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● Capítulo 8 ●

C.

Al darme cuenta de todo, me apresuro para buscar al señor Davis por todos lados, cometiendo el error de no avisar a alguno de mis superiores. Simplemente corro desesperada tratando de encontrarlo. Sé que esa mujer vino por él, me ha drogado para luego ir tras él.

No entiendo cómo me descuidé así, soy una imbécil al recibir bebidas por parte de una desconocida, de ella... Soy tan idiota. "Sharon", sabía que había escuchado ese nombre antes, justo cuando atacamos el primer punto de drogas. Ella me golpeaba, incluso iba a matarme, pero alguien la llamó,  justo ahí supe su nombre, después me advirtió antes de irse que la próxima vez que me viera no saldría viva. Lo cuál me parece extraño, porque no me ha hecho daño.

Mientras niego y me culpo por ser tan tonta busco en los baños a el señor Davis, ya que tengo que encontrarlo pronto pues me preocupa que algo malo pueda ocurrirle, sin embargo, no está por ningún lado, por lo cuál subo con rapidez al piso de arriba, en el comedor, donde se supone se hará la cena para dar los honores por su buen servicio.

Cuando estoy ahí busco con la mirada, pero lo único que puedo ver son sillas vacías ordenadas enfrente de una pequeña tarima, no logro notar ningún desperfecto, no obstante, cuando estoy a punto de irme escucho un par de suspiros ahogados que me hacen sentir alerta, es entonces que me doy cuenta que provienen desde la tarima, pero mientras más me acerco mi panorama se amplía dejándome ver a Carl Davis en el piso con su camisa llena de sangre.

Me acerco rápidamente y me arrodillo ante él para tratar de auxiliarlo, sin embargo, me es imposible ya que puedo ver que tiene múltiples puñaladas por su torso y estómago, aún así pongo mis manos sobre algunas de sus heridas, evitando vagamente que se desangre aún más.

—¡Ayuda! —grito, desesperada—. ¡Carl Davis está herido, ayúdenme!

Mis manos se ensucian rápidamente de su sangre, mientras tanto el señor Davis respira rápida y agitadamente mientras me mira con súplica.

—¡Ayúdenme, por favor! —sigo gritando—. Ya viene la ayuda, señor Davis, resista, por favor, se lo suplico, resista —digo, mientras lo miro—. Siga respirando.

Después de un par de segundos escucho pasos acercarse a mí, es Richard.

—¡Señor Carl! —grita, al tiempo que corre hacia nosotros—. ¡¿Qué pasó?!

—¡No lo sé, lo encontré así! —grito, desesperada ya que las hemorragias no ceden—. ¡Llama a una ambulancia y ayudame! ¡Avisa a todos!

Richard rápidamente llama a una ambulancia, y avisa por radio nerviosamente a nuestros compañeros lo sucedido antes de arrodillarse igual que yo para poner sus manos sobre alguna de sus heridas y tratar de que las hemorragias paren. Carl Davis sigue respirando rápidamente, intentando a toda costa no quedar inconsciente, tratando de seguir con vida. Sus ojos me miran con pánico y con debilidad, al mismo tiempo una de sus manos toca mi hombro.

—Ru... —trata de hablar—: Ru-rubia —dice él—. Ne-negro —continua, y yo sé que esta tratando de darme la descripción por lo que asiento rápidamente.

—Señor Davis, era rubia, alta y joven, también usaba un vestido negro, ¿cierto? —le pregunto, y él asiente con lágrimas en sus ojos—. Por favor resista, señor, la ambulancia ya viene.

En cuestión de minutos los paramédicos llegan al lugar y rápidamente asisten al señor Davis para llevarlo al hospital con urgencia, uno de ellos nos releva a mí y a Richard con las heridas que tiene. Los paramédicos tratan de estabilizarlo mientras lo mueven en una camilla hacia la salida.

