› › T w e l v e ‹ ‹
Los estudiantes de U.A. se habían ganado de parte del director un merecido reposo de dos días debido al arduo esfuerzo –el cual obtuvo sus frutos– que habían demostrado en el festival deportivo. Después de todo el arte del descanso es una parte del arte de trabajar.
Por supuesto Ikiru también había aprovechado ese tiempo para descansar. Incluso se lo había tomado en serio, de manera que ni bien concluyó la ceremonia de finalización del festival deportivo cayó rendida.
Apenas había pasado un día desde que ganó. La medalla, la cual todavía no confirmaba si el material con el que estaba hecho realmente era de oro, había pasado a formar parte de su colección de premios adquiridos en la pared izquierda de su habitación.
No había salido de su casa desde el final de clases, en esos días no tenía nada qué hacer afuera. Su tutora le había dicho que llegaría ese mismo día antes de la hora de la cena, así que simplemente se limitaba a esperar su regreso. Como era un día libre para los trabajadores de la casa Hanamoto ella había permanecido, en soledad, en su silenciosa morada.
Ya no se tomaba el tiempo para contestar mensajes ni de ver el mismo contenido en las redes. No era una molestia, sólo que ella ya sabía que había ganado. Incluso había apagado su teléfono móvil.
Estaba dedicada en ver la televisión en la sala principal mientras comía algún aperitivo. En las noticias sólo trataban sobre dos temas que habían salido a la luz el día de ayer; el festival deportivo de U.A. y el despertar de un mal desconocido que de la nada apareció habiendo asesinado a 17 héroes famosos y dejando heridos a 23 a tal punto de no ser capaces de una recuperación completa.
Aquel misterioso agresor se había hecho conocer como "Stain; el antihéroe". Desafortunadamente una de sus víctimas había sido el hermano mayor de su compañero Iida, debido a eso él se había marchado antes de la ronda final.
Se presumía que desde el debut de All Might no se había oído de tal masacre realizada por una sola persona. Stain sólo le hacía un daño directo los héroes, pero parecía ir en contra de la sociedad misma.
Ante ese nuevo y curioso tema Ikiru estaba mostrando un leve interés sobre él por lo que había investigado superficialmente.
«Stain, Stain, Stain, Stain, Stain, Stain».
Ese nombre se repetía en su cabeza y cada vez que veía una noticia sobre el mismo se detenía a verla. Le parecía más llamativo que su victoria en el festival. De hecho aquel antihéroe se le había hecho más interesante que los mismos villanos que había presenciado antes.
Ella no era de mostrar mucha curiosidad. Debido a la insuficiencia de su amígdala cerebral hacer las cosas que los demás hacían de manera inconsciente era difícil.
Podía dejar de pensar en cualquier tema rápidamente –no porque lo olvidara sino porque no le daba la importancia requerida–, al no sentir nada prácticamente todo le daba igual. Sin embargo, podía obligarse a sí misma a pensar en algo al punto de obsesionarse con eso pese a ser capaz de dejar el tema de lado a la hora siguiente. Por aquello no se angustiaba ni se abrumaba de la nada.
Por lo mismo ella utilizaba la palabra "interesante" de manera externa haciendo alusión de lo que para una tercera persona podía parecer de tal forma.
Por una extraña condición neurológica Ikiru había sido diagnosticada con alexetimia.
El cerebro de Ikiru tenía un funcionamiento diferente a otros. Los neurólogos le habían dicho que dos áreas de su cerebro habían mostrado anomalías; la parte que controlaba las emociones –la amígdala cerebral– y la de los recuerdos –el hipocampo–.
Ikiru tenía dificultades al expresarse y demostrar, más que eso, era incapaz de hacerlo. Y antes de los 10 años no podía recordar, así que "no tenía pasado ni origen".
Se le había que en el centro de todo hay una sensación corporal, como la aceleración en el corazón al ver a la persona que amas o el estómago revuelto que acompaña un ataque de ira. El cerebro puede entonces valorar esos sentimientos para saber si se trata de algo bueno o malo, si es un sentimiento fuerte o débil. Y esas sensaciones comienzan a formar una representación consciente de una emoción y al final de todo es conectada con palabras. Sin embargo, para ella no era así.
