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Capitolo 30

ORLENA

A nuestro grupo no nos decían ni pio, pero sus gestos les delataban. Nos habían divido en varios coches e íbamos acompañados por personas que pertenecían —seguramente —a La Guardia Nacional de Noruega. Esta situación me recordaba a cuando 'alguien importante' va a algún lugar van acompañados por tropecientos mil guardaespaldas y personas que les respaldan; nosotros no lo éramos. Entonces, no sé porque se tomaban tantas molestias. Supuestamente aquí estábamos sanos y a salvo de toda la mierda.

Francamente, por una parte Giotto tenía parte de razón. Nos encontrábamos en un país desconocido para nosotros; no creo que ninguno haya pisado suelo noruego. Y lo más importante no conocemos personalmente a Pietro personalmente; solo hablamos con él por llamada, no le hemos visto la cara aún, y puede que sea un estafador.

Podría irse todo a la basura, pero también podría salir todo bien, había un cincuenta a cincuenta en las posibilidades. Todo podía suceder. Estaba todo en el aire.

De algo segura estaba era que Elio Spinelli sí que era quién decía serlo y eso fue gracias a mi hermano. Porque seguramente cuando en su hospital me comunicó y me enseñó información sobre la familia de Isacco, la cual ha escondido siempre, debido a que nunca habló de ellos. Cesare ahí también se enteró de esa información bastante valiosa.

Y tenía bastante lógica del porque no se hablaron; además, escogieron caminos diferentes. No tengo el conocimiento de que se hayan reunido mucho estos años. No obstante, seguramente que lo hayan hecho y esa reunión haya sido sellada a cal y a canto para que nadie se enterara.

A mí, la persona quién dice ser Pietro, me hizo saber que venían a Italia, y que entraban por Eslovenia, que por ahí había menos controles hechos por el personal y aliados del Clan. Con Isacco —su hermano —, no se llevaran a las mil maravillas, y posiblemente se llevaran a matar. No obstante, se han reunido, y a mí nadie me quita eso de la cabeza. Aquí hay gato encerrado.

Por ejemplo yo soy una de ellas. A mí por lo que me hicieron mi propia familia, jamás les hablaré, porque ninguno de ellos se lo merecen bajo ninguna circunstancia. No gastaré saliva para dirigirme a esas aberraciones de personas y sobre todo si van dirigidas a Isacco y Davide. A Graziella y a Giulia nunca las vi en persona, solo en fotografías una vez salí de ese espantoso lugar.

Por eso mismo si Isacco le hizo algo a su hermano, no le defendió en algún aspecto u otra cosa más grave, no entiendo cómo puede dirigirle la palabra. Porque yo no me trago eso de que fue por Graziella ni mucho menos. Puede que esa señora no sea trigo limpio, pero no sé...hay algo que no encaja. Y tengo presente que ella en realidad es la que lleva todo el cotarro, sin embargo a la sombra de todo y todos; como si quisiera esconderse de algo.

Sigo totalmente convencida de que hay un trasfondo en este tema. Esta familia acarrea con muchos secretos y es hora de que poco a poco se empiecen a saber.

Quizás y lo que aconteció hace años, no nos dejé avanzar a los demás en la familia. No, rectifico, les deje. Yo soy como una fantasma en este mundo para todos. Ahora que lo pienso, puede darse la casualidad de que no esté ni en el registro, en vista de que todo lo que respecta a mí fue silencio sepulcral al completo. Todo un misterio se cocina a fuego lento a mí alrededor.

Volviendo al presente, observo a las dos personas que se encontraban sentadas a mis costados. Todo nuestro grupo estaba dividido en un coche, ninguno de nosotros se encontraba juntos. Nos habían aislado a todos y no entiendo el porqué de ese suceso. No íbamos a escapar, dinero no teníamos, de ropa escaseábamos y no encontrábamos este país como para salir corriendo.

Las dos personas miraban hacia delante y tenían el semblante serio. ¡Vaya seriedad, por favor!

