● Capítulo 12 ●
C.
Es temprano, bastante. Son cerca de las ocho de la mañana, aún así, no he podido pegar ojo en toda la noche, he estado intranquila. Estar aquí no me deja tener paz, más aún sabiendo que a la habitación continúa a la mía, se hospeda una asesina y un mafioso, lo cuáles me pueden matar en cualquier momento.
Salvatore, el hombre que auxilió a Sharon con su herida, es un hombre muy explosivo. Anoche habíamos tenido una plática bastante intensa, y por supuesto, me amenazó múltiples veces, supongo que solo quieren atar cabos y para ellos, soy uno.
Seré realista, no puedo escapar de aquí aún, aquellos dos criminales tienen razón, corremos mucho peligro. Además, no puedo dejar que estos dos escapen, son mis pistas más grandes para el caso de asesinato de mi padre y para poder dar con el capo grande, Francesco. Podría intentar sacarles información al mismo tiempo que intente protegerme, y aunque no me han hecho daño, no puedo descuidarme.
En silencio me levanto de la cama y miro a mi alrededor, la habitación que me han dejado es amplia y modesta, está totalmente vacía. Cuando aquel hombre con acento italiano me trajo aquí, el polvo me hizo estornudar un par de veces, incluso llegó a burlarse de mí:
—¿Qué? ¿No es suficiente esta habitación para una detective de tan alta talla cómo usted?
Qué fastidio tratar con esta gente, el simple recuerdo de anoche me hace suspirar y rodar los ojos. Tan solo debo respirar, relajarme y mantener la calma al hablar con ellos, si es que quiero sacarles algún tipo de información.
Me levanto de la cama con lentitud y camino por la habitación, revisando el terreno en el que me encuentro solo con la mirada. No hay micrófonos, no hay cámaras, está limpio... Nadie me vigila. Me acerco a la puerta y quito el pestillo con el mayor de los cuidados para no hacer ruido, lo cuál funciona. Cuando giro la perilla, me sorprendo, por fuera no hay nada que me aprisione, creí que solo me permitirían estar aquí.
Con cautela salgo de la habitación y camino lentamente hacia las escaleras para bajar al primer piso, escucho ruidos abajo, en la cocina, lo cuál me hace recordar que no he comido en bastante tiempo... Puedo sentir mi estómago rugir por el hambre.
—Salvatore, por favor, sé cauteloso, no quiero que te hagan daño. —Escucho la voz de Sharon, por lo cuál comienzo a caminar mucho más lento, tratando de oír todo lo que dicen—: Si Francesco me traicionó, también te puede traicionar a ti.
—No te preocupes, tendré cuidado, pero lo sabes, este es mi trabajo —dice Salvatore, con su acento italiano.
—Solo te pido que te cuides del viejo, porque quizás nos aprecia, o apreciaba en mi caso, pero siempre preferirá primero su dinero. Nosotros somos una pieza más en el tablero con la que puede jugar a su antojo.
Parece que Salvatore está procesando aquel comentario de Sharon, porque no responde más.
Pero hay algo que me llama la atención, ¿qué relación tienen estos dos? Se protegen, viven juntos, curan sus heridas... Ahora que lo pienso y recuerdo, anoche Sharon hizo que Salvatore no perdiera el control y terminara por dispararme. Parece que sabe cómo controlar las cadenas de su propio perro guardián. Quizás son amantes fugitivos de la ley. Esta es una historia que necesito saber, pero no por fines personales, mi trabajo amerita que averigüe sobre esta relación.
Supuse que era el momento en el que podía entrar yo a la cocina. La primera en notar que estaba ahí fue Sharon, quién rodó el banco de la encimera en el que estaba sentada para mirarme.
—Buenos días, detective —dice ella, y su característica sonrisa burlona adorna sus labios—. ¿Le apetece desayunar?
—¿Me vas a drogar? —pregunto, antes de acercarme lentamente al banco que está a su lado.
—Vaya, qué rencorosa —susurra, para finalmente reírse—. No te voy a drogar —dice—. Te lo he dicho anoche: mientras no nos saques de quicio, todo irá bien. —Me mira rápidamente de arriba hacia abajo, lo cuál raramente me pone nerviosa, pero al mismo tiempo me extraña, ¿por qué me mira así?—. Ahora, tienes dos opciones. —Toma un plato hondo que está cerca de ella, en el cuál se sirve cereal de hojuelas de maíz y un poco de leche—, puedes seguir pensando en que te vamos a drogar mientras tú sola te matas de hambre, o... —Ella me pasa la caja de cereal y la leche—, puedes desayunar. —Sonríe y luego comienza a comer con tranquilidad—. Tú decides.
