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● Capítulo 10 ●

M.

Creo con suma firmeza que todo tiene un límite en esta vida. Así como todo tiene un límite, cada individuo también tiene dentro de sí sus propios límites establecidos, y la verdad los míos son muy fáciles de rebasar, especialmente cuando se trata de mi trabajo.

La rabia y la ironía me consumen al saber que una idiota detective del FBI ha estado arruinando cada una de mis hazañas que, en tiempos anteriores antes de su aparición, solían ser perfectas y sin rastro alguno de evidencia. ¿De verdad? ¿A estas alturas una estúpida mujer va a ser un obstáculo en mi camino? Eso es lo que yo llamaría "rebasar mis límites".

Mientras estoy frente al espejo observando mi propia silueta, no puedo negar que parte de mi ego ha caído levemente al suelo, y todo es por causa de esa mujer. Lo inteligente que ésta parece ser para seguir nuestras huellas sin temor alguno me deja levemente atónita. Se ve que es una mujer muy fuerte y decidida, no se rendirá tan fácilmente... a menos que, claro, alguien la detenga.

—Son Chaeyoung... —pronuncio, en un susurro antes de sonreír con burla.

Gracias a su increíble acto de estorbarme en cada oportunidad que se le ha presentado, no pudo faltar que volviese a complicarme las cosas una última vez. Mis puños se aprietan por sí solos al recordar aquello.

Apenas había llegado a la mansión con una sonrisa victoriosa luego de lo que yo describiría como "el asesinato más fácil y divertido de mi vida", me topé con el rostro furioso de Francesco y sus matones de confianza. Por supuesto, el viejo volvió a darme un golpe un poco más fuerte al de la última vez, esto antes de susurrar lo que ahora mismo provoca mi sangre hervir.

—Carl Davis no ha muerto, sigue tan vivo como tú y yo.

Sus palabras salieron con tanto enojo que incluso yo sentí ganas de golpearme a mí misma. ¿Había fallado de nuevo? No había manera de que eso fuese posible, pues podría jurar que el sujeto estaba agonizando mientras sus últimas gotas de sangre se derramaban. Francesco estuvo a punto de molerme a golpes junto a los hombres, y lo sé porque vi la intención en su mirada despiadada.

—¡Hay una detective que está detrás de mí!

Recuerdo que le grité esto con furia, pues era esa misma la que sentía consumir todos mis huesos. El rostro de Francesco adquirió aun más confusión, y me miró fijamente, esperando una aclaración ante mis palabras.

—¡Ha sido ella! ¡Me está siguiendo el rastro a mí, a todos nosotros!

La risa burlesca que emitió Francesco solo provocó aún más ira en mí.

—¿Una detective? ¿Acaso mi mejor asesina se deja sabotear por una detective cualquiera? Vaya, creí que eras más lista, Sharon.

Esas palabras me siguen ofendiendo hasta este momento. Como ha quedado claro antes: tengo un ego que no es tan fácil de quebrar. Pero la manera en la que esa detective estaba arruinando mi trabajo, y la forma en la que mi jefe se expresaba por mi falta, hería ese ego. No estaba acostumbrada a no tener todo bajo control, menos si era por culpa de alguien más.

—¿Y qué vas a esperar, Sharon? ¿Acaso esperarás que ella venga junto a su equipo por todos nosotros? —preguntó, con ironía—. ¿O acaso te tiembla el pulso para matarla? Porque podría contratar a alguien más para que lo haga por ti. Por supuesto, luego de yo mismo desaparecerte. —Sonrió con maldad.

Mi rostro adquiere una expresión de mayor enojo mientras me miró al espejo, niego con la cabeza y luego me volteo para tomar la ropa que dejé en mi cama para comenzar a vestirme, cómo una de las veces pasadas, utilizo ropa negra para pasar desapercibida en la obscuridad. Una camisa de maga larga, pantalones y botas tácticas.

Cuando estoy vestida vuelvo a acercarme a el espejo para comenzar a peinar mi cabello en un moño, y cómo costumbre, tomo un par de pasadores y los escondo en mi cabello, nunca sé cuándo podré ocuparlos.

Después de unos minutos estoy lista, no me muevo, solo miro mi reflejo en el gran espejo, recordando mi conversación con Francesco.

—Yo la voy a matar —le aseguré, con firmeza, y aunque él pareció no creerme del todo, asintió.

—Última oportunidad, Sharon —decretó—. Si no lo haces esta vez, dile adiós a tu vida.

Yo sé que no estaba mintiendo o exagerando cuando dijo aquello, porque Francesco no era ese tipo de hombres que hablaban por hablar. Si esta vez volvía a fallar, sé que me iba a matar, porque es eso lo que él hace cuando alguien no cumple sus expectativas.

Me entregó una dirección y la orden específica de matar a Son Chaeyoung esta misma noche. Y lo voy a hacer, no solo por órdenes de Francesco, sino por la misma sed de venganza que me quema por haberse metido conmigo. Sé que no va a ser una tarea sencilla acabar con ella, pues parece ser una mujer bastante experimentada, pero solo habrá una ganadora, y a mí no me gusta perder... nunca.

Luego de terminar de vestirme y prepararme, finalmente estoy lista para tomar rumbo hacia aquel lugar en el cual acabaré con mi tormento. Abandono mi departamento a pasos lentos y cierro con cautela la puerta. Basta de un par de segundos para que ya me encuentre afuera, subiendome sobre mi motocicleta; mi fiel acompañante.

Coloco con delicadeza el casco sobre mi rubia cabellera, y enciendo el motor para irme. Conozco de memoria la ubicación que me han entregado, pues son zonas que suelen frecuentarse para cosas como las que haré en pocos minutos. Una sonrisa de satisfacción adorna mis labios al imaginar como acabaré con esa detective.

Son Chaeyoung, tan hermosa y astuta, pero te metiste con quien no debiste; y esta noche lo sabrás muy bien.

Sin darme cuenta, debido a mis constantes pensamientos sobre ella, me encuentro haciéndome lugar dentro del bosque donde está la ubicación exacta; sitio en el cual espero encontrar a Chaeyoung. Cuando sé que ya estoy un poco cerca de la zona, apago la motocicleta y bajo para continuar caminando.

A medida que me acerco, puedo escuchar algunas voces conversando, azotes que le siguen junto a una voz masculina que grita de dolor. Sonrío con complacencia al ver desde la distancia esa silueta que puedo reconocer sin tanto meditarlo, es ella; Son Chaeyoung. Se encuentra escondida de espalda tras unos escombros mientras observa lo que está sucediendo dentro de aquel domo abandonado.

Éste es el momento; está descuidada, quizás pueda simplemente acabar con ella sin tanto drama de por medio. Camino para acercarme hasta ella con cuidado de no alertarla, pero cuando estoy a solo unos cortos pasos de distancia, ella se alerta de mi presencia dando un pequeño salto de impresión; no es idiota, siempre está pendiente de sus espaldas, como buena detective, supongo.

Vaya porquería.

—¿Otra vez tú intentando arruinar mi vida? —Intenta abalanzarse sobre mí, pero yo saco mi arma, seguidamente ella hace lo mismo.

Genial, ya va a comenzar la guerra. Y la verdad, estoy más que lista para salir victoriosa de aquí. Por lo que, sin titubear hago el primer movimiento, un movimiento que se queda en el aire, esperando por suceder, pero que, sin embargo, no pasa porque antes de que pueda hacer algo en su contra, todo ocurre tan rápido que simplemente lo único que puedo hacer es apartarme de ella con rapidez.

Dispara sin temor, pasando la bala a unos centímetros de mi rostro. Parece ser que no le tiembla la mano para estas situaciones, pero no puedo evitar ser más rápida que ella, así que antes de que intente volver a atentar contra mí, la tomo del brazo, doblando su muñeca y quitándole su pistola, no obstante, aunque río con gracia por lo fácil que ha sido despojarla de su arma, mi risa cesa en cuanto realiza un movimiento con su brazo y su codo termina por golpear mi estómago.

—¡Maldición! —grito, más enfurecida que adolorida. Veo a lo lejos a Francesco negar con la cabeza en reproche por el importuno, así que hace una seña para que sus hombres vayan contra ella, pero de inmediato los detengo—. ¡Atrás, que está la mató yo!

—¿Matarme? —dice la detective, burlesca—. Antes te mató yo. Qué ya bastante me has arruinado la vida.

Suelto una carcajada, tan expresiva que incluso las lágrimas brotan de mis ojos. Es tan cómica, que bien podría fácilmente conseguir un trabajo en un circo y dejar el FBI. Parece que no se ha dado cuenta que quien realmente le ha estado arruinando la vida ha sido a mí.

—Pudrete —digo, con la mandíbula tensa.

Intento dispararle, pero ella se abalanza de nuevo sobre mí logrando que también pierda mi arma, sus manos escurridizas se escabullen por mis costados, presionando su cuerpo con el mío, y luego se deja caer en mi dirección. Ante la caída el aire se me es arrebatado de los pulmones y el golpe que me dio anteriormente, dificulta poder recuperar el aliento. Aún así, antes de que su cuerpo se aleje de mí, tomo una de sus piernas y con mi otra mano tomo su cabello, me impulso hacia delante con la mayor fuerza que poseo, hasta dejarla debajo de mí. La sorpresa de mi movimiento es notoria en ella, algo así no lo esperaba para nada.

—Son Chaeyoung... —pronuncio, lentamente mientras disfruto su expresión de sufrimiento. La someto hasta que cierra los ojos de dolor—. Vaya que me has costado mucho, casi hasta mi propia cabeza.

—¡Haré que pases los últimos años de tu vida en prisión! —grita ella, tan decidida que incluso parece que lo promete con todo su ser.

—Te morirás antes de que eso pase... —Me acerco a ella y le susurro en su oído—: Te lo aseguro.

La tomo de ambos brazos y la obligo a ponerse de pie, mi agarre es fuerte, así que le es imposible escapar. Le hago señas a Ryan, el verdadero nombre del supuesto testigo, para que se vaya, él se aleja temeroso dejándome el asiento libre. Lugar donde le haré a la detective las peores torturas que podrá experimentar en su vida. Antes de matarla disfrutaré jugar un poco con ella, así en sus últimos segundos de vida aprenderá a no meterse en lo que no la llaman.

Los hombres de Francesco se alejan de él y bajan para ayudarme con Chaeyoung, pero les niego que la toquen, simplemente la encaminó hasta esa vieja silla de metal y les pido que me pasen las esposas. Con eso en sus manos, no habrá forma de que escape.

—Parece que se te acabaron los días de jugar a ser la mejor detective —exclamo, fingiendo tristeza—. No te preocupes, a donde vayas seguro lo seguirás siendo... junto al idiota de tu prometido.

—¡Cierra la boca, maldita escoria! —ordena, furiosa.

Forcejea histérica, le he tocado la fibra que más le causa dolor recientemente, así que antes de que intente hacer algo de nuevo, tomo su mano y en su muñeca pongo la esposa, sin embargo, cuando estoy a punto de esposar su otra mano, uno de los hombres de Francesco me separa de ella, me toma del brazo y coloca la otra esposa en mi muñeca. Frunzo el ceño confundida, pero antes de que pueda replicar algo y decirles si acaso son tan imbéciles como para no darse cuenta que se han confundido, Francesco baja desde donde anteriormente me observaba y se encamina hacia donde estoy yo. Muestra una gran sonrisa triunfante, mientras esa mirada de depredador me analiza.

—¿Qué es esto? —pregunto, confundida—. A quién deberían esposar es a ella, no a mí...

Soy interrumpida por las fuertes y grandes manos de uno de los hombres, la cual se aferra a mi cuello y me impiden seguir hablando e inclusive respirar. La detective simplemente se queja, porque los hombres la someten contra su voluntad y le cubren la boca evitando que pueda gritar, pero en mi caso estoy tan anonadada que simplemente no sé cómo actuar.

—Hasta aquí llegaste, Sharon —exclama Francesco—. Fuiste la mejor en su momento, pero ya llegó la hora de que te retires, y sabes muy bien que en esta mafia no hay más salida que la propia muerte.

—No es justo... Jamás te he traicionado... —pronuncio, con dificultad, me cuesta tan siquiera hablar, pues el hombre a mis espaldas me sujeta con una fuerza abismal.