La alexitimia de Ikiru se derivaba de una falla de comunicación entre los dos hemisferios del cerebro, lo que impedía que las señales de las regiones emocionales, predominantes en el lado derecho, alcanzaran las zonas del lenguaje, principalmente ubicadas en el izquierdo. Sin esta transferencia emocional le era imposible verbalizar lo que siente. En algunas personas con alexitimia, el trastorno podía tener unas conexiones anormalmente densas en el puente neural entre los dos hemisferios lo que puede crear una señal ruidosa, un poco como un radio mal sintonizado, que impide el cruce de esa información emocional.
Si bien los casos más "comunes" de la alexitimia el individuo puede experimentar problemas para expresar sus emociones, mientras que otros casos eran más especiales –graves–, como el de ella, quien ni siquiera estaba consciente de tener esos sentimientos asegurando no sentir básicamente ninguna emoción, fuera "buena" o "mala".
Los expertos que solía visitar comparaban esa anomalía cerebral con lo que le sucede a personas que se han quedado ciegas después de sufrir daños en la corteza visual. A pesar de tener ojos sanos no pueden ver imágenes. De la misma forma, un daño en un circuito neuronal involucrado en el procesamiento de emociones podía impedir que sentimientos de tristeza, alegría o enojo emerjan de la consciencia.
Desde que recordaba, que no era mucho más que 6 años, le habían diagnósticado alexitimia. Se reducía a ser un problema de nacimiento. Debido a ese percance en su cerebro ella era incapaz de percibir y expresar los distintos matices de sentimientos que acompañaban la vida de una persona regular. Debido a ese percance en su cerebro ella era incapaz de percibir y expresar los distintos matices de sentimientos que acompañaban la vida de una persona regular.
Su psiquiatra y neurólogos sostenían que quizá la emoción era activada, incluso podía dar una respuesta corporal, sólo que sucedía sin que estuviera consciente de la emoción. Los mismos no sabían cuántas veces había intentado convencerla de distintas formas que los sentimientos, emociones, comunicación y recuerdos eran necesarios como seres humanos. Ante esos puntos ella respondía vagamente y con indiferencia.
Con el tiempo Ikiru aprendió a manejar su expresión a voluntad cada vez mejor. Era capaz de fingir alegría, diversión o incluso, con algo más de esfuerzo requerido, hacer otros gestos para mostrar sorpresa. Sin problemas se obligaba a sí misma a demostrar esas expresiones tanto que ya estaba acostumbrada a hacerlo, sus facciones lo hacían inconscientemente, pero en su interior no sentía ninguna de esas cosas.
Siempre sonreía delante de los demás. Siempre se vio obligada a mostrar una faceta agradable ante los demás. Siempre fingiendo. Siempre mintiendo.
Ella sólo les vendía al resto una fantasía sobre su persona.
Por consiguiente se consideraba a sí misma una ignorante, pero no era como si pudiera hacer algo al respecto. Le habían dicho que “no sentir no era normal en un humano” y ella no debía resaltar sobre los otros de esa manera. Mostrándose como realmente era nunca lograría encajar, así que decidió adaptarse.
Vivía sumergida en el estado constante de la nada donde todo le daba igual. Al no sentir ni los deseos carnales ella podía ser comparada con una santa, a veces como un ser no viviente, ambas cosas le daban lo mismo.
Sólo delante de dos personas no tenía que ser una actriz, una de ellas era su tutora.
Ahora mismo Ikiru estaba analizando el tema del antihéroe mientras trataba de contestar una pregunta hecha por sí misma que tenía múltiples respuestas; ¿por qué una persona se dedicaría a matar únicamente a los protectores de la sociedad?
Ella se regía completamente por la lógica –algo común en los alexes– basada en su educación y razonamiento. Por lo tanto trataba de buscar la lógica en todas la situaciones y se guiaba por esta por lo que en sus cálculos solía dejar en segundo plano las emociones y sentimientos.
Ladeaba el cuello de un lado a otro hasta que se concentró en algo más que aquel terrorífico ser que amenazaba en la oscuridad a los héroes. Cuando se paró del sofá para subir a su habitación una exclamación de felicidad la detuvo, se giró a sabiendo que todavía no era hora de cenar.
—¡¡Mi Ikiru!! —Aquella vociferación que resonó por toda la sala anunció la llegada de la señora de la casa—. ¡Ya estoy de regreso!
