Il viaggio
N/A: Este OS forma parte del intercambio navideño / AI del Club de Lectura de Fanfiction (CDLDF) y es un regalo para AngieBrightside
¡Feliz año nuevo!
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Asahi dejó la bebida sobre la mesita de madera y se acomodó en la hamaca con un brazo sobre su cabeza y el otro estirado a lo largo de su cuerpo.
La sombrilla le protegía del sol mientras la brisa fresca del mar ayudaba a aliviar el calor de aquella hora.
Inspiró profundamente y sonrió relajado. Qué placentero y tranquilo momento el que estaba viviendo en esa playa siciliana, después de la frenética actividad de los últimos días.
Aunque con Noya siempre funcionaba así.
Y no se quejaba. En realidad le encantaba. Era la tercera vez que viajaban juntos, y este tour por Italia era el más largo de los que habían hecho.
Llevaban ya quince días recorriendo el país de la pasta y la pizza, disfrutando de la cultura y el arte y, por supuesto, de otras actividades menos contemplativas y más activas, porque con Yū era imposible estar parado demasiado tiempo.
Sin embargo, en ese momento gozaban de unos días de relax gracias a un «incidente» ocurrido mientras estaban en Florencia.
Nishinoya y él habían salido del Duomo, después de subir —y bajar— los cuatrocientos sesenta y tres escalones para apreciar la cúpula de Brunelleschi y las vistas desde el mirador de Santa Maria del Fiore (uno de los puntos más altos de la ciudad), cuando el más pequeño chocó sin querer con un tipo rubio de aspecto amenazador, derramándole sobre el traje parte del café que llevaba en la mano.
Noya se disculpó cortésmente, lamentando su torpeza e inclinándose apurado.
Sin embargo el otro sujeto chasqueó la lengua y lo miró con desprecio, mascullando después un «stronzo» que no pasó desapercibido a los oídos de Yū.
Y es que, aunque no dominase el idioma, los insultos y palabras soeces no escapaban a su conocimiento.
Asahi vio cómo las aletas de la nariz de su novio se elevaban y su ceño se fruncía, los dedos se cerraban en un puño y los dientes se apretaban.
Antes de que el otro hombre pudiera marcharse, o el mismo Asahi detenerlo, Nishinoya se plantó —con su poco más de metro sesenta— ante aquel que lo había insultado.
—¿No has escuchado mi disculpa? —bufó molesto—. Cuando alguien pide perdón por chocarse «sin querer» —remarcó su falta de intencionalidad—, lo menos que puede hacer la otra persona es disculparlo y seguir su camino en silencio, no insultarle.
—¡¿Eeh?!
Asahi no sabía si aquella exclamación se debía a que el tipo no había entendido nada de lo dicho por Noya o era el inicio de una fuerte discusión. Aunque se decantaba por lo segundo viendo el gesto furioso y desafiante del desconocido.
Se fijó un poco más en el tipo, que era alto y fornido, con el pelo rubio bastante corto, los ojos oscuros —en ese momento destilando ira— y con una cicatriz en un lado de la cara que le confería un aspecto bastante siniestro.
—¿No me entendiste? —cuestionó Nishinoya sin bajarle un ápice al tono agresivo de su voz.
—Vaffanculo. Sai quanto costa questa tuta? —Le dirigió una mirada intimidatoria—. Bastardo di merda.
La vena de la frente de Yū se hinchó y, sin retroceder, se enderezó dispuesto a aferrarse a las solapas del traje oscuro que vestía el italiano e iniciar un altercado
Asahi consideró que era momento de intervenir.
—Noya es mejor que —iba a detenerle antes de que las cosas se desmadraran, pero entonces un chico moreno apareció en escena, tomando con fuerza del brazo al primero y dedicándole una mirada furibunda.
Los siguientes momentos fueron algo confusos. Asahi y Noya no comprendían lo que estaba diciendo el recién llegado, pero para ambos era claro que le estaba cayendo un buen rapapolvo al primer sujeto.
El tipo que Azumane había considerado un posible criminal, pasó a asemejarse a un cachorrillo, con las orejas bajas y la cola entre las piernas, siendo regañado por su amo tras haber destrozado algo de valor.
Los antiguos miembros del Karasuno se quedaron inmóviles, contemplando el espectáculo como hipnotizados por aquella perorata de la que no entendían más que alguna que otra palabra suelta.