—Yo tomaría la segunda opción —Salvatore recomienda repentinamente, pero puedo percibir la dureza con la que me trata, está desconfiado, sin embargo, no se deja ver vulnerable. Su simple actitud me hace ver que quiere marcar su territorio.
No puedo evitar estudiar sus interacciones mientras desayuno, y sinceramente, no veo nada especial, ellos comen con tranquilidad, casi sin hablar, ¿quizás es por mi presencia? ¿Querrán no mostrarse vulnerables? Aún así cuando las parejas quieren tomar discreción, siempre hay pequeños actos que los delatan, quizás miradas, pequeños toques, actos de servicio... Pero no hay nada.
Qué extraño, podría jurar que tienen una relación íntima.
Él es fuerte, se ve con fama de protector, además es un poco serio, pero ella... No sé qué pensar de ella, es atrevida, bromista y tiene total complejo de una psicópata. Él es un protector, pero ella no luce cómo una constante damisela en apuros. No, ella parece ser decidida. Supongo que no piensa mucho las cosas, sólo las hace, pero con una gran seguridad en sí misma, puedo percibirlo.
Ella iba a matarme, estaba totalmente dispuesta a acabar conmigo anoche, pero no pudo y se concentró en su supervivencia. No lo pensó dos veces y me usó a su favor. Es muy lista, debo admitirlo.
Al darme cuenta que estoy siendo un poco intensa, decido solo mirar mi plato y terminar de comer, pero su voz me interrumpe.
—¿Cómo durmió nuestra querida detective? —pregunta Sharon, sin mirarme—. ¿Nuestra habitación de huéspedes dio la talla a sus expectativas?
Yo no contesto, aunque se me ocurren mil respuestas para retarla, no lo hago. Cualquier palabra que pueda hacerlos molestar puede traerme consecuencias a mí, así que solo contesto:
—La cama es cómoda.
—"La cama es cómoda" —repite ella, con burla antes de soltar una carcajada en la cual Salvatore la acompaña.
—Tan solo espero que su estadía en este lugar sea digna de recordar, no queremos que dé una mala referencia sobre nosotros.
Y nuevamente, ellos vuelven a reírse como si burlarse de mí fuese la acción más divertida y entretenida del mundo. Por Dios, de verdad los detesto y desearía poder defenderme de alguna forma no precisamente pacífica, pero sé bien que hacer el mínimo intento no me traerá beneficio alguno. No quiero morir a manos de estos dos, no cuando puedo usar esta situación estratégicamente para obtener lo que quiero.
Dicen por allí que cualquier situación puede ayudarnos para bien, sin duda alguna estar acá puede acercarme más a resolver mis dudas.
El hombre termina de desayunar, seguidamente mira el lujoso reloj que reposa en su muñeca y sus ojos se expanden un poco; aparentemente se le ha hecho tarde para hacer quién-sabe-qué. Se levanta y llama la atención de Sharon dándole un largo toque en el hombro. Por supuesto, eso me hace creer aún más que algún lazo romántico los une, pero quizás retienen cualquier manifestación de afecto por mi presencia.
—Debo irme, Sharon —anuncia, mirándome de reojo—. Ya sabes, tengo cosas que hacer.
—¿Cosas de mafiosos, tal vez? —pregunta ella, con evidente sarcasmo. Sé que se está burlando de mí, que por lo visto, es lo único que quiere hacer.
—Claro, cosas de mafiosos que espero estúpidos detectives no arruinen.
Mis puños se aprietan bajo la encimera. Creo que necesitaré de paciencia infinita para acostumbrarme a esto por el tiempo que vaya a permanecer en este sitio con estos dos. Tan solo espero que no sea por mucho, lo que menos quiero es estar cerca de tal sarcástica y burlona mujer.
—Oh, espero que no, sino tendremos que cobrar algunas cuentas —insinúa Sharon, mirándome con ese brillo de maldad en sus orbes y la intachable sonrisa torcida.
—Ya sabes, no la pierdas de vista —le recuerda, antes de hacerme esa seña con dos dedos en sus ojos en señal de "te vigilo". Mis ojos se viran al instante, no obstante, él lo ignora y se va, dejándonos así a Sharon y a mí a solas.
Ambas nos quedamos en silencio por largos minutos que se tornan levemente incómodos, al menos para mí. Ella sigue comiendo su tazón de cereal con lentitud, cerrando los ojos cada que mastica; cualquiera que la viese pensaría que está degustando algún plato gourmet, y no un simple cereal con leche. No puedo evitar quedarme absorta mirándola, detallando cada uno de sus movimientos y como la elegancia parecer ser la única semejante con ella.
