25. El capitán necesita un Skincare
Al día siguiente, después del encuentro en la cafetería, Iván me hizo señas para que lo siguiera. Sabía que estaba preocupado por Daphne y que hacía todo lo posible por buscar pruebas que alejaran las sospechas de ella. Lo seguí hasta un rincón desierto del pasillo del instituto.
—Hemos encontrado algo...—dijo.
Supuse que con «hemos» se refería a él y a su hermano que, sospechaba, tenía ciertas habilidades en el manejo de las redes y otras cosas relacionadas con los dispositivos electrónicos. Lograron arreglarme la PlayStation sin tener que gastarme nada de mis ahorros.
Mi sospecha se confirmó cuando mi amigo me mostró una imagen en su móvil. Parecía una imagen capturada de alguna cámara de videovigilancia que había por los alrededores de la casa de los Scott. En ella se veía a dos personas hablando en un lateral de la casa.
—Conseguimos ampliar la imagen y limpiarla; se puede ver la cara de uno de ellos— indicó Iván.
Me mostró otra imagen. Un adolescente, que parecía tener nuestra edad, estaba atrapado en el objetivo de la cámara y se podía ver con nitidez su cara con acné y una gorra de marca.
—No lo conozco, creo—admití. Aunque había algo en él que me resultaba conocido.
—La otra persona es imposible de identificar, pero por la estatura, creemos que es una chica y está muy bien oculta por las sombras de los árboles.
Vi la imagen de la sombra y sentí un dejà vu; la había visto antes.
—¿Qué vas a hacer con esas imágenes?—pregunté.
—Más bien qué hicimos. Las imágenes se enviaron de forma anónima a la policía hace...—Iván miró la hora y respondió—exactamente cuatro horas.
—¿Estarán bien? —Me preocupaba que hubieran dejado algún rastro que llegara hasta ellos.
—Sí, está bien cubierto; no me dejó estar con él cuando lo hacía, por si salía mal y acababa arrastrándome también ...—explicó.
Horas más tarde, los Scott estaban en la puerta del club esperándonos para entrenar con sonrisas y rostros que reflejaban el estrés y el agotamiento de los últimos días. El equipo de hockey y los voluntarios suspiraron aliviados, no quedaba mucho tiempo para el partido definitivo. Antes de entrar en nuestras respectivas zonas de entrenamiento, Lucas se me acercó.
—¿Estás libre después del entrenamiento?
—Sí, ¿por qué?
—No me vendría mal la rutina de skincare después de la paliza que me va a meter al entrenador—dijo.
Me reí y quedamos en vernos después del entrenamiento. El entrenador de atletismo me puso a lanzar unos cuantos discos y luego a correr un poco. Estaba seguro de que me iba a agotar físicamente, pero disfruté de la carrera y me sentí liberado.
Me di una ducha rápida y fui a buscar a Lucas. Antes de entrar en la sala que de hockey oí muchos aplausos y me asomé con curiosidad. Iván, con una enorme sonrisa en la cara, me vio y me indicó que me acercara al círculo de personas que había en medio de la sala. Me puse a su lado.
—Ya hice las paces con Lucas, estuve fuera de lugar...—Asentí con la cabeza y continuó—. Al parecer, durante la ausencia de los Scott, tu chico estuvo entrenando con el equipo en la calle y repasando el reglamento del juego.
Sentí mariposas revoloteando en el estómago cuando Iván dijo «tu chico». Lo busqué con la mirada y lo encontré en el centro del círculo siendo felicitado por todo el equipo. Muchos parecían contentos con el cambio, pero también había caras de tristeza y alguna que otra de enojo.
—Tuvo muy buena iniciativa—dije sorprendido—. Pero no entiendo por qué hay tanto alboroto aquí.
—Clarissa ha dimitido como capitana del equipo porque la universidad absorbe todo su tiempo y ha propuesto a Lucas para que ocupe su lugar; el entrenador y ella misma han reconocido que el equipo puede estar en buenas manos con él.