—Bienvenida a su casa, señora Sadashi. —Su voz átona junto a una reverencia le dieron la bienvenida.
La mujer se movió hasta donde ella tan rápido como su silla de rueda se lo permitió. Sonreía abiertamente y sus ojos azules brillaban mientras contemplaba a su protegida.
—Gracias por esperarme —su voz era excesivamente dulce, casi melosa—. ¡Y felicitaciones! ¡Ahora mismo estás en la cumbre! ¡En cuestión a fama estás en tu punto clímax! —Daba vueltas en círculos alrededor de ella como si fuera una niña, los años manejando esa silla le habían otorgado experiencia así que no tuvo problemas en hacerlo—. Bien hecho, hiciste un buen trabajo —le hizo un gesto para que se agachara, al darse cuenta de ello Ikiru se puso al nivel de sus rodillas y ella le acarició la cabeza como si fuera un cachorro—. ¡Buena niña!
Parecía como si sus mayores tuvieran la misma manía de hacer esa acción que terminaba desorganizandole el pelo. Ikiru asintió en su lugar guardando silencio sin cambiar su semblante relajado que denotaba aburrimiento a un nivel descomunal.
Se había acostumbrado a estar en el escenario bajo el la luz de los reflectores. Prácticamente había obtenido la fama a una edad temprana y fue capaz de mantenerse sobresaliendo del promedio teniendo como objetivo ser la mejor; la número uno en lo que se propusiera. Justo ahora su fama había aumentado considerablemente por su última aparición a nivel nacional.
Hasta el momento había logrado mantener su meta, cuando lo hacía su tutora solía elogiarla justo como lo estaba haciendo ahora. No sabía si estaba siendo tratada como una niña pequeña o un animal.
—Señora Sadashi, ¿está feliz?
Aunque no pudiera sentir aquello Ikiru trataba como podía de comprender. Más que nada por su búsqueda de saber y por las peticiones de su psiquiatra.
—¡Sí! —Su tutora respondió sin dudar—. ¡Estoy feliz!
A su mayor le hacía feliz verla destacar y vencer. Por su parte Ikiru se había dado cuenta que muchas situaciones y experiencias que podían llegar a ser insignificantes creaban felicidad a las personas de su entorno.
—Ya veo, eso está bien.
—Sí, lo está. —Terminó de acariciarla, al ver como estaba despeinada –por su culpa– y mantenía su cara seria aguantó una carcajada—... Por cierto, querida alegría de mi vida —de vez en cuando le ponía ápodos exagerados—, ¡ve a arreglarte!
—¿Uh? ¿No lo estoy? Usted fue quien desarregló mi peinado.
—¡No es sólo eso! ¡Ve a arreglarte! —Movió su mano insinuando que se diera prisa—. Salgamos a comer, alguien quiere conocerte —le sonrió mientras canturreaba sus palabras, entonces buscó varias bolsas de compras y se la extendió—. Toma esto y pontelo, ¡no fue diseñado por mí pero es lindo, tiene tu estilo!
La mujer siempre que se iba y volvía llevaba a su casa unas 10 de esas siendo la mayoría para la menor porque «La portadora del apellido Hanamoto debía aprovechar y explotar sus dotes físicos».
Por las palabras de su tutora supo que su descanso total iba a ser interrumpido ese día. Sin cuestionar nada al respecto tomó la bolsa, después de dar una reverencia se dirigió a sus aposentos subiendo las escaleras en forma de caracol. La rubia colocó una mano en su mentón sabiendo que se daría la vuelta, efectivamente lo hizo.
—¿Qué comeremos, señora?
—Eso no es lo que normalmente se pregunta, como se esperaba de mi Ikiru. —Disimuladamente soltó una risa—. ¡Lo que sea que vayan a servir en el recién inaugurado restaurante francés que queda a 17 kilómetros de aquí! Se trata de una cadena abierta por un viejo quisquilloso, ¡así que estará bien! ¡Ve a cambiarte tenemos una hora!
Ikiru asintió yendo a su habitación.
Al entrar antes que nada priorizó sus necesarias pastillas de horrible consecuencias, estaba tan sumida en su descanso que, sin querer, se había saltado la hora de tomarlas.
Una que le proporcionaba inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) para aumentar los niveles de serotonina en su cerebro. Otra que la ayudaba a lidiar con aquella indeseable peculiaridad.
Hecho esto procedió a cambiarse teniendo una idea de a quien vería en aquella reunión.
Hanamoto Sadashi era una célebre mujer adinerada, formaba parte de la alta sociedad así que solía ir a reuniones sociales que asemejaban ser como la de los nobles.
A veces Ikiru, por petición de su mentora, le hacía compañía en estas.
De vez en cuando ella misma consideraba a la alta sociedad como su persona, aunque ellos no tuvieran alexetimia, puesto qur fingían, mentían e intentaban monopolizar todo a su alrededor. Suponía que a lo mejor era por esto que la cúspide de la sociedad era odiada por muchos.
Efectivamente fue tal y como lo había previsto; Ikiru y su tutora habían pasado una velada en el recién inaugurado restaurante de temática francesa en una reunión social.
El ambiente no le resultó molesto ni a sus oídos ni a sus ojos, mucho menos a su sentido del gusto, al contrario le resultaba más práctico que las ruidosas fiestas a la cuales, según había oído decir, asistían las personas de su edad.
Como se esperaba los invitados en su mayoría vistieron formalmente de traje y vestidos sin código de color. Así mismo ella llevó un vestido negro, el cabello recogido –dejando suelto el flequillo que cubría su ojo derecho– y los labios pintados del mismo intenso color que portaban sus ojos.
De por sí ella poseía una característica aura mística y elegante rodeándola, no obstante en ese momento aquella se había intensificado por su arreglado aspecto.
En las dos horas que habían permanecido allí fue presentada a más personas de las que se le dijo. La miraban como si estuvieran juzgándola en silencio y después la felicitaban con una aparente buena vibra.
Se acercaban para darles cumplidos naturales y competentes atraídos por el deslumbrante aura de su presencia como las abejas o mariposas a una flor. Sólo que, a pesar de su apellido, ella no era una flor que pudieran arrancar.
Las miradas de ellos nunca la tensaron, ni siquiera sabía que significado debía de darle. Los susurros, las risas, los comentarios, aunque fueran en su dirección no le importaban, así que parecía como si las ignoraba.
Que le prestaran más atención de lo normal se debía a su exaltación en el mundo heroico.
Los héroes eran una parte imprescindible de la sociedad. Aunque para algunos de ellos los héroes sólo eran tratados como herramientas o seres que existían meramente como símbolo de protección, estar en la alta sociedad "de forma heroica" era la cúspide misma.
En la reunión social, expresamente programadas para expandir sus círculos, conoció a la persona que quería presentarle su tutora.
Chior, un lustre artista y camarógrafo que era apodado como camaleón porque poseía un quirk que hacía cambiar su color de piel según sus emociones, había quedado absorto con la formalidad y carisma de Ikiru con tal magnitud que, de inmediato, le propuso ser la modelo principal de su revista Josei Jishin* como modelo de la cede principal. Ella aceptó tal propuesta una vez que su tutora le dio el visto bueno.
Suponía que aquel hombre camaleónico la había elegido sólo para poder colgarse de su momento de fama. Realmente no le importaba si era así, todos velaban exclusivamente por su propio bien y de igual forma ella podía aprovechar ser partícipe de la revista para poder realzarse más en la sociedad y el mundo de la moda –al cual pertenecía su tutora–.
Un pie en la moda y uno en el heroísmo no sonaba nada mal.
Si aceptaba no perdería nada, en cambio ganaría, así que lo hizo acordando que sería incluso menor a un trabajo de medio tiempo y, tomando en cuenta su vida académica-heroica, sólo sería cuando tuviera tiempo libre. Por haber aceptado sin dudar las limitaciones –al punto de parecer que él ni siquiera sería superior de la joven en el ámbito laboral– que impuso Hanamoto sobre su protegida él les demostró lo desesperado que estaba por conseguirla.
Después de todo aquel conocido de Hanamoto había quedado fascinado a primera vista con su figura. Y definitivamente no fue el único.
—Hemos llegado, señorita Hanamoto.
Ante aquellas palabras ella dio un asentimiento acompañado con su característica sonrisa apática. El chófer se había encargado de regresarla –por petición de su superior– a la residencia Hanamoto puesto que ya era algo tarde, en cambio su tutora había decidido quedarse un rato más para "avivar el fuego" de la reunión a su excéntrica manera.