De pronto, el último hombre que había entrado en escena se giró hacia ellos e hizo una reverencia.
—Lamento mucho el comportamiento de mi novio —se disculpó en nombre del rubio usando un japonés fluido—. En realidad está cabreado conmigo —murmuró guiñándole un ojo a Noya y sonriendo afable—. Pero es un buen tipo.
Con aquel simple gesto, el ambiente cambió por completo.
Y, aunque Asahi estaba atónito y no entendía el desparpajo y la familiaridad con la que aquel desconocido se dirigía a ellos —algo que en su país nunca les pasaría—, al menos, había conseguido calmar al rubio y toda la tensión parecía haber desaparecido.
Respiró aliviado, dispuesto a tomar a Noya del brazo y salir de allí cuanto antes, pues, pese al cambio de actitud, aquellos chicos le daban vibraciones de delincuentes.
—¡Wow! Hablas muy bien nuestro idioma —observó Noya dirigiéndose al segundo italiano y alterando los planes de Azumane de una huida rápida.
¿Acaso no tenía miedo de que fuesen unos mafiosos? Esos trajes —seguro que hechos a medida— en aquellos tipos de apariencia dura eran bastante similares a lo que se veía en las películas.
—Mi abuela era de Saitama —explicó con una gran sonrisa el tipo moreno que había hablado antes, respondiendo al comentario de Yū—, y desde niño me enseñó japonés. Y ahora...Giancarlo —se dirigió entonces a quien había denominado "su novio" y que permanecía en silencio a su lado— discúlpate.
El otro le miró molesto, pero sin protestar inclinó levemente la cabeza ante Nishinoya y Asahi.
—Mi dispiace —masculló entre dientes de forma apenas audible.
El moreno le palmeó la espalda con fuerza.
—Habla más alto, hombre, que no te han escuchado.
La mirada del rubio hacia su novio fue intensa, tanto que Asahi sintió un escalofrío pensando que si alguien se la dirigiese a él temblaría seguro.
Sin embargo, el italiano de ascendencia japonesa no titubeó, devolviéndole el gesto e insistiéndole para que cumpliera su mandado.
—Tranquilo —interrumpió Yū—, no es necesario. Ya hemos escuchado su disculpa. Todos nos podemos equivocar, ¿verdad, Giancarlo? —dijo sonriente, golpeando el brazo del rubio y haciendo que el café que quedaba aún en el vaso se derramase de nuevo, manchando en esa ocasión la pernera del pantalón y provocando la contracción de las facciones del chico.
«Ahora sí estamos muertos», pensó Asahi.
Sin embargo, tras unos instantes de silencio sepulcral, el moreno se echó a reír al ver la cara desencajada del tal Giancarlo. E inmediatamente después lo hizo Nishinoya.
—Te pagaré la tintorería —murmuró entre risas el más bajito.
Aquel choque fortuito —y el desarrollo de los acontecimientos posteriores— llevó a Asahi y a Nishinoya a compartir una comida con los italianos.
Marcello —que era cómo se llamaba el otro hombre— había resultado ser un antiguo jugador semiprofesional de voleibol, pero ahora trabajaba en el sector turístico, desde que una lesión le había apartado de su carrera deportiva.
En ese momento había viajado a Florencia , junto a su novio y socio del negocio, para promocionar el hotel que había heredado de su abuelo y que se ubicaba en una playa de Sicilia.
Una cosa llevó a otra y, sin saber cómo, Azumane se encontró haciendo planes con unos desconocidos para hospedarse unos cuantos días en la isla vecina.
Y aunque después, en la intimidad de la habitación donde se alojaban, le mostró sus dudas a Noya, este le acabó convenciendo de que era una aventura más en su viaje y que debían aprovechar la oportunidad.
Y, cómo siempre, Asahi cedió a los deseos de su novio, sobre todo porque aquella noche desplegó sus encantos para convencerlo.
Y ahora, tumbado en esa playa de arena blanca de una cala solitaria de Sicilia, no podía estar más feliz de haberse dejado convencer.
—Deberías venir a bañarte. —La voz alegre de Nishinoya le hizo abrir los ojos bajo las gafas de sol.
Asahi lo contempló desde su posición, con el sol sobre su cabeza y el paisaje náutico a su espalda.
«Es tan hermoso».