El vehículo era bastante espacioso, plateado y con las ventanas tintadas de negro, lo cual hace que los que estamos dentro veamos lo que se cocina de puertas afuera, pero los que están del otro lado, no ven absolutamente nada. En este todoterreno nos encontrábamos cuatro personas y el conductor. A mí me había tocado ir con personas que no había visto nunca, y me sentía algo cohibida. Ninguna de las personas presentes era alguna que había viajado con nosotros.

Yo no había abierto la boca en todo el camino. Solamente mis ojos habían estado curiosos mirando por los vidrios del cristal. No podía arriesgarme a hablar y que las cuatro personas me mandaran a callar como si fuera un animal. Honestamente, no les veía a ninguno con caras de amabilidad. Hubiera preferido que alguna fuera una mujer; hubiera cambiado bastante las cosas, creo yo.

No tengo ni la más remota idea de si estábamos llegando al lugar. Sin embargo nos estábamos acercándonos a una urbanización privada y privilegiosa. No todo el mundo podía comprar una casa aquí; aunque lo que estaba viendo no se podían llamar 'casas' simplemente. Y eso que por ahora lo estaba viendo al fondo, porque para acceder hasta donde está el barrio y la urbanización, hay que pasar una barrera y un par de guardias.

¡Vaya vigilancia! Hay tanta seguridad que parece que aquí vive el presidente del país o que aquí se encuentra la casa real; cosa que no sucede por obvias razones.

Nos estábamos acercando a la garita donde se resguardaban los guardias y el todoterreno disminuyó la velocidad. En cuanto llegamos, se paró y el conductor bajó la ventanilla para a continuación tener tres palabras con él.

—Nos espera el jefe —su voz es bastante rasgada, hasta parece que al hablar le raspa la garganta —los coches que vienen detrás nuestro, vienen con nosotros.

—De acuerdo, le haré saber al señor que llegarán en unos minutos —parece que ese tal señor es muy importante aquí. Según parece también, les encanta la intriga y dejar con miles de preguntas en la cabeza.

"El señor", ¿quién será ese señor del que hablan? ¿Podría ser Pietro Spinelli o su marido Ennio?

Lo averiguaré en unos minutos, pese a que no he visto fotografías de ninguno de los dos, espero reconocerlos. Asimismo, puede darse la casualidad de que Pietro tenga un aire a Isacco y así sobre de inmediato si se refieren a él como "señor".

El barrio en concreto es demasiado extenso y parece ser esos "minutos" van a ser unos cuantos más, porque esto es enorme.

El todoterreno cogió de nuevo velocidad, ahora parecía que las parcelas de las casoplonas eran un espejismo solamente.

De un momento a otro, doblando una esquina de arbustos nos encontramos a unos metros una rotonda que al parecer también hacia de fuente. Era bastante llamativa, debido a que desde abajo subían un par de chorros de agua hacia arriba y luego como si estuviera todo estratégicamente calculado —debería ser así —caen todos los chorros en unas circunferencias.

Bordeamos la rotonda hasta coger una de las salidas que nos dirige hacia una gran cuesta, el cual me recordaba a un camino boscoso. Gracias a tanta vegetación y a que el cielo está completamente oscuro y es debido a que es de noche. Solamente las luces del coche pueden alumbrar el camino. Daba la sensación de que el conductor manejaba hacia una colina, esta cuesta al principio empinada y después empezamos a bordearla, haciendo un camino de espiral. Espero que al llegar haya una estancia en la cual dejarnos allí y poder descansar y no un precipicio donde tirarnos.

No me creo nada lo del jefe, hasta que no lo vea con mis propios ojos, será una duda existencial para mí. Desconfiar de todo en esta vida, es mi pan de cada día desde que salí de mi infierno personal.

Todo puede acabar realmente mal. Si por algún casual Pietro es el que vive al final de esta colina, pero lo que quiere es solo venganza hacia su propio hermano y para ello nos usa, no es una opción para mí. Volveré a Italia, me dan igual las consecuencias que puedan acarrear después.

