Llegó el día de la fiesta en la casa de Daphne. Estábamos todos emocionados con la idea de pasar una noche juntos. También teníamos curiosidad por los regalos de nuestros amigos invisibles.
Frente a mí había un chalet de piso bajo y de arquitectura moderna que combinaba piedra y madera. Iván se quedó pasmado mientras que yo estaba acostumbrado a este estilo de vivienda. Antes de mudarnos, mamá y yo vivíamos con papá en un chalet de proporciones un poco más grandes y de dos plantas.
—¡Qué pasada! —exclamó Iván—. ¿Tú sabías que vivían en una casa como esta?
—No tenía ni idea—respondí.
Al momento, la verja se abrió y apareció Daniel vestido de forma elegante con una camiseta y una americana. Yo iba de un modo similar.
—Bienvenidos a la morada de los Scott.
—Y menuda morada...—susurró Iván.
El pelirrojo nos condujo por un camino de guijarros hasta llegar a la vivienda. Estaba todo adaptado para personas con movilidad reducida. Entramos en el recibidor y reconocí la mano experta de un profesional de la decoración en la combinación de colores y en la colocación de los objetos, cuidando hasta el más mínimo detalle.
La casa estaba pulcramente decorada con adornos navideños, dándole un ambiente familiar y acogedor. Daniel nos indicó que cogiéramos algún accesorio de la caja que había en el suelo. Iván y yo nos decantamos por un gorro de Papá Noel y Daniel se puso un collar de serpentinas.
Daphne nos aguardaba en el salón con un vestido negro y un hombro descubierto. Tuve que darle un codazo a mi amigo para que disimulara un poco; se había quedado embobado mirándola. Los ojos de la chica brillaron cuando vio que Iván había traído la guitarra. Detrás de ella apareció Lucas. Ambos llevaban un collar como el de Daniel.
—¡Llegaron! Y con música para amenizar la noche—dijo él.
No podía dejar de mirar al chico. Llevaba una camiseta blanca y una chaqueta de cuero negra. El pelo lo llevaba rapado por un lado y algo largo por el otro, dejando al descubierto una oreja con varios piercings diferentes a los que llevaba habitualmente. No llevaba gafas, sino lentillas. Tenía sombra de ojos y un eyeliner negro que resaltaba sus ojos azules.
—Todavía estamos esperando a los demás, pero podemos picotear algo mientras tanto— propuso Daphne—. Ya hay gente allí.
Dejamos los regalos en una de las habitaciones cercanas al salón. Ya había unos cuantos paquetes amontonados. Pasamos al comedor y vimos a Nozomi, Clarissa y Julia charlando animadamente.
—Hola—saludé.
Las chicas nos saludaron al entrar y siguieron con su conversación. Cada uno llevó algo de comer; dejé en la mesa unos nachos con guacamole y, a medida que iban llegando algunas amistades de los hermanos Scott, la mesa se fue llenando de comida.
Horas más tarde la fiesta se llenó de risas, música, conversaciones y bailes. Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien.
Los padres de los Scott estaban de viaje y no volverían hasta el día siguiente. Ya era medianoche cuando decidimos que había llegado el momento más esperado de la noche. Algunos asistentes a la fiesta se fueron y nos quedamos solo los que participamos en los regalos de la Amistad Invisible.
—¡Y ahora a por los regalos! —anunció Daphne con emoción.
Iván, Julia y Daniel sacaron los regalos de la habitación y los colocaron en la mesa del salón. El resto esperábamos sentados en los enormes sofás. Éramos diez personas en total; los que fuimos a jugar a casa de Lucas, Daniel, Clarissa y dos amigos de ellos.
—¿Quién empieza? —preguntó Daniel.
—Somos diez—dijo Patrick, un amigo de Clarissa—, puedes elegir un número hasta el diez y el que lo averigüe empieza.
—¡Buena idea! Y luego continuamos con la persona que esté al lado derecho—propuso Clarissa.
Empezó Nozomi. Abrió su pequeño regalo y sacó una gargantilla y un par de pulseras a juego. A Julia le regalaron una lámpara con forma de pollito y a Iván una figurita de porcelana de Marvel y un pack de recambio de cuerdas de guitarra.
Daphne se alegró mucho con el block de dibujo y un set de acuarelas; también le habían regalado un CD con la carátula en blanco.
—¡Que lo ponga! ¡Que lo ponga! —corearon las chicas al unísono. La pelirroja negó con la cabeza.
