Desde que estáis leyendo estas letras, no os reconozco. Sí, sí... sé que parecéis los mismos, con vuestras mismas bocas, ojos y narices... los mismos pelos, las mismas expresiones. Sin embargo, a través de vuestra lectura me doy cuenta de que no lo sois. No te rías, no lo eres.

Quizá creáis que soy yo, el escritor, el que es otro, el suplantado, pero sois vosotros porque os conozco desde hace mucho. El timbre de vuestra voz es algo más agudo que de costumbre. Las comisuras de vuestros labios se tuercen en una mueca extraña, de esas que le hacen a uno percatarse de que no hay sintonía emocional con la gestualidad del resto de la cara. Y sí, vosotros os movéis de forma forzada, os mostráis incómodos, y murmuráis palabras extrañas al leerme. 

Cada día que entráis a uno de mis relatos, os observo, os miro de arriba abajo y me estoy dando cuenta de que os han debido cambiar por alguna copia exacta de vosotros mismos ¿Para espiarme?  Porque yo, tengo información privilegiada de cada uno de vosotros.De los verdaderos vosotros , digo. Queréis sacármela en vuestros comentarios, con vuestras opiniones, queréis que os diga cuál es la verdad de vosotros mismos. 

Pero no lo vais a conseguir, porque no sois vosotros y yo me he dado cuenta a tiempo. Si hacéis algún movimiento extraño, os mato.