● Capítulo 7 ●
C.
Los días han transcurrido con tanta rapidez que el hecho de estar sentada en este lugar rodeada por tantas personas me sigue pareciendo irreal. Todo ha seguido su curso logrando así que me sumerja de lleno en el trabajo y por momentos olvide mi realidad y todos los cambios que en cuestión de días he tenido que dar. No puedo negarlo; ni siquiera deseo permanecer en este salón ni cenar junto a mis colegas. No quiero estar aquí, porque es este tipo de ambiente el cual me recuerda con más precisión a mi padre. ¿Acaso nadie aquí lo recordará? Tan poco tiempo ha pasado desde su partida, pero a la vez se siente tan lejana la misma.
La muerte de Aiden solo fue ese impulso que requería para tomar aun más en serio mi trabajo. Y quizás ha sido eso mismo lo que me ha permitido evadir en lo que a mis sentimientos se refiere. Tan solo deseo atrapar a los responsables y encerrarlos, hacer justicia en nombre de quienes perdí, pero aunque sea fácil decirlo, hacerlo no lo es; menos cuando te enfrentas ante la mismísima mafia italiana. No creo que exista gente más cruel y violenta que ésta, y aunque me esfuerce junto al equipo para erradicarlos, no será tan sencillo.
Ya hemos acabado con dos de sus puntos de distribución, y estamos muy cerca de descubrir sus otras ubicaciones para atacar. Por supuesto, tener estos logros me hace sentir que ya estoy cada vez más cerca de mi objetivo, y aunque por momentos el cansancio quiera tumbarme, no me rendiré hasta llegar al final.
Enfrentaré a quien sea y como sea para lograrlo. Si algo me enseñó mi padre en nuestro tiempo juntos fue jamás darme por vencida.
Suspiro delicadamente antes de sostener la copa que reposa en la mesa frente a mí. Nunca he sido buena bebedora, sin embargo, la situación lo amerita. Tomo un gran sorbo sintiendo el picor en mi garganta por el alcohol, y aunque no soy tan frecuente en esto, por esta noche decido romper un poco mi propia regla; quizás tomar algo me relaje. En cuestión de minutos ya voy por la tercera copa, y siento esa extraña sensación que hace mucho tiempo no experimentaba.
La música a bajo volumen alrededor y las voces de las personas conversando me aturden un poco. Todos parecen estar tan sumidos en su mundo que finalmente tomo en cuenta que estoy pasando desapercibida. Busco con la mirada alguna cara conocida cercana, pero las pocas que encuentro parecen estar en conversaciones más relevantes.
Sus risas, sus palabras despreocupadas, todo de ellos parece estar tan bien que ninguno parece tener en mente la palabra "trabajo". A diferencia de mí que solo puedo sostener con fervor en mente cada uno de mis planes para lograr mis objetivos. No siento paz, y aunque intente por un momento fingirlo, sé que todos lo saben; tal vez por eso nadie se acerca hacia mi puesto.
Vuelvo a dar otro sorbo de mi copa. Luego de esto, puedo sentir una presencia próxima a mí, así que volteo a mirar y me encuentro con una mujer que con solo verla la palabra "elegancia" hace eco en mi cabeza. Su cabellera rubia y recogida en un moño alto llama mi atención, de igual forma lo hace su vestido color negro y lo bien que éste contrasta con su tono de piel.
Vaya, sí que es hermosa.
—Lo siento, ¿alguien ocupa este lugar? —me pregunta, señalando un asiento a mi lado. Yo niego con la cabeza y ella se sienta sin dudar—. Lo lamento, acabo de llegar y la verdad me sentía un poco perdida. —Sonríe con amabilidad, yo le correspondo sin tanto ánimo.
—Tampoco te has perdido de mucho —digo, indiferente ante la idea de relacionarme con una desconocida.
Abre su bolso y saca de allí un pequeño espejo, se mira sonriente mientras arregla su cabello. Ella denota por todos lados seguridad, algo que en estos momentos necesito, pues aunque visto de acuerdo a la ocasión, aún siento una pesadez enorme al llevar algo que haga creer que todo lo he superado. Debo seguir con mi vida, lo comprendo, pero aún el duelo sigue siendo más fuerte que mi propio yo.
