● Capítulo 4 ●
M.
La vida no es eterna, y a mí me pagan por acabar con ella.
Me resulta incontable la cantidad de veces que he dicho esa frase y la he sostenido como el mayor orgullo de mi vida entera. Sí, esa es mi realidad, ¿y soy sincera? ¡Por supuesto! Me encanta. Me fascina. No lo cambiaría por nada.
Todo tiene un inicio, y el mío se remonta a la infancia; esa etapa que todos catalogan como linda y tierna, pero la cual yo al solo recordar aborrezco. Tenía padres muy jóvenes, tan jóvenes que entre deudas y presiones, entraron en caminos que terminaron empeorando todo en vez de resultar edificante, sin embargo, quien pagó por los platos rotos fui yo. ¿Qué clase de padres entregarían a su única hija con tal de salvar su propio pellejo? Mi padres, por supuesto. Recordarlo me genera un mal sabor de boca, pero no soy débil, ya no siento más que odio al rememorar el cómo fui ultrajada de mi hogar, para luego terminar en manos de unos mafiosos provenientes de Italia.
La vida no me hizo más sabia, pero supo endurecerme hasta la última célula, porque a partir de allí inició todo. Aunque al principio me costó entenderlo y aceptarlo como parte de mi nueva vida. Entre gritos, insultos, golpes y un turbio entrenamiento, finalmente entendí que ser como ellos era mi propósito; y lo tomé. Me volví la mejor, la más ágil, la más rápida, totalmente imparable incluso para esos hombres experimentados que no podían conmigo.
Mi primer asesinato, ese es el que recuerdo con más aprecio y orgullo, porque fue allí que pude saciar esa sed de venganza y odio que me cegaba. Asesiné a sangre fría a mi familia dentro del mismo hogar en el cual me criaron los primeros años de mi existencia. Quizás hasta ese punto de la vida, ya ellos creían que yo había muerto a manos de aquellos mafiosos despiadados, o tal vez que me encontraba en otro país siendo víctima de cosas peores.
Pero no era así, y todavía sonrío al recordar sus rostros alarmados al ver que ya no era esa pequeña a la cual habían abandonado, ahora era una mujer, y no cualquiera, sino esa que les cobraría caro lo que me hicieron. Les disparé tantas veces que sus cuerpos se desfiguraron. Mi mano no tembló ni un segundo ante los estruendos y la sangre que salpicaba todo el lugar.
Puedo decir que ese momento fue el que marcó todo; había nacido para esto. A ese punto ya me había ganado la confianza de los más grandes, y el primer nombre que marcaba la lista para esos trabajos siempre era el mío. Todos los cumplía sin titubear y sin dejar algún rastro que asemejaran con mi identidad, por dicha razón para ellos soy la indicada. En este camino he conocido a muchas personas, tantas que así como las he conocido, las he visto morir, pero sí conozco a alguien que, sin duda me esforzaría por proteger, pues sé que él haría lo mismo por mí. Carlo Salvatore, un hombre que conoce casi todo lo que abarca la mafia italiana y sus movimientos y el cual por supuesto, me enseñó cuando apenas era una chiquilla todo lo que ahora sé.
No creo en la palabra "amistad" ni en ninguna que se asemeje, pero sí creo que algo medianamente similar me une a Salvatore. Por supuesto, no voy a negar que esto se trata de negocios y un interés mutuo por obtener los beneficios que queremos, pero sé que dentro de todo eso, nos hemos cuidado las espaldas. Son largos años que tenemos dentro de este mundo, él más que yo, pero puedo presumir de poseer un alto conocimiento que incluso a él lo toma desprevenido. Somos un gran equipo, así definiría nuestra alianza dentro de tanta traición que sucumbe a la mafia.
La parte que más me excita de mi trabajo es ver el caos causado en la gente ante tales escenarios, y como nadie encuentra ni encontrará respuestas. Sé demasiado, tanto que podría acabar con mis propios aliados sin que ellos se den cuenta, pero no, la lealtad dentro de este mundo es muy importante y puede jugar a tu favor si lo aprovechas bien. Aunque claro, si decides jugar bajo tus propias reglas, muy seguramente terminarás perdiendo.
Me había entretenido un poco asesinando a un hombre la noche anterior, correspondía al nombre de Aiden. Sí, no puedo negarlo, matar resulta entretenido y cautivador si eres tan buena y despiadada como yo. Me preparé para ese momento de forma tan relajada, me vestí tan llamativa y sensual como siempre y dentro de mi bolso de mano reposaba el arma con el que apagaría la vida de Aiden.
Lo esperé con paciencia y entusiasmo dentro de aquel baño en el restaurante que había decidido marcar como el último de su vida. Sabía cómo era su vestimenta en ese momento, así que al asomarme por la puerta del cubículo y verlo allí de espaldas lavando sus manos, sabía que era allí o nunca.
Salí del cubículo con tanto silencio que incluso él no me escuchó, pero sin duda sintió mi presencia cuando estaba a punto de marcharse. Su rostro en vez de mostrar confusión alguna por una presencia femenina dentro de ese sitio exclusivo para hombres, sonrió con coquetería, como si por un momento pensara que yo estaba allí para intentar seducirlo.
¡Qué imbécil!
Claro, le hice creer eso cuando le sonreí de la misma forma y me acerqué. Él no se movió ni un milímetro, era como si creyera estar seguro junto a mí. Reitero: qué imbécil. Rodeé su cuello y sin esperar un segundo más, lo hice dar vuelta para que quedara frente al enorme espejo. Por ese momento sus ojos se expandieron en asombro, sin embargo, su sonrisa seguía allí, pero mi sonrisa apareció cuando la suya se esfumó al ver como posaba aquella hoja afilada en su cuello. Lo miraba tan fijamente a través de ese espejo con burla y gracia, realmente lo estaba disfrutando.
—La vita finisce quando meno te lo aspetti...
"La vida termina cuando menos te lo esperas", fue eso lo último que susurré en su oído antes de mover de lado a lado aquella hoja en su piel causando una herida profunda. Sus ojos se apretaron de dolor, pero de inmediato se abrieron y lo último que vieron fue mi sonrisa radiante, como quien ha hecho la mayor maravilla en el mundo. Un chillido ahogado escapó de su garganta, tal sonido provocó en mí una risilla de regocijo que cualquiera catalogaría como inocente. La sangre desbordaba sin parar, así que lo solté y su cuerpo cayó moribundo contra el suelo.
Negué con la cabeza y solté otra débil risa que apenas hizo eco. Suspiré totalmente complacida por haber cumplido nuevamente mi expectativa, y salí de allí evitando pisar la sangre para ir al baño de mujeres y de mis manos quitar cualquier mínimo rastro. Aunque después de allí no aconteció nada interesante, sólo puedo recordar la silueta de una mujer que entró después de mí.
Era pelinegra, su piel era blanca y luminosa, aunque solo puedo traer a memoria un bonito lunar bajo su labio. Su ropa traía una mancha de café que ella intentaba quitar sin éxito, así que después de aconsejarle usar hielo, y claro, también de mirar sin tanto disimulo su figura, la cual destaco: era guapa y deseosa, decidí irme de allí, pues ya mi tarea estaba finalizada con éxito.
Y así como a Aiden, he matado a muchos más casi de manera pasiva y sencilla. ¿Quién podría creer que soy una asesina al verme? Nadie, y precisamente eso es lo que uso a mi favor cuando debo hacerlo. Por allí dicen que "las apariencias engañan", y estoy de acuerdo; podría ser yo la definición de ello.
Otra sonrisa se marca en mis labios al rememorar todo con lujo de detalles. En ese momento me encuentro en la cama luego de un largo sueño. Sobre mi cuerpo no hay ni una sola prenda, y la verdad disfruto dormir así. Un suspiro escapa de mi boca y me siento aun con el edredón cubriendo parte de mis extremidades. Mi rubia cabellera cae un tanto desordenada sobre mis hombros, pero incluso sé que con eso luzco bien.
¿Cómo podría lucir mal? Ese concepto no tiene lugar junto a mi nombre.
Escucho mi celular sonar desde la mesita de noche, así que sin tanta prisa, estiro mi brazo y lo tomo. Nuevamente sonrío al ver de quien se trata.
—"Sharon" —dice, aquella voz masculina al otro lado de la línea.
—Salvatore.
—"Lo has hecho de nuevo" —halaga, causando que sonría y mire hacia arriba con orgullo—. "Los medios de comunicación están desbordando con el nombre de esa escoria".
—¿Alguna vez lo he hecho mal? —pregunto, ya conociendo la respuesta—. Fue tan fácil —río al recordar el rostro de Aiden moribundo.
—"Estoy seguro de que lo fue" —También ríe conmigo—. "Necesito que me acompañes a... ajustar unas cuentas" —dice esto último con un tono que me genera gracia.
—Me gustan los detalles.
—Centro de Florencé —informa—. Un par de distribuidores han estado ignorando mis llamadas y evadiendo deudas. Ya sabes, necesitan un poco de presión —insinúa, y mis ojos se iluminan al imaginar para qué quiere mi presencia allí—. Si ellos no van a ceder, lo que prosigue quedará en tus manos.
—Acepto —sonrío, mientras miro las uñas impecables de mi mano izquierda—. ¿A qué hora?
—En una hora y media te esperaré allí.
—Hecho. —Sin más, cuelgo sin esperar otra respuesta y me levanto de la cama para alistarme.
Camino hacia el baño sin siquiera buscar algo para cubrir mi cuerpo y rápidamente me acerco a la ducha y abro la llave del agua caliente. No tengo mucho tiempo, así que con prisa comienzo a lavarme mientras el agua recorre mi cuerpo.
Al terminar me seco con una toalla y recorro mi habitación para llegar a mi armario y así sacar la ropa que usaré. Ya que no es una misión particular dónde debo destacar, debo usar ropa discreta, por lo cuál optó por una blusa de manga larga, pantalones y botas —ambos de equipamiento táctico—, de color negro.
Sin importar que mi cabello esté húmedo, lo peino en un moño para que no me estorbe si es que las cosas se llegan a poner divertidas. Generalmente suele ser así, cuando Salvatore llega con su equipo para cobrarles a algunos trabajadores y estos no tienen para pagar las deudas que poseen, me dejan el trabajo a mí para deshacerme de una vez por todas de la gente inútil que simplemente no cumple con su deber y los compromisos que tienen con nosotros.
Al terminar con mi cabello camino a "Mi habitación especial" dónde guardo todo tipo de armas que necesito para trabajar. En este momento tomo una SIG P226 cargada que coloco en la cinturilla de mi pantalón en la parte de atrás, además de algunos respectivos cartuchos llenos los cuales guardo en las bolsas de este. Y por si acaso, también un cuchillo, el cuál oculto en una de mis botas. Siempre es bueno guardar armas que no estén a la vista.
Cuándo estoy lista, me dispongo a salir no sin antes tomar una chaqueta de cuero la cual me pongo para no llamar la atención en la calle por el arma que guardo en mi pantalón, seguidamente por fin salgo de mi habitación dirigiéndome a la salida para ir hasta el estacionamiento, en el cuál rápidamente localizo mi motocicleta tipo Enduro que es del mismo color de mi vestimenta. Me acerco a ella y me coloco el casco que está sobre ella para después montarme y salir cuanto antes para poder llegar a tiempo.
Después de un par de minutos manejando, encuentro el edificio que luce abandonado y maltratado, en el cuál Salvatore me ha citado. He venido un par de veces, ya que estos compradores suelen atrasarse con frecuencia en los pagos de la mercancía y constantemente necesitan algún tipo de amenaza para trabajar con eficiencia, pero al llegar hay algo diferente. Noto que hay un par de coches estacionados, lo cuál me parece extraño, así que rodeo la calle y me dirijo a la parte trasera del edificio para estacionarme.
Sin embargo, después de estacionarme decido no entrar aún, hay algo muy extraño aquí, generalmente no es común que la gente normal camine por barrios tan peligrosos a menos que quieran algún tipo de producto ilegal, el cuál vienen a buscar, pero no en coches tan comunes...
Escucho con atención, y un par de minutos después, mi intuición "de que algo anda mal" me da la razón, puesto cientos de disparos comienzan a sonar dentro del edificio.
"Salvatore está aquí", pienso y rápidamente me bajo de la motocicleta para correr y adentrarme al edificio sin siquiera preocuparme por quitarme el casco, el cuál por suerte está polarizado, así que nadie puede ver mi rostro.
Localizo y subo las escaleras con prisa hasta llegar al piso en el que se escucha el particular sonido de las balas, mientras cientos de gritos y tipo órdenes escandalizan el lugar. Lentamente me adentro a aquel caos mientras saco mi arma, preparándome para cualquier sorpresa y con precaución trato de buscar a Salvatore, ya que una de mis prioridades es sacarlo de aquí, sin embargo, es difícil buscarlo entre el polvo de las paredes el cuál nubla mi vista.
Avanzó con cuidado por todo el lugar mientras me mezclo entre el alboroto, camino y me escondo con algunos cuerpos que se encuentran en el piso.
La situación me hace preocuparme ya que no hay señales de Salvatore, así que le disparo a quién se me cruce y abro mi camino lo más que puedo para seguir buscándolo, hasta que llegó justo al medio dónde todos se atacan y pelean entre sí tratando de sobrevivir para lograr escapar.