—Le agradezco el haberme traído, puede marcharse —dijo, una vez se desmontó del benz—. Que tenga una agradable noche.
—Lo mismo le deseo, señorita. Descanse.
Con un movimiento de manos lo despidió quedándose justo enfrente de su residencia. Una vez se marchó borró su sonrisa y fue caminando al lado contrario de donde debía ir.
Sabía bastante bien que donde vivía era una de las zonas más tranquila y protegidas de la ciudad, aún si no fuera así no le preocuparía caminar libremente, por eso fue directo al lugar de donde provenían unos movimientos sospechosos puesto que estaba cerca de su persona.
Por sus cuidadosos movimientos pudo deducir que no era un animal, mucho menos un objeto, era una persona.
Quizá un acosador que los hubiera seguido. O tal vez un temerario ladrón. Podía encargarse de cualquiera de ellos con facilidad, mas, si se trataba de quien creía no podía hacerlo.
Como supuso inicialmente esa presencia se trataba de "esa persona".
—Hey.
—¡Waaah! —gritó la presencia no deseada cayendo de trasero al piso por la sorpresa de esa interrupción. Al reconocer el rostro de Ikiru se llevó una mano al pecho—. ¿¡F-Florecilla!? ¡No salgas así de la nada! ¡¡No tengo nervios de acero como tú, sabes!!
Jadeó un par de veces antes de volver a alzar la mirada, se había llevado un buen susto al ternerla de repente en frente de él. Al elevar su mirada se encontró con la joven muchacha encogida a su misma estatura aproximando su delicado rostro al de él como si lo examinara, debido a la cercanía pudo ver como un rojo carmesíe –similar al de sus orbes– acentuaba sus herméticos labios. Cuando ella se puso de pie también pudo ver que traía puesto un vestido negro suelto.
—Hey... —antes de que él pudiera preguntar algo ella se adelantó— ¿Qué se supone estás haciendo por aquí de manera tan sospechosa?
—Lo sé, admito que también es grato verte, florecilla.
—No soy una "florecilla".
El joven, de cabello corto negro y ojos del mismo color, todavía tirado en el frío suelo de la calle extendió su brazo en dirección a la de tez más clara. Ella bajó su mirada hasta la mano del contrario, pero no la tomó, en vez de eso fijó sus orbes en los contrario que, como respuesta inmediata, miraron a otro lado sin disimulo.
Ella volvió a entornar su cuello, si bien cuando encendió su celular tenía un montón de llamadas y mensajes de su parte no esperaba verlo a tales horas rondando por allí. Tomando en cuenta la ausencia de su tutora pudo calcular que podía permitirse darle unos 15 minutos de su tiempo como máximo.
—En la televisión algunos de esos niños te llamaron así, más bien "Ha-na-chan" —canturreó mostrando una sonrisa pícara, su hablar tenía marcado un peculiar acento que le entorpecía algunas pronunciaciones—. Oye, florecilla, oye, te veías genial en el festival deportivo; en todos los eventos estuviste fantástica, ¡eres una increíble patea traseros! Tu pelea final fue mi preferida, ¿quién era ese niño?, ah felicidades por tu victoria, por cierto —habló rápidamente, así mismo fue ignorado—. ¿Me estás ignorando? ¿No estás siendo cruel conmigo? ¡Yo también quiero ver una de esas lindas sonrisas tuyas! —hizo un puchero porque ella no le prestaba atención—. ¿Por qué todo lo que recibo de tu parte es... esa expresión? —señaló el rostro de Ikiru—. Me aterra hasta los huesos, ¡aunque me gustas más así!
«Qué ruidoso» pensó la muchacha manteniéndose en silencio sin responder a ninguno de sus comentarios. Ella no sonreía, en cambio con sus ojos vacíos le brindaba una mirada afilada y por naturaleza una siniestra aura la envolvía. Por otro lado, él mantenía una amplía sonrisa mostrándose embobado por la expresión ajena, aún así no se atrevía a buscar sus carmesíes orbes.
—Hablas mucho. Y al menos deberías ponerte de pie antes de dirigirme la palabra. —Habló al ver que él tenía intenciones de decir algo más—. Contesta mi primera pregunta.