Varios de mis compañeros y yo solo quedamos en shock, totalmente paralizados mientras miramos cómo se llevan a nuestro jefe, a quién le darían honores por sus buenas labores. Aún en trance, soy capaz de mirar mis manos las cuales están cubiertas de sangre, al igual que mi ropa.

—Dios mío —susurro, con pánico. Trato de limpiar mis manos en mi camisa blanca, negando—. Todo esto es mi culpa... —susurro, de nuevo, pero Richard es capaz de escucharme.

—Detective Son, es mejor que se tranquilice —me dice, al mismo tiempo que se acerca a mí para sostener mis hombros y así intentar calmarme, pero yo soy incapaz de contener las lágrimas, con fuerza me suelto de su agarre y gracias a mi desequilibrio caigo al suelo de rodillas.

Las lágrimas nublan mi vista, pero logró ver un papel doblado a un par de metros. Gateo rápidamente para recogerlo mientras Richard me mira confundido. Estoy a punto de tocarlo, pero cuando el sentido vuelve a mí me detengo.

—¡A-alguien deme unos guantes! —grito, entre tartamudeos.

No estoy segura de dónde los sacaron, pero uno de los presentes que están ahí se acerca a mí para entregármelos, mis manos aún tienen sangre, por lo cuál, rápidamente me los pongo. Con cuidado tomo aquel papel y lo desdoblo con delicadeza para evitar maltratarlo, al mismo tiempo que Richard se acerca hasta dónde estoy.

"Un regalito para ti, por tu valentía y determinación.

Con cariño y aprecio, tu mayor admiradora...
-S".

—Mierda... —susurro, mirando aquella nota, la cuál era evidentemente dirigida hacia mí—. Dios mío.

Las lágrimas rápidamente comienzan a inundar de nuevo mis ojos, corriendo una tras otra por mis mejillas. Sentía tantas cosas; rabia, enojo, frustración, sorpresa. ¿Cómo me dejé engañar tan vilmente? ¿Qué fue lo que puso en mi trago? No entiendo cómo fue capaz de desestabilizarme mientras me sonreía con tal encanto.

Sharon. Sharon. Sharon. Sharon. Sharon.

Usaba vestido negro, tenía su cabello peinado en un moño perfecto, labios delgados e incluso puedo recordar que tenía un lunar en el puente de su nariz y otro sobre su labio superior, justo en el medio. Me parecía extraña, pero su belleza e interés repentino me hacían olvidar que estaba hablando con una desconocida. Realmente fui estúpida.

—¿Qué tienes ahí, detective Son? —repentinamente escucho la voz del jefe Miers hablarme. Con desconcierto salgo de mi trance y me levanto con cuidado para estar con él frente a frente.

—Yo-... —digo, aún con la cabeza en las nubes, tratando de buscar las mejores palabras para explicarme—, encontré esto. —Le muestro la nota la cuál lee sin tocarla.

—¿Qué significa esto? —me pregunta, al mismo tiempo que yo lo miro con pánico.

—Cuando estaba en mi mesa, una chica de unos aproximadamente veinticinco años se acercó a mí y comenzamos a hablar —hablo rápidamente, tratando de explicarle—. Estaba muy interesada en saber sobre el FBI, y sobre mí...

—Espera, ¿te refieres a esa chica la cuál no estaba invitada? —me pregunta, y yo asiento.

—Hablamos de varias cosas, entre ellas mi padre, mi trabajo, mi cargo, pero sobre todo de Carl Davis —suspiro—. Constantemente me halagaba, e incluso me dio un trago, el cuál me dijo que era whisky.

—Pero esa bebida no la están sirviendo...

—Exacto, yo no había bebido mucho, sin embargo, me sentía repentinamente mareada —le explico—. ¡Me ha drogado para desestabilizarme y sacarme información! —digo, furiosa—. Antes de irse me dijo que desde ahora era una fiel admiradora mía, y ahora me encuentro con esta nota que tiene una S al final, inicial de "Sharon". —Señalo el papel en mi mano—. Hace un momento, cuando trababa de evitar que el señor Davis se desangrara me dijo que quién lo atacó era una mujer rubia, alta y joven, la cuál usaba un vestido negro, y es la misma descripción de la mujer que yo he visto y no fue invitada.

