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Capitolo 21

ORLENA

En estos instantes nos encontrábamos en la carretera rumbo al límite entre Italia y Austria. Lo que ocurre es que no podemos manejar de noche mucho tiempo más. Por lo tanto, teníamos que hacer obligatoriamente una parada estratégica para poder descansar.

El vehículo que adquirieron —no sé cómo —, no era una furgoneta grande donde podíamos ir todos juntos, no. Era un mini autobús con las plazas justas donde nos podíamos acoplar todos.

Al volante iba mi hermano y en primera fila cerca de él iba Valerio dándole conversación para que no se aburriese tanto.

Los demás nos habíamos situado por los asientos traseros del mini autobús. Donato se encontraba sentado —naturalmente —, al lado de mi mejor amiga. Él mantenía su brazo derecho en los hombros de Mellea, en tanto que ella mantenía su cabeza en su pecho. Los dos estaban más que dormidos, eso sin lugar a duda.

En otros dos asientos —para dos —estaban también mega dormidos Idara y Battista; la pareja revelación —no tan revelación para nosotros —de este mes. Y ellos dos tenían una extraña manera de sentarse y estar "cómodos". Battista tiene el asiento —un poco inclinado hacia atrás —al igual que Idara —. No obstante en vez de estar rectos, con los pies en el suelo, los pies de nuestro amigo van por debajo del cuerpo de Idara y sobresalen a la parte del pasillo e Idara, por el lado contrario, tiene el cuerpo entero subido al de él, y sus piernas apoyadas en el torso de Battista y lo que resta en la cara de nuestro amigo.

En resumidas cuentas: un caos total.

Luego, Niccolo —mi mejor amigo y ahora traidor —, tenía su culo sentado al lado del de Giotto. Los dos mantenían una amigable charla mientras miraban algo en el móvil de Niccolo. .

Y para finalizar estábamos los tres desertores del grupo, quienes nos habíamos sentado atrás del todo —Andreas, Angelo y yo —, los dos hermanos estaban sentados cada uno a un lado de mi cuerpo.

Los asientos sobrantes iban llenos con las cosas que habíamos sacados del piso de Valerio, agregando las maletas de mis amigos. Les tenía que dar las gracias por haberme traído una maleta llena de ropa para mí. Con el poco tiempo que tuvieron antes de partir de Venecia, no sé cómo se les encendió la bombilla para embolsar toda mi ropa en una maleta antes de partir.

No quería descubrirme frente a mi hermano, él seguramente no sepa nada y mis amigos —también presentes aquí —, tampoco saben nada sobre el tema. No puedo dejar el objeto olvidado en mi departamento para que alguien más se apropie de él y lo venda, ¡Necesito ir a por él!

—¡Cesare ahora mismo da la vuelta al autobús! Debemos ir a Venecia, debo coger un artículo con mucho valor —tras el rito que pego mi hermano frena de una manera no muy adecuada que casi me manda volando por el pasillo que tengo en frente, si no fuera por los dos hermanos que tengo a mi lado que hacen como una especie de cinturón humano, me habría pegado una muy buena hostia.

Cesare no está de muy buen humor y lo noto cuando su cara se gira para mirarme, sus ojos son retadores bajo los míos que seguramente estén como un gato herido. Las tornas se han cambiado.

—¿Qué te ocurre loca?

—Como no, tenía que ser la niñita dando un escándalo —Giotto quien estaba tranquilo hablando con mi mejor amigo, gira su cuerpo para mirarme y darme una ojeada de asco.

—Nadie te invitó a este viaje, puedes bajarte ahora mismo del autobús y vivir tu vida; no te necesitamos —¿Por qué siempre se metía en las conversaciones que no venían a cuento con él?

—Orlena recuerda nuestra charla, por favor —no sé en que momento Andreas se acercó tanto a mí. No obstante, no había notado que se había acercado tanto a mi cuerpo —. Además, si te refieres a que tienes que recoger de tu habitación una piedra preciosa, tranquila, la cogí yo.

