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30. Mamá, tengo novio

Habíamos llegado al hogar de los Hamilton. Saludé a Luna y, después de rascarle detrás de las orejas y en el vientre, me acerqué a Lucas.

—¿Puedo hablar contigo un momento? —dije en voz baja.

Él asintió y fuimos al patio trasero donde había un viejo columpio atado a un árbol y una mesa de picnic. Hacía frío, pero era el único sitio donde podía hablar a solas con Lucas. Luna decidió acompañarnos y se echó a nuestros pies.

—¿Tu familia sabe algo sobre nosotros? —pregunté.

—No, que yo sepa...—Lucas me miró un poco nervioso—. ¿Alguien te ha dicho algo?

—Creo que tu padre lo sospecha...

—No tenemos prisa por anunciarlo a todo el mundo, pero no me importaría que la familia lo supiera... Tarde o temprano, se van a enterar.

Estaba de acuerdo con su planteamiento y tenía lógica. Nunca le había ocultado nada a mamá, pero esta vez no sabía cómo se lo iba a tomar... Ella sabía que yo había salido con chicas. Y ahora era un poco diferente.

—¿Tienes dudas? —Percibí un deje de temor en su voz.

Negué con la cabeza y, tras asegurarme de que nadie miraba, le acaricié el pelo. Él aprovechó para dejar un beso en mi mano.

—No tengo dudas sobre lo nuestro—afirmé—, es solo que no sé cómo hablarlo con mi familia...

—Lo entiendo. No es nada fácil, pero cuando dije que era gay fue liberador y sentí todo el apoyo de quienes me querían—explicó.

Suspiré y sonreí mientras seguía jugando con su cabello rubio y suave.

—Eres muy valiente. Yo todavía sigo sin saber si soy gay, bisexual, pansexual y un largo etcétera—admití.

—No te preocupes por las etiquetas; lo importante ya lo has hecho, admitir que te gusto...

—Cierto... Me costó mucho asimilarlo.

Lucas sonrió y fue a abrazarme, pero se sobresaltó.

—¡A comer! —gritó Laura desde el salón.

Intercambiamos una mirada de complicidad y nos pusimos en movimiento.

—Esto de mantenerlo en secreto va a ser complicado—musitó él. Se me escapó una pequeña risa.


Estábamos en el comedor saboreando la comida china y teniendo una charla animada, aunque no tanto como otras veces; la desaparición de la joven seguía sobre nuestras conciencias.

—Bueno, Brian, cuéntanos qué querías decirme. —Gabriel me animó a hablar y todas miradas se posaron sobre mí.

—Es sobre Vicky, aunque puedo esperar; no quiero fastidiar el almuerzo...

Todos me tranquilizaron y me rogaron que hablara.

—La vi en navidades, la noche que fui a cenar al Renaissance con mi familia. —Mamá asintió como si recordara esa noche—. Después de cenar fuimos a dar un paseo, me paré en un banco para atarme los cordones de las zapatillas y oí a alguien llorar.

Describí con detalle lo que me había dicho, la actitud que tenía y cómo había tratado de alejarme. De vez en cuando, me hacían alguna pregunta y me miraban con preocupación.

—Un teléfono sonó de la nada y los dos nos sobresaltamos, pero algo me decía que Vicky estaba esperando esa llamada. Lo sacó de un arbusto cercano y le dio al botón para contestar, pero ella no dijo nada.

—¿Cuánto tiempo crees que duró esa llamada? —preguntó Gabriel mientras tomaba algunas notas en la servilleta de papel.

—Un minuto como máximo, no más.

—El tiempo suficiente para dejar instrucciones rápidas—inquirió Lucas.

Su padre asintió con la cabeza y me indicó que continuara.

—Luego ella hizo algo extraño, tiró el móvil al suelo y lo pisoteó hasta romperlo.

—¿Qué hizo después? —preguntó Lucas.

—Me dijo que olvidara lo que había visto y que no le dijera nada a nadie, especialmente, a Daphne...

Todos intercambiaron miradas de estupefacción.

—Al final me gritó que me fuera corriendo y eso hice...

Laura miró a su marido.

—¿Qué piensas de todo esto, Gaby?

—No lo sé, es mucha información que procesar...—admitió—. Has hecho bien en contármelo, Brian.

—Parece algo bastante turbio—señaló Julia.

Se hizo un tenso e incómodo silencio en la mesa.

—No tardó más de cinco minutos más o menos en alcanzarnos. Lo vi corriendo y el pobre se tropezó con la raíz de un árbol y se le salieron las prótesis—dijo mamá—. Por suerte, sus tíos y sus primas me ayudaron a recogerlo del suelo.

Lucas se echó a reír y los demás lo siguieron, logrando relajar el ambiente en la mesa.

—Es tan típico de Brian...—dijo Lucas. Lo fulminé con la mirada.


Mientras los adultos hablaban en el salón y Julia veía una serie en su dormitorio, Lucas me hizo una seña y lo seguí hasta su habitación. Entramos y él cerró la puerta. Lo miré con una ceja enarcada.

—Te echaba de menos...—comentó con una sonrisa pícara en el rostro. Sus mejillas se tiñeron de rojo.

—No me lo creo—dije a modo de broma—. Vas a tener que demostrarlo...

—¿Estás loco? —Lucas agrandó los ojos—. ¿Con mi hermana enfrente y mis padres en el salón?

Me llevé las manos a la cabeza y fingí que me escandalizaba.

—¿En qué cosas pervertidas estás pensando, Lucas Hamilton?

Había descubierto que me gustaba chincharlo y, siempre que podía, lo hacía para ver su reacción tan adorable.

—Calla, anda. —Lucas tiró de mí, haciéndome bajar en cuclillas, y estampó sus labios contra los míos—. Te iba a proponer la salida al cine que te debía, pero ya nada porque te has portado mal conmigo.


Fuimos al cine y disfrutamos de la película de Marvel, pero no pude prestar mucha atención. El capitán de hockey me distraía tirándome palomitas y yo me despistaba poniéndome romántico y cariñoso con él.

Volví a casa con una tonta sonrisa en la cara y mamá me miró como si se estuviera preparando para hacer un interrogatorio al más puro estilo de Gabriel Hamilton. Traté de huir hacia mi habitación, pero ella me lo impidió.

Me senté en el sofá y ella hizo lo propio frente a mí. Hicimos un duelo de miradas y, al final, ella habló.

—Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea y que siempre te voy a apoyar en todo, incluso, puedo ayudarte a enterrar un cadáver en el jardín del vecino, si hace falta.

—Y luego compartimos celda en la cárcel...—añadí.

—Por supuesto que sí—añadió con una sonrisa en la cara

—. Sé que estos últimos meses han sido muy duros para ti, pero también te he visto feliz y hacía tiempo que no te veía así.

—Lo soy—afirmé.

—Cuando quieras, puedes hablarme del motivo de esa felicidad...—Mamá se secó una lágrima que le resbalaba por la mejilla. La miré impresionado—. Estoy bien, es solo que pensé que no volvería a ver al auténtico Brian.

Me levanté y la abracé con fuerza. Tenía muchos motivos para ser feliz y uno de ellos empezaba por la letra ele. Era hora de que mamá lo supiera; se lo merecía. Deshice el abrazo y me senté a su lado.

Carraspeé y ella me miró con curiosidad. Y, sin pensarlo, lo solté sin más.

—Mamá, tengo novio.








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