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15. Ya es Navidad en el club

https://youtu.be/aAkMkVFwAoo

No dormí bien por la noche. Pasé gran parte de la noche con molestias en los muñones; éstas fueron desapareciendo poco a poco después de quitarme las prótesis. Además, las palabras del padre de Lucas no dejaron de resonar en mi cabeza. No tenía ni idea de por qué debía tener cuidado ni de quién.

Al día siguiente, el fisioterapeuta me explicó que estaba incómodo porque había colocado mal las medias que me ponía en los muñones; más tarde supe que se llamaba Liner.

Me recomendó utilizar las prótesis el mayor tiempo posible para que mi cuerpo se acostumbrara al objeto extraño. Sin embargo, prefería seguir utilizando la silla de ruedas en la calle hasta que tuviera un buen control de las prótesis en espacios interiores.

Después de la sesión de rehabilitación fui al club deportivo. Había quedado con la gente de atletismo para ayudar con la decoración de la fiesta de Navidad de esa noche. Estas Navidades iban a ser bastante extrañas para mí. Era la primera vez que las pasábamos sin papá. No quería pensar mucho en ello.

Entré en el club y me sorprendió ver a más gente de la que esperaba, ya que era una actividad voluntaria. En uno de los pasillos me encontré a Daniel llevando una enorme caja en los brazos.

—¡Hola! ¿Necesitas ayuda?

—Hola, Brian. Sí, hay más cajas en la habitación aquella— señaló.

—Vale, me pongo las prótesis y te ayudo.

Pasé por el vestuario y saqué las prótesis, que las había guardado en la mochila., junto con las zapatillas y el Liner. Con paciencia, me puse las prótesis y salí del vestuario andando y empujando la silla por los manillares. Iba a usarla para transportar las cajas.

Llegué con las últimas cajas a la sala donde había más alboroto y me impresionó lo que vi. Un grupo montaba el árbol de navidad, otros desenredaban las luces y varias chicas colocaban adornos por todas las salas y pasillos.

—Estas eran las últimas cajas que quedaban—dije.

—Te veo bien con las prótesis—comentó Daniel con una sonrisa—, vas con más seguridad.

—¿En serio? Me siento bastante torpe—admití.

No conseguía deshacerme del recuerdo de la caída donde acabé encima de Lucas. Fue vergonzoso, pero, también agradable. No podía quitarme de la cabeza el cálido cuerpo de Lucas debajo del mío y sus ojos azules.

Con este pensamiento, mi corazón se puso a latir frenéticamente y traté de calmarme. Algo me estaba sucediendo, no era normal que me pusiera así cada vez que pensaba en...

La voz de Daniel me hizo volver a la realidad.

—Es normal. Poco a poco irás adaptándote y aprenderás trucos útiles. —¿Qué hay en las cajas? —preguntó.

Miré las etiquetas que había en un lateral de las cajas.

—Guirnaldas y bolas.

—Vamos con las guirnaldas.

El pelirrojo, otros chicos y yo, pasamos gran parte de la mañana decorando las paredes del club. Varias horas más tarde, el lugar parecía otro totalmente diferente; la Navidad había irrumpido con fuerza y alegría. Estaba todo lleno de brillo y color.

Terminamos colocando las mesas y las sillas para la cena de esta noche. La jornada la acabamos con un selfie grupal de recuerdo.

Conseguí recuperar unas cuantas horas de sueño al llegar a casa. Me levanté con energías renovadas y deambulé por la casa, en busca de algo que hacer. Me encontré a mamá dormida en el sofá y la tapé con una manta. Parecía cansada.

Cogí el móvil para jugar al LOL con Iván que estaba conectado y vi que tenía varios mensajes sin leer.

Miré el grupo del club. Estaban preguntando si había que llevar algo para comer, pero, Laura la madre de Lucas, recordó que habían contratado un servicio de catering de un amigo de su familia que tenía un restaurante. Él se encargaba de todo y estaba bien precio.

—¡Hola! —saludó mamá desde el umbral de la puerta de mi habitación.

—¿Te desperté? —pregunté. Ella negó con la cabeza.

—No. ¿Qué tal el día?

—Agotador. Fui a rehabilitación y luego pasé por el club a echar una mano. Sobreviví con las prótesis y... esta vez no me caí encima de nadie.

Eso último lo había dicho sin querer. «¡Oh, no! Conozco esa mirada», pensé. Mamá se sentó en mi cama y me miró con seriedad.

—¿Qué ha pasado, Brian?

—¿Quieres ir a la cena de esta noche? Van los Hamilton y hay que pag.. —No me dejó terminar.

—Sí quiero ir—respondió. —No me cambies de tema... ¿A qué te refieres con esta vez? —insistió.

Ya no tenía escapatoria. Le dije la verdad y...se preocupó más por Lucas. El pobre había tenido que soportar las toneladas que, según ella, pesaba yo.


La decoración del lugar había sido un gran éxito. Alabaron nuestro esfuerzo y entusiasmo con la actividad navideña. All I want for Christmas is you de Mariah Carey sonaba por los altavoces, amenizando la fiesta.

Mamá y la tía Bethany, que se había apuntado en elúltimo momento, se quedaron asombradas con el ambiente relajado y alegre que reinaba en el lugar.

—¡Esto es impresionante! —exclamó mamá.