No podía evitar pensarlo cada vez que lo veía. Sus grandes ojos color café, su sonrisa sincera, y ese pequeño pero trabajado cuerpo —fibroso y encantador— le tenían fascinado pese a los años transcurridos. Y cuando, como ahora, el cabello mojado le caía hacia abajo, le parecía absolutamente sexy.
—Estaba descansando un poco —murmuró con semblante relajado—. Me hacía falta.
—Pues déjame hueco. Yo también necesito descansar —pidió al tiempo que se dejaba caer en la hamaca junto a él, abrazándole y empapándole de paso.
Asahi soltó un grito involuntario al sentir el agua fría en su pecho y Nishinoya rio feliz.
Ese carácter afable y divertido, tan opuesto al suyo pero que siempre conseguía encandilarlo, era una de las cosas que más amaba de su chico.
Nishinoya se estiró un poco, alcanzando los labios de Asahi y dándole un beso corto.
El mayor se sobresaltó, mirando rápidamente a ambos lados, aunque había muy pocas personas en aquel lugar.
—Deberías relajarte, no nos han visto. Pero, aunque lo hicieran, no tienes de qué preocuparte —comentó Yū—. Aquí no nos conoce nadie.
Asahi amaba a Nishinoya, en serio, pero aquella frase en labios de su novio solía traerles más problemas que otra cosa. Con esa «excusa» habían hecho verdaderas locuras en sus viajes.
O, más bien, Noya era el que las hacía y a él le tocaba seguirle en cada una de ellas, procurando que no se les fuese de las manos.
Aunque a veces no lo conseguía.
Como en aquella ocasión en Egipto en la que casi acabaron comprando una docena de camellos y una esposa en el Khan Al-Khalili, o esa visita a una comisaria de Madrid explicando al agente de policía que los había detenido por desorden público, que no sabían que estaba prohibido bañarse en la fuente de la Cibeles, porque ellos lo habían visto por televisión en las celebraciones deportivas.
Sin embargo, tenía que reconocer que, al recordar aquellas aventuras, se le dibujaba una enorme sonrisa en los labios. Porque cualquier cosa que viviese junto a Yū era mejor. Y sabía que, si no estuviese a su lado, su vida sería mucho más monótona.
Rodeó con su brazo aquel pequeño cuerpo y lo estrechó contra el suyo, inclinó la cabeza hacia abajo y esta vez fue él quien lo besó.
—Te amo —susurró quedo.
Noya le sonrió y volvió a besarlo más intensamente, y acabó colocándose sobre el cuerpo del antiguo as. Al separar sus labios apoyó una mano en su pecho y con la otra le subió las gafas de sol, para mirarle directamente a los ojos.
—Ahora dímelo en italiano —pidió ante la cara sonrojada de Azumane.
El mayor titubeó nervioso, tanto por la postura como por la solicitud. Aún le costaba ser abierto en sus muestras de afecto, sobre todo en público, y ellos dos, en esa posición, eran —a sus ojos— demasiado llamativos.
Yū dejó escapar una risa suave, le acarició el rostro y se inclinó sobre su oído.
—Ti amo —bisbiseó—. ¿Ves? No es tan difícil. —Mordió el lóbulo de su oreja—. Espero que tú también lo hagas antes de que abandonemos Italia. —Nishinoya volvió a erguirse y le guiñó un ojo a Asahi. Después se puso en pie y estiró la mano hacia él—. Y ahora vamos al agua —ordenó—. Quiero disfrutar del mar contigo antes de volver al hotel.
Azumane se incorporó también, dejó las gafas de sol sobre la hamaca y acompañó a su novio al agua.
Durante el resto del día disfrutaron del sol, el mar y el ambiente cálido. Tomaron una deliciosa caponata y algo de pescado fresco para comer, y probaron el amaro averna, del que tanto habían oído hablar.
Pasearon por la orilla del mar tomados de la mano y se sentaron en la arena para ver el atardecer.
Cuando el sol despareció en el horizonte, recogieron sus cosas y pusieron rumbo al hotel de Marcello.
Aquel pequeño y pintoresco alojamiento —y su increíble emplazamiento— era más de lo que ambos habían imaginado.
La habitación que les habían asignado, además, era una preciosa suite, con cama matrimonial, y una bonita sala aledaña con terraza. El baño, de estilo occidental, contaba con un jacuzzi redondo, encastrado en el suelo, frente a un enorme ventanal con vistas al mar.
Y, para hacerlo aún más completo, la cocina de aquel lugar era exquisita, con unos platos deliciosos a la par que tradicionales.