—Seguro la mafia italiana la envío —susurra, frustrado para luego suspirar—. Es una suerte que esté vivo —dice, refiriéndose al señor Davis, pero de repente su rostro cambia, puedo notar el enojo en él—. Lo que quiero saber, es por qué no nos has dicho esto antes.

—No sé, yo solo... —suspiro, derrotada.

—¡Nada de excusas, detective, esto pudo costarle la vida al señor Davis! —me grita, enojado—. ¡Tienes que comunicar todo lo que tenga que ver con este caso, no puedes actuar sola!

—¡No me han creído cuando traté de decirlo! —digo, furiosa tratando de justificarme.

—¡No quiero excusas! —me grita, de nuevo—. ¡Esto es un equipo!

Sigo molesta, pero trato de calmarme, es mi superior, no puedo gritarle y, de cualquier forma, esto no es lo que interesa, he visto a esa chica y necesitamos proceder con un reconocimiento facial.

—Eso no es lo que importa ahora... —trato de explicarme, sin embargo, Miers me interrumpe.

—¡Esto es más importante! —me regaña—. ¡Controla tus impulsos, detective! —vuelve a gritarme, frente a todos los presentes—. Sé que tienes prisa por ir contra ellos, pero no puedes hacerlo sola. Aprende a trabajar en equipo —ordena, antes de darse vuelta para hablar con otros detectives, y Richard, quién está detrás de mí, solo lo sigue sin decir nada.

Estoy perpleja, ni siquiera me muevo de dónde estoy, solo respiro fuertemente, ya que me encuentro muy enojada. ¡Ella me ha arruinado todo!

Aun con lo sentimientos a flor de piel, me alejo de allí sin siquiera atreverme a defenderme de las palabras de Miers. Sé que solo intenta evitar que me desvíe del carril producto de la rabia que siento consumirme, pero aunque lo entiendo a él, me comprendo aun más a mí misma y lo que siento. ¡Por Dios! He sido utilizada de la forma más estúpida jamás imaginada; eso me enfurece, porque nunca había puesto en tal riesgo mi trabajo y a mis colegas.

Abandono aquel club en cuestión de segundos. Todo se encuentra vuelto un caos allá afuera, pues ya todos están más que enterados de lo acontecido. Nadie jamás creyó que tal evento de celebración y honor terminaría así, en un intento de asesinato hacia quien estábamos homenajeando. De verdad, ¿acaso nada puede salir bien tan solo una vez? Temo por lo que prosigue.

Mi respiración aún se encuentra vuelta un desastre por toda la pesadez que siento sobre mis hombros. Mi cabeza empieza a doler, y sé que es producto del alcohol y aquella sustancia que esa mujer me ofreció, y de la cual tomé sin dudar. Las personas afuera se encuentran yendo de un lado a otro conversando entre sí, observando lo que acontece y uno que otro haciendo llamadas para quizás informar a los suyos. Sé que es cuestión de minutos para que esto se viralice por todas las noticias y redes, y yo solo puedo rogarle a Dios para que él sobreviva y podamos resolverlo.

Ya tengo un nombre. Ya tengo una imagen clara de la responsable; solo es cuestión de unir los puntos y dar con ella. Sé que lo voy a lograr.

Mis pasos lentos adquieren velocidad al visualizar mi vehículo a la distancia. Necesito salir de aquí e ir hacia donde se han llevado a Carl. Nadie más que yo quiere estar totalmente al tanto de lo que suceda con él, así que corro un poco al estar más cerca, pero mi recorrido se obstaculiza cuando un hombre se detiene frente a mí.

Por ese momento temo ser tomada tan sorpresivamente por un desconocido. Quizás la reciente situación me mantenga en un estado de alerta total de ahora en adelante.

—Agente Son...

