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Loto y animales

Mukuro tardó en calmarse tras escuchar lo de Kyoya, él fue quien encontró a Tsuna luego de haber sido rechazada y también el que la consoló. Todavía recordaba ese momento en que fue a recogerla a Namimori en su primer día escolar como omega.

Había ido a visitarla la noche anterior llevando un ramo de flores de loto, el primero de muchos, como muestra de sus intenciones para cortejarla, siendo ambos aceptados por la sonrojada omega. Pero la alegría de esa noche se esfumó al sentir el aroma a canela con toques amargos.

Corrió siguiendo su olfato para encontrar a Tsuna, no le importó empujar a los pocos estudiantes que seguían en el edificio por sus clubes, solo se apresuró hasta el patio trasero de la escuela donde la encontró oculta tras el incinerador.

Estaba abrazando sus piernas mientras lloraba y temblaba, su omega había recibido un duro golpe cuando aún estaba vulnerable. Él no dudó en abrazarla para tranquilizarla, pero cuando escuchó lo que había pasado casi la deja para ir a matar al demonio de Namimori.

Aún así, se controló y le puso su chaqueta sobre la cabeza para que los curiosos no vieran sus lágrimas y su olor la tranquilizara. Esa noche ella durmió en Kokuyo como muchas otras veces, pero ese fue el inicio de su relación ambigua.

En todos esos años Kyoya no había mostrado indicios de preocuparse por Tsuna, ¿y ahora era el primero en aceptar las pruebas?

Ya sentía su cabeza punzar mientras se acostaba en el prado luego recibir todo el reporte de Nagi y que está lo dejara solo en su mundo onírico. Planeaba quedarse un poco más para pensar tranquilo, pero un toque suave en su cabeza lo despertó.

Abrió sus ojos con disgusto por la interrupción, pero este desapareció al ver sobre su frente una pata felina demasiado grande para ser de un gato.

—¡Gao! —Lo saludó el cachorro de león con su melena de llamas del cielo brillando.

—¿Natsu? ¿Qué haces aquí? —Le preguntó al león que había comenzado a frotar su mejilla con la suya mientras hacía sonidos de gusto.

—Natchan me está acompañando.

Mukuro volteó al escuchar esto y se encontró con la pequeña Renge sentada junto a él con una sonrisa.

—¿Mukkun estaba durmiendo? —Preguntó acostándose junto al alfa.

—No... Estaba trabajando... —Le dijo observando como el cachorro de león se acurrucaba junto a ella.

No pudo evitar sonreír ante la tierna imagen.

—¿Cómo trabajas mientras duermes? Estoy segura que estabas dormido.

—Kufufufu, me estaba comunicando con mi hermana mediante los sueños.

—¿¡Puedes hacer eso!? —Le preguntó emocionada.

—Puedo, pero solo con mi hermana y tu mamá, con los demás es muy difícil establecer una conexión.

—¿Por qué puedes con mami también? ¿Es porque la quieres?

—Kufufufufu, en realidad no, puedo hacerlo porque tu madre me salvó cuando nos conocimos. Desde entonces tengo una conexión especial con ella.

—Ooooooh. ¿Yo también puedo hacer eso?

—Tal vez algún día tengas una conexión parecida con alguien.

Si ella se presenta como alfa u omega al crecer, podrá sentir las emociones de su pareja enlazada cuando llegue el momento.

—Por cierto, ¿qué haces aquí sola?

—No estoy sola, vine con Natchan.

—¡Gao! —Exclamó el león alzando una pata para apoyar a la niña.

—Kufufufu, cierto. ¿Qué hacen los dos aquí?

—Mami tenía que hablar con doctor náufrago y dijo que fuera a pasear con Natchan hasta que acaben.

Mukuro frunció el ceño al escuchar esto, Shamal seguramente había ido a examinar a Tsuna. Suspiró para mitigar su ansiedad y observó a la cachorra, era mejor esperar en compañía.

—¿Quieres hacer algo ya que me encontraste?

La niña llevó un dedo a su mentón pensativa, entonces sintió como Natsu le lamía el rostro para llamar su atención y recordó algo.

—¡Nagisa! —Mukuro se sobresaltó ante la repentina exclamación de la niña—. ¡Quiero acariciar a Nagisa! ¿¡Puedo!? ¡Mamá me dijo que sus plumas son super suaves!

Así que incluso le hablaste sobre mi animal Tsuna.

Fue lo que pensó Mukuro antes de concentrar sus llamas en el pendiente X de la niebla para liberar a su compañera de batalla, una hermosa búho de color blanco y un solo ojo de color violeta. No llevaba puesta su armadura ya que no estaban en medio de una batalla, por lo que cuando se posó en su brazo la acarició haciendo que empezara a ulular de gusto.

—Renge, te presento a Nagisa, mi fiel compañera desde hace años.

—¿Puedo acariciarla? —Preguntó con emoción.