—Lo es—afirmó mi tía.

Encontramos a Laura y a Lucas hablando con un hombre que llevaba un uniforme de chef con el logo de un ave fénix. Supuse que era el amigo que tenía el restaurante.

—¡Dimitri! — Mi tía corrió hacia el chef y le dio un gran abrazo, al que él respondió entre risas.

Todos nos quedamos atónitos mirando a mi tía, incluidos los Hamilton.

—¡Bethany! Cuánto tiempo, no esperaba verte por aquí—dijo el tal Dimitri.

—Ni yo tampoco, fue un plan de último momento.

Mi tía nos hizo un gesto para que mamá y yo nos acercáramos. Nos hicimos paso entre la gran cantidad de personas que había y llegamos hasta el grupo que conformaban los Hamilton, mi tía y el chef.

—Te presento a mi hermana Helen y a mi sobrino Brian, que hace atletismo en este club.

—Encantado de conocerles. —El hombre, alto y de ojos grises, nos saludó con una sonrisa en los labios—. Bethany y yo nos conocemos desde hace muchos años.

—Exacto—afirmó mi tía—. Dimitri Ivanov y yo trabajamos juntos en Eternity hasta que decidió cambiar los trajes hechos a medida por los delantales. Ahora es el chef del Renaissance. Abrió el restaurante hace algunos años.

—Bianca Morello también trabaja en Eternity—dijo Laura. Me sonaba que mi tía me había hablado de ella.

—¿La conoces? —preguntó mi tía sorprendida.

—Sí—afirmó Lucas—. Conocimos a Bianca en una asociación de personas con nuestra enfermedad y nos hicimos amigos. Luego ella nos presentó a su pareja—añadió señalando al chef.

—También nos vendió una casa. Fue una suerte porque es muy difícil encontrar viviendas accesibles y esta era perfecta para mi hijo—comentó Laura.

El chef asintió como si conociera los detalles de la venta y aclaró:

—Era la casa donde pasó parte de su infancia.

—¡El mundo es un pañuelo! —exclamó mamá entre risas.

—Esto es lo que tienen las pequeñas ciudades—dijo Bethany.

El móvil de Dimitri sonó y sonrió al ver quien llamaba. Como estaba ubicado a su lado, pude ver la foto de una mujer pelirroja con los ojos verdes y una sonrisa radiante en el rostro. Escuché parte de la conversación:

—¡Hola, Risitas!

—¿Cuántas veces te he dicho que no me llames chupasangre?

Lo miré con asombro y él se dio cuenta.

—Has conseguido que un chaval me mire con cara rara. Va a pensar que estamos locos...

Automáticamente, negué con la cabeza y el chef me dio una palmada en el hombro mientras se reía.

—¿Ya llegaste a casa? A mí me queda un rato todavía...

—Estoy con el catering para el club deportivo de los Hamilton. Espérame para cenar.

—Sí, aquí está. Claro, te lo paso.

Dimitri llamó a Lucas y este se acercó.

—Bianca quiere hablar contigo—le dijo. Dimitri le acercó el teléfono a la oreja.

—¡Bianca! —exclamó con alegría—. ¿El próximo partido? Es a finales de febrero.

—Claro, puedo conseguirte dos entradas sin problemas. Ya te las haré llegar, no te preocupes. A ver si te animas a jugar en algún entrenamiento...

Lucas se rio de algo que dijo la mujer y me pareció adorable. Otra vez volvía a pensar en cosas raras cuando tenía cerca al rubio. No entendía qué pasaba por mi cabeza.

—Gracias Bianca, que pases unas buenas navidades.

El chef guardó su móvil y se acercó a Laura para comentarle algunas cosas sobre el servicio de catering.

—Cualquier problema que haya, llámame—dijo él.

—Muchas gracias por todo, Dimitri—respondió Laura —. Y saluda a Bianca de mi parte—añadió.

El hombre sonrió y se despidió de todos.

Mamá miró a Dimitri con curiosidad mientras este se alejaba. Luego se volvió hacia su hermana.

—¿Cómo has podido trabajar con ese pedazo de bombón a tu lado? Yo estaría babeando todo el día—dijo mamá.

—¡Mamá! —exclamé.

La tía Bethany se echó a reír y respondió:

—Dimitri era mi jefe y siempre fue muy distante con todos. Pero luego cambió, parecía otra persona... Fue él quien me propuso como subdirectora antes de presentar su renuncia en la empresa.

—Qué curioso todo...


Después de la cena, que estuvo exquisita, Daphne nos reunió en un rincón.

—Se me ha ocurrido una idea.

Lucas, Iván, Daniel y yo la escuchábamos con atención.

—¿Qué piensas hermanita?

—La semana que viene es la fiesta y había pensado que podíamos hacer el amigo invisible entre nosotros. Cada uno le busca un regalo al que le toque. ¿Qué les parece?

Estuvimos todos de acuerdo y Daphne propuso invitar a Julia y a Nozomi. A pesar de no conocerlas mucho, le habían caído bien. Daniel quería llevar a un amigo.

Nos gustó el plan y pusimos nuestros nombres en trozos de papel. Daphne los metió en un vaso y, tras agitarlo bien, cada uno sacó un trozo de papel doblado. Me aparté un poco para desdoblar el papel y leerlo.

Me había tocado Lucas.






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