—¿Cuál es tu cargo? —me atrevo a preguntar. No está en mis intenciones relacionarme con ella, pero siento que si mi mente no se concentra en algo, pronto perderé la cordura y con ayuda del alcohol solo será evidente mi deprimente estado.
—He sido invitada por parte del equipo del gran Carl Davis. ¿No crees que es un hombre digno de admiración? Estar aquí es todo un honor.
Yo asiento en acuerdo y me dispongo a beber de nuevo mi copa para seguir degustando aquel licor. Puedo sentir la profunda mirada de aquella rubia mujer a mi lado, pero aunque parezca extraño, no siento incomodidad por ello.
—¿Y tu cargo cuál es? —devuelve la pregunta.
—Soy detective del FBI —digo, titubeante. No sé qué tan buena idea sea revelar mi cargo, sin embargo, ya me ha dicho brevemente un dato sobre ella, además, si ella se encuentra aquí es porque está igual de asociada a todo esto.
—Me lo imaginaba —dice, con un tono extraño que no logro descifrar.
Quiero volver a beber, pero para mi sorpresa veo que ni una sola gota queda dentro. No sé en qué momento he bebido con tal desesperación, pero es evidente mi disconformidad, pues la mujer al lado mío toma mi copa, exclamando un "permíteme" con sutileza. No reniego pues la idea no me molesta, me siento tan abatida por mis propios pensamientos que ni siqueira deseo moverme.
—Aquí tienes —menciona ella, dándome una copa con un nuevo trago, lo sé porque el color de este es particularmente diferente.
—Gracias.
Tan pronto como mi mano lo toma, ingiero el líquido con una velocidad abismal. Ella me mira sorprendida al tiempo que se expresa dispuesta para servirme de nuevo otra copa, pero me niego, ya no más tragos, por ahora me viene bien solo mantenerme en silencio, sufrir en soledad, pero ver a esa mujer a mi lado me provocaba un extraño sentimiento; como si mi intuición jugará un papel muy importante en este momento, sin embargo, el alcohol hace más efecto que otras veces, pues tan pronto pasan unos segundos siento mi cabeza dar vueltas.
—Me encanta el whisky, el sabor amargo pasando por mi garganta es tan seductor —pronuncia ella, con cierto encanto.
¿Whisky? La verdad es que no recuerdo qué fue lo que estaba tomando ante de eso o si es que acaso es lo mismo que llevo tomando toda la noche. Ahora ver que incluso ante mi negación pide de nuevo otra copa, hace que me pregunte quién es ella, no obstante, mi cuerpo se maneja solo, pues aunque mi cabeza dice que no, mi mano atrae a mi boca de nuevo esa sustancia tan alucinante.
—¿Por qué decidiste entrar al FBI?
Su pregunta me resulta sofocante, pensar en eso no es algo que desee hacer ahora, pero el repentino mareo y la poca fuerza que tengo, hace que mi lengua suelte palabras que no estoy dispuesta a contarle a una desconocida. Me siento extraña, aturdida como también confusa, aún así, sus grandes y expresivos ojos, el jugueteo de sus dedos en su mentón y las amplias y alucinantes sonrisas que me dedica, me atrapan, que sin dudarlo las palabras fluyen por sí solas.
—Comencé en esto gracias al ejemplo de mi padre, el cual sigo llevando en alto hasta hoy. —Mi orgullo es aparente.
—¿Tu padre también es detective? ¿Se encuentra acá?
—No —río muy débilmente—. Él está muerto. Su nombre era Matthew Son —susurro, con melancolía—. Era uno de los más grandes, quizás podría asemejarlo con Carl para que tengas una idea.
Mis ojos comienzan a brillar al solo traer a memoria la gran trayectoria que mi padre tuvo dentro de este mundo. Puedo ver a la mujer a mi lado moverse un poco, como si mi mención hubiese tenido alguna clase de efecto en ella.
—Lo siento, no quise traer a tu memoria un tema tan delicado —se disculpa, con una leve sonrisa.
—Me gusta hablar de mi padre —le digo, antes de tomar un sorbo de la copa—. Él era muy valiente, ¿sabes? Estaba detrás de la mafia italiana; y aunque recibió múltiples amenazas, no se detuvo.
Mi mente se muestra aborrecida ante mi confesión. ¿Por qué he dicho eso? Estoy ebria, sí, pero no puede ser que con cuatro tragos en mi sistema ya esté soltando información confidencial. Es tan raro, hace un momento no sentía que el alcohol fuera tan fuerte. El sabor incluso ahora me parece diferente. Tal vez estoy alucinando.
—Vaya, ¿así que la mafia lo silenció? Realmente ellos no andan con juegos —comenta, y yo asiento en acuerdo. Así como ellos no andan con juegos, yo tampoco lo ando en cuanto al objetivo de detenerlos.
—Voy detrás de ellos —le aseguro, antes de suspirar—. De verdad no me voy a detener en hacer justicia.
Aunque mi humor deprimente aún me arropa, no puedo evitar desahogarme con esta mujer. Quiero que el mundo sepa que voy tras ellos y que lograré hacer justicia. Incluso si los tragos solo ayudan a exponer mis verdaderas intenciones, no puedo negar que decir todo lo que llevo dentro se siente tan bien.
—¿No te da un poco de miedo? —me pregunta, y puedo percibir una leve advertencia en su tono—. Tú o los tuyos podrían resultar afectados por ir tras ellos.
—No tengo miedo —digo, con suma confianza—. No me voy a detener hasta erradicarlos por completo; a cada uno de ellos hasta que no quede rastro alguno. No me importa ante quién deba enfrentarme ni lo difícil que resulte, yo no me voy a rendir.
Ambas nos quedamos en silencio después de mis palabras. Todavía puedo sentir la profunda mirada de ella sobre mí, como si estuviese pensando en hacer algo. Aunque mi mente ya no procesa con claridad sus palabras, esa última frase que dijo aún retumba en mi cabeza y por consecuencia me hace querer mirarla. La encuentro a centímetros de mí, la aprecio sin disimulo y noto tiene unos preciosos ojos cafés. Me pregunto quién será el afortunado que la tiene como esposa, de seguro ha de ser la envidia en cualquier lugar.
La observo mejor, para darle fundamento a mis pensamientos, pero no veo ningún anillo de compromiso sobre alguno de sus dedos, simplemente aprecio muchas joyas alucinantes en sus muñecas. Debe ser alguien muy importante como para no estar casada con alguno de los ministros de defensa, pero sí para lograr estar aquí sin siquiera trabajar para alguno de ellos, no obstante, aunque mi mente divaga sobre ella, decaigo en el hecho de que yo aún mantengo sobre mi dedo el anillo que Aiden me dio. Recordarlo me da paz y por amor aún lo converso, por eso aunque ya nada en este mundo nos mantiene unidos, más que los recuerdos, ese objeto deja en mí aún la huella de su pérdida, que ante la ebriedad, termina escapándose de mí el dolor más evidente que siento.
—Tan solo un día después de haber sepultado a mi padre, también fue arrebatada la vida de mi prometido: Aiden —sigo contando, como si hablar con esa desconocida me ayudara a dejar salir todo eso que aún no he asimilado por completo—. Lo extraño tanto.
—¿También ha sido la mafia? —pregunta, inclinándose con interés y recostando el mentón en su propia mano.
—Eso intento descubrir.
—Espero puedas saberlo, quizás la respuesta esté más cerca de lo que crees —susurra—. Eres muy valiente como para ir contra la mafia italiana. ¿Es muy difícil dar con ellos?
—Lo es, pero ya hemos desestabilizado dos de sus mayores puntos de distribución de drogas —le digo, con orgullo—. Y todavía falta más; mi padre dejó una extensa investigación que yo estoy continuando junto a mi equipo. Carl Davis tiene mucho que ver en esto. —Señalo al mencionado, el cual se ve a la distancia charlando con un par de agentes.
—Lo suponía —dice, con una sonrisa que me resulta intrigante—. Carl Davis hace bien su trabajo, por eso estamos aquí, para honrarlo como se merece.
—Por supuesto. —Asiento—. Formar parte de esto no es tarea sencilla, así que hombres como Carl merecen mucho mérito.
—Quizás tú también merezcas un mérito como el que esta noche tendrá Carl Davis —me dice insinuante, y yo sonrío un poco—. Estás muy decidida y apasionada por esto, así que tal vez tu momento de brillar también esté cercano.
—No hago esto por los méritos ante la gente, sino por hacer las cosas bien y justicia ante los más gentiles —recalco—. Pero admito que quiero llegar tan lejos como mi padre lo hizo, también como Carl lo ha hecho hasta ser esto... —Señalo mi alrededor—, un hombre reconocido por su labor.