Es una mujer muy hermosa, fácilmente podría triunfar como modelo en la industria del entretenimiento. Pensar en eso me hace meditar algunas cosas, entre ellas, la razón por la cual esta bella y joven mujer está metida en el oscuro mundo de la mafia. ¿Qué la habrá llevado a perderse en esto? ¿Será cierto que algunas personas nacen con el simple propósito de causar maldad? ¿O ella en algún momento fue lo opuesto a lo que hoy es?
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta, sacándome de mis pensamientos, por lo cual aparto la mirada.
—A veces dices cosas realmente estúpidas.
—Nada diferente a ti que, además de decir cosas estúpidas, eres la definición de la palabra —me ofende, con toda la intención del mundo. Por supuesto, no falta su característica sonrisa—. Realmente eres idiota si sigues creyendo que podrás acabar con nosotros. Creo que eso es lo que más detesto de todos ustedes; creen que pueden simplemente venir y arruinar nuestro trabajo para quedar como héroes con el gobierno. Si tan solo supieras la clase de personas que hay allí, nos dejarían en paz por un momento.
—Si hablaremos de detestar, me temo que llevo las de ganar. Y no soy ingenua, sé perfectamente lo que sucede dentro de ese contexto, pero no creo que sea una conversación que deba tener con una asesina criminal.
—"Asesina criminal" —repite, antes de reírse y negar con la cabeza—. Eres un chiste.
Yo prefiero no responder, sé que solo está provocándome. Ella se levanta despacio, noto que hace algunas muecas reflejando dolor, cosa que me hace recordar de su herida en la pierna.
—¿Duele mucho? —Señalo su pierna.
—Realmente no.
Sé que miente, pues apenas y logra caminar cojeando un poco. Así que me levanto y la sigo, sin que se dé cuenta.
—Maldición —susurra, antes de detenerse y exhalar.
Y lo sé, es un dolor insoportable, porque hace años atrás, también había sido víctima de un disparo en una misión. Razón por la cual, me compadezco de ella, y me pongo a su lado.
—Realmente te ves muy mal.
—¿Verme mal yo? —exclama, aparentemente ofendida—. Eso es algo que nunca en tu vida podrás presenciar.
¡Qué narcisista! Su ego es más grande que esta mansión.
—Tu herida. —Señalo—, no deberías hacer esfuerzo alguno.
—¿Desde cuándo la gran detective se preocupa por una asesina criminal? —pregunta, con burla antes de intentar caminar, deteniéndose a la mitad por el dolor.
—Desde que la asesina criminal apenas y puede caminar —recalco, colocándome a su lado y sosteniéndola para ayudarla a dar pasos.
—Vaya, qué buena eres —alega, con falsedad.
Nuevamente, me quedo callada. La ayudo a caminar y finalmente ella cede a dejarse tender la mano. Dejo que sea ella la que nos guíe hacia donde iba, siendo dicho lugar el sofá de la sala principal. Apenas llegamos allí, ella se deja caer con delicadeza y yo hago lo mismo, pero un tanto alejada. Toda esta situación me parece tan extraña y difícil de asimilar. Si días atrás alguien me hubiese dicho que hoy me encontraría aquí, en la guarida de un mafioso y una asesina —la cual es responsable de mis últimas desgracias—, le diría a dicha persona que el uso de drogas es ilícito.
Ella rebusca entre los cojines alrededor, hasta dar con el control remoto del televisor que se encuentra frente a nosotras. Seguidamente, lo enciende y comienza a cambiar los canales con desinterés. Yo miro cada uno de los canales que va pasando, pero mi mirada finalmente termina en ella. No puedo dejar de analizarla y seguir llenando mi cabeza de más y más dudas.
Tengo muchas preguntas sobre este lugar y Salvatore. No soy tonta, sé que no podré sacarle esa información a ella tan fácilmente, pero sí quiero dar con eso de algún modo u otro. Aunque no me agrade en lo absoluto permanecer acá, sacaré el provecho correspondiente para hacer justicia, y especialmente poder vengarme de Sharon.
—Ya, anda, suéltalo —dice ella, apagando la televisión y fijando su mirada en mí.
—¿Perdón? —digo, confundida.
—Cuando estábamos desayunando y justo ahora sigues mirándome pensativa, algo te preocupa, y estoy segura que no tiene nada que ver con que si la leche va antes del cereal o si lo que pasa en la televisión son buenos programas.