Mi rostro torna una expresión confusa. Con una rapidez indescriptible me tomo el tiempo de analizarlo; su ropa está conformada por una camiseta color celeste, cuya tela posee un par de arrugas. Su pantalón es color negro, al igual que sus zapatos, los cuales también parecen estar descuidados. El rostro del sujeto me hace sentir intriga, como si la angustia pareciese ser la única que conoce.

Sus manos se encuentran detrás de su espalda, como quien parece estar ocultando algo. Sus ojos color verde miran de un lado a otro demostrando inquietud y quizás algo asemejado al temor. La verdad, la presencia de este desconocido me genera todo, menos alguna pizca de tranquilidad.

—Sí, ¿en qué puedo ayudarle? —pregunto, más que confundida.

—Necesito hablar con usted de algo muy importante —revela, y de nuevo vuelve a mirar hacia los lados—. Por favor, necesita escucharme —casi suplica.

Un largo suspiro escapa de mis labios, ya me siento exhausta y temo no escuchar nada que me ayude en mis planes.

—Yo... yo sé lo que sucedió con Aiden, aquel hombre que fue asesinado en el restaurante.

—Aiden —susurro, tan solo pronunciar su nombre en un momento como éste me hace tener un flashback con aquella última vez que lo ví.

Y es allí cuando realmente caigo en cuenta de lo que el hombre frente a mí ha dicho. ¿Acaso podría él ser de ayuda en mis planes para dar con ellos?

—¿C-cómo? —pregunto, balbuceando—. Sea más claro.

—Yo estaba allí cuando... cuando —exhala—, cuando sucedió eso —susurra, y nuevamente vuelve a mirar hacia los lados.

—Vamos a la estación ya mismo —decreto—. Necesita dar su testimonio para poder continuar con el caso.

Él parece titubear ante mi exigencia. Es más que evidente que se siente inseguro y temeroso, y la verdad es de esperarse, pues los testigos en casos como éstos suelen estar en riesgo. Sus extremidades tiemblan, y sé que todo el caos que nos rodea solo es un estimulante de mayor ansiedad.

Me acerco por completo a mi auto y abro la puerta del acompañante haciéndole seña de que entre y así tomemos rumbo hacia la estación. Él cede después de largos segundos que percibo como una eternidad. Rodeo el auto hasta llegar a la otra puerta, en escaso tiempo ya me encuentro encendiendo el motor para irnos.

—¿Podría decirme su nombre? —le pregunto.

—Ryan —susurra, frotando sus manos con nerviosismo—. Ryan Collins.

—¿Le gustaría decirme algo más antes de que lleguemos a nuestro destino, Ryan?

—Yo... yo vi como él murió esa noche —cuenta, sin perder el tono balbuceante. Su voz grave y ronca apenas resuena dentro del silencio del vehículo—. Su cuello... Dios, no —niega con la cabeza.

—Tranquilo, puede testificar mejor cuando lleguemos allá —explico, tragando con nervios, pues imaginarme la muerte de Aiden aun me afecta, y sé que nunca me dejará de doler.

—No, no, usted tiene que saber —replica, y puedo sentir su mirada sobre mí mientras yo sigo conduciendo—. Una mujer hizo... hizo esto.

Apenas escucho sus palabras volteo a mirarlo perpleja, pero mi vista vuelve al frente instantáneamente. ¿Acaso ha dicho que una mujer es la responsable del asesinato de Aiden? A ese punto mi cuerpo ya se encuentra completamente rígido.

—Alta, rubia —susurra—. Muy elegante como para asemejarla con tal acto cometido.

—¿C-como presenció usted eso, Ryan? —me atrevo a preguntar, sintiendo un horrible nudo en la garganta.

—Yo me encontraba allí, en uno de los cubículos —responde, antes de volver a frotar sus manos, quizás es una manía—. Cuando estaba por salir, escuché todo y solo pude quedarme estático para protegerme. Logré asomarme apenas, y allí pude notar como lucía ella.

