huir de lo que viene luego, aunque la trayectoria de esa decisión tenga horribles consecuencias.
— No es necesario
Siento que un brazo se incorpora en mi hombro derecho. Miro al costado y George ríe a mi lado
— Vamos, Lay. Ya tendrás tiempo de coquetear luego —El señor Miller se tensa —El primer día nos espera
Tres, que aunque todo sea una completa mierda, siempre nos tendremos el uno al otro para afrontarlo.
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