Me cubro con una pared y trató de asomarme para intentar encontrar a uno de los míos, pero lo único que alcanzo a ver es un grupo de gente armada con chalecos anti-balas que disparan a todos lados, por lo cuál me escondo tras la pared de nuevo rápidamente.
El tiroteo parece nunca acabar, así que decido moverme para seguir buscando, sin embargo, antes de que pueda hacerlo, alguien rodea con su brazo mi cuello con fuerza tratando de ahorcarme, por lo tanto tiro mi arma al piso para llevar mis manos a aquel brazo para tratar de liberarme.
Sin dudarlo y buscando volver a respirar golpeo con mis codos el torso de la persona que me apresa, su agarre es fuerte, pero logro escuchar cómo se queja al sentir mis golpes. Al golpear su pecho finalmente logro que me suelte, pero aún me siento exhausta gracias al aire que he perdido, no obstante, rápidamente me volteo alzando mi pierna para golpear su estómago con fuerza para que pierda el aire así cómo me lo ha hecho perder a mí.
—¡Soy la persona con la que menos debiste haberte metido! —le grito enojada, por lo que me ha hecho y al mirar me doy cuenta que tiene un uniforme de policía, junto con un casco que cubre su rostro.
Ahora me doy cuenta de lo que pasa, es una maldita emboscada. Me pregunto al instante cómo la policía ha descubierto que se hacen negocios ilegales aquí, pero en este momento deja de interesarme, ya que debo deshacerme de este estúpido policía y buscar a Salvatore.
Al descuidarme por pensar en mi compañero, el policía se me abalanza y me hace chocar con la pared, rápidamente sostengo sus hombros tratando aventarlo para separarnos y que deje de apresarme, pero me es complicado por lo cuál rápidamente levantó mi rodilla para golpear su entrepierna y aviento su cuerpo lo que lo hace retroceder, sin embargo, me confunde no sentir las partes anatómicas de un ser masculino, por lo que el pensamiento de que es una mujer me invade y me excita de sobremanera, así que sonrió levemente, aún así el recuerdo de que un golpe en la entrepierna no causa el mismo dolor en una mujer hace mi sonrisa desaparecer, puesto que la veo reincorporarse, tratando así de acercarse a mí para atacarme.
Ahora que sé que es una mujer, debo decir que es bastante fuerte, nos hemos golpeado bastante y aún así no se ha rendido. Sinceramente lo admiro, no es común que haya muchas mujeres en estos campos.
No sé cómo pasa pero de un momento a otro y de alguna forma aquella policía logra tirarme al piso y colocarme boca abajo, supongo que me he distraído bastante tratando de estudiar sus movimientos y su fuerza, dándole una oportunidad para someterme. Trata de esposarme, logrando hacerlo a una de mis manos, pero me alzo fuertemente, quitándome de encima aquel peso con el que me aprisionaba y con ello, logro hacerla caer.
Me arrastro en el piso tratando de levantarme, pero rápidamente la policía sostiene una de mis piernas con fuerza, lastimándome levemente por la forma en que me aprieta, por lo que intento soltarme moviendo mi extremidad con brusquedad, pero ya que no me funciona trato de alzar mi pierna y azotarla con el piso para lastimar sus manos, lo cual logro y me suelta finalmente.
—¡Ah! —escucho que grita, mientras trato de localizar mi arma, al mirarla a un par de metros cerca de mí, trato de gatear en el piso para intentar llegar a ella, no obstante, vuelvo a sentir sus manos en una de mis piernas, arrastrándome hacia sí y gateando para volver a estar sobre mí.
—¡Maldita sea! —gruño, enojada conmigo misma al darle estúpidamente tanta ventaja. Me volteo quedando ahora frente a frente con ella, pero ambas somos incapaces de ver nuestros rostros, al ser consciente de esto pienso y creo que lo mejor en este momento es quitarle el casco para poder noquearla y así obtener tiempo para buscar mi arma y de una vez por todas acabar con ella.
Habilidosamente ruedo por el piso, ahora quedando sobre ella y muevo mis manos rápidamente para quitarle el maldito casco y ser capaz de golpear su rostro para que al menos se desmaye, ya que extrañamente me está costando defenderme y soportar su fuerza. Finalmente logro quitarle el casco y cuando estoy a punto de estampar mi puño en su rostro me detengo al reconocer el rostro de aquella chica que conocí y a la cuál le recomendé hielo para la mancha que tenía en su camiseta la noche anterior en el baño de damas, justo después de cortarle la garganta a ese hombre por órdenes de Salvatore. No puedo creerlo, es ella.
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