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11. Prueba de prótesis

https://youtu.be/glD1M418bC0


Mamá y yo llevábamos un rato esperando en la sala. Tenía cita en el hospital para empezar la rehabilitación y probar las prótesis. No estaba preparado para eso. Sentía que no merecía volver a andar. Amber había muerto por mi culpa y estar en la silla de ruedas era un recordatorio de lo que había hecho.

—¿Nervioso? —preguntó mamá.

—Sí—admití.

—Todo va a ir bien, no te preocupes.

Un hombre alto y corpulento con el uniforme del hospital entró a la sala y se acercó a nosotros.

—¿Brian Spark y compañía?

—Sí, soy yo y ella es mi madre Helen Perry.

—Perfecto, si son tan amables de acompañarme...

Entramos en la sala de fisioterapia que estaba equipada con pelotas, colchonetas, espalderas y algunos aparatos que no sabía para qué se usaban. Varias personas hacían ejercicio bajo la supervisión de los fisioterapeutas mientras charlaban animadamente.

—Me llamo Michael Robinson y voy a ser tu fisioterapeuta—dijo el hombre. —Según el informe de la doctora Evans, te duele el hombro en el momento de realizar las transferencias desde la silla de ruedas.

Asentí con la cabeza.

—También dijo que ya podía probar algunas prótesis—comentó mamá.

—Así es. Pero eso lo veremos luego con mi colega el protésico—afirmó el fisioterapeuta. —Primero vamos a encargarnos de ese hombro.

El hombre me indicó que me acercara a la camilla.

—Brian, enséñame cómo haces las transferencias. Quítate la camiseta para verte la espalda.

Hice lo que pidió y sentí una punzada de dolor en el hombro.

Mike Robinson me movió los brazos en diferentes direcciones y luego me masajeó los hombros y la espalda. Decía que tenía contracturas y que debía hacer deporte para mantenerme en buena forma física y ganar masa muscular.

Iba a necesitar un par de sesiones más de fisioterapia para que el dolor del hombro remitiera del todo y para aprender a pasarme de la silla de ruedas sin destrozarme los brazos durante el proceso.

Más tarde llegó el protésico para ver los muñones y tomar las medidas para adaptarme las prótesis por debajo de las rodillas. A los hombres les sorprendía mi falta de entusiasmo con el tema.

—Sabes que todo esto es por tu bien, ¿no? —preguntó el protésico.

—Supongo...—respondí.

—Brian, has tenido mucha suerte. Si yo fuera tú, aprovecharía al máximo todas las oportunidades que te ofrece la ciencia—sugirió el fisioterapeuta.

Asentí sin creerlo del todo. No podía volver a andar, era imposible. Yo había provocado ese accidente donde murió Amber. La gente había tenido razón al señalarme con el dedo como el culpable de todo cuando ocurrió. Papá había hecho bien al alejarse de mí. No entendía por qué nadie era capaz de verlo.

—Esto ya está hecho—anunció el protésico. —Hago los ajustes necesarios y en unos días hacemos la prueba. ¿Te parece bien?

—Sí, por favor—respondió mamá. —A ver si logramos que este chico entre en razón. Ya lo he intentado de todas las formas posibles.

Mamá me miró con una sonrisa y me revolvió el pelo.


Después de unos días a tope con los exámenes y los trabajos pendientes, ya estábamos de nuevo en el hospital con el protésico y el fisioterapeuta. Mamá estaba emocionada y yo un poco nervioso.

Tuvimos que comprar una especie de medias de silicona para ponerme en los muñones y evitar que el roce con las prótesis me hiciera daño. Al final de las medias, bajo los muñones, había unas piezas metálicas que servían para encajar las prótesis.

Estaba sentado en la camilla mientras los hombres miraban las prótesis y las ajustaban. Al rato, apareció la doctora Evans con una sonrisa en la cara.

—He conseguido escaparme un rato de la consulta para venir a verte. ¿Cómo lo llevas? —me preguntó.

—Un poco nervioso—admití.

—No te preocupes, eso es normal. Es la primera vez que vas a probar unas prótesis.

—Te presento a mi madre, Helen Perry. La otra vez no pudo acompañarme a tu consulta...

—Encantada de conocerte. Me llamo Sophie Evans, soy la doctora de tu hijo.

Mamá se acercó a ella con una sonrisa. Llevaba tiempo queriendo conocerla y tenía muchas preguntas que hacerle. Sospechaba que le iba a hacer un interrogatorio. Y no me equivocaba.

La doctora Evans respondió a todas y cada una de sus dudas con una sonrisa y manteniendo su profesionalidad; mamá parecía sentirse a gusto con ella. De vez en cuando sentía sus miradas sobre mí.

—¿Estás preparado? Esto ya está listo—anunció el protésico.

Mike, el fisioterapeuta, me miraba divertido.

—¡Venga, Brian! Pierde el miedo, las prótesis no te van a comer— dijo entre risas.

Mamá y la doctora Evans se echaron a reír y, de alguna manera, lograron relajarme un poco.

El protésico me explicó el funcionamiento de las prótesis provisionales y el modo de colocarlas. Al ser la primera vez, él me las puso. Era todo muy extraño. Era como si me hubieran puesto unas botas metálicas con forma de medias piernas y pies. Recubrían los muñones desde debajo de las rodillas y pesaban un poco.

Mamá se apresuró y sacó del bolso unas viejas zapatillas deportivas mías. Ni se me había ocurrido llevar unas. Me las puse y las até torpemente.

El fisioterapeuta me ofreció las manos y entendí que tenía que sujetarlas para levantarme. Poco a poco me puse de pie y me sorprendí. Hacía tiempo que no veía las cosas desde la altura en la que me encontraba. Era más alto que mamá y un poco menos que el fisioterapeuta.

—¿Cómo te sientes? ¿Te molesta algo? —preguntó el fisio.

—Las rodillas me crujen un poco y los muñones los siento raros.

—Es normal. Hace mucho tiempo que no mueves las rodillas y la sensación que tienes en los muñones es porque están encajados en las prótesis. Poco a poco te irás acostumbrando.

Asentí.

—¿Te atreves a dar unos pasitos conmigo? Propongo que elijas una canción para este momento— sugirió el fisioterapeuta.

No me sentía preparado, pero al ver a mamá llorar de emoción, supe que tenía que intentarlo.

—Pongan I'm ready de Sam Smith y Demi Lobato—dije.

Ya no había vuelta atrás. Era hora de dejar atrás el pasado y enfrentarse al futuro. Mamá lo merecía y puede que, al fin y al cabo, yo también me lo mereciera.

Y así, con el fisioterapeuta sujetándome y todos apoyándome, dimos un paso, dos pasos, tres pasos... hasta llegar a las barras.



Qué emoción!!!! Parece que Brian va mejorando pasito a pasito.




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