Mi felicidad no cabía en el pecho en estos instantes. Mi corazón podía latir con normalidad de nuevo y lo más importante, mi hermano podría reanudar el viaje otra vez.

El pitido de los coches se escuchaban y también las cosas que nos decían, que no eran muy gratas ni mucho menos.

—¿Entonces? ¿Qué hay que ir a buscar hermanita?

—Nada Cesare —me levanto del asiento central de la última fila y avanzo por el pasillito hasta llegar a mi hermano.

En el camino escucho las idioteces de Giotto, cosa que ignoro y Andreas desde atrás debería de estar muy orgulloso de mí por este avance.

Llego al lugar donde está mi hermano sentado; en el sitio del conductor y me mira girando completamente su cuerpo para poder hablar conmigo.

—¿Qué sucede Orlena? ¿Qué necesitabas? —en realidad quería decirle lo que tenía que recoger en mi piso de Venecia. No obstante, con ciertas personas aquí no lo haría. Además, deduzco que mi hermano al principio se pondría como un loco maniático, poniendo el santo en el cielo.

—Cuando lleguemos te lo cuento sin falta —espero que no se enfade. En realidad yo lo tengo como un seguro por si estoy en un caso extremo y debo hacer un trueque con Isacco. Ahora bien, la joya es de toda la familia, y yo en teoría —aunque les duela —, pertenezco a ella. Por lo tanto, puedo tenerla en mi poder. Cruzaré los dedos para que Cesare no se enfade.

—Acércate —me indica con el dedo índice. Hago lo propio y me acerco más al cuerpo de mi hermano. Él acerco más su cara a la mía para no tener que hablar en voz alta y que todos se enterasen de lo que hablábamos —. Es muy probable que lo que querías recoger de tu apartamento es algo nos incluye a la familia.

¡Mierda! ¿Desde cuándo es tan inteligente mi hermano? ¿Tiene un doctorado en inteligencia?

—Más tarde hablaremos tú y yo seriamente —zanja el tema ahí —. Ahora lo que necesito es que vayas a sentarte a tu asiento; retomaremos el camino. No falta mucho para llegar a nuestro destino y como oirás afuera, las personas se están desesperando porque hay un autobús en medio de un carril en medio de la carretera obstaculizando la vía.

—De acuerdo —vuelvo por donde he venido y me vuelvo a sentar entre los dos hermanos.

Mi cuerpo se inclina hacia la izquierda para poder contarle lo que ha pasado con Cesare, mientras que este mismo reanuda el viaje.

—Lo sabe.

—¿El qué? —con una simple mirada nos entendemos a la perfección y hace que él abra la boca de par en par —¿Cómo lo supo? Yo no le dije nada, ni los chicos lo saben.

—Hey, ¿qué estáis cotilleando vosotros dos que yo no pueda saber? —Angelo nos interrumpe.

Me siento adecuadamente en mi asiento para no incomodar a Angelo y para que no se sienta apartado.

—Tranquilo Angelo, no era algo de suma importancia —miento. Andreas y yo compartimos una mirada cómplice.

—¿Cuánto queda para llegar a ese lugar chófer? —lo primero que hace el aludido es bufarle a Niccolo.

—Porque eres el mejor amigo de mi hermana pequeña, que si no era capaz de dejarte aquí en medio de la nada —todos estallamos en carcajadas al escuchar al mayor de este autobús.

—No seas aburrido gatito —utiliza el apodo por el cual lo llamo yo para seguramente hacerle rabiar un rato —, ¿cuánto falta para llegar?

—Niccolo si no quieres que pare de nuevo el autobús y te de una paliza de las buenas, cállate de una jodida vez —se veía que la paciencia de mi hermano estaba llegando a su fin, consumiéndose del todo.

—No falta demasiado, Niccolo —intervengo yo antes de que mi hermano pare en seco el autobús y más tengamos un terrible accidente de tránsito —. Y tú, mi lindo felino —, no ahuyentes a mis amigos, que me voy a quedar sin ellos —bromeo.

