EN BUSCA DEL ATRAPA SUEÑOS (Leyenda)
¡Hola! Esta historia está tímidamente basada en la leyenda de los indios Norteamericanos sobre el atrapa sueños (a partir de los asteriscos), aunque la gran mayoría de los elementos los he introducido yo.
–¡NO! ¡Vete, fuera! ¡Lárgate! –gritó angustiada una mujer de mediana edad.
–¡Madre, madre, despierta! –la zarandeó del brazo un pequeño niño cubierto con pieles de animales y con dos coletas de color azabache.
La mujer abrió los ojos y se incorporó de repente, respirando dificultosamente, bañada en sudor y con su piel, habitualmente morena, muy pálida.
–¿Han vuelto a ser los espíritus malignos? –le preguntó el niño, con notoria preocupación.
–Sí Lakota. Pero tranquilo, ya se han ido.
–Ya, pero si vuelves a cerrar los ojos volverán, ¿no es así? –le inquirió este. La mujer suspiró con pesar a modo de respuesta–. Madre, esas fuerzas negativas se meten en tu cabeza cada vez que sale la Luna, y tienes visiones aterradoras que te hacen sufrir. Hay que hacer algo para que no ocurra, pero ¿el qué?
–Tienes razón cariño, hay que hacer algo, aunque la única solución que la tribu les ha encontrado ha sido esperar a que se desvanezcan con la luz del día.
–Eso no es una verdadera solución porque luego aparecen de nuevo –Lakota comenzó a enfadarse–. No puede ser madre, yo quiero que dejes de tener esas visiones que te dan tanto miedo. Quiero que toda la tribu Ojibwa deje de tener esas visiones.
–Hijo, todos lo deseamos. Sin embargo, no hay ninguna alternativa. Solamente... –la mujer se detuvo, temerosa de cometer un error. Aun así, ya era tarde pues despertó la curiosidad en su primogénito.
–Solamente... ¿qué? –trató de indagar el joven, a la vez que la madre intentaba desviar la pregunta.
–No, nada, solamente... nada.
–Si hay algo que pueda hacer dímelo. Te lo pido por favor –la mujer desistió ante su ruego.
–Solamente existe una posible solución –el chico la miraba expectante–. Cuenta una leyenda que hay un ser con aspecto de araña, llamada Iktomi, que tiene la sabiduría absoluta. Ella es la única que tiene la respuesta a todas las preguntas que puedan surgir.
–¿Y dónde se encuentra ese ser? ¿Por qué nadie la ha buscado antes?
–Se dice que Iktomi vive en lo alto de una montaña, en las profundidades de nuestra cordillera. El problema es que solo se comunica en el lenguaje de los líderes espirituales, lenguaje que nadie de la tierra lo ha conseguido dominar jamás.
–¡Yo lo lograré! –exclamó el joven indio Norteamericano levantándose de golpe.
–Lakota, nadie lo ha logrado antes –la mujer trató de exponerle la realidad .
–Pues yo seré el primero. Recorreré todos los valles y las montañas que haga falta, haré hogueras a la luz de la Luna llena, y les dedicaré danzas a nuestros antepasados del cielo, que están entre los espíritus, para que me enseñen el lenguaje espiritual. Estoy seguro de que la abuela Jukat y el viejo sabio Huinek me ayudarán a comprenderlo –le dijo el niño a su madre con determinación.
Tras anunciarlo, el valeroso joven apiló sus escasas pertenencias encima de una extendida piel de bisonte y se las hecho a la espalda, dispuesto a emprender un solitario y arduo viaje en busca del ser de la sabiduría absoluta.
–No temáis, madre, pues encontraré a Iktomi y me revelará aquello que ahuyentará a los malos espíritus y las visiones.
–Lakota, no , no te vayas. Podemos seguir viviendo con ello, tal y como lo hemos hecho hasta ahora.
–No, ya has sufrido demasiado. Todos habéis sufrido demasiado, y yo ya he tomado mi decisión –entonces se aproximó a su madre y la abrazó con fuerza–. Te quiero, madre, y por eso quiero liberarte del mal.
El joven se fue en dirección al espeso bosque de las colinas, con un claro objetivo, pero sin un claro rumbo.
* * *
(Varios ciclos lunares después)
Un fornido hombre, con un cuerpo trabajado pero una mente aún más trabajada, se asomó por lo alto de la colina. Allí, otro ser con forma de araña lo aguardaba. El primer hombre se arrodillo, mientras pronunciaba en un lenguaje incomprensible, el lenguaje de los líderes espirituales:
–Yo, Lakota, te saludo Iktomi, sabia líder espiritual. He acudido a ti para preguntarte por un suceso que afecta a mi tribu, y entre ellos a mi madre –el hombre depositó delante de ella una ofrenda de agradecimiento a base de pequeños invertebrados.
–Lo sé, Lakota. Esperaba tu llegada –le hizo saber Iktomi, a la vez que cogía una rama circular y algunas plumas–. En cada momento de la vida hay muchas fuerzas. Algunas son buenas, otras malas –comenzó la sabía criatura, al mismo tiempo que tejía una tela de araña alrededor del fino palo–. Tu gente y tú tenéis que aprender a seguir las fuerzas buenas, que son las que os pondrán en equilibrio con la naturaleza y os permitirán vivir en paz. Sin embargo, –hizo una pausa– las fuerzas del mal tratarán de interponerse e intentarán penetrar en vuestras mentes para desviaros del camino adecuado.
Cuando Iktomi hubo terminado la tela de araña, la cual estaba rodeada por una ramita circular de la que algunas colgaban plumas, se la entrego al hombre.
–Mira la telaraña. En ella quedarán todas las ideas, pensamientos, visiones y sensaciones no deseables, y también los espíritus malignos, para que las fuerzas positivas puedan recorren tu alma y la de toda tu gente con total libertad. Con ella ya no sufriréis por los espíritus negativos que se adentran en vuestra mente al salir el astro de la noche.
Así, Lakota regresó a su tribu, para compartir con ellos el atrapa sueños que los liberaría de las opresiones de los malos espíritus y que los llevaría por buen camino.
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