—Un hombre muy reconocido por su labor —repite—. Esta noche será más que reconocido por ello. Y la verdad es todo un placer estar acá para ser parte de ello, también haber conocido a una gran detective que parece no temblar ante sus enemigos.
—Jamás —río—. Puedo hacer muchas cosas, menos dejarme intimidar por ellos.
—Qué admirable. —Sonríe, haciendo una mueca que extrañamente siento haber visto antes—. Eres muy fuerte, y espero que no lo dejes de ser.
Después de sus palabras escucho los aplausos de la gente ante Carl Davis, el cual se vuelve el centro de atención cuando un hombre toma un micrófono y comienza a dar unas palabras en dedicación a él. Todos los presentes miramos a Davis con respeto y mucha admiración, es un gran hombre al cual mi padre apreció mucho, y la verdad yo también lo hago.
Puedo ver como la mujer a mi lado se mueve un poco antes de levantarse, parece ser que ella se irá.
—Fue un gusto conversar contigo, gran detective —me dice, sonriéndome—. Espero puedas trazar tus objetivos con éxito y nada sea un obstáculo en dicho camino.
—Gracias. —Le sonrío con amabilidad.
—¿Puedo saber tu nombre antes de irme? —pregunta ella, con cierto encanto.
—Claro, me llamo Son Chaeyoung, ¿y tú?
No sé por qué, pero me nace del alma decirle mi nombre; algo en su presencia me causa confusión, quizás sea bueno o tal vez malo, pero por ahora el alcohol me domina, así que solo puedo esperar por una respuesta suya para poder continuar con mi deprimente soledad.
—Un placer, Chaeyoung, soy Sharon, desde ahora una fiel admiradora tuya —exclama, al tiempo que me regala una coqueta sonrisa.
¿Desde ahora?
—Cuídate, hasta la próxima vez —se despide. Y nuevamente percibo la extrañeza en su tono de voz, pero ignoro esto al verla alejarse con suma elegancia y delicadeza, hasta su forma de caminar me resulta atrayente.
—Hasta luego... —digo, al aire, sin despegar mi vista de ella.
Sharon... Ese particular nombre me parece que lo he escuchado antes, pero no recuerdo en dónde y sí lo hago, mi mente parece no concordar en este momento. Por ahora, termino de divisarla entre la multitud, a pesar de ser una mujer muy hermosa que podría llamar la atención de cualquiera, sabe como pasar de desapercibida, pues camina con rapidez y sutileza, hasta perderse en el pasillo camino al comedor.
Mientras tanto, llevo mi mano a mi frente, de repente me siento más aturdida que antes. Todo me da vueltas, inclusive siento náuseas. Niego la cabeza e intento a tropezones llegar a la barra. No busco más alcohol, así que de inmediato le hago saber al barman que necesito algo de agua, temo hacer alguna escena vergonzosa y que con ello, crean que no se ponerme un alto con respecto a beber.
—Aquí tiene —me dice el barman, con respeto.
Yo lo tomo sin exclamar nada, simplemente llevo el vaso de agua a mi boca y bebo, al terminar suspiro lentamente y me tranquilizo. ¿Por qué me siento repentinamente tan mal? Hasta ahora en toda la noche los tragos que había bebido simplemente me habían relajado; justo lo que esperaba. Quizás es por beber con la cabeza llena de preocupaciones, no lo sé, tampoco es como que deseé pensar al respecto sobre ello, por ahora simplemente tomo asiento en la barra y cierro los ojos, calmándome poco a poco, hasta que puedo divisar con claridad mi alrededor.
—Detective Son, ¿se encuentra bien? —Una voz a mis espaldas me toma desprevenida. Al girarme noto que se trata del agente Richard, mi compañero del caso—. No debería beber tanto, esta noche no es indicada para eso.
—No se preocupe, solo han sido unas cuantas copas, estoy bien —le aseguro, aunque mi forma de hablar y mi estado indiquen lo contrario.
—¿No deseas algo de agua? —dice, al tiempo que toma asiento al lado mío—. Le sentará bien.
—Ya lo he hecho —exclamo, alzando mi vaso.
—¿Qué has bebido para acabar así? —pregunta, con cierta gracia—. No sabía que los cócteles que sirven en este lugar fueran tan fuertes, pero es bueno que se relaje.