—Se harían un favor a ellos mismos, personas como tú que dudan de la palabra del otro a la primera —tan solo con escuchar salir de esa boca sucia las primeras palabras, sabía de quien se trataba. Giotto se estaba ganando mi odio al completo y estaba más que justificado mi odio.

El autobús se vuelve a parar en seco —Andreas y Angelo —, hacen lo mismo que hace un par de minutos. A continuación lo que veo no es un gatito esperando ser domado no, más bien era un tigre queriendo salir de la jaula para ir a atacar a la presa que tiene en frente, que en este caso sería Giotto. Se ha cavado su propia tumba al dirigirse a mí de malas maneras. Yo puedo estar equivocada y hacer errores, también hay que entenderme. No conozco de nada a mis hermanos, solo en fotos y se por los medios que ha sido toda su vida el ojito derecho de mi padre; hasta hace poco que cambió todo. Ahora bien, ¿y si está fingiendo para que caiga en el anzuelo?

Con mi hermano debo ir con pies de plomo, con cuidado de no pisar alguna mina que me haga estallar en pedazos. Si con el paso del tiempo se a la perfección que no intercambia llamadas telefónicas o mensajes, ahí será el día que lo acepte por complete.

Por ahora, no será así, las dos llamadas en las que yo he estado presente me han surgido la duda. Sin embargo, no puedo deducir algo por eso. Desde que me rescató de La cueva, lo máximo que ha hecho es ayudarme y estar conmigo. ¡Ha sido un hermano para mí! Sin embargo sigue balanceándome las dos llamadas, una fue hace un par de horas y la otra no hace más de dos días que sucedió.

Todo lo sucedido ha ocurrido en un corto lapsus de tiempo.

Era plenamente consciente de que no podía estar las veinticuatro horas de un día entero pegada al culo de mi hermano, pero urgía estar el más tiempo posible con él. Así podría saber en que anda.

—¿Cómo le acabas de hablar a mi hermana? —el tigre estaba a nada de saltar encima de su presa y molerle a golpes.

Todos estábamos impactados por lo que estaba sucediendo y llegó a tal grado —por lo menos para mí —, que pensaba seriamente que estaba viendo una película donde Giotto y Cesare fuesen uno de los personajes y la escena se tratase de una pelea.

—¿Ahora no se le puede hablar como se merece? —considero que el serrín, el cual es ocupado para remplazar el cerebro se le está esfumando y cada vez desvaría más.

—Te estas refiriendo a mi hermana —Niccolo se encontraba en medio de los dos e intentaba escapar de ahí y por lo que veo lo consigue con éxito.

—Valerio —lo llamo intentando que me escuche por encima del barullo que han formado mi hermano y Giotto —, separa inmediatamente a esos dos, ¿a que estas esperando? ¡Despierta! —chasqueo mis dedos.

Observo el panorama del grupo desde mi asiento —Cesare y Giotto —enfrascados en un contundente duelo de palabras que no llegará a nada bueno si siguen de forma. Por otra parte, las parejitas al fin se encontraban despiertas mirando perplejos la pelea.

Niccolo había cambiado de sitio a Valerio, puesto que mi amigo, se ha ido a sentar al asiento que ocupaba antes el primer nombrado anteriormente.

—¡Cesare para! —intenta de una forma no muy efectiva Valerio; por las buenas. Lo veo pesar, pero pronto lo veo haciendo muecas —. Esto es por tu bien y espero que no te enfades.

¿Qué pretende hacer? Estoy demasiado intrigada.

—Recuerda estas palabras Cesare —esto se estaba tornando algo serio y no me gustaba nada. No obstante lo deje pasar, quería saber las palabras exactas las cuales le iba a decir. ¡Ante todo la curiosidad por delante! —Non sono come lui, non facio del male alle persone.

Y aquí es donde pueda abrir realmente los ojos y ver más allá de solo la vida en la que he tenido que vivir, que hay más personas que lo han pasado mal y nadie lo sabe, excepto sus amigos más cercanos. Mi hermano mayor también ha sufrido maltratos de parte de nuestra familia y estoy casi segura de que ha sido nuestro abuelo, el gran Isacco Lepori; al que lo idolatran muchos —con falsas sonrisas —, y otros muchos lo odian en silencio a la espera de que ocurra una gran desgracia y se lo lleve de este mundo de una vez.

Si Cesare ha caído en las malas garras del patriarca de la familia, ¿qué destino les espera a Agnese y a Demos?

Entonces Cesare desde el principio ha sabi8do de que pasta están hechos papá y el abuelo, por ende ha querido unirse a mi desde el principio. Acepto —verdaderamente —que mi hermano no me ha mentido, solo se ha protegido a él mismo para no dañarse.

Tanto él como yo no nos hemos contado todo, tampoco es que hayamos tenido mucho tiempo. Además, el hospital no es un lugar muy apropiado para conocerse y soltar verdades.

Con este sorpresivo dato que no ha sido todavía confirmado por mi hermano todo puede ser beneficioso para nosotros. La balanza por una vez puede estar a nuestro favor. Si conseguimos a más personas las cuales tengan un testimonio en contra de nuestra familia sería maravilloso, ya sean los propios familiares de las víctimas, todo ayudaría.

Me temo que no tengo una idea exacta de cuánto tiempo estaremos fuera de nuestro país o mejor dicho, cuanto tiempo podremos pasar fuera de Italia sin que Isacco o Davide sepan dónde estamos exactamente y vengan a por nosotros.

Observo como Valerio se lleva a mi hermano lejos de Giotto para que se calme. Sin embargo, pienso que no puede conducir en el estado que esta; nervioso perdido. Desde aquí se le ve que tiene el pulso a mil por ciento y subiendo.

—¿Ves lo que acabas de provocar niñita? —el pelirrojo se gira para mirarme desde su asiento. ¿A este se le han caído los tornillos que le sujetaban su cabeza? Esta desvariando por completo.

—Giotto mantente callado de una santa vez —Valerio aprieta sus dientes mientras le reta con su mirada a su amigo. Si digo que esta cabreado, me quedaría corta —. Ella no tiene la culpa de ser tan desconfiada con Cesare, se puede entender. Los dos han tenido un pasado turbio y diferente, déjalos que se acerquen y que vayan confiando uno en el otro a su debido tiempo. ¡No los machaques! Que no te vuelva a escuchar que le hablas así a Orlena, porque no le pararé a la próxima a Cesare, le ayudaré a golpearte por idiota.

—Valerio, conduce tú —mi hermano debe calmarse y como haya otro alboroto más vamos a acabar muy mal todos.

—De acuerdo —a él se le ve relajado, pero no creo que por dentro este igual. Todos seguramente estemos con mil cosas en la cabeza —, es mejor que vaya contigo...

—Hey, que estoy aquí y se hablar —hace acto de presencia Cesare para que lo notemos —. No soy un bebé, se hablar a la perfección y por si no lo sabíais también tengo la capacidad de andar.

—Lo siento —le pido disculpas —. Ven aquí entonces —le hago un gesto para que venga cuando su mirada se posa en la mía.

Ahora que me doy cuenta durante el viaje no hemos mirado nada de lo que deberíamos haber hecho. ¡Mala mía! Era mi responsabilidad y no lo he hecho.

—¿Me puedes traer tu ordenador portátil, hermanito? —le regalo una de mis mejores sonrisas para que acceda.

—Está bien —en el portátil seguramente también guardaba la información sobre nuestros familiares que viven en Noruega, desde hace ya muchos años o eso creía mi cabeza.

Se levanta del asiento en el cual estaba sentado y justamente en el asiento detrás del suyo estaba su maletín, el cual lo coge, viene directo hacia mí.

—¿Nos ponemos en los asientos de adelante? —mueve la cabeza señalando justamente las dos butacas de delante.

—De acuerdo —asiento —. Adiós chicos, no os divirtáis mucho sin mí —me rio yo mismo de lo que acabo de decir.

Cuando todos ya estuvimos en nuestros asientos más tranquilos y sin ningún percance más Valerio volvió a poner en marcha el autocar. No quedaba mucho tiempo de viaje según había avisado él mismo.

Hace ya un par de horas me habían curado la herida del hombro, a esas alturas ya me estaba doliendo, la adrenalina se había disuelto trayéndome inmediatamente a la tierra. El brazo me dolía horrores, menos mal que gracias a Dios contábamos con un botiquín de primeros auxilios para que pudieran proceder a hacer la curación.

Si a partir del instante que había salido del médico necesitaba descanso por todo lo que había pasado en La cueva, en estos instantes necesitaría el doble de tiempo, cosa que no va a suceder.

Me sentía cansada. Sin embargo, todos estábamos en las mismas a estas alturas y más después de lo ocurrido recientemente.

—¿Tienes la información ahí? —mientras que se encendía la pantalla, asome mi cabeza por el pasillo. Todo parecía tranquilo.

Las parejitas hablaban entre ellas, Andreas y Angelo estaban inmersos en su propia conversación; muy entretenidos los veía. Mi mejor amigo —el cual se había pasado a los asientos delanteros —, le hacía compañía a Valerio.

Así si necesitaba saber a qué hora llegaríamos a nuestro destino, no tendría que hablar demasiado alto.

—Sí. ¿Te acuerdas que te dije que el abuelo tenía un hermano perdido que vivía en Noruega? —yo asiento —Pues hay que partir de ese punto.

—Sí claro, ¿sabes su nombre al menos? —la sonrisa de mi hermano se ensancha cuando escucha la pregunta formulada por mí.

—Por supuesto.

—¿Y cómo se llama? —las ansias por saber su nombre me carcomían por dentro.

—Pietro Lepori, ahora Pietro Spinelli. Adquirió el apellido de su marido, el cual como te acabo de decir recientemente es Spinelli. Viven en Noruega desde hace más de cincuenta años —¿qué le habrá obligado a irse tan lejos de su país natal? —. Nuestro querido tío abuelo es inspector de policía allí, bueno en realidad ahora está retirado o eso es lo que dice el informe que me han mandado.

Tiene bastante información sobe el hermano del abuelo eso es bueno, es un avance al menos.

—Dime más.

—Toda la familia del marido vive en Odda, en tanto que ellos, viven en Svolvær —los nombres eran rarísimos. Igualmente mucho de noruega no sabía, prácticamente lo único que sabía que era parte del continente europeo y que su capital era Oslo. De ahí a saber algo más, era poco probable —. Tanto Pietro como Ennio adoptaron a dos niños, que por obvias razones ya son mayores, rondaran por las edades de nuestros padres.

Por Dios, esto es información demasiado valiosa, no sé si todo lo que me está diciendo mi cerebro lo retenga. Hoy voy a acabar saturada; si no lo estoy a estas alturas ya.

—Neilan y Chiara son los nombres deseos niños que adoptaron. Al parecer de Chiara no han encontrado absolutamente nada. Sin embargo, de Neilan sí; él se casó con Pierina Parisi, que fruto de ese matrimonio nacieron Malone y Elio Spinelli.

—Estoy demasiado intrigada por saber más acerca de ellos, ¿no hay más cosas que pueda saber?

—No, por ahora mi investigador de confianza no me ha enviado más información acerca de ellos. Asimismo, no hay demasiada información. Por supuesto, que dos ex oficiales de policía saben mantener al margen de toda su privacidad —asiento estando de acuerdo con él.

—¿Cómo conseguiremos todo el material que necesitamos? —mi hermano sonríe de lado.

—Lo conseguiremos Leona —se queda callado y con los ojos fijos en la pantalla esta vez. Algo ha tenido que ver —, no tardaremos demasiado en saberlo.

—¿Te han enviado el teléfono o algo?

—¡Bingo! 



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