—¿Eh? ¡Espera! ¡Es por culpa de tu repentina aparición que estoy en el piso! ¡Carga con tu responsabilidad y---! —Sin dejarlo terminar su oración exclamativa Ikiru utilizó su peculiaridad para levantarlo, una vez de pie él resopló frunciendo el ceño—. ¿¡Por qué hiciste eso!?
—¿Uh? ¿Por qué tienes esa expresión si hice lo que querías?
—Me ofendes al no querer tocarme... No soy un inmundo ni tengo alguna enfermedad que se pegue mediante el contacto físico, sabes.
—¿Es así? —con un dedo picó la mejilla del joven y ladeó su cuello—. No te ofendas, ¿ok? —en cuanto lo tocó su cara enrojeció furtivamente e hizo una mueca—. Rojo —enfatizó el color de su rostro.
—Tú... de verdad, en serio... Honestamente... —al oírlo tartamudear ella se alejó—. ¿Cómo es que a veces puedes llegar a ser tan estúpidamente linda?
—¿"A veces"? ¿No lo soy siempre? —cuestionó—. Un asunto más importante de tratar; ¿para qué has venido hasta aquí?
—¿No puedo simplemente visitarte?
—No.
—¿Eh? Qué cruel... —volvió a hacer un puchero— La verdad es que me quedaba de camino.
—Eso no es cierto.
—Sí, no lo es, siendo honesto sólo quería verte.
—... Como ya lo has hecho, me marcho.
—¡Espera! ¡Era broma, era broma! —exclamó repetidamente tomándola del brazo para detener sus pasos—. En realidad he venido a contarte una información que sé podría interesarte.
—¿Qué es? ¿Vas a decirme cómo puedo deshacerme de ti?
—No me pidas lo imposible, ni la muerte misma podría lograrlo, si muero mi fantasma te perseguirá por la eternidad —aseguró soltándola, ella hizo una mueca por su irrazonabilidad—. Es sobre esas noticias, uhm —rumió—, ¿cómo se llamaba ese tipo terrorífico que ha causado revuelo? Vengo a contarte sobre él y no me acuerdo de su nombre, ¿soy patético como base de datos?
Al escuchar esas palabras Ikiru se giró hacia él. Se acercó a su rostro mostrando que entre sus alturas no había más que un par de centímetros de ventaja por parte del chico.
—Te refieres al antihéroe —respondió la pregunta que se había hecho a sí mismo, el de mirada juguetona asintió frenéticamente—. He indagado sobre él, los participantes en la reunión social en la que estaba hace un par de minutos también lo mencionaron cuidadosamente reiteradas veces.
Ciertamente las personas en aquél lugar no retuvieron su curiosidad sobre ese asesino y demostraron interés al mismi tiempo que miedo por ese endémico ser. Si bien su existencia les parecía intrigante el terror que desprendían, por angustiantes razones, era mayor que cualquier otra emoción.
Al oír que Ikiru había investigado superficialmente, o al menos que le había prestado atención, hizo una expresión de alegría. Era justo lo que esperaba de su parte.
—¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! —soltó interjecciones seguidamente para llamar su atención—. ¿Te ha interesado esa persona? ¡Étrange! —expresó moviéndose con inquietud—. Por más extraño que fuera lo vi venir, ¡así que vine a contarte algo intrigante sobre él!
—Resumidamente has venido de chismoso.
—Prefiero el término de compartir información.
Ikiru se preguntó mentalmente si era correcto hablar de un homicida, el cual últimamente había adquirido una controversial fama, parados en medio de la calle. Le dio un ligero vistazo a la casa a sabiendas de que, por más que fuera falta de educación, no podía ofrecerle entrar a su inesperado acompañante.
—Tengo sueño —ignoró su anterior comentario—. Aviso que te quedan menos de 10 minutos.
—¿¡Cuándo comenzaste a contar el tiempo!? —El grito no inmutó a la menor—. Está bien, está bien, veamos un resumen... ¿Por dónde debería comenzar? —trató de hacer memoria, una vez logró encontrar un punto importante sonrió—. Sucedió el mismo día que estuviste en esa súper actividad escolar, antier; por casualidades de la vida presencié, sin querer, una pelea, más bien masacre, entre ese tipo y un héroe, a saber cuál era su nombre —hizo una pausa para confirmar si ella lo interrumpiría, pero lo dejó continuar—. Fue, uhm, bastante excéntrico en parte y terrorífico de ver, sinceramente no creo que el enemigo de aquel se recupere sin tener repercusiones.
—Si sucedió hace 2 días significa que aquél que viste con el papel de víctima fue a Ingenium, el hermano mayor de uno de mis compañeros de clase.
Él se quedó pensando de repente a sabiendas de que había olvidado mencionar algo sobre el tema. No recibió ningún cuestionamiento, por más bromista que él fuera también sabía que de mentiroso no tenía una pizca.
—Yo qué sé, ese temible hombre de bufanda roja se robó completamente mi atención. —Se asinceró—. Confieso que el aura de aquél era mortal, asesina, y soy del tipo de los que cuando se asustan se petrifican, al sentirla pensé que iba a morir —se abrazó a sí mismo recordando aquellos perturbadora escena en la que aquellos demoniacos ojos lo encontraron—. Pensándolo bien me recordó a ti... —pese al intento su murmullo no pasó desapercibido—. Sin embargo, tú sabes, aunque estaba convencido que me atacaría no sucedió y sólo desapareció antes de que los refuerzos llegaran. No sé porqué, pero no lo mató e incluso no fue en mi contra.
—No eres un héroe, esa es la respuesta. —Contestó—. Es un antihéroe, no un villano, por ende quizá no vio lógico el matarte. Fue una simple discriminación. Si existiera la suerte se podría decir que no eres más que alguien que estuvo en el lugar y momento equivocado con la suerte de tu lado.
—Por alguna razón al oír eso me siento mal, es decir, ¡estuve a punto de morir, o eso sentí! Al menos compadecete hipócritamente —cubrió su rostro fingiendo llorar—. El ser un antihéroe lo vuelve más profundo para ti, ¿verdad? Tus intereses son horribles, más aun contando con que eres una estudiante a héroe.
—¿Es así? —Canturreó en un tono monótono— Los antihéroes son algo difíciles de encontrar. Lo que me interesa, por decirlo así, no es su persona en sí... Más allá de eso lo que podría atraer mi atención más que su fuerza se podría decir que es su ideología, su punto de vista.
Por su monótona forma de ver las cosas en un inicio Ikiru se había concentrado en las perspectivas ajenas para comportarse y tratar a los demás. Mantenía la idea de que la lógica y el análisis podía variar de acuerdo al punto de vista, por lo mismo ella desde siempre había tratado de ver las cosas de todos los ángulos posibles.
A lo mejor el punto de vista de aquel antihéroe le daría un motivo racional de porqué realizaba esos actos.
Quizá tenía un trastorno psicótico. Quizá lo hacía en busca de emociones fuertes que lo sacudieron. Tal vez su motivación se basaba en un rencor. A lo mejor para dejar a la sociedad desprotegida. O simplemente estaba en busca de una polémica fama y atención.
Los motivos que podían impulsarlo a llevar a cabo sus actos eran incontables. No lo conocía como para saber de qué manera racionaba, sólo aquél asesino sabía porqué levantaba sin dudar un cuchillo en contra de los protectores de la sociedad.
También había querido obtener la razón por la que el villano principal que los atacó aquella vez, pero mediante una vaga conversación de Shigaraki y All Might su motivación salió a flote así que lo descubrió.
El objetivo en sí no era lo que le importaba, la razón detrás de la finalidad podía ser más intrigante.
Sin duda el cerebro humano y la forma en la que funcionaba era de lo más curioso.
—Como siempre soy incapaz de entender el cómo piensas, ¡pero puedes contar conmigo para lo que necesites! —Asintió seguidamente para respaldar sus palabras— Por cierto, ese héroe "Ingenium", o cómo sea que se llame, dijo que estaba en deuda conmigo, creo que piensa que intenté salvarlo.
—Bien por ti.
—¡Deberías elogiame más! —Exigió masajeando su cíen.
—¿Experimentas un dolor de cabeza o algo así?
—No, no, es para recordar porque sé que había algo de suma importancia —había priorizado tanto esa información que se le habían olvidado algunos detalles—. ¡¡Lo recordé!!
—No seas tan ruidoso.
—"¡Sólo All Might puede acabar conmigo!" —Recitó la frase que el antihéroe había dicho—. Eso fue, eso fue lo que dijo, ¡estaba preocupado porque él va tras ese hombre!
