21. Vuelta a la rutina
Las vacaciones de navidad quedaron atrás y volvimos a la rutina. Habían sido unas navidades extrañas, sencillas y sin demasiados lujos a mi alrededor. Pero, lejos de desagradarme, me habían encantado.
La compañía de los que consideraba mis nuevos amigos me había ayudado a sobrellevar la ausencia de los que ya no estaban a mi lado; papá, porque no soportaba la idea de que su hijo prodigio del baloncesto se había quedado sin piernas y Amber, que no estaba en este mundo.
Traté de dejar de lado esos pensamientos y centrarme en buscar un sitio en el aula. Era la primera vez que iba a clase con las prótesis.
—¡Brian! Por aquí—dijo Iván agitando la mano para que lo encontrara.
Me senté a su lado en el aula y saqué los materiales de la asignatura. Había aprobado todas las materias por los pelos y necesitaba mejorar las notas para tener más posibilidades de entrar en cualquier universidad y carrera.
—Bonitas zapatillas—comentó alguien a mis espaldas. Me giré y vi a Daphne que estaba sentada detrás de mí y me miraba con una sonrisa pícara.
Me había puesto las zapatillas de atletismo que me regaló mi amigo ya no tan invisible. Camuflada entre las viñetas, vi las iniciales del artista: L.H. Además, solo había una persona del grupo que conocía todo mi pasado: Lucas.
Pensar en Lucas me llevaba a rememorar el beso. El recuerdo se había adherido a mi memoria y era incapaz de dejar de pensar en ello. Aun no me lo creía, había besado a Lucas y me había gustado mucho más de lo que esperaba.
Me sentía feliz y, a la vez culpable. Sentía que traicionaba a Amber si empezaba a sentir estas cosas. Mi mente era un caos de dudas sobre muchas cosas, entre ellas, mi sexualidad. Siempre me habían gustado las chicas y ahora sentía cosas por un chico...
Por otro lado, no dejaba de pensar en lo que había pasado con Vicky y en lo nerviosa que estaba esa noche. Las palabras del padre de Lucas volvieron a mi mente: «Ten cuidado con los que te rodean», había dicho. Seguía sin saber a quiénes se refería ni por qué debía tener cuidado. Miles de preguntas se arremolinaban en mi mente y no podía concentrarme.
—¡Tierra llamando a Brian! —Daphne tiró de la capucha de mi sudadera para llamar mi atención.
—¿Qué pasó? —respondí dando un respingo del susto.
—Lleva un rato intentando hablarte, pero parece que estás en las nubes—observó Iván.
—L-lo siento...—me disculpé. —¿Qué decías? —le pregunté a la chica.
—¿Vienes hoy al entrenamiento de atletismo?
—Sí. ¿Por?
—Mi padre viene a recogernos y puede llevarte a ti también.
—Ah, vale. Gracias.
La profesora de biología llegó y dio comienzo a la clase haciendo un repaso de lo estudiado en el semestre anterior. El resto de las clases transcurrió de forma similar. Mi atención fue nula en la mayoría de las clases y provoqué que Iván me pusiera mala cara en varias ocasiones.
Cuando estábamos en clase, mi amigo se transformaba en el alumno modelo de los profesores y, fuera del aula, era un friki como yo y el chico de la guitarra.
Antes de salir del instituto me acerqué a Daphne.
—¿Sabes algo de Vicky? Me extraña no verla por aquí...
La chica asintió y respondió:
—Me dijo que estaba enferma; cogió un buen resfriado en el viaje.
Llegamos al club deportivo y nos bajamos de la furgoneta del entrenador. Los hermanos Scott, Iván y yo, entramos en las instalaciones y nos fuimos a nuestros respectivos lugares; unos a la sala de Hockey y otros a la pista de atletismo.
No había llovido en días así que la pista estaba en perfectas condiciones para entrenar. Matthew era el entrenador y Daniel su asistente. Nos reunieron a todos los nuevos en las gradas para explicarnos el deporte y sus diferentes modalidades. Luego empezamos con la práctica.