Yo tengo las ideas bastante claras respecto al tema de confrontar el Clan. Quiero que se pudran y se revuelvan en su propia mierda. Supongo que todos son conscientes a que nos vamos a enfrentar y no solo es un Clan, sino que es la mafia más influyente y respetada de toda Italia. Ni el presidente manda más que la familia Lepori. Todo lo que se quiere hacer, primero es consulado por ellos. ¿Hay personas que saben a qué se dedican? Sí, pero están bajo extorsión, y no pueden hablar por miedo a que los maten o torturen hasta que sus cuerpos no resistan más y acaben yéndose a la otra vida sin tener oportunidad de quedarse en esta.

El legado del Clan viene desde hace siglos atrás. Antes de adentrarse a este mundo tan oscuro de la sociedad ellos tenían varias empresas de tecnologías. Aún las conservan —por lo que tengo entendido —, y no están manchadas por dinero negro. ¡Están pulcras! Como si acabaran de salir del horno recién.

Tenían todo para triunfar, le iba viento en popa con aquellas empresas, ¿qué pudo ocurrir para que todo fuese a la mierda? ¿Malas influencias? ¿Sed de tener todo el mundo a sus pies? ¿Ser más poderosos de lo que ya eran? ¿Tener poder? ¿Ser temidos por todos? Podrían haber tenido eso y más sin irse a fácil, creerse los más fieras solo por tener dinero, reputación y un status.

Acabábamos de llegar a la cima de la colina. El espacio era amplio, y desde aquí se veían unas vistas espectaculares por las cuales muchas personas pagarían por ver.

—Hemos llegado —escucho como el motor se apaga y las dos personas que iban en la parte delantera del vehículo, salen sin decir ni una palabra, solo se comunicó el conductor con las dos personas que tenía cada uno a mi lado por señas que hizo por el espejo retrovisor.

—En cuanto nos quedamos solos los tres, ellos dos giran sus cabezas a la misma vez y con voz demandante el de la izquierda me dice:

—Hay que bajar, nos esperan dentro —una vez expresado eso, sus manos sin siquiera mirar la puerta la abre; pone primero un pie con firmeza y luego el otro, para después sujetar bien la puerta abierta para que pueda salir.

Sin querer que se le acabara la paciencia a esa persona desconocida, me deslice por el asiento y baje en un santiamén.

Me coloco a un lado —cerca de donde cierra —y me hace una señal para que lo siga.

—¿A dónde vamos? —tengo que toser entre medias de la pregunta, puesto que tengo la boca reseca. Y es la primera vez que hablo desde que he salido del aeropuerto.

No me imagino a Mellea callada todo el viaje. Aunque quizás ella ha tenido la confianza —en sí misma —de hablar, cosa que en mi caso no ha pasado ni mucho menos.

—Allí —dice secamente.

Y entonces observo todo lo que no había mirado anteriormente, dado que desde el interior no se puede apreciar todo lo que abarca toda la colina.

Lo primero en lo que me fijo es en que al parecer no hay ni una verja para que las personas sepan que no pueden entrar aquí.

—¿Pueden acceder las personas por si solas? Hago preguntas sin siquiera saber si la persona que ha ido sentada a mi lado me esté escuchando y me vaya a responder mis preguntas.

—En el primer tramo de cuesta había un enorme portón, y recorre todas las hectáreas que mide todo lo que pertenece al señor —ahora todo cuadraba un poco más.

La colina era enorme. Disponía de un bosque enorme y propio. Una mansión enorme dividida en más de una. La o las personas que eran dueñas del lugar no solo debían de ser millonarias. Deben estar forradas de dinero.

Era mejor investigar más tarde, cuando la luz alumbre cada rincón de este lugar, porque ahora sin una pizca de luz, no se veía absolutamente nada.

—¡Orlena! —oigo la desesperada voz de Cesare. Él cual llega hasta mí.

Soy espachurrada contra el pecho de mi hermano, mientras que el disfruta del abrazo. Yo no es que este incomoda ni nada por el estilo, solamente me sorprendí.

—¿Has hecho algo indebido? ¿Has abierto la boca para decir alguna frase de las tuyas? ¿Te han hecho algo? ¿Te has portado mal? —comprendo que Cesare me quiera proteger y me quiera cuidar, pero ya no soy una niña. Soy consciente de que quiere remendar lo que hicieron nuestra familia, sin embargo, no se borra tan fácilmente. Sigue dentro de la piel, y solo puedes borrarlo por tiempo indefinido cuando los remplazas por cosas y pensamientos bonitos.