He intentado aparentar, pero parece que aunque luce despreocupada sabe leer muy bien mis movimientos y mis facciones. Está alerta sobre mi presencia —aunque no lo parezca—, seguramente que así como luce de tranquila, también podría cambiar con la misma velocidad que un rayo para hacer cualquier cosa para detenerme en caso de que intente algo en su contra. Y bueno, algo también me dice que tampoco he intentado disimular con aparente afán.
—Claro, estar aquí, al lado de una asesina que hace muy poco intentaba matarme y aparte, estar en un lugar desconocido, sin nada con que defenderme y sin posibilidades de huir, seguramente que a cualquier ser humano lo hace estar muy calmado —exclamo, sarcástica.
No puedo evitar abrir la boca, porque aunque intento a toda costa alejar los problemas, es inevitable que su actitud no me generé estrés y dudas. Se hace ver como alguien tan despreocupada y divertida, pero estoy segura que detrás de esa perlada sonrisa, hay una sonrisa demoníaca que muere por mostrarme. Tiene una mirada juguetona, que sabe mezclar bien con sus atrapantes movimientos, pero solo lo hace para manipular la mente de cualquier persona en su lista de objetivos y claramente, no dejaré que yo forme parte de su grupo de animales de circo.
—No te voy a matar, tampoco nadie te va a envenenar. De verdad, eres muy resentida. —Niega con la cabeza—. Ya te lo dije, no te metas con nosotros y nadie saldrá lastimado.
—Sí, eso lo tengo muy en cuenta, créeme.
—¿Y entonces? ¿Qué más es? Solo estás armando un alboroto por nada —menciona molesta, mientras suspira cansada—. Si hubiera querido hacerte algo, aunque estuviera herida, solamente me habría tomado cinco minutos y ya te habría arrancado la cabeza.
—Vaya, qué alivio siento por eso, mientras tanto tengo que estar obligada a estar aquí contigo.
—Aguarda un momento —pronuncia, pareciendo incrédula ante lo que digo—. En cuanto a tu estancia aquí, solo hay que esperar unos días para que sea seguro salir, porque seguramente Francesco ha de estar vuelto loco por no dar con nosotras. Él nos buscará hasta debajo de las piedras. Así que, si intentas irte de aquí, eres libre, nadie te detendrá, pero ten en cuenta que fuera de esta casa eres un cadáver andante. —Su postura despreocupada ha desaparecido por completo y la mirada fría que me dedica hace que trague saliva.
—Yo... —comienzo a decir, pero me interrumpe de inmediato.
—Si tu maldito trasero está en este sillón, es porque tú me has traído hasta aquí y me has ayudado a curarme —menciona, con una voz tajante—. Yo siempre pago mis deudas, pero una vez lo haga contigo, luego de eso más te vale que nunca en tu vida se te ocurra volver a cruzarte conmigo, porque sí lo haces, te haré las peores aberraciones que ni te imaginas.
De acuerdo, creo que quizás he cruzado una línea de la cual había jurado no pasar mientras estuviera aquí, menos si quiero aprovechar la oportunidad de obtener información importante para el caso de mi padre y la captura de Francesco, y habré de ser sincera, no puedo evitar desconfiar de ella, pero al menos aparentaré en que todo está bien, porque hasta ahora no ha intentado nada en mi contra, ni me ha tenido retenida contra mi voluntad. Soy paranoica respecto a esta situación y más porque seguramente el jefe Miers se ha de estar preguntando dónde demonios estoy y por qué he desobedecido a las instrucciones que él me dio, pero será mejor dejar esas inquietudes solo para mí.
—No estoy con las energías de pelar, sin embargo, si me retas, me habrás de conocer como la maldita psicópata que dices que soy —sentencia, dejándome con la piel erizada.
—Está bien, tampoco busco pelear —aclaro, como una forma de escape.
—Pues demuéstralo, gran detective.
Otra vez busca poner a prueba mi paciencia, pero no la dejaré ganar, me mantendré lo más tranquila que pueda, porque no puedo dejar que ella, y principalmente ellos, noten la inquietud que me rodea. Además, no sé cuántos días más estaré aquí y eso le sumo el hecho de no saber cuántos días más tendré que convivir con ella a solas. Lo mejor será que guarde las apariencias y mis verdaderas intenciones, porque inclusive si me muestro dócil ante ella, es capaz que pueda andar por la casa con más libertad de la que aparento según tener y, quizás, en algún rincón de esta mansión pueda haber algo que me lleve a descubrir los secretos que las paredes y ellos ocultan.
—No te preocupes, eso haré —digo, sonriéndole con falsedad. Ya veremos si puede seguirme el paso, porque aunque ella no lo crea, yo también sé jugar sucio.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
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