—No, ha sido un poco de whisky, parece que no me ha sentado nada bien —revelo, con algo de vergüenza.
—¿En una copa? —dice, mientras me señala las copas que se encuentran en mi mesa.
—¿Perdón? —menciono, sin entender.
—El whisky no se bebe en copa, detective Son, si su padre estuviera vivo, le daría un ataque al corazón al ver eso —bromea, pero yo asiento pensativa—. Además, se estipulo que esta noche no habría bebidas alcohólicas de ese tipo, así que el whisky no está entre las variedades del barman.
¿Cócteles o whisky? ¿Qué estaba bebiendo antes?
—Ya veo, debo haberme confundido —pronuncio, con aparente duda.
Juraría que esa mujer me había dicho que era whisky, aunque no sé si lo decía por ella o por los que yo estaba bebiendo, aún así, el agente Richard dice que esas bebidas no están entre las variedades del barman, así que no veo el por qué me mentiría.
Qué extraño todo.
—Carl Davis quiere hablar contigo, le he comentado sobre el nuevo puesto que tienes y sobre lo que has logrado estas últimas semanas —revela, y lo miro sorprendida—. Sería bueno que converses con él, puede que tenga información que nos ayude en el caso.
—De acuerdo —respondo, de inmediato. Esa invitación es inesperada, pero aunque aún me siento extrañamente mal, no puedo dejar pasar esta oportunidad.
—Ven, sígueme —me indica Richard. Yo asiento y con dificultad le sigo el paso.
Carl Davis parece estar dando sus últimas charlas antes de la cena en su honor. El jefe Miers, por supuesto, está entre esas personas. La pasión en la conversación es tanta que incluso Richard camina más rápido para intentar escuchar sobre lo que hablan, sin embargo, el salón es tan grande y hay tanta gente, que intentar cruzarlo requiere tiempo, por lo que, antes de llegar a él, un mesero se le acerca y le entrega algo en su mano, sus acompañantes fijan la vista en otro lugar con el fin de darle privacidad, no obstante, diviso con dificultad un papel blanco en su palma; sin duda se trata de una nota con aparente secretismo, pero de la cual no parece ser con un final aborrecible, pues en el rostro de Carl Davis se forma una susceptible sonrisa pícara.
—Ya vuelvo, tengo unos asuntos que atender —logro escuchar que dice.
—¡Señor Carl! —lo llama Richard, pero él no detiene sus pasos ante nadie, y continúa su camino rumbo al comedor—. Demonios...
—Está bien, agente Richard, seguro que lo necesitan allí —le digo, con la finalidad de que olvide la molestia.
—Bueno, me hubiera gustado que hablaras con él, aún hay cosas que necesitan de su supervisión y autorización. Es importante que sepa sobre la próxima emboscada que haremos.
—Está en su fiesta, lo mejor es no incordiarlo ahora, seguro que quiere disfrutar de la noche y no pensar en el trabajo —digo, con comprensión. Además, me avergonzaría mucho que me viera en este estado, aún no pronuncio las palabras a cómo se debe y huelo fuertemente a alcohol, o algo parecido.
—Sí, tienes razón.
—Buenas noches, detective Son, es la primera vez en toda la noche que se acerca a nosotros —exclama el jefe Miers, percatandose de mi presencia—. Parece que ha estado ocupada en la barra.
—No se preocupe, ya estoy aquí y eso es lo que importa —concluyo, porque aunque debo expresarme hacia él con respeto, me molesta que mencione lo que aparentemente he hecho—. ¿Dijo algo sobre el caso? —pregunto, intentando evadir el tema.
—Le puse al tanto de la situación, me dijo que esta noche o mañana me dará una respuesta sobre la autorización para proceder con la disolución del siguiente punto. Aún tiene que hacer unas llamadas, pero no se preocupen, seguiremos haciendo las cosas como hasta ahora.
—Me gustaría hablar con él de todas formas —exclama Richard—. Tengo algunas preguntas que me gustaría que él resolviera personalmente.
—No sé cuánto demore, por mientras puedes esperarlo aquí —le indica Miers, y Richard asiente—. ¿Qué pasa contigo? —dice, desviando su atención hacia mí.
—¿A qué se refiere? —pregunto, confundida.
—Te ves algo pálida y veo que te cuesta mantenerte de pie, ¿has bebido mucho?