Como llevaba poco tiempo con las prótesis, consideraron prudente que empezara con lanzamientos; las careras las dejaríamos para más adelante. El entrenador Matthew me condujo hasta uno de los círculos de arena y me ofreció un disco que no pesaba más de dos kilogramos.
—Mira, coges el disco así y te colocas en esta postura. —Explicó cada movimiento y traté de imitarlo. —Nada mal para ser la primera vez. Inténtalo otra vez y lanza el disco.
Hice lo que pidió imitando sus movimientos y lancé el disco, que salió disparado y aterrizó a varios metros desde donde nos encontrábamos. Casi pierdo el equilibrio durante el lanzamiento, pero logré recomponerme.
—¿Necesitará un asiento? —preguntó Daniel, que estaba al lado del entrenador.
—Creo que no, su equilibrio mejorará con la práctica. De todas formas, quédate con él y practiquen más lanzamientos a ver cómo evoluciona.
Matthew se fue y nos dejó a Daniel y a mí solos. El pelirrojo me ofreció otro disco y lo lancé algo más lejos que el anterior. Y así varias veces más hasta que logré lanzar el disco sin perder el equilibrio.
Tenía los brazos entumecidos y el sudor se me había pegado a la espalda. Trataba de seguir las indicaciones de Daniel, pero, su voz se me hizo lejana y, en su lugar, mi mente solo pensaba en aquellos suaves labios y ojos azules que me perseguían en sueños. Luego evocaba la imagen de Amber.
—¡Brian! —Me llamó Daniel—¿Me estás escuchando?
—P-perdona... No sé qué me pasa. —Suspiré con resignación.
—Estás muy despistado. Tienes que centrarte antes de que lances el disco y le caiga a alguien por accidente.
—L-lo sé... Es que tengo mil cosas en la cabeza y...
Me quedé mirando a Daniel y una idea cruzó por mi mente. «A lo mejor él podía ayudarme», pensé.
—¿Haces algo después del entrenamiento? —pregunté.
—No. ¿Por qué?
—Necesito aclarar algunas cosas y creo que tú puedes ayudarme.
—¿Mal de amores?
—Algo así...
Salimos de los vestuarios y a la salida de las instalaciones busqué a Lucas con la mirada, pero, parecía que ya se había marchado; no habíamos coincidido. Decidí escribirle.
Brian: Falta a Lucas Hamilton por no haber ido al entrenamiento...
Lucas: ¡Oye! Que sí fui.
Lucas: ¿Dónde te metiste?
Brian: En la pista de atletismo lanzando discos.
Brian: No me siento los brazos.
Lucas: Yo casi vuelo con la silla.
Lucas: Me choqué con otro jugador y estaba mal amarrado a la silla...
Brian: OMG
Brian: ¿Nadie lo grabó?
Brian: Quiero ver a Súper Lucas con su capa volando.
Lucas: JAJAJA.
Seguí a Daniel hasta una cafetería y nos sentamos. Teníamos apetito, por lo que pedimos sándwiches especiales y bebidas sin gas. El pelirrojo me miraba con curiosidad. Se parecía mucho a su padre, el entrenador de Lucas. A diferencia de sus hermanas, era más calmado y menos hablador.
—¿De qué quieres hablar, Brian? —preguntó con tranquilidad.
—E-eh... Jack y tú..., ¿cómo supiste si...? — Me sentía ridículo preguntando eso y las palabras no me salían.
—¿Cómo supe que me gustaban los hombres?
Asentí con la cabeza.
—Simplemente lo supe. Me sentía bien con ello y vi que encajaba con mi forma de ser.
Le conté todo lo que me ocurría e, incluso, le hablé de mi relación con Amber. Daniel me escuchaba con atención. Hablamos durante horas y acabé con las cosas más claras.
—Brian, te has enamorado y no debes dejar que el recuerdo de Amber empañe ese momento tan bonito. Tu vida sigue adelante, aunque ella ya no esté a tu lado.
Asentí y le di un sorbo a mi bebida.
—El amor no entiende de razones ni de etiquetas, solo fluye.
Mientras volvía a casa, la certeza me golpeó con fuerza.
Me había enamorado de Lucas Hamilton.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro