Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Yeosang

Me prometí a mí mismo que no iba a llorar, pero me fue imposible no hacerlo. Al escuchar a Seonghwa hablarle con tanto amor a la persona que lo había llamado supe que mi deber era esconder lo que sentía por él y dejar que fuera feliz con su amada.

Las lágrimas bajaban por mis mejillas mientras escuchaba a los enfermeros y médicos preparar los utensilios para la operación. El silencio en la sala era tan sepulcral que juraba que todos podían sentir el latido ahogado de mi corazón. La tensión en el ambiente de podía respirar, supongo que resultaba extraño para ellos que uno de sus compañeros se viera sometido a la mortífera enfermedad que nos encargábamos de erradicar de las personas cada día.

Seonghwa apareció en mi campo visual, con su mascarilla puesta, tapándome la cegadora luz de la lámpara que había situada sobre mí. Me colocó con cuidado la mascarilla que me induciría el somnífero necesario para poder operarme. Conectó su mirada con la mía y estuve a punto de decirle allí mismo que lo amaba, que mi corazón dolía porque él nunca iba a sentir lo mismo por mí, que él era todo lo que necesitaba para curarme sin necesidad de volverme un humano más vacío de sentimientos, lleno de apatía. Obviamente no lo hice, no podía ser así de cruel con él, había sido culpa mía el enamorarme de alguien con pareja, sin embargo no culpaba a mi corazón ni siquiera me culpaba a mí por amarlo con tanta pasión como lo hacía. Ya que amarlo a él era tan maravilloso, con toda su amabilidad, su calidez, su comprensión e inteligencia solo hacía que mis sentimientos surgieran con facilidad, porque si pudiera escoger volvería a enamorarme de él nuevamente porque valía la pena el sufrimiento de mi corazón con tal de que él sonriera una vez más.

Tan ingenuo era mi querido médico que no se daba cuenta de cuán débil me volvía al escucharlo reír, al verlo sonreír o simplemente cuando se concentraba hasta el punto que sacaba su lengua por puro acto de esfuerzo mental.

El sueño me arrastraba hacia el fondo como una piedra tirada al mar, me hundía y sabía que al resurgir yo ya no sería el mismo, pero poco importaba porque al volver Seonghwa podría sonreír sin hacerme daño, porque yo ya no sería una carga para su consciencia y podría volver a trabajar como si esto nunca hubiera ocurrido.

Sus labios presionados contra mi frente fueron la marca de fuego que me dejó liberarme antes de sucumbir a la oscuridad.

La noche era azul, podía oír el sonido de algún grillo a lo lejos y la marea del mar a mis pies. Una brisa cálida rozaba mi piel y provocó una sonrisa en mi rostro sentir una mano llena de arena entrelazarse con la mía. Desvíe mi mirada de la luna, reina de la oscuridad y lo observé a él, siendo iluminada por la misma, quien me regalaba una mirada tan llena de amor que hacía latir mi corazón ávidamente. Sin dolor, sin presión ni sensación de asfixia o ahogamiento. Solo amor puro que provocaba estragos en mi sistema, que me volvía feliz de forma hilarante y que no desdibujaba nunca la calidez de mi cuerpo y alma.

Seonghwa se inclinó hacia mí y acarició mis labios con los suyos haciéndome estremecer. Podía sentir su aliento golpeando mi boca y solo bastó que me acercara un poco más a él para poder entregar nuestros besos al contrario, lentos y apasionados intentando transmitir esa sensación que no podía ser expresada con palabras. Ese motivo que te inspira a vivir, a ser, a divertirte, a relajarte y dejarte cuidar por alguien que sabes que te amará incondicionalmente.

Corrimos por la playa desierta y jugamos con el agua a mojarnos, las horas parecían no tener fin, esperamos a que el sol saliera por el horizonte indefinido y observamos juntos el amanecer que nos recibía con una cálida bienvenida a un nuevo día.

Jugábamos a amarnos sin ataduras, sin preocupaciones y sin miedos, el sol volvía a caer arrastrando consigo su claridad, dando paso a nuestra confidente, el satélite de la noche que contemplaba nuestro amor desde allí arriba y sonreía ante cada palabra cargada de sentimientos que nos regalábamos. Era nuestro pequeño paraíso, nuestra gran ilusión... Mi gran ilusión.

Los días pasaban y cierto tono irreal decoraba las paredes de mi mundo ideal. Un día, dos, tres y cuatro. Ni siquiera sabía la fecha concreta en la que me hallaba. ¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú? Este Seonghwa que me sonríe como si fuera su verdadera razón de ser, como si me amara a mí... Como en un maravilloso sueño, una ilusión, una utopía inalcanzable e imposible. No quiero despertarme, no quiero volver a una realidad en la que nuestros corazones no se amen nunca más.

El sonido de un pitido lento y constante fue mi cabo a tierra. Lo primero que vi al abrir los ojos fue a Seonghwa... El Seonghwa real, quien dormía en la incómoda silla que había junto a mi cama, en la cual reposaba con una intravenosa y algunas vendas en mi pecho.

Me incorporé lentamente y solté un pequeño quejido de dolor que fue suficiente para que el contrario abriera los ojos algo desconcertado y rápidamente saltara en su sitio al verme despierto.

—Yeosang... No te muevas, déjame a mí.— Susurró él mientras empezaba a hacerme un chequeo, comprobando que todo estuviera en orden.

Me ayudó a comer y a beber, me cuidó durante varios días, durante el tiempo que tenía entre operación y operación y se preocupó, más de lo necesario a mi parecer, para que estuviera cómodo.

Ya me encontraba mucho mejor, seguramente al día siguiente me darían el alta para que pudiera seguir trabajando, cualquier ayuda era estrictamente necesaria para que la función del hospital fuera buena y por eso era deber mío volver al trabajo cuanto antes.

—¿Puedo preguntarte algo?— Preguntó él mientras me extraía con cuidado la intravenosa.

—Claro, adelante.

—¿Quién era la persona de la cual te habías enamorado?— Dijo con delicadeza temiendo herirme con su curiosidad.

No pude evitar reír ante la pregunta. Lo miré y contemplé sus hermosas facciones, intentando recordar el sentimiento que antes me hacía vibrar de emoción y adoración, pero no pude encontrar nada, solo indiferencia y resentimiento a mi antiguo yo por sufrir por algo tan insulso como el amor.

—Estaba enamorado de ti.— Solté sin más, mirándolo directamente a los ojos.

Él retrocedió dos pasos debido a la sorpresa, su rostro había palidecido dos tonos y casi parecía del mismo color que su bata. Boqueó en busca de palabras con las cuales contestarme pero su desconcierto parecía mayor y el dolor en su mirada inmenso.

—Yo... Lo siento, Yeosang, lo siento tanto. De haberlo sabido, yo... No me había dado cuenta, estaba tan concentrado en los pacientes... Lo siento mucho, Yeosang, espero que puedas perdonarme por esto.— Dijo él soltando pequeñas lágrimas mientras se arrodillaba a mi lado y sostenía mi mano con delicadeza.

—No tienes por qué sentirlo, Seonghwa porque yo ya no siento nada. No fue culpa tuya y fue decisión mía, podemos seguir siendo amigos como antes y mis sentimientos nunca más volverán a ser un estorbo para ambos. Al menos espero que tu felicidad sí perdure y que nunca tengas que padecer algo como Hanahaki. Tu mujer es afortunada al tenerte, sin duda.— Contesté yo con una pequeña sonrisa.

No tenía caso que fuera él quien llorara ahora cuando ya no existían sentimientos de por medio, yo ya no sentía nada por él y él sentía no haber podido darse cuenta antes de algo que, de todos modos, se había desvanecido.

—¿M-mujer?— Susurró él parpadeando lleno de confusión.

—Sí... Aquel día, antes de la operación, escuché cómo hablabas por teléfono con tu esposa. Se notaba el amor en cada una de tus palabras, fue lo que me ayudó a echarme atrás en confesarte mis sentimientos y hacerme la operación.— Contesté con simplicidad limpiando sus lágrimas con mis dedos por pura compasión.

—Yeosang... Hace tres años que estoy divorciado, con quien hablaba era con mi hija de cinco años Hyerim, estaba en casa con su cuidadora... Amo a mi hija pero yo no estoy enamorado de nadie de esa manera... Yeosang... Confundiste las cosas totalmente, podrías haberme preguntado en vez de sacar conclusiones tan precipitadas, podríamos...

—Shh... Ya no hables más. La verdad es que me ha tomado por sorpresa lo de tu hija...— Dije interrumpiéndolo mientras me encogía de hombros.— Pero ya está todo hecho, simplemente no pienses en ello. No se puede volver atrás.

Seonghwa me miró con dolor, estaba seguro de que se sentía culpable por mucho que yo le hubiera dicho que no era culpa suya y que no debía preocuparse por algo que ya no me importaba lo más mínimo siquiera. Se puso de pie lentamente y acercó su rostro al mío para posar un suave beso en mis labios. Un fallido intento de comprobación de mis extintos sentimientos.

—Por favor, Seonghwa, no vuelvas a hacer nunca más algo así. Somos amigos y compañeros de trabajo, nada más... Creo que ya deberías irte, estoy seguro de que hay pacientes por atender.— Contesté con frialdad.

Se separó de mí y me pidió disculpas una vez más antes de salir de mi habitación, dejándome respirar tranquilo.

Quién iba a decir que la falta de sentimientos lo volvería todo mucho más sencillo. Al cabo de dos días volví al trabajo con una radiante sonrisa. Seonghwa me recibió con una igual, actuando como si nada hubiera pasado nunca, algo que me venía de perlas.

Bastó un mes para que él presentara los síntomas de Hanahaki, dos semanas más para que entrara en quirófano después de gritarme que me amaba y vomitar decenas de pétalos de distintas flores a mis pies, ensangrentados con la esencia de su amor. Dos semanas más tarde él volvía a despertar y era yo quien me encontraba a su lado en una incómoda silla de hospital.

Un día cualquiera vi entrar llorando a quien suponía que era su hija por la puerta del hospital, llorando y llamando a su padre. Cuando lo encontró lloró aún más desconsoladamente, siendo seguida de su cuidadora quien parecía querer huir de allí cuanto antes.

—¿Por qué ya no me quieres, papi? ¿Es porque me he portado mal? Prometo portarme bien, papá, pero dime que me quieres, por favor.— Continuó sollozando la niña pelinegra.

Sentí algo de compasión por la pequeña pero no pude hacer más que irme de allí y continuar con mi deber.

Quien iba a decir que nuestro mundo no se iba a acabar por la contaminación o por un apocalipsis robótico, sino por la falta de amor.

Ya nadie quería sufrir por amor, todo el mundo afectado se sometía a la operación, separándose de ese pequeño resquicio de humanidad que les quedaba, volviéndolos simples personas que se guiaban por instinto y nada más, que dejaban de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, que ya no veían alegría en las nuevas generaciones sino lágrimas y dolor al saber lo que el destino les deparaba. O encontraban el amor verdadero o morirían sin sentir más que... Nada.

Los enamorados temían dejarse de amar, nosotros vivíamos con tranquilidad e indiferencia de lo que el mundo nos depararía y la natalidad mundial iba paulatinamente en descenso, siendo una enfermedad incurable la razón de nuestra extinción como especie aparentemente inteligente.

**************************

Hooolaap, hasta aquí la saga Hanahaki. Espero que os haya gustado y gracias por leerla.

Os quiero mucho, Killers.

Hasta pronto 💞

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro