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● Capítulo 1 ●

C.

Septiembre, mes en que el otoño da sus últimos suspiros. Ver las hojas caer me hacen pensar en los días fríos en el parque, en esos momentos donde siempre era bien recibida la compañía tuya a mi lado, lo recuerdo bien, más porque en ese tiempo el trabajo no interfería en nuestras vidas. Pensar en que ahora todo eso es parte del pasado, hace que mi corazón se estruje y que mi alma duela.

Miro con dificultad a las personas a mi alrededor, la tristeza expresada en sus rostros no se compara al verdadero abismo infernal en el que me encuentro ahora. Quiero irme de aquí e imaginar que realmente todo esto es una mentira, una en la que he sido partícipe solo por pura casualidad, en donde el dolor es una máscara, la que llegando a casa habré de despojar, pero no... Mirar la lápida, donde tu nombre ha sido grabado a mano, donde la fecha muestra tu último adiós, donde las flores expresan tu despedida, donde el vacío inunda mi alma y se muestra en las lágrimas que se escurren por mis mejillas; frías y traicioneras, que solo sirven para exponer mi estado.

¿Qué haré sin ti?

Solo puedo resignarme a pasar el resto de mi vida sin tu compañía, sin tus enseñanzas o tus estúpidas bromas.

Duele, padre.

Me estás causando mucho dolor sin estar aquí. Mi madre llora desconsoladamente y todo es por ti, ella sufre junto conmigo. Ambas lloramos, suplicamos, incluso rogamos para que todo esto sea una terrible pesadilla de la que pronto podamos despertar. No puedo moverme, no puedo hablar, no me siento capaz ni para mover tan siquiera el dedo meñique.

¿Qué hemos hecho para merecer este dolor? No era tiempo para que te fueras, ¡aún tenía tanto que aprender de ti! Pero no te han permitido luchar, te privaron del deseo de seguir viviendo, el dolor consumió tu cuerpo y decidiste descansar para obtener paz. Esa persona, ha hecho que yo haya mirado cómo tus ojos perdían la vida y ese brillo que tanto admiraba. No le importó que te viera morir en mis brazos mientras sentía cómo tus músculos a cada segundo perdían fuerza, dando evidencia que perseguiste el descanso eterno, para culminar ese dolor que invadía tus heridas.

Puedo comparar este catastrófico dolor con un agujero justo en el centro de mi pecho: sitio en el cual siento un enorme vacío y lugar que siempre llevara tu forma sin importar cuanto tiempo transcurra. Las memorias se reproducen en mi mente tal cual lo haría una cinta rayada con grietas a su alrededor; nada parece encajar, las cosas buenas y los momentos de poca calma a tu lado son un hecho que desearía revivir con tal de no imaginar tu silueta metida allí: en esa tumba que no quiero asociar a ti.

Los abrazos y las caricias de mis allegados se sienten vacías y sin efecto alguno, pues lo único que mi cuerpo aclama es sentir tu calor y tu resguardo. Las lágrimas parecen ser lo único en lo que me comprenden, ya que, aunque veo a muchos acompañarme en mi incesante llanto, no creo que nadie sienta algo similar a mí. Mi corazón y mi alma se han puesto de acuerdo para caerse a pedazos y tomar en cuenta por una milésima de segundo las ganas de renunciar a todo.

Pero aunque desearía hacerlo, sé que no querrías verme cediendo ante esa decisión. No lo querrías así, porque en tus mayores metas siempre estuvo ligado mi nombre junto a un futuro prometedor. Y aunque la pena me consume, quizás también la misma falta de sentido sobre seguir adelante, no podría abandonar lo que con tanto esfuerzo lograste en mí plasmar...

De repente, las miradas se dirigen a mí, no sé si en pena o en crítica, porque aunque todos parecen tan abatidos como yo por fuera, no todos estaban de acuerdo con lo que tú hacías: tener la valentía para defender tus propios valores, incluso si en la camino perdías la vida. La incertidumbre me hace dudar, pero es la cálida mano sobre mi hombro de Aiden, mi prometido, la que me hace reaccionar. Mi madre se acerca a mí y toma con delicadeza mis manos, las cubre y acaricia mientras intenta darme paz, pero en cuanto entiendo a qué se debe su dichosa acción, mi garganta se niega a dejar pasar cualquier palabra, mi boca se sella y mi mente se nubla.

¿Decirte adiós? ¡Jamás!

No puedo aceptarlo, perderte es como perder una parte mí. Sin ti mi vida no tiene sentido, fuiste mi pilar por tantos años, que pensar en al fin decirte adiós, hace que me quiera morir para ser enterrada junto contigo.

Me niego, me niego, me niego...

Una de mis primas me regala una penosa sonrisa mientras me entrega a su vez una rosa blanca, la dificultad con la que mi mano lo toma me hace creer que el tiempo se ha detenido, pero que tarde o temprano el mundo volverá a su normalidad y con eso, a mis días contigo, sin embargo, no es así. El pastor fuerte y claro me pide que me acerque a ti, que vea tu tumba a centímetros de mí y así aprecie el agujero en donde estarás hasta que tus huesos se consuman y te vuelvas uno con la madre tierra.

—¿Deseas decir unas últimas palabras? —pronuncia el pastor, pero yo soy incapaz de hacer o decir algo.

Tan pronto como mi tristeza se transforma en ira, la lluvia hace su inesperada aparición; cruel y emotiva solo sirve para desatar la tormenta en mi interior. Mi mano empuña con fuerza el tallo de la rosa y se ciñe a ella sin importar que las espinas se claven en mi piel; aún cegada por las emociones puedo sentir cómo se abren las heridas en mi palma, como la sangre comienza a recorrer un sendero entre mis dedos, hasta al fin tocar el deprimente suelo.

Crece en mí, se materializa, me controla, se tatúa en mi piel y se funde en mi interior: el odio, la ira y la sed de venganza. No puedo razonar, solo pienso en esa persona, la culpable de alejarte de mí. Puedo sentirlo, como se transmite mi sentir, la gente vocifera, pero yo callo al tiempo que deshago la rosa sobre mi mano. Los pétalos caen y se mezclan con la tierra húmeda. Mi tiempo ha llegado, no puedo estar ni un segundo más aquí, no mientras el culpable de tu muerte siga allí, libre.

—Te haré pagar, te lo aseguro... —susurro, para luego darme la vuelta y dejar a todos expectantes.

Camino un par de pasos, alejándome de aquella tumba, hasta que retumba en el cielo un estruendoso trueno que hace que detenga mis pasos. La lluvia se hace cada vez más fuerte y constante, mojando la ropa de todos en el lugar, incluyéndome, sin embargo, no soy una de las que corre para refugiarse.

Simplemente me quedo ahí, las gotas de agua resbalan por mi rostro mientras mis manos se empuñan a mis costados, dejo que la furia invada cada parte de mi ser. Lentamente cierro mis ojos y me dejo llevar por el sonido de las gotas impactando con el pasto. Suspiro sin poder evitar que las lágrimas fluyan por mis mejillas al tiempo que se mezclan con las gotas de lluvia.

—Padre, por favor, guíame ahora... —imploro, hacia el cielo—. Ayúdame, te lo suplico.

Sin abandonar aquel sentimiento inexplicable que me inunda, comienzo a salir de aquel panteón hasta encontrarme afuera por completo. Subo a mi propio vehículo y me marcho sin siquiera esperar a mi madre o Aiden para tener compañía o explicar mis razones, pues en un momento como éste solo quiero permanecer sola y lograr hallar la calma del mismo modo.

Durante el silencioso trayecto algunas lágrimas resbalan por mis mejillas al ser consciente de que ésta es mi nueva realidad: he perdido a mi padre y no hay vuelta atrás. No quiero aceptarlo, no quiero ceder ante los crueles hechos y asentir ante tal fatal escenario, porque una parte de mí quiere creer que puede tratarse de una pesadilla a mitad de la noche. Una pesadilla pasajera, de la cual voy a despertar asustada y sudada, pero seguidamente sostendré el alivio al ver que nada era real.

Deseo tanto que así sea, pero no puedo cegarme; es mejor afrontar que vivir negando lo que nos toca cargar.

El recorrido se hace más largo de lo que puedo recordar entre el tráfico intachable y aquella pesadez que siento gobernarme. Finalmente me detengo al llegar a la casa de mis padres, ese sitio al cual con tan solo mirarlo puedo ver su viva imagen allí, saliendo por esa puerta y corriendo hacia mi vehículo para ir a la estación. Puedo escuchar su voz aún llamándome para sentarme junto a él en el sofá, también puedo sentir la calidez de sus palmas acariciando mi espalda en un abrazo.

Solo pensar en el hecho de que no habrán "próximas veces" hace que mi corazón pueda compararse a una pequeña bola de papel arrugada, maltratada y pequeña. Un suspiro escapa de mis belfos temblorosos y decido abandonar mi vehículo para disponerme a entrar a mi antigua casa. Cada paso se vuelve más y más corto entre más me acerco a la puerta principal, pues temo volverme un desastre al encontrarme con sus recuerdos.

La llave es sacada de mi bolso e introducida en la cerradura con lentitud, al instante la puerta es abierta y espera ser empujada para darme acceso. Mis ojos se cierran y nuevamente dos lágrimas resbalan por mis enrojecidas mejillas, las cuales solo han sido refugio de aquellas tibias corrientes desde que lo vi morir.

Entro aun con los ojos cerrados y cierro la puerta detrás de mí. Un sonoro suspiro sale nuevamente de mi boca y mis ojos se separan al instante; y allí estoy rodeada de cada partícula que solo parece vociferar el nombre de mi padre entre más mis orbes recorren los rincones. Los portaretratos; eso es lo primero que encuentro entre tantos objetos llamativos. Con nostalgia y la tristeza reinando, me acerco hacia dichas fotografías.

La primera que mis manos toman es esa en la cual era solo una pequeña niña y él posaba a mi lado usando esa vestimenta que catalogaba su amada profesión; y la cual yo también heredé sin presión alguna. Su sonrisa y sus ojos llenos de vida se plasmaba tan perfectamente que... sentía por un segundo estarlo viendo de verdad, y no solo en un momento congelado.

Entre temblores y sollozos silenciosos, coloco el portaretrato exactamente en su lugar, casi sin dejar rastro de haber sido movido previamente. Le doy un reojo a cada fotografía en la cual él sigue siendo el protagonista junto a mí o mi madre —en algunos casos—, y seguidamente me alejo nuevamente, pues sé que seguir exponiendo mi sensible corazón ante esto solo me hará caer más y más.

Sencillamente comienzo a subir las escaleras para dirigirme a un lugar que tengo fijado habitar por el tiempo que me lleve a descubrir la verdad. Sé que en tiempos anteriores él no me hubiese permitido ingresar como si nada a su oficina, pues puedo recordar lo obsesivo que era con mantener en privado su trabajo. Además, traigo a mi memoria lo mucho que solía señalar esa impulsividad que me definía, y la cual él no lograba explicar. No quería que interfiriera en sus investigaciones y tomará una errada decisión con el motivo de protegerlo. Pero ahora es diferente: no he logrado protegerlo, pero sí quiero ir tras la verdad y los culpables.

Al estar frente la puerta, saco la llave de mi bolsillo trasero y la abro, causando que la puerta haga un sonido chillón. Tomo aire muy profundamente, como si me estuviese preparando para el mayor desafío de mi vida; y quizás entrar allí sea la definición de eso. Sin darle tanta larga al asunto, doy un paso y lo primero que percibo es su olor. Mi cabeza niega ante el profundo sentimiento de tristeza y vacío consumiendo cada parte de mí, pero exhalo y continúo mi camino hasta encontrarme cerca de su escritorio.

Centenares de carpetas y papeles se encuentran esparcidos por doquier, incluso alcanzo a ver un par en el piso. Con cuidado me inclino y comienzo a recogerlos cada uno para ordenarlos junto a los demás. No veo nada extraño entre dichos documentos; solo algunos informes de antiguas investigaciones que quizás no aportarán nada importante a mi búsqueda.

Pasan alrededor de diez minutos, en los cuales muy despacio termino de ordenar los documentos junto a los del escritorio. Los coloco todos juntos en una esquina del mueble y me siento en su silla, de la cual no logro sentir comodidad alguna, pues nada parece calmarme. Con mi mirada recorro cada rincón del lugar, hasta analizar fijamente un archivero posado a solo pasos del escritorio.

Por inercia me levanto y, pidiéndole perdón internamente a mi padre, comienzo a revisar sus cosas. Cada gaveta es abierta, pero en la mayoría me encuentro con polvorientos papeles que sé que no tienen sentido alguno revisar. Me inclino con cuidado colocando una rodilla sobre el frío suelo y abro la última gaveta del archivero, en la cual para mi sorpresa encuentro una enorme carpeta repleta de extrañas notas.

Mis ojos muestran confusión, así que abro aquella carpeta, la cual, a diferencia de las demás, no está polvorienta ni parece ser antigua. Es como si la hubiese puesto allí con el fin de ser oculta por su contenido, el cual al encontrarme revisando, una profunda agonía vuelve a arroparme. Siento mi garganta picar, ya que unas enormes ganas de gritar me consumen. Mis manos tiemblan y mis ojos nuevamente se encuentran derramando lágrimas. Mi cabeza niega con rapidez e intensidad, como si mi alma desease que todo fuera una vil broma.

"Lo has hecho de nuevo...

Te arrepentirás...".

La primera nota tomada entre mis dedos temblorosos tenía plasmado eso. Al ver la forma en la que el mensaje quería darse, lo supe sin pensarlo tanto.

"¿No aprendes? Una consecuencia te esperará por no rendirte".

Eran ellos. Habían sido ellos quienes me habían arrebatado a mi padre.

"Muerte...".

Tiro todas aquellas asquerosas notas con rabia y desespero. Lo que hay detrás de ellas es un extenso documento de investigación para exterminar a una de las mayores mafias de Italia ubicadas en Estados Unidos. La cuales ahora sé que son los culpables de que mi padre no esté más conmigo. Pero, ¿por qué mi padre no me habrá dicho nada? Yo pude haberlo protegido, justo como él lo había hecho todos estos años conmigo, pero ahora veo la respuesta: tal vez porque quería seguir haciéndolo, sabía que no me quedaría con los brazos cruzados y que al contrario, iría tras todos ellos, aún sin importar si mi vida corría peligro, sin embargo, quien terminó arriesgando su vida fue solo él.

Los odio.

Miro cientos de hojas con información sobre ellos, los crímenes que han cometido, personas que podrían estar involucradas, rutas que suelen tomar. Mi padre fue tan valiente que incluso cuenta con algunos diarios en los cuales traza y desecha ideas sobre cómo dar con ellos, no obstante, nada parece llegar a un punto. Son una mafia, una que se mueve como un pez en el agua, no hay forma de poder con ellos mientras estén en su habita, en su lugar de confianza, aún así, puedo hacer algo aún por él, y esta vez no pienso quedarme de brazos cruzados, haré que todo ellos paguen, principalmente la persona que mató a mi padre.

–Acabaré con todos ustedes, incluso si me cuesta la vida...

Recojo todos los papeles que se ocultan en esa carpeta y me marcho de allí con ellos.

El recuerdo me mata, pero es más mi sed de justicia, que incluso puedo olvidar la pena solo para intentar enfocarme en la búsqueda de esos mafiosos. La única manera en la que pueda dar con ellos de forma legal, es buscar a Jonathan Miers, el jefe del departamento MI5, donde mi padre y yo trabajamos, o bueno, donde él solía trabajar. Estoy segura que mi jefe sabe sobre esto, sino en otro caso habría prohibido la investigación que tenía mi padre sobre ellos.

Manejo con rapidez, moviéndome por la ciudad con un conocimiento inigualable. Estás calles las he recorrido tantas veces, en tantas misiones, en tantas investigaciones, en tantas persecuciones, que incluso puedo saber en donde habrá un bache o una sola piedra. Este conocimiento me ha servido de tanto, puesto que mi padre muchas veces necesito de mi pronta ayuda.

A lo lejos puedo ver la estación, el secretismo con el que se oculta este lugar es tan grande, que incluso tengo que fingir que vivo cerca de allí para poder estacionar mi auto. El gran edificio oculta su fachada detrás de un gran hotel, como si fueran oficinas de un trabajo promedio, lo que no saben, es que ahí se concentra la mayor organización del FBI de Kansas, y yo, por supuesto, formo parte de ellos. Sé los movimientos adecuados para no llamar la atención, así que entro al hotel y parto para luego salir por la parte trasera, un pequeño callejón es lo único que los separa, así que al cruzarlo una lúgubre puerta me espera.

Con discreción muestro mi placa a la cámara que a un costado de ella se encuentra. Su estado asemeja a una que hace tiempo dejó de funcionar, sin embargo, una pequeña luz roja se muestra de repente, como si intentará prender de nuevo, no obstante, es mi señal para poder entrar. Miro brevemente a mis espaldas, pero el vacío callejón hace que con calma entre al lugar. Subo unos cuantos escalones hasta encontrarme con un viejo elevador, supuestamente fuera de servicio, el cual me lleva hasta mi piso, al llegar, las puertas se abren y un centenar de personas caminando de un lugar a otro me reciben.

Los presentes no se percatan de mi presencia, o en dado caso ya me estarían viendo con escepticismo, pues aquí todos saben de la muerte de mi querido padre. Camino hasta que me encuentro de frente a la oficina de mi jefe, el nombre Jonathan Miers decora la puerta y se muestra triunfante en un color plateado. Mi rabia se descarga en el picaporte, el cual empujo sin discreción.

—¡¿Detective Son?! —pronuncia mi jefe, al instante con asombro. Mi imprevista aparición le causa un susto inimaginable, aún así algo me dice que ya sabe mi motivo de estar aquí.

—Jefe Miers —exclamo, más en furia que como saludo.

—Por favor, pasa. —Su nerviosismo alegan a mi preocupación, pero aún así mi motivo interfiere antes de cualquier otra conversación alterna.

—Supongo que sabe que hoy fue el entierro de mi amado padre, ¿o no es así?

—Por supuesto, envíe una canasta de flores en su memoria —responde, de inmediato—. Mi más sentido pésame, me hubiera gustado acompañarla en su pesar, pero como ve, no puedo faltar a mis obligaciones.

Claro, todos estamos igual de ocupados que él, pero incluso sus compañeros, además de los míos, fueron a darle su último adiós. Me parece burlesco que se excuse con algo así, no obstante, no he venido a pelear con él sobre eso. Mi motivo es aún más grotesco, aunque las pruebas han quedado en mi auto, ha sido con maña, no quiero que se entere que cuento con esos documentos, porque de ser así, muy seguramente me pedirá que los entregue y los use en la búsqueda, una búsqueda que puede quedar inconclusa y me niego a dejar que eso pase.

—Se lo agradezco, señor, sin embargo, mi conversación con usted no gira hacia ese motivo —aclaro, entonado de más la última palabra.

—Ya veo —dice, alzando una ceja y alejando su postura despreocupada—. Hágame el favor de cerrar la puerta, no creo que a los demás les agrade el ruido que estamos haciendo.

¿A los demás o, a usted?

—Por supuesto, no queremos que pase eso. —Sin alejar mi mirada de él, mi mano toma el picaporte y cierra con ligereza la puerta.

Me dirijo hacia el asiento que se encuentra delante de su escritorio. Él no niega, al contrario, con su mano indica que me siente.

—Sigo sin entender como en todos estos años que trabajé para usted, que mi padre trabajó para usted, aún así no se haya sincerado con nosotros, pero ahora, que me haya mentido todo este tiempo, eso sí que me desconcierta. Jamás creí que usted ocultaría algo más que no fuera a una segunda mujer. Supongo que fue divertido jugar a la escondidas, no obstante, su jueguito le costó muy caro, ¿verdad? —Mis palabras venenosas se ciñen a él con furia.

—Me parece que te has enterado de algo que no debías, o algo que simplemente no te concierne.

—Me concierne porque fue mi padre quién pagó por su tonto juego. —Niego con la cabeza intentando mantener la cordura—. Antes que todo siempre fue la justicia, pero ahora, ¿dónde quedó eso? Sabía el peligro que corría mi padre ante una misión como esa y sé que él también lo sabía, así que no lo culpo por eso, pero si usted hubiera compartido esa información conmigo o nuestro equipo, las cosas hubieran sido muy diferentes.

—No estás hecha para ese trabajo, además, tu padre me hubiera colgado si lo hacía. A diferencia de tus demás investigaciones, detective Son, está misión ponía en riesgo la relación del gobierno de Estados Unidos contra el gobierno Italiano. Esto era más que un simple juego. No habrías sabido diferenciarlo.

—Me niego a creer eso, mi padre me enseñó todo lo que él sabía, supo prepararme para cualquier situación, yo habría podido con eso y mucho más, y eso usted lo sabe también. —Si piensa que creeré en esa mentira, debe saber que está equivocado, soy una mujer que podría contra él y contra otros mil hombres más.

—No entiendo a qué viene esto, si es por lo que aconteció con tu padre, no te preocupes, haré que el responsable de eso pague.

¡Miente! Sus palabras son cual coladera de responsabilidades, solo quiere deshacerse de mí, pero no lo va a lograr, pienso ganar a como sea posible.

—No me iré de aquí —aclaro, con firmeza—. Entienda que esto no es simplemente un asesinato de otro detective más, quien murió fue alguien que sabía como se manejaban las diferentes mafias en el país. No fue solo un asesinato planeado a un primerizo e inexperto detective, era alguien que antes de tomar su arma ya habría acabado contigo. Sé que hay toda una organización detrás de esto, sino su misión no se hubiera mantenido con tanto secretismo a pesar de la muerte de su mejor agente.

Los ojos cristalinos de mi jefe se marcan y se tatúan en mí. He dado en el clavo, o he llegado a tener entre mis manos la punta del iceberg. Sus expresiones y el rechinar de su asiento, me muestra su inquietud. Comienzo a desenmascararlo poco a poco.

—¿Y qué pasa si hay algo más detrás? —pregunta él, con escepticismo, dudando de mis capacidades—. ¿Qué harás? ¿Acaso te harás cargo tú? —Suelta una sarcástica risa para luego negar en desaprobación.

—Eso mismo pienso hacer.

—Imposible -—niega rotundamente, afirmando lo aborrecido que se encuentra por esa idea—. No sabes nada del caso, además, podrían suspenderme por asignarte a una misión a la cual han elegido meticulosamente a las personas que conforman el equipo. Aquí habrá sangre y tú, y lo que resta de tu familia, correrá peligro, o es que a caso, ¿piensas perder todo lo que tienes por seguir con lo que tu padre no pudo continuar?

—Dedico su vida a ese caso y al final murió por ella, no solo pienso hacerlo por él, sino porque la justicia castigue a quienes me arrebataron a mi padre, si eso no es suficiente motivo, entonces no sé qué es.

De pronto el silencio reina, mi determinación ha sido transmitida e insertada en las profundidades de su mente, pues con seriedad desvia la mirada de mí y se queda pensativo. En estos momentos ya no tengo más que perder, la persona que más amaba se ha ido de mi lado y no permitiré que su muerte sea en vano.

—Que sepas que no hay marcha atrás, una vez que aceptes, despídete de tu antigua vida, porque estarás rodeada de situaciones en las que puedes nunca más regresar. Así que te lo advierto por una última vez, vete de aquí, que yo me encargaré de todo. Aún eres muy joven y por el aprecio que le tenía a tu padre, te perdonaré tu falta de respeto hacia mi persona y no habrá sanciones, sin embargo, si te quedas un minuto más, entonces habré entendido que realmente desechas la idea —pronuncia, con seriedad.

—Déjame a cargo, justo en donde mi padre se quedó y te juro por mi vida que incluso si muero en el intento, te traeré desde las cumbres del infierno a los mismísimos culpables —menciono, con completa convicción—. Yo no tendré piedad y tampoco miedo, no dejaré que la muerte de mi padre quede sin obtener justicia, yo habré de seguir su trabajo con lealtad y honestidad. Te prometo que no te fallare, así que por favor, confía en mí, haré lo que me pidas.

Mi debilidad desemboca fuertes emociones en mí, pero es más mi fuerza de voluntad, que incluso con la mirada nublada y la voz quebradiza, me mantengo firme y decidida ante él. Las descabelladas ideas que cruzan en mi mente, me rectifican que no puede quedar impune esta situación. Ha de pagar quien tanto daño causo a mi familia, pero principalmente a mí. No me iré de aquí sin conseguir la que quiero, pues es lo mínimo que puedo aceptar a cambio de haber vivido una mentira. Mi furia es marcada en mi alma y se transmite por todas lados, incluso en la mirada de mi jefe, quien seguramente ve mis verdaderas intenciones, pues después de unos segundos meditandolo, parece que mi tormento al contrario de encontrar calma, comenzará creando un tornado que desatará mis perversos planes.

—No hagas que me arrepienta de esto, detective Son —amenaza, pero mi determinación le demuestra que en efecto no lo haré.

—Le prometo que el caso será resuelto. Esos malditos no saldrán impunes de esta situación —le aseguro, con la mayor confianza y disposición que poseo.

—Bien, entonces te asignare el cargo de tu padre, tú serás su sucesora.

Y con esas palabras sella mi destino.

Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.

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