Así que, al llegar, no dudaron en tomar una cena temprana en el hotel.
El sol y el agua les habían cansado casi tanto como algunos de sus días de turismo cultural, por lo que Asahi le pidió a Noya que, tras la cena, fueran directamente arriba a descansar.
El enérgico Yū podría haber extendido su jornada con un paseo nocturno o incluso una copa en un bar que había visto en su regreso al hotel, pero la idea de acurrucarse junto a su novio tampoco le parecía nada mal, por lo que asintió gustoso a la petición de Azumane.
Al entrar a la habitación, Nishinoya vio salir un haz de luz por debajo de la puerta del baño, por lo que miró a Asahi para preguntarle si se la habrían dejado encendida. Pero, al hacerlo, el rostro incendiado en carmín de su chico le hizo vacilar.
—¿Pasa algo? —preguntó intrigado ante la actitud tímida del más alto.
—No. Solo... bueno, que estoy muy feliz de estar aquí contigo.
Nishinoya dio dos pasos hacia él y tiró de su camiseta, haciéndole agachar el cuerpo lo suficiente para alcanzar sus labios.
—Yo también amo estar a tu lado en este lugar. —le dio un pequeño pico—. Y donde sea —susurró antes de besarlo nuevamente, esta vez con más intensidad.
Azumane correspondió sin dudar a aquel contacto, estrechando con fuerza entre sus brazos a ese hombre al que amaba con locura, tanto como para pasar la vergüenza de aceptar el ofrecimiento que le había hecho Marcello de preparar la habitación con algo especial mientras ellos cenaban, como se ofrecía en el «pack para parejas» del hotel.
Nishinoya se dirigió hacia el cuarto de baño, con Asahi a su espalda, y al abrir la puerta se encontró una hermosa imagen.
Alrededor del jacuzzi —que estaba ya lleno y con espuma— había dispersas pequeñas velas encendidas y pétalos de rosas, lo que le daba un ambiente cálido y romántico a la estancia. Un delicado aroma a vainilla parecía endulzar el aire.
Junto a la bañera había una cubitera con una botella de champagne y dos copas.
Noya se giró a mirar a Asahi.
—¿Cuándo?
—Lo encargué para nosotros —musitó Azumane algo azorado—, pero tal vez es demasiado para ti, y yo...
Asahi sabía que Yū no era el tipo de persona que se quedaba encandilado ante detalles de esa índole. Las cursilerías eran más su estilo que el de su novio, por lo que siempre se sentía inseguro cuando hacía cosas como esa.
—Me encanta —aseveró, calmando las dudas de Azumane. Se alzó sobre las puntas de sus pies para alcanzar los labios del más alto en un ligero roce y, sin detenerse más, comenzó a desvestirse—. ¡Venga! Te quiero desnudo y dentro del agua ya —ordenó sonriendo.
Asahi sonrió de vuelta, en parte aliviado por la reacción de Noya y en parte excitado ante la imagen que se presentaba ante él.
Su relación había avanzado con los años, como era de esperarse, y ahora se permitía ser más honesto con lo que quería y deseaba. Así que detuvo a su chico antes de que diese un solo paso hacia la bañera y se encargó de acabar de desvestirlo él mismo, al tiempo que iba acariciando cada tramo de piel que quedaba expuesta.
Sus dedos recorrieron el pecho del más joven y bajaron hasta la cinturilla del pantalón, desatando el nudo del cordón que los sujetaba y deslizándolos hacia abajo.
Por supuesto Nishinoya no se quedó quieto, sino que aprovechó la posición para ir desnudando también a Asahi, mientras se regalaban besos y caricias.
La ropa interior del antiguo líbero desapareció entre los dedos hábiles de Azumane y sintió un ligero roce sobre su miembro, seguido de un toque más decidido que le hizo soltar un pequeño jadeo.
Asahi sonrió y terminó de quitarse lo que le quedaba, alzando luego a Noya entre sus brazos y dirigiéndose con él hacia el jacuzzi.
Se metió lentamente en el agua, disfrutando de su agradable temperatura y de los besos que Yū repartía por su cuello.
Se acomodó en el asiento diseñado para tal fin y tomó a su novio de la cintura para hacerlo girar y dejarlo sentado sobre sus piernas pero mirando hacia el amplio ventanal.