—No, pero ya me has fallado lo suficiente. ¿Acaso realmente creíste que te daría una última oportunidad? —dice, sarcástico para luego reír—. Ya que la ocasión se dio, me voy a deshacer de dos de mis recientes problemas, y será aquí y ahora mismo.

Ahora entiendo todo, pero no le daré el honor de ser quien me lleve al inframundo, eso es un privilegio que nadie tendrá por ahora. Aunque lo veo sacar su arma, no puedo evitar sonreírle, nada me divierte más que ver a otra persona decir que me matará. La lista es grande, pero hasta ahora los únicos que han encontrado la muerte han sido solamente ellos mismos.

—No sabes con quién te estás metiendo, Francesco —exclamo, mirándolo directamente a los ojos—. Si disparas esa arma ten por seguro que te mataré, si no es hoy, será algún día y juro que lo haré con mis propias manos.

—Adelante, entonces —dice, y recarga su arma.

—A tus ordenes, jefe.

Muevo mi cabeza hacia el frente y la regreso con fuerza hacia atrás, golpeando a su vez el rostro de quien me sujeta, el agarre en mí se desestabiliza, así que aprovecho la oportunidad para zafarme. Francesco para evitar que escape dispara sin meditarlo dos veces, pero es tan imbécil con el arma, que termina por matar a uno de sus hombres. Antes de que dirija otro de sus disparos hacia mí, saco mi navaja oculta en mi tobillo y clavo la cuchilla en el pie del hombre que retiene a Chaeyoung. Para mi desgracia sin ella no puedo escapar, estamos esposadas, así que necesitaré de ella para poder moverme.

La detective en cuanto se siente libre, utiliza su fuerza y derriba a su atacante, parece que ha entendido muy bien la situación, pues no se abalanza contra mí, sino que intenta moverse junto conmigo para evitar ser interceptada por una de las balas. Aunque las esposas al hacer fricción con mi piel me hieren, no me detengo y corro arrastrando a Chaeyoung junto conmigo. Francesco vuelve a disparar, inerte e inexpresivo apunta sin fallas contra mí, pero aunque en otro momento podría haber esquivado la bala, la detective se mueve al sentido contrario de donde me dirijo, provocando que me quede sin salida y por consiguiente, la bala se haga lugar en mi pierna derecha, sin embargo, por suerte no penetra en mi piel.

—¡Ah! —grito, sin poder evitarlo.

El dolor sucumbe en mi interior y me inmoviliza por un segundo, pero la histeria y la ira me maneja sin control, logrando que no me rinda tan fácilmente y menos me concentre en el aborrecible dolor que siento, simplemente sujeto con fuerza la cadena de las esposas y obligo a la detective a dirigirnos hacia la salida. Estando esposada no podré defenderme, ni mucho menos acabar con Francesco y, ahora con una herida en mi pierna soy presa fácil. Aunque odie que me ganen, por esta vez dejaré que Francesco se quede con la victoria y me largare de aquí cuanto antes. Ya habrá otra oportunidad para encargarme de él.

Aunque mi pierna duele, corro y arrastro conmigo a la detective, escuchamos un par de disparos y puedo reconocer la voz de Francesco gritando:

—¡No importa cuánto corras, te voy a encontrar tarde o temprano, Sharon!

Ambas corremos lo más rápido que podemos, es difícil, no lo negaré, ya que mi pierna aún duele, no obstante, he pasado cosas peores, así que puedo soportarlo, sin embargo, necesito parar la hemorragia cuanto antes, y así mismo poder escapar de aquí antes de que sea muy tarde.

El sonido de las armas retumba en mis oídos, las balas nos rozan, sin embargo, ambas cooperamos para que no nos alcancen. Corremos hasta alejarnos lo suficiente y nos ocultamos un momento en un callejón oscuro para recuperar el aliento. Mi pecho sube y baja con rapidez, pero trato de respirar para recomponerme un poco, aún estamos en peligro, no podemos quedarnos por mucho tiempo a aquí.