—No soy un bebé. Se comportarme, por si se te olvida, no eres el único aquí que es adulto, los dos lo somos. Aunque te cueste reconocerlo, crecí, igual que tú, e igual que Agnese y Demos —me abraza mucho más fuerte y por fin le devuelvo el abrazo y es de corazón.

Nunca se debe quedar con una versión y menos verlo solamente desde tu posición. La otra persona puede estar sufriendo, igual o más que tú y no te enteras por la terquedad de pensar solo en ti. Cesare ha tenido un muy duro desarrollo en esa familia. No sé exactamente como se fracturó definitivamente su vínculo con los mandamases de la familia, pero lo bueno es que abrió los ojos por sí mismo. Se le cayó la venda de sus ojos y vio todo más claro. Se labró su camino, se consagró como médico y ahora tiene una carrera por delante con su hospital.

Nadie es perfecto, ni nosotros ni ellos. Y realmente, lo que me está reconcomiendo por dentro es que nos estamos rebajando hasta ellos. Porque si se desata una guerra entre nosotros y ellos. Ahí, desde el minuto uno donde dé comienzo la batalla campal, nadie será bueno o malo, indiscutiblemente de quien haya hecho qué.

Cada uno de nosotros —hablo de Cesare, Pietro y yo —tenemos motivos muy distintos para hacer lo que vamos a hacer, para contraatacar al Clan. A veces pienso, que sería más sencillo dejarlo estar e irme muy lejos de Italia a donde jamás me encontraran, pero el pasado siempre va a volver a mí, es como los imanes, que llaman.

Las intenciones de ellos para conmigo no las sé, no estoy dentro de sus cabezas para saberlo. Sin embargo, nada bueno debe ser, debido a que dentro de sus cráneos, en vez de cerebro, hay gusanos metidos comiéndose el propio cerebro que les debe de quedar.

Ellos no hacen nada puedo. Para enfrentarnos a ellos, tenemos que actuar en el modus operandi en el que lo hacen ellos mismos. No van a ser diplomáticos ni se van a doblegar por nosotros, aunque por nuestras venas corren la misma sangre.

Algo que hay que destacar, es que Cesare abrió sus ojos y vio en qué mundo de porquería estaba, viviendo bajo el mismo techo que la familia, estar bajo la influencia, dichos y creencias de los Lepori. En todo eso no puedo opinar demasiado, pero viendo como son, deben ser bastante ambiguas y pensando que estamos en el siglo veintiuno, no me puede caber en la cabeza todavía eso. Este tema, podrá contarnos de primera mano Pietro.

Cesare tiene que luchar contra sus propios sentimientos hacia nuestros familiares. Puede que se haya desligado de ellos, no obstante, eso no quita —ni mucho menos —que el cariño que les tiene se vaya.

—Como si lo fueras —me quedo mirándolo por varios segundos de mala manera por lo que ha dicho —. Ahora es mejor que avancemos —. El guardaespaldas que te han puesto, nos está esperando y no es muy paciente al parecer —suelto una carcajada y me fijo en que mi hermano tenía razón.

—No es mi guardaespaldas —me limito a responder. Él se ríe y yo niego con la cabeza.

—Anda vamos, nos están esperando —me dice mientras me indica con la cabeza que nos pongamos a andar.

Cuando mí mirada está al frente, veo a todos esperándonos, incluidos un momento de personas que no conozco, aunque entre ellas, están los individuos que han viajado conmigo.

Cuando llegamos a donde están ellos, la primera persona que se me acerca es Andreas —que raro —y a mi hermano se le acercan Giotto y Valerio —obviamente —, sus dos mejores amigos.

—Al parecer has llegado sana y salva, sin ningún rasguño. ¡Bravo! —bromea Niccolo mientras se acerca y posa uno de sus brazos sobre mis hombros.

—Si quieres un día de estos te llevo a un circo para que te ofrezcan un trabajo allí —le respondo.

—Dime que día y a qué hora. ¡Estaré preparado! —todos nos echamos a reír. Obviamente, los hombres de Elio o más bien de los Spinelli en general, no se reían. Seguían con el semblante serio.

Mientras hablamos, yo me permito mirar más allá. Todo el personal que ha venido con nosotros están rodeándonos, haciendo un circulo; excepto alguno que se ha puesto a cada lado de la entrada de la mansión. Por lo que veo, Elio, no sé encuentra aquí fuera, por lo que deduzco que ha entrado a buscar a su abuelo Pietro Lepori; más conocido como Pietro Spinelli.

—¿Nos vamos a quedar mucho tiempo aquí afuera? Tengo un hambre que me muero —coincido con Donato, ahora mismo me ponen cualquier cosa de comida delante de mis ojos y lo devoraría en un segundo.

—Ni idea nadie viene a socorrernos, los dueños de este maravilloso lugar, son malos anfitriones —los tres que faltaban en nuestro corro, se acercan y nos piden seriamente que nos abstengamos a decir esas cosas.

A parte de eso, los trabajadores que nos rodeaban al parecer se sincronizaron y todos giraron a la vez subiendo las cejas de una manera que se vio divertida, aunque sus caras estuvieran neutras.

—¿A vosotros no se os acaban las energías? Sois como unos niños hiperactivos —y todavía Valerio no había visto todo de nosotros.

—Nos va a tocar pasar mucho tiempo, me temo. Descúbrelo por ti mismo —le ofrece Mellea, y todos sentimos riéndonos, mientras nos miramos entre nosotros.

—¿Qué es todo este escándalo? —no reconozco esa voz y evidentemente no conozco a la persona, cuya voz le pertenece.

El personal que nos rodea, nos dejan visibilidad una vez se forman a nuestros lados y atrás nuestro; haciéndoles parecer unos militares que deben hacer su deber.

Todos nosotros nos quedamos mudos —automáticamente —al ver la figura que tenemos frente a nosotros.

Por mi parte, no tengo ni la más remota idea de quien pudiera ser. Mi cabeza se gira para buscar a mi hermano, porque por lo que he visto en el avión, ha estado investigando y mirando fotografías de la familia de Pietro.

La persona que estaba frente a nosotros no sé veía tan mayor, rondaba por la edad de Cesare, así que seguramente era el otro nieto de Pietro y hermano de Elio.

Él era bastante alto, tenía la estatura perfecta, su pelo —castaño claro — estaba bien peinado hacia atrás.

Su vestimenta era bastante casual, tenía puesto un pijama —que seguramente use para estar en casa —azul oscuro básico y por encima una bata —de casa —del mismo color, y la cuerda atada bastante floja, debo decir.

Cuando los ojos de Cesare conectan con los míos me lo confirman:

—Es Malone —no emite ningún sonido, pero yo le leo sus labios cuando lo gesticula con la boca.

—Bienvenidos a nuestro muy humilde hogar —parece que lo dice con sarcasmo, sin embargo, voy a pasarlo por alto mejor.

Ninguno de nosotros habla, por eso mismo, la persona que sigue delante de nuestros ojos, prosigue a hablarnos:

—Soy Malone Spinelli, hermano de Elio, que por lo que tengo entendido lo habéis conocido ya y nieto de Pietro, quien es vuestro tío abuelo —se presenta.

Cesare ni yo abrimos la boca, por ahora. Lo que no puedo decir de lo mismo de Andreas:

—Perdóname, no obstante te voy a corregir. Solo ellos son familiares vuestros —nos señala Andreas. ¡Traidor! —. Nosotros solo venimos con ellos en forma de apoyo y porque estamos hasta el cuello.

—Estoy al tanto de quienes sois cada uno de vosotros —Malone nos escruta con la mirada a todos, para después brindarnos una cálida sonrisa.

¡Muy contradictorio todo!

—Adelante, pasad —nos invita a entrar en la mansión.

Él nos invita a pasar a la que será por tiempo indefinido nuestro nuevo hogar o eso creíamos nosotros.



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