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POR TI (Drama y superación)


-Bueno, por fin en marcha –exclamó animado un hombre de alrededor de treinta años al meterse en el coche.

-Para la próxima tenemos que asegurarnos de que las cuerdas y el resto del equipo estén listos, que así en el último momento no es forma –reprochó una mujer de su misma edad, sentada a su lado.

-Sí, cariño, pero ya está todo en el maletero, y ahora solo nos queda disfrutar. Vamos, ¡que esas rocas verticales nos esperan!

Al llegar al destino, los dos escaladores aparcaron el vehículo en un parking próximo al lugar y cargaron con sus mochilas a la espalda hasta situarse enfrente del monte elegido.

-Tengo que confesarte que estoy nervioso por este ascenso. Pocas veces me he enfrentado a una subida de esta dificultad y longitud – le dijo el hombre a su pareja, a la vez que se colocaba el casco y ultimaba los mosquetones y el resto del equipo.

-Sí, es un gran reto, y yo tampoco he alcanzado una cima como esta cima nunca antes –hizo una pausa mientras se ajustaba el arnés-. ¿Quieres que vaya yo primera?

-Vale. Y yo te seguiré hasta el fin del mundo –le guiño el ojo y le dio un corto beso de buena suerte.

* * *

-¿Cómo vas? –gritó la mujer mirando hacia abajo para que su pareja pudiera escucharle.

-Bien, bien cariño, aunque es más duro de lo que me esperaba.

-Si quieres bajamos ya –propuso ella.

- No nos queda más que un tercio aproximadamente. ¡Vamos a coronar la cima! –animó él con entusiasmo.

Media hora después, el sonido de las aspas de un helicóptero y las sirenas de varios vehículos inundaban la cordillera.

* * *

La madre miraba hacia el segundo tercio de la montaña con los ojos bañados en lágrimas. Habían pasado unos cuantos años, pero el dolor del fallecimiento de su pareja no mitigaba. A su lado se encontraba una pequeña niña abrazándola con fuerza.

-¿Aquí murió papá? –pregunto con voz temblorosa la pequeña. La madre asintió, incapaz de articular palabra.

-Se rompió el gancho ¿no es así? –preguntó suavemente la niña, tratando de no lastimar a su madre con el recuerdo.

-Sí –tartamudeó entre lágrimas la mujer-. La rosca del mosquetón, del gancho, estaba apoyada sobre la pared. La cuerda pegó un latigazo que hizo que esa rosca chocara contra la roca y se rompiera. Entonces... –cogió aire dificultosamente-. Entonces papá cayó y se golpeó bruscamente contra las rocas de la pared. Quedó colgado del último seguro que había colocado, pero, debido al golpe, estaba inconsciente –la mujer se llevó las manos a la cara y lloró desconsoladamente, mientras la hija, también con semblante triste, la rodeaba con sus brazos.

-Cuando llegaron los servicios de emergencia ya era demasiado tarde –prosiguió la viuda cuando se hubo calmado.

-Era lo que más le gustaba en el mundo –afirmó la niña.

-Sí, escalar era su pasión. Era nuestra pasión. Aunque tú le habrías gustado más –se refirió a su primogénita-. Tienes sus mismos ojos y su mismo carácter –le dijo mirándola fijamente-. A las tres semanas tras el accidente supe que estaba embarazada. Y decidí dedicarme solamente a ti.

-No has vuelto a escalar desde aquel día, aunque también te encantaba –la niña se quedó pensativa-. ¿Por qué no me enseñas?

-¿A escalar? No –le respondió tajante-. No quiero correr más riesgos.

-Enséñame a escalar –repitió.

* * *

Al cabo de un tiempo, ambas volvieron al sitio en el que había ocurrido el fatídico accidente, aunque esta vez llevaban el equipo de escalada a sus espaldas.

-¿Estás segura de que quieres hacerlo? –le preguntó la hija a la madre.

-Hagámoslo.

Tras colocarse todo el equipo y asegurarse completamente, comenzaron a subir por la escarpada y perpendicular pared de la montaña. Se detuvieron hacia los dos tercios del camino.

-Aquí estaba él –observó la mujer mientras acariciaba la roca.

La chica se sacó una pequeña carta escrita a mano del bolsillo y la introdujo en una grieta de la piedra. Seguidamente, besaron la pared y se volvieron a poner en marcha para llegar a la cima.

Con las extremidades cansadas y el corazón dolorido, las dos mujeres consiguieron coronar la montaña más alta de la cordillera. Entonces se dieron la mano y alzaron la mirada al cielo, con una mezcla de alegría, orgullo, superación y tristeza. A la vez, dijeron:

-Por ti.

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