—Mierda... —escucho decir a la detective, por lo cuál me es inevitable observarla. Ella respira rápidamente y mira a todos con nerviosismo comprobando que estemos a salvo por ahora, aún así sé que ambas sabemos que tenemos que largarnos lo más pronto posible para ponernos a salvo.

De un momento a otro los disparos comienzan a escucharse terriblemente cerca.

—¡Tenemos que irnos! —exclamo, con desesperación.

—¡Mi auto! —me dice, igual de exaltada que yo y al mismo comienza a correr mientras jala la cadena que nos une para incitarme a que la siga.

Yo dudo por un segundo si hacerlo o no, pero al darme cuenta del peligro que estoy pasando, es mi única opción para salir con vida de aquí, no me fio de ella pero realmente valoro vivir, así que caminó junto a ella. Ambas miramos con precaución antes de intentar salir del callejón.

—De este lado está despejado —susurra—. Vamos, rápido.

Yo asiento y rápidamente la sigo al tiempo que ambas caminamos agachadas. Siento la sangre correr por mi pierna, así que miro mi herida con preocupación, de repente noto cómo mi sangre ha dejado rastros por dónde he caminado, levantó mi mirada y puedo ver a uno de los hombres de Francesco a lo lejos siguiendo el camino de sangre que he dejado. Él levanta la vista, por lo cuál inmediatamente nos ve, así que comienza a dispararnos con una terrible puntería. Las balas impactan en el coche que está justo a lado de nosotras, por lo tanto, activa sus alarmas, haciendo que los demás descubran nuestra posición.

—¡Corre! —grito, sin poder evitarlo, alertando a su vez a la detective, así que rápidamente me guía hacia su coche, para nuestra suerte está a unos simples pasos de nosotras.

Ella abre la puerta del piloto con desesperación mientras me empuja hacia adentro del auto.

—¡Entra ya, mierda! —grita, tratando de subirse también.

Cuando ambas estamos dentro, noto cómo intenta meter la llave desesperada, a su vez mira cómo nuestros enemigos corren hacia nosotras por el retrovisor, ella grita de miedo antes de por fin insertar la llave, luego arranca y pisa el acelerador. Los hombres de Francesco disparan al coche mientras Chaeyoung conduce en zigzag tratando de que las balas no dañen su auto, lo único que yo puedo hacer es agachar la cabeza y sujetarme fuertemente del asiento.

Cuándo avanzamos un par de calles más y los disparos cesan, verifico nuestro alrededor, antes de sentarme correctamente miro también por el retrovisor para comprobar que nadie nos sigue y es más nuestra fortuna, porque en efecto, no hay señales de ellos. Suspiro aliviada, eso estuvo muy cerca...

—C-creo que estamos a salvo —dice ella, aún con nerviosismo. Puedo mirar cómo sus manos se aferran al volante, al mismo tiempo que trata de recuperar la calma.

Conduce hasta un callejón por precaución, sus ojos miran para todos lados para asegurarse de que no haya nadie antes de estacionarse en medio de la oscuridad. Lo único que puedo hacer es mirarla. Tiene el cabello suelto y revuelto por el escape que acabamos de hacer, respira profundo y rápidamente, cansada, al igual que yo. Sus mejillas están rojas, inclusive puedo notar que transpira, ya que puedo ver como su piel luce ligeramente húmeda, supongo que ha sudado un poco.

Inevitablemente mis ojos dan a parar hasta sus labios, los cuáles inspiran y expiran aire con rapidez. Muerdo mi labio inferior y alejó mi mirada de ella cuando me doy cuenta que la estoy mirando de más. Es linda, sí, pero no debo olvidar que por su culpa mi vida ha estado en peligro y ahora, tengo los días contados. Su voz interrumpe mis pensamientos cuando me pregunta:

—Te han herido, ¿no es cierto? —dice, en un ligero susurro lleno de cansancio, no me mira, puesto que mantiene los ojos cerrados, está agotada. No espera mi respuesta antes de seguir hablando—: En la estación pueden curarte, y luego comenzaré el proceso para que te encarcelen —dice, tratando de mostrar autoridad, no obstante, lo único que puedo hacer es reírme incrédula. Cuando escucha mi risa, me mira con molestia.