—Hay una nota aquí y pone que debo escucharlo cuando esté sola y haya tenido un mal día...
Miré disimuladamente a Iván y él asintió con la cabeza. Había seguido mi consejo. Le sonreí.
Más tarde, Clarissa, Daniel y sus amigos abrieron sus regalos, que resultaron ser muy divertidos y originales como camisetas personalizadas, juegos para grupos y accesorios para poner en las sillas de ruedas. Solo quedábamos Lucas y yo.
—Brian, tu turno—. Daniel me dio un regalo rectangular envuelto en un papel de corazones de colores. Nozomi, Lucas y Daphne se echaron a reír.
—Un regalo ideal para el chico de los corazones—comentó Iván entre risas.
Yo también me reí y me apresuré a abrir el regalo evitando romper el papel. Tenía curiosidad por ver lo que me habían regalado. Me quedé impresionado con lo que vi; una caja de cartón decorada con viñetas dibujadas a mano, como si se tratara de un cómic. Pude reconocerme a mí mismo y a pequeños fragmentos de mi vida.
Nunca me habían regalado nada similar. Se notaba que habían puesto esfuerzo y dedicación a los dibujos. Sentí que me invadía la emoción y se me humedecieron los ojos.
—¡Que lo abra! ¡Que lo abra! —dijeron todos.
Abrí la caja y encontré un cómic de Marvel que llevaba tiempo buscando y unas zapatillas de atletismo. Adherida a una de las zapatillas había un post-it rosa con una pequeña nota:
—Espero que hagas muchos kilómetros y que disfrutes de las oportunidades que te ha dado la vida. Firmado, tu amigo invisible—. Leí la nota y todos aplaudieron con emoción.
«¿Había sido él mi amigo invisible?», pensé. Observé a Lucas y vi que me miraba con sus ojos azules y una sonrisa divertida. Lo cierto es que él era el único que conocía todos los detalles de mi vida y algunos de ellos de ellos estaban reflejados en el dibujo. Una sonrisa escapó de mis labios.
Por fin había llegado el turno de Lucas. Me puse nervioso y empecé a dudar de si el regalo era suficiente o no. Daniel ayudó a Lucas a abrir su regalo. El paquete tenía forma ovalada y era de tamaño mediano. Rasgaron el papel sin contemplaciones y el chico gritó:
—¡¿Qué?! ¡No puede ser!
Era la cesta de productos de cosmética que había mostrado la youtuber Phoenix en su vídeo. Las chicas gritaron emocionadas y se lanzaron hacia Lucas para ver el contenido de la cesta.
—Mira, Lucas, aquí hay dos sobres; uno blanco y otro negro—observó Julia—. ¿Cuál quieres abrir primero?
—El negro, por supuesto—afirmó.
Lucas abrió el sobre y sacó un pequeño papel decorado con pegatinas brillantes. El rubio lo leyó en voz alta:
—Un vale para una rutina de skincare gratuita que te hará tu amigo invisible cuando tú quieras. Así las ojeras no serán tan horribles por chatear a altas horas de la noche... Firmado, tu amigo invisible.
Lucas se echó a reír y sus ojos se posaron en mí por unos segundos.
—Sin duda, voy a usar ese vale muy pronto—aseguró.
Luego cogió el sobre blanco y también encontró otra nota.
—¡Hola, Lucas! Me ha dicho tu amigo invisible que te encantan mis vídeos y que no te pierdes ninguno. Espero que disfrutes de estos maravillosos productos. ¡Tráete a tres personas y ven al Salón de belleza de Azael! Pasaremos juntos una tarde divertida y les daré una exclusiva masterclass de cosmética. ¡Nos vemos pronto! Firmado, Phoenix.
Se hizo el silencio absoluto. Todos trataban de digerir la noticia. Daphne fue la primera en reaccionar.
—¡Vas a ver a Phoenix! —exclamó emocionada.
—Y tú también —respondió él—. Hermanita y Nozomi, hagan hueco en sus agendas que tenemos una cita con nuestra youtuber favorita.
Las chicas gritaron y se acercaron a Lucas para abrazarlo.
Me costaba creer todo lo que había ocurrido. La famosa Phoenix me había encerrado en el Salón de belleza porque el tirano de su jefe, Azael, la había dejado sola preparando las cestas de productos y quería que yo la ayudara.
—Muy emocionante todo—dijo Nozomi—, pero es hora de hacer la fiesta más interesante.... ¿Y si jugamos a Verdad o Reto?
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