—Claro, pero dame tu mano para guiarte y así no te lastimes con sus garras.

Ella hizo lo pedido y Mukuro llevó su mano a la cabeza del ave, Renge estaba nerviosa pero al escuchar que el ave ululaba sonrió y ya más confiada llevó su otra mano a una de sus alas, tocando con sumo cuidado el plumaje.

—Wow~. ¡Es super suave!

Mukuro rió ante la reacción de la niña y por como Nagisa inflaba su pecho, orgullosa por el cumplido.

—Sí que lo es, pero no debes tocar así a otras aves pequeña.

—¿Por qué?

—Porque no están acostumbradas y podrían atacarte por el susto, además que se podrían lastimar al tratar de apartarse de ti, sus alas en especial son muy frágiles.

Al escuchar esto Renge apartó sus manos del ave, Mukuro quiso tranquilizarla, pero antes de que se moviera la búho saltó de su brazo y se acercó a la niña dando ligeros piquetitos en su pierna para que la atendiera.

—¿¡Eh!? ¿¡La hice enojar!? —Preguntó Renge angustiada.

—Kufufufu, para nada, pero sí se entristeció de que pararas de acariciarla. —la búho ululó como confirmación—. Nagisa no es un ave normal, al igual que Natsu no es un león normal, si lo fuera ya te habría comido.

—¿¡Los leones comen personas!? —Preguntó comenzando a acariciar de nuevo al ave.

Ambos se quedaron esa tarde charlando y jugando con ambos animales. Para Mukuro resultaba refrescante tratar con una cachorra tan tierna ya que sus experiencias anteriores con cachorros habían sido algo caóticas... Excepto Fuuta, ese pequeño era el angelito de los Sawada.

También aprovechó cuando Renge decidió tomar una siesta para redactar algunos informes en su celular, ya en ese momento había logrado sacar de su cabeza a Hibari. Lo que la nube decidiera no cambiaba sus prioridades, él solo debía centrarse en su pareja y en la pequeña cachorra que en ese momento usaba su pierna como almohada y se abrazaba a Natsu... Bueno, también tenía que contarle la situación a su cachorro.

De alguna forma logrará sacarme de mis casillas, estoy seguro.

Pensó resignado, sabía que su cachorro no se disgustaría por su relación, de echo lo había animado todo el tiempo ya que Tsuna lo consentía mucho y le agradaba la idea de que fuera su madre. Pero sin duda lo iba a molestar hasta sacarle canas verdes, o peor, trataría de corromper la dulce mente de Renge para que lo ayude con sus travesuras.

Mejor atraso la charla con Fran.

Decidió antes de continuar su trabajo, debía terminar los informes, imprimirlos y llevarlos a la oficina de Tsuna para que los revisara mañana.

Al rato sintió unos piquetes en su pierna así que volteó a ver a Nagisa, cuando tuvo su atención el ave señaló al cielo con una de sus alas, había comenzado a atardecer y el cielo se estaba tornando naranja.

Él sonrió al ver ese color que tanto le recordaba a Tsunayoshi y movió levemente el hombro de la cachorra.

—Renge, ya es hora de volver pequeña.

—Mmm, cinco minutos...

—Si tardamos mucho los demás se comerán el postre sin nosotros.

Sonrió al ver que la niña abría sus ojos y se incorporaba al instante.

—¡Mukkun apúrate o no comeremos dulces!

—Kufufufu, vamos entonces pequeña. —Dijo y la sentó sobre el lomo de Natsu para volver a la casa.

En el trayecto Nagisa se posó en el casco del león para que Renge la acariciara también.

Cabe mencionar que todos se sorprendieron cuando entraron al comedor de esa forma, y Mukuro hizo una nota mental de pedirle luego a Iemitsu las fotos que tomó con su celular al ver a la niña con los animales.

Continuará...

Yo: La verdad siento que me estoy extendiendo un poco... Pero no encuentro otra forma de escribir sin que se arruine la historia...

Verde: No te preocupes por eso, en lo personal yo prefiero tenerte tranquila a tener que controlar tus arrebatos.

La autora hizo un puchero ante las palabras del científico y como Mosca Verde asentía a su lado.

Yo: No sé si me animan o me reprochan.

Verde: Ambos. Más la segunda que la primera.

Yo: Wiiiiiiii~. —Dice desganada y se acomoda bajo su edredón para dormir.

Verde: No te cojas toda la cama que yo también quiero dormir. —Le dice y se acomoda junto a ella tomar una siesta juntos en ese húmedo y frío día.

Mientras, Mosca Verde apaga la luz y muestra a la cámara su pantalla con las palabras: 1366.

Yo: Se me olvidaba algo. Cuando dije que Natsu hacía "sonidos de gusto" no me refería a ronroneos. Vi un documental en el que decían que los leones no ronronean, aunque los guepardos si lo hacen... —Tras decir esto se encongió de hombros y volvió a dormir.

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