—Vaya... —Trago saliva mientras niego—. No creí que fueras tan imbécil. —La miro y sonrió burlona—. ¿Es que acaso tu sentido de justicia es más fuerte que tu supervivencia? —Ella no dice nada, simplemente la escucho suspirar—. Hemos podido escapar por ahora, pero desde hoy me buscarán por cielo, mar y tierra, y también a ti. Tenemos que escondernos si quieres seguir respirando —digo, y ella niega bruscamente.

—No, mis colegas nos protegerán —dice ella, y de repente la miró sacar su teléfono del bolsillo de su pantalón, con rapidez se lo arrebató, por lo cuál me mira furiosa, noto cómo su cuerpo se pone a la defensiva.

—No seas tonta. —La miro también—. En cualquier momento comenzarán a rastrear tu teléfono y nos encontrarán más rápido de lo que crees, lo único que harán tus coleguitas será encontrar nuestros cuerpos dentro de dos bolsas de basura debajo de un puente —le digo, completamente molesta—. Tenemos que movernos, tratar de no llamar la atención y deshacernos de esta mierda. —Acerco el teléfono a sus narices antes de abrir la ventana y arrojarlo hacia una pared de ladrillos, solo puedo escuchar cómo se rompe antes de volver a subir la ventana—. Además, necesito curarme...

Miró cómo echa un vistazo a mi pierna, por lo cuál sigo su mirada y me doy cuenta de que aún la sangre fluye por la herida. Poco a poco comienzo a notar más el dolor que me causa la lesión, ya que antes por la adrenalina de escapar era casi nulo. Solo puedo suspirar y prepararme mentalmente para el dolor que sentiré cuando me cure.

—Pon tu pierna aquí. —Señala su propia rodilla, yo ruedo los ojos y a duras penas me volteo hacia ella para hacer lo que me ha pedido.

Chaeyoung inspecciona la herida por unos segundos antes de llevar sus manos a su cinturón, gracias a las esposas soy obligada a acercarme a ella para no lastimar mi muñeca. Sus movimientos son bruscos y rápidos, se nota que está molesta, aunque no creo que lo esté más que yo, la diferencia es que al estarme desangrando lentamente, no tengo fuerzas para hacerlo evidente.

La detective abrocha el cinturón unos centímetros arriba de mi herida, lo aprieta bastante fuerte, pero al menos eso evita que la sangre siga saliendo con la misma fluidez.

—¡Ahg! —Gruño sin poder evitarlo—. Carajo, ten más cuidado...

—Tienes suerte. —Me mira de reojo.

—Sí, bueno, creo que hubiera sido mejor que no me hubiesen disparado —digo, con una leve sonrisa.

—La bala solo rozó tu piel, así que hay que desinfectar, coser y vendar —dice, y me ayuda a bajar mi pierna de su rodilla para poder sentarme correctamente—. No tengo botiquín aquí, tenemos que...

—Tenemos que movernos —la interrumpo, antes de que sugiera otro lugar dónde corramos aún más peligro—. Tengo un lugar en el cuál Francesco no puede encontrarnos, al menos no por ahora... —susurro, aún preocupada.

—¿Dónde? —me pregunta ella, viéndome fijamente. Puedo sentir el odio con el que me mira, sin embargo, no sé por qué sus palabras no lo expresan.

—No es muy lejos de aquí, estaremos bien —digo firme, sin revelar la ubicación.

—No confío en ti —me dice, con la misma firmeza que yo, sus palabras comienzan a demostrar su enojo.

—Ni yo en ti, pero lamentablemente tendrás que venir —digo enojada, lanzándole una fría mirada.

—No pienso hacerlo.

Carajo, ¿por qué tiene que ser tan terca?

—Tampoco es de mi agrado estar contigo, después de todo lo que has arruinado en mi vida —encaro, molesta.

—¿Y lo qué tú has arruinado? —me dice—. Por lo único que me quedaré a tu lado es para asegurarme de que sigas con vida, ¡para luego llevarte a la cárcel! —termina gritándome—. Vas a pudrirte ahí cómo la vil escoria que eres —gruñe con desprecio y yo niego, luce tan patética.

—Veremos si lo logras, detective —digo, con burla—. Ahora maneja.

Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.

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