Mis manos aprietan el volante con suma fuerza. Una mujer alta y rubia, tan vaga descripción solo puedo compararla con ella: Sharon, porque no puedo pensar en nadie más que no fuese ella. La rabia y la frustración me consumen; si este hombre a mi lado está diciendo la verdad, ¿por qué ella  había ido tras Aiden? Nadie más que él era inocente.

—¿Algún nombre que pueda recordar?

Espero escuchar ese nombre salir de sus labios, para así sentir mayor motivación y acabar con ella apenas tenga la oportunidad. Él tarda un par de minutos en responder, y yo no lo presiono aunque mi ansiedad aumenta.

—No, no escuché ningún nombre —niega, y seguidamente mira por la ventana—. Solo sé lo que le he dicho hasta ahora.

Yo asiento un tanto decepcionada, pero de igual forma la poca información que me ha dado, me será muy útil para los siguientes movimientos en mis misiones. Mi teléfono celular vibra con insistencia en mi bolsillo, pero decido ignorarlo para no distraerme y así llegar lo antes posible a la estación en compañía de Ryan.

Durante lo que queda de trayecto, él no dice nada más, solo se mantiene mirando por la ventana y moviéndose con algo de inquietud. Mi cabeza ha empezado a doler aún más por toda la información que siento sofocandome. Todo ha transcurrido tan rápido que lo siento como hechos irreales.

Ojalá fuese todo irreal y despertara recuperando la felicidad que me fue arrebatada.

Finalmente hemos llegado a la estación, así que apago el motor y suspiro preparándome para lo que acontece. Ryan se mantiene a mi lado respirando pesadamente y moviendo sus manos sin parar.

—¿Listo?

—Eh, yo... creo que sí. —Asiente dubitativo.

Desajusto mi cinturón de seguridad y abro la puerta para salir. Él hace exactamente lo mismo, pero con más lentitud de la normal; yo solo lo espero pacientemente. Me detengo a su lado y lo miro de nuevo para seguir analizando su forma de actuar.

—Ryan, sé que lo que sigue no es nada sencillo. Lo que usted vio esa noche es traumante, y sé que tiene miedo de hablar. Pero necesito que se calme, prometo que llegaremos a un acuerdo junto a mi equipo y protegeremos su integridad.

Él niega con la cabeza, como si no creyera mis palabras. Y aunque sé que es difícil estar en su posición, necesito que reaccione y ponga de su parte para acabar con esto de una vez por todas.

—Ryan...

—¿Sabe, agente? Yo creo que... es muy tarde —dice, mirando con prisa a los lados—. Yo debo irme, lo lamento mucho.

Oh, no, claro que no lo dejaré huir.

Él hace amago de irse, pero yo lo detengo tomando con fuerza su brazo. Él se zafa con el doble de mi fuerza y retrocede mirándome con intensidad.

—Ryan, por favor. —Intento acercarme—. Confía en mí. Usted estará bien, nosotros lo vamos a proteger de ahora en adelante.

—No, debo irme, de verdad —insiste, antes de darse la vuelta y alejarse caminando hasta correr.

—¡Ryan! —le grito, con la esperanza de que vuelva, pero él desaparece de mi vista y ya no hay nada qué hacer—. ¡Maldición! —exclamo, furiosa dando una patada en la puerta de mi auto—. ¡No puede ser!

Mi respiración se vuelve tan agitada como mi corazón dentro de mi caja torácica, por impulso vuelvo a dar otra patada causando más rayones en la pintura. En ese momento poco me importa lo material, pues solo puedo experimentar una extraña mezcla de sentimientos que no recuerdo haber vivido antes. La rabia, la frustración, la confusión, el miedo, el dolor; todo está allí, ardiendo sin nada que hacer para detenerlo.

Ha sido demasiado para una sola noche, pero al menos creo estar cerca de mi objetivo. La información que ese hombre me dio quizás pueda llevarme a encontrar más pistas, y tal vez esto me lleve hasta Sharon. ¿Será que esto está cerca de terminar? ¿O será tan solo el comienzo? Como expresé hace poco: temo por lo que prosigue.

Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.

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