La luna brillaba intensamente en el cielo aquella noche y ninguna nube había llegado para opacar su luz, por lo que la vista de la playa era bastante clara. La espuma que formaban las olas al chocar contra la arena le confería un aspecto mágico y la abertura en la parte superior de aquel cristal permitía el paso del sonido del mar.
—Es increíble —musitó Nishinoya recostando su cabeza en el pecho de Asahi.
Este dejó un beso sobre su pelo y con los brazos rodeando su cuerpo lo estrechó contra él.
—Lo es.
Durante unos instantes ambos permanecieron en esa postura, disfrutando en silencio de aquel ambiente íntimo.
Sin embargo, poco después Nishinoya comenzó un ligero vaivén con sus caderas, sutil pero preciso.
Asahi no podía verle la cara en aquella posición, pero tenía claro que estaba sonriendo con picardía, muy consciente de que aquel movimiento sobre su entrepierna le estaba calentando aún más.
Le dejó hacer durante un rato, notando cómo se endurecía, hasta que pasó su brazo con fuerza sobre su cintura y lo mantuvo inmóvil.
Se inclinó sobre su oído, dejando un beso en el hueco entre su cuello y su hombro, para después aproximarse a a susurrar:
—Eres travieso, Yū.
Nishinoya estiró su sonrisa y echó la cabeza hacia un lado, dándole mejor acceso a su novio sobre su cuello, para que siguiera regalándole besos.
—Y a ti te encanta —provocó moviendo su pelvis de manera más audaz—. Aunque no puedas evitar el sonrojo en tus mejillas sé que disfrutas de esto tanto como yo. —Giró su rostro para encarar el de Azumane y acercó su mano izquierda hasta su faz, sosteniéndola y adueñándose de sus labios una vez más, aunque en esta ocasión dejó que su lengua los tentara hasta que se abrieron gustosos para dejarla entrar y enredarse con la otra.
Los besos subieron pronto de intensidad, así como las caricias.
Nishinoya se separó ligeramente del cuerpo de Azumane, lo justo para poder rotar sobre sí mismo y colocarse a horcajadas sobre su novio.
Las manos de Asahi descendieron por la espalda del más joven y se detuvieron en su culo, masajeando sus glúteos y clavando sus dedos en ellos al tiempo que elevaba su pelvis para provocar con su dureza la de Yū.
El antiguo líbero se aferró al cuello de su as y se restregó contra él, frotando sus miembros en aquel balanceo. Luego se inclinó sobre su hombro y clavó sus dientes en él al sentir uno de los dedos de Azumane introducirse de golpe en su interior.
—¡Ang! —Una mezcla ente quejido y jadeo escapó de sus labios. Y no porque le disgustase la sensación de la presión repentina; todo lo contrario. A él le encantaba un poco de rudeza y sentir ese pequeño toque doloroso que le generaba tanto placer.
Asahi no se detuvo ante la protesta. Conocía esos sonidos a la perfección. Había aprendido lo que le gustaba a Noya.
Movió el dedo en su interior y lo dobló ligeramente hacia arriba, provocando un nuevo gemido.
Después le besó intensamente mientras introducía el segundo dedo y comenzaba un vaivén con ellos.
Nishinoya balanceó sus caderas acoplándose al ritmo que marcaban los dígitos de Asahi. Deslizó una de sus manos desde el cuello del antiguo as del Karasuno por su pecho hasta su erecto pene y lo recorrió de arriba abajo. Al llegar a la base lo apretó y lo sacudió ligeramente, para después comenzar a masturbarlo.
Hacerlo bajo el agua le impedía un movimiento rápido, pero lo compensaba con presión en su longitud y caricias en el glande, recorriendo su hendidura con el pulgar y bajando luego a acariciar sus testículos.
Los jadeos iban escapando de los labios de Asahi cuando estos se veían libres de los de Nishinoya. Así como los gemidos lo hacían de los del menor.
—Asahi, estás muy duro —musitó Yū haciendo contactar nuevamente su pene con el de su novio y frotándolos juntos, al tiempo que lamía su cuello hacia arriba para después rozar con sus dientes el mentón
—Y estoy deseando entrar en ti. —El tono anhelante de su voz resultaba muy excitante a oídos del exlíbero, que, en ese momento, llevó su mano libre hasta la muñeca de Asahi y la empujó, haciendo que sacase los dedos de su interior.
Dejó escapar un jadeo al sentir el vacío que aquello le provocaba, pero rápidamente se alineó con el miembro de su novio y, sin soltarlo, lo dirigió hacia su entrada, alzando sus caderas con las rodillas apoyadas en el asiento de la bañera, y se deslizó hacia abajo, consiguiendo que el pene de Asahi se introdujese un poco en su interior.
—¡Hmp! —Un grito ahogado, masticado entre dientes, la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados con fuerza y los dedos clavados en el hombro de Azumane para compensar la presión de aquel duro y grueso falo abriéndose paso en su estrecha cavidad.
El antiguo rematador afianzó una mano en la cintura de Noya y con la otra delineó con suavidad su rostro, consiguiendo que lo mirase.
Deslizó las yemas de sus dedos por los labios ahora entreabiertos del menor y luego se adueñó de ellos, besándolos con devoción. Esperó unos segundos inmóvil para después elevar su pelvis, clavándose más profundamente en Yū y sacándole esta vez un grito agudo.
Nuevamente Azumane se quedó quieto, disfrutando de las expresiones que se dibujaban en el rostro de su novio y, cuando este le dirigió la mirada, echó sus caderas hacia atrás para hundirse una vez más en él.
Nishinoya se sonrió, satisfecho con la actitud de Asahi y entrando a su juego, comenzando a moverse por su propia cuenta cuando su chico se detuvo de nuevo.
Se inclinó hacia delante y atrapó su labio inferior con los dientes, tirando un poco de él e inmiscuyendo la lengua en el interior de su boca.
Llevó una mano hacia la nuca del más alto y la rozó con las uñas —como sabía que le gustaba— provocándole una placentera descarga a través de su médula espinal, que le hizo curvar ligeramente la espalda y elevar un poco sus caderas, acompasándose al movimiento de Yū.
Resiguió el nacimiento de su cabello hasta el lugar donde una goma ceñía sus mechones en una coleta y la sacó, enredando los dedos en sus hebras ya sueltas y tirando de ellas, logrando que elevara su barbilla y deslizando sus labios hasta su cuello. Besó y mordisqueó su piel y después succionó una zona junto a su clavícula —dejándola enrojecida— que seguro al día siguiente luciría un bonito chupetón.
Asahi rodeó entonces la cintura de Noya con un solo brazo y se acomodó en el asiento del jacuzzi para permitirse mayor capacidad de maniobra.
Bajó la mano derecha hasta el pene de Yū y lo masturbó, mientras comenzaba a embestirlo.
En realidad no era fácil, pues el agua limitaba sus movimientos, y tampoco podía afianzar correctamente los pies en el suelo, que resbalaban en la superficie mojada y cubierta de jabón, o sales de baño, o lo que fuera que hubiesen echado.
Estaba muy excitado y ansioso, y comenzaba a desesperarse por no poder actuar como le pedían sus propios instintos. Además de que en los ojos de Nishinoya se veía también la frustración.
Así que, decidido, bufó y soltó el pene de su chico, apoyando esa mano en el borde de la bañera y aferrando con fuerza el cuerpo de Noya. Logró ponerse en pie sin salir de su interior y se acomodó en la superficie sólida de la cerámica, donde tenía mucha más maniobrabilidad.
Yū dejó escapar un grito de sorpresa ante la acción. Pero en cuanto estuvo adecuadamente posicionado le dio un intenso beso a Azumane.
—Gracias, cariño —susurró sobre sus labios al deshacer el contacto—, me estaba desesperando.
Inmediatamente después de eso, comenzó a moverse con la libertad que aquella nueva ubicación le daba, balanceándose sobre la pelvis de Azumane con aquel duro miembro en su interior.
Asahi acompañó los movimientos de Nishinoya, acoplándose perfectamente a su ritmo y combinando sus embestidas con los descensos del cuerpo del menor, llegando hasta aquel punto dulce que lo hacía gemir y gritar.
—Ah, sí... ahí... Justo ahí —jadeó con la voz entrecortada por el placer.
Azumane hundió los dedos en las caderas de Noya y embistió con más fuerza y rapidez.
—Mmm, Yū... tu interior... se siente... increíble —masculló, como pudo, con la excitación adherida a sus palabras.
Los minutos transcurrían mientras aquella sensual danza continuaba y la melodía de jadeos y gemidos aumentaba.
Asahi notó entonces aquel pequeño cuerpo tensarse bajo sus manos, y las yemas de los dedos del menor clavarse en sus hombros e, instantes después, el líquido caliente y espeso mojó su abdomen. Las paredes que envolvían su miembro se contrajeron y lo apretaron por el orgasmo que estaba experimentando Nishinoya, haciéndole correrse unos segundos más tarde y derramándose completamente en su interior.