Como esperaba que sucediera Ikiru no sólo se mostró más interesada, empezó a centrarse en sus pensamientos.
—... ¿Sólo el señor héroe? ¿Es "así" de fuerte el antihéroe? ¿Eso significa que es un monstruo o algo así? ¿Conoce la verdadera fuerza del señor héroe? ¿O sólo estaba siendo egocéntrico?
—Es algo más que eso, es más como si lo hubiera dicho en otro sentido, en uno menos literal —la interrumpió, aunque supiera que ella estaba pensando en voz alta—. Fue como si estimara a All Might.
Ikiru ladeó su cuello una vez más intentando descubrir por su cuenta poder comprenderlo mediante la lógica.
El que una persona admirara a All Might era, básicamente, normal. Después de todo era conocido por ser poderoso, anormalmente fuerte, bondadoso y carismático, el simple nombre de All Might lo decía todo.
Aquél que siempre tenía una sonrisa en su rostro y trataba de salvar a cualquiera que estuviera en peligro. Incluso era capaz de perdonar la vida de sus enemigos, aunque jamás las que ellos habían quitado. Un hombre que infundía respeto a sus aliados y temor a sus enemigos.
«Sí, definitivamente la admiración hacia el símbolo de la paz es de lo más normal y está justificada. Mas, ¿es normal para un asesino de héroes admirarlo? ¿Está bien que lo admire aunque forme parte de "sus presas"? ¿Por qué admirarías a alguien que quieres matar? —Se preguntaba mentalmente sin llegar a entenderlo—. ¿Es una clase de admiración que no opaca su instinto asesino? ¿Acaso esa admiración significaba que no odiaba a los héroes? ¿Por qué los mataría, entonces?».
Mientras formulaba mentalmente sus preguntas trataba de buscarles una respuesta al mismo tiempo. En un caso así lo más seguro sería creer que su acompañante de ojos vibrantes lo había malinterpretado, pero sabía que no era así; él, sin duda alguna, era la persona que mejor entendía y asimilaba las emociones y los sentimientos ajenos. Por lo tanto lo más probable era que tenía razón.
—¿Desde que ángulo ve las cosas el señor asesino de héroes? —El chico, que pacientemente había esperado que saliera de sus pensamientos, le prestó atención—. ¿Asesinarlos por odio o por admiración?
—B-bueno, no creo que la "admiración" lleve a las personas a tal punto punto, sin embargo es totalmente posible ya que he sabido de humanos que han llegado a matar por "amor" o, más bien, por su versión de tal. Si bien no hay una reacción fija de como alguien pueda actuar por un sentimiento, es un poco...
—No es lógico, ¿cierto? —Su acompañante le dio la razón— Los sentimientos en sí no son del todo lógicos, aunque para mí simplemente no lo son para nada. —Resaltó—. ¿Por qué el detestar a los héroes pero no a All Might siendo que este es, por decirlo así, la ideología de los mismos? ¿No los "odia"? ¿Por qué él debe ser la excepción? —a medida que hablaba jugueteaba alrededor del pelinegro—. Siguiendo una "pura" y sosa ideología, ¿qué es lo que simboliza a un héroe?
—Su valía, fortaleza interior... ¿su escala de valores? —Trató de contestar rápidamente— Actuar en pos de la justicia, arriesgar su vida para proteger a otras personas, no quebrar las leyes sociales o morales sino que, por el contrario, defenderlas. Además tener un fuerte pensamiento positivo que los caracteriza, o algo así.
—Para resumir, "son desinteresados completamente y actúan siguiendo su corazón y el sentido de verdad" —completó—. Una mente ingenua pensaría que todos los héroes actúan así, que esa es su valía, lo que no es así. Sin embargo, se podría decir que esas características son las que describen al pie de la letra al ilustre All Might...
La repentina pausa de la Hanamoto lo sacó de su estado de concentración, el discurso que pensaba sería más extenso fue dejado de lado. Como la conocía bien supo de inmediato que había parado no por faltas de ideas para completarlo o algo así, ese silencio significaba que había encontrado una respuesta más cercana a la realidad en la que creía.
—¿Has descubierto la respuesta? Debiste haber entrado en una academia para detectives en vez de héroes.
—Las respuestas sólo son teorías si la persona en cuestión no