Retazos del alma
Con la quinta campanada del reloj Xiao XingChen enfocó su vista al aparato, la media noche y la penumbra hacían mas ruidoso cada toque y aunque el antiguo reloj se viera como una pieza excepcional a él no le importaría donarla a la caridad, para ayudar a los más necesitados y mayormente por el deseo de librarse de el y tener un poco de paz, algo de silencio que no lo distrajera de sus pensamientos caóticos anidandose en su mente.
Desde la mañana del día anterior, con su habitual buen humor para preparar el desayuno pese a su ceguera encendió como siempre la radio, entre anuncios y noticias XingChen se sintió alegre para poder escuchar algo más allá que desastres y propaganda, con un cambio al azar de estación se detuvo en una especial, con un tono alegre y una voz femenina se inyectó de nuevo entusiasmo, una que duró solo un parpadeo y la causa de su accidente con la cafetera que terminó por quemarle parcialmente una de sus manos.
"Come sweet death" fue el nombre que el locutor dio, un escalofrío recorrió desde su espalda y se extendió por todo su cuerpo, tembloroso y sin notar la quemadura en su mano buscó la forma de alejar la letra de esa horrible canción de su mente, los cursos de inglés nunca fueron tan peormente usados por él al antender gran parte de ella.
Lo entendió tan bien que estuvo a punto de entrar en pánico.
—Me preguntaba porque tardabas tanto —Solo la voz de su pareja lo sacó del susto y volvió a ponerlo en uno mayor, sin darle oportunidad de decir algo lo guió hacia el comedor obligándolo a sentarse y dejándolo solo unos minutos para regresar con el botiquín de primeros auxilios de la sala. Xiao XingChen solo vio oscuridad, como en la últimos años en los que un accidente le quitó la vista, con práctica y tiempo sus demás sentidos se agudizaron y la vista fue innecesaria para poder saber lo que ocurría en su propia casa.
—Si sigues tan despistado no dejaré que entres a la cocina, ese pequeño monstruo puede hacerse cargo también —La severidad de las palabras de Xue Yang no pasaron desapercibidas y contrastaban de forma dulce con las atenciones hacia él al curar su mano. No fue nada demasiado grave para ir a urgencias pero tampoco un raspón para solo verlo y no atenderlo con la esperanza que fuera a sanarse con el tiempo.
—Lo siento, no se con que me distraje, pero ya pasó —Auto convencido de su falsa seguridad agitó su extremidad sana hacia el rostro del menor, tan pronto como tocó su mejilla tembló involuntariamente presa de una ola de sensaciones que amenazaban con sobrepasarlo y antes de ahogarse en ellas agregó—. Te amo
—¿A qué viene eso? ¿Es nuestro aniversario o algo asi? —Sin sonar preocupado Yang acuñó aquella mano contra la suya con la clara intención de agradar el contacto, poco tiempo después la alejó y besó su palma.
—¿No puedo decirte que te amo otro día que no sea ese?
—Solo lo dices así cuando lo hacemos
Con la vergüenza atorada en su garganta Xiao fue incapaz de protestar, el triunfo evidente hizo que su pareja se vanagloriara internamente y actuara como siempre, impulsivo y apasionado contra él. Se apoderó de sus labios en un beso que más que robarle el aliento tocaba los pequeños pedazos de su alma.
Xue Yang era como un tornado, arrasando con todo a su paso sin importarle nada, con la clara felicidad impresa en sus jóvenes facciones, como un niño travieso que al lanzar una piedra no escondía la mano ni culpaba a otros sino que, con orgullo y malicia guardaba una segunda para lanzar. De esa misma forma, altivo y con arrogancia seguía su camino llevándose todo a su paso, él principalmente.
—¿Y tú? —Con solo medio segundo libre XingChen preguntó, se dejó guiar como siempre a esa ráfaga de viento que le movía con extrema facilidad, al estar consciente ya se encontraba sentado sobre la mesa, con Xue colándose entre sus piernas con total descaro.
—¿Qué si te amo? —Su voz ronca le creó un hormigueo placentero cerca de su oreja, la que después fue atacada entre cortos besos y se entumeció por completo al escuchar su susurro—; Mataría por ti, a cualquiera que quiera tocarte y hacerte daño
Recibir un escuálido "También te amo" no era del estilo del menor, Xue Yang siempre fue extremista, de poca paciencia pero a la vez con una tolerancia que solo era alimentada por su deseo de crear algo más dañino a futuro, XingChen lo sabía y ponerlo en palabras textuales sería perjudicial para su estado mental. En cambio, estúpidamente esa confesión le llenó de alegría, brotó una grata sensación de protección y él mismo buscó los labios de su pareja para plantarle un beso.
La alarma en su cabeza no sonó, jamás lo hizo años atrás cuando lo conoció y de activarse en ese momento solo seria molesta. Como aquellas personas necias, enraizadas en sus casas con la negativa de moverse de su hogar pese a la alerta de tornado, en comparación XingChen sabia lo que le deparaba y dócilmente se dejó llevar, cerrando los ojos aceptó la tempestad.
Una tempestad tan emocionante que no le importaría morir por ella.
—¿Morirías por mi? —Sin saberlo sus últimas palabras fueron soltadas al aire sin ser consciente y bien recibidas por su receptor, alimentó su desesperación y pronto cada pieza de su pijama fue arrojada lejos. Sin que nada obstaculizara sus intenciones Xue se dio el tiempo para brindarle caricias, entre tiernas y descaradas, posesivas y suaves, avasalladoras y firmes.
Pronto, la invasión en su interior fue inevitable junto con nuevas oleadas de placer.
XingChen se negó a echarse por completo sobre la mesa, más allá de querer preservar un sitio que sólo estaba destinado a comer fue su necesidad de enredarse lo más posible a su amante, compartiendo su calor y ayudando entre cada estocada a tocar cierta zona que le hacia delirar. Con los brazos fuertemente aferrados a él pasó de largo la lesión en su mano, gimió con total entrega cerca de su oído y con el éxtasis amenazando con aparecer respondió entre pausados monosílabos.
Si, por supuesto que moriría por él.
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