Ambos, visiblemente satisfechos, con las respiraciones agitadas y el corazón latiendo acelerado se miraron a los ojos y se besaron con dulzura.
—¿Estás bien? —cuestionó Azumane acariciando el rostro de Yū cuando cedió el contacto de sus labios.
El otro solo asintió, acomodándose luego sobre el pecho del más alto. Poco después, y aún sin moverse de su posición frotó ligeramente su nariz contra el pectoral de Asahi.
—Creí que habías dicho que no querías hacerlo en el agua —comentó juguetón, recordando que aquella misma tarde se lo había propuesto mientras estaban en la playa.
—Lo que no quería era hacerlo en el mar, a la vista de cualquiera y a plena luz del día —rebatió agitado, imaginando de nuevo la inconveniencia de aquel plan loco que se le había ocurrido a Nishinoya.
—Pero si aquí no nos conoce nadie —repitió una vez más, tan despreocupado como siempre, dejando escapar una risilla traviesa.
Asahi negó con la cabeza, pero después sonrió también, separando a Noya ligeramente de su cuerpo, enmarcando su rostro entre sus manos y besándolo con ternura.
—Ti amo.
Nishinoya abrió los ojos sorprendido y después sonrió.
—Я тоже тебя люблю.
Azumane se quedó perplejo ante aquellas palabras incomprensibles que habían salido de la boca de su novio.
—¿¡Qué es eso?!
—Es ruso.
—¿Ruso?
—Sí. Significa «Yo también te amo». Y deberías irlo practicando, porque ese será nuestro próximo destino.
Asahi pensó en protestar, pero desistió antes de hacerlo. Primero porque sabía que, con él, Noya tenía siempre las de ganar y segundo porque, aunque a veces sus inseguridades y temores salieran a la luz y sus reticencias a ir de un lugar a otro fueran expresadas en voz alta, viajar con Yū, descubrir lugares nuevos a su lado y poder pasar tiempo juntos era una de las cosas que más amaba en el mundo.
Así que suspiró, afirmó con la cabeza y se deslizó de nuevo dentro del jazuzzi con Nishinoya entre sus brazos.
El agua aún cálida cubrió sus cuerpos y los relajó inmediatamente.
—¿Quieres brindar? —preguntó en apenas un susurro.
—Está bien.
Azumane se irguió levemente y tomó la botella de champán que reposaba en la cubitera. La abrió y llenó ambas copas. Después le pasó una a Noya y cogió la suya.
—Por nosotros —enunció aproximando su copa a la de Yū.
—Y por vivir muchas más cosas juntos —respondió el menor haciendo chocar los cristales.
Antes de llevar la bebida a sus labios, Azumane se detuvo.
—¿Qué dicen en Rusia cuando brindan?
Noya rio.
—No lo sé, pero lo averiguaremos juntos.
Ambos chocaron sus copas de nuevo y después bebieron.
Nishinoya volvió a recostarse sobre el pecho de Asahi y este lo rodeó con sus brazos.
Con la calidez de aquel pequeño cuerpo junto al suyo, Azumane contempló el reflejo de la luna en el mar, sintiéndose completamente dichoso de poder compartir su vida con Yū.
«Grazie, amore mio».
~~ Fin ~~
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~ Aprendiendo italiano con Moni ~
(Perdón por el lenguaje soez).
*Stronzo: gilipollas
*Vaffanculo: vete a tomar por culo o que te jodan.
* Sai quanto costa questa tuta?: ¿sabes cuánto cuesta este traje?
* Bastardo di merda: Bastardo de mierda.
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Notas finales:
Para Angie: Como ya sabrás, soy el «plan de emergencia» XD, así que esto ha ido a las prisas (habrá mil errores que estaré encantada de que me marques para poder mejorar este fic). Pero quiero que sepas que lo he hecho con todo mi cariño y poniendo la mejor de mis intenciones en el escrito.
Ojalá te haya gustado, porque te mereces todo lo bueno de este mundo.
Y a todos los demás lectores que llegáis a esta historia, gracias por leer.
Espero que os haya gustado. Y si no ha sido así, ya sabéis: quejas y reclamaciones a mi otro yo.
Un beso.
¡Feliz año nuevo!
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