Daphne entró en el círculo y habló con la voz gritona que había echado tanto de menos estos días.
—Propondría salir a celebrarlo, pero estoy molida...
—Yo también —añadió Lucas—. Propongo hacer una fiesta cuando ganemos el partido y entremos en la Liga Nacional.
Más aplausos y vítores llenaron el lugar.
Llegamos a la casa de Lucas y, tras jugar un rato con su perra Luna, fuimos a su habitación y me dio el boleto con la sesión de skinecare que le había hecho para el amigo invisible. Di una vuelta por su habitación azul y me sorprendió gratamente.
Había posters de personajes de anime y Harry Potter; de cantantes coreanos e instantáneas de partidos de hockey en silla de ruedas. Sobre la mesa vi una variedad de materiales de dibujo, un ordenador y una tableta gráfica. Miré al chico con asombro.
—Eres todo un otaku y un artista. —Recordé el cómic que había hecho en la caja de los zapatos—. Dibujas muy bien, reflejaste bien mi vida en esas viñetas.
—Gracias—respondió con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Evitando el contacto visual, añadió—: ¿Empezamos? Mi cara necesita una limpieza profunda...
Abrí la famosa cesta de productos que le regalé y saqué las cosas que, según Lucas, hacían falta. El chico, después de quitarse las gafas, se había puesto una cinta para el pelo con orejas de perrito para despejar la cara.
Fui aplicando los productos en su cara siguiendo sus indicaciones. Pensaba que las cremas iban a ser pringosas, pero me impresionó la suavidad y la frescura que me dejaba en las manos. Sentía que ya lo había probado antes, pero era imposible; yo nunca había usado estas cosas.
Con un k-drama de fondo, fui poniendo los productos siguiendo las indicaciones de Lucas. También tuve la misma sensación de antes, pero más fuerte a medida que iba tocando más cosas. Cada vez tenía más claro que algo raro estaba pasando por mi cabeza.
Pequeñas escenas se reproducían en mi mente y me lamenté por estar soñando despierto y por no haber vivido esas escenas. En el sueño, Lucas me había colocado esa misma diadema y me había maquillado utilizando los pinceles con la boca.
—Brian, ¿estás bien? —La voz de Lucas me devolvió a la realidad.
—S-sí, solo estoy un poco distraído—admití.
—Menudo esteticista estás hecho! —exclamó poniendo los ojos en blanco—. A ver, ¿qué te pasa?
Le conté lo que me ocurría y, para mi sorpresa, se echó a reír. Toda la tensión que acumulaba sobre su cuerpo y que no había visto hasta ahora, se relajó de golpe.
—¡Malditas drogas! Y yo creyendo que era indiferencia lo que transmitías...
Sacudió la cabeza y me pidió que me sentara en el suelo y cerrara los ojos. Escuché que Lucas cogía algo y sentí su respiración cerca de mi cara. No sabía qué iba a hacer.
—¿Estás preparado? —susurró en mi oído. Mis pulsaciones se dispararon.
—S-sí—respondí. La voz me salió un poco ronca.
Sentí que me colocaban algo suave y peludo sobre la cabeza. Luego algo se deslizó con suavidad por mi cara haciendo un recorrido por mis mejillas, la nariz, los ojos, los labios... Era una sensación muy placentera y...
De pronto, nuevas imágenes aparecieron en mi mente. El porche de los Scott, productos de maquillaje repartidos por la mesa de madera, yo sentado en el suelo mientras Lucas me ponía la diadema de perrito. Lucas con una brocha en la boca mientras mezclaba colores y los aplicaba sobre mi cara. La sombra multicolor de ojos que resaltaba sobre mi piel oscura...
Había recuperado mis recuerdos de la fiesta después del primer beso.Luego, recordé consatisfacción, que le siguieron algunos más.
Abrí los ojos y lo miré.
—Ya lo recuerdotodo.
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