Aunque quiero mantener las apariencias, no puedo mentir al decir que no me siento bien, quizás no del modo en que podría decir que estoy enferma, sino como si de repente me sintiera débil, mareada y con sueño, sin embargo, poco a poco ese sentimiento se va desapareciendo conforme pasa el tiempo, por lo que creí que no me vería de tal modo.
—Solo fueron unas copas, de verdad, no soy tan mala bebiendo. Simplemente me distraje hablando con una mujer, que al final termine bebiendo demás —confieso, de todas formas ya es imposible ocultarlo, todos se han dado cuenta de mi extraño comportamiento, un comportamiento que incluso a mí me sorprende.
—¿Una mujer? —pregunta Richard, con aparente escepticismo—. Te he visto sola toda la noche.
—No, por supuesto que no, hablé con ella por bastante tiempo, estábamos en mi mesa —exclamo, con completa seguridad.
—Nada de tragos desde ahora, detective Son, parece que no estas muy lúcida —me ciñe Miers, con molestia aparente.
No sé qué le sucede a mi cabeza, no hace mucho me dijo su nombre. El alcohol aún en mi sistema no me permite pensar muy bien, por lo que no recuerdo con claridad cómo era que se llamaba, solo sé que comenzaba con la letra "s". Era Samantha... No, era Sam... No, era Sarah... ¡Claro, era Sharon!
—Se llama Sharon, me dijo su nombre antes de irse —menciono. No puede ser que crean que estoy ebria, ahora simplemente quiero aclarar este malentendido.
—¿Sharon? No hay nadie en este lugar que se llame así —contraataca Richard, con el semblante dudoso y la mirada interrogativa.
—No puede ser, era una mujer rubia, alta y delgada, incluso pidió unos tragos por mí.
—Detective Son, el agente Richard se encargó de la supervisión del lugar, la lista de los invitados está a su poder, si dice que no hay nadie que se llame así, es porque no lo hay —pronuncia Miers.
¿Nadie? ¿Acaso ha dicho eso? Sí es así, ¿entonces quién fue la persona que se sentó a mi lado? Es imposible que esté delirando, porque incluso aún puedo recordar el color de sus ojos y olor de su perfume, además, como dije antes, una mujer tan atractiva como ella, sería imposible que pasara de desapercibida, así que me niego a creer en que todo ha sido un espejismo producido por el alcohol, sin embargo, solo hay una forma de saber si es cierto y en este momento lo habré de averiguar, porque en todo caso, si es cierta mi defensa ante el hecho de haber hablado con ella, entonces algo muy raro estará ocurriendo.
—Denme un momento —exclamo, dándome vuelta y comenzado mi regreso de vuelta a la barra.
—Detective Son, ¿a dónde va? —escucho que pronuncia Miers, molesto porque me marche de imprevisto, no obstante, por ahora simplemente paso entre la multitud hasta llegar con el barman.
—Disculpe —digo, en cuanto estoy de frente a él. El hombre alza la mirada y me regala una breve sonrisa, al tiempo que se dedica a servir una copa a otro invitado—. ¿Viste a una mujer conmigo? Era rubia, de piel pálida y alta.
—Sí, me parece que igual vino conmigo —menciona brevemente.
¡Entonces es verdad! ¡Ella sí estuvo conmigo!
—Te pidió un whisky, ¿no es así? —pregunto de nuevo, y él niega de inmediato.
—No servimos whisky esta noche, señorita, ella simplemente me pidió una copa con hielo, vacía por supuesto.
¿Qué? No puede ser. Entonces, ¿de dónde sacó el whisky? O es que acaso, ¿aquello no era whisky? Sí no es así, ¿qué fue lo que me dio? Mi presentimiento me grita que algo anda mal, y que lamentablemente muy tarde me he dado cuenta de eso, pero ahora todo tiene sentido, la inconsistencia de la bebida, mi repentino malestar y sus palabras confusas, que entré sonrisas ocultaban verdades aparentes, no obstante, no noté nada fuera de lo usual en ella, simplemente era una mujer que buscaba compañía y que entre la velada nuestra plática fue como cualquier otra, hablamos de nuestra participación en esta cena, de mi trabajo, de mis inesperadas pérdidas familiares y de... Carl Davis.
No, no puede ser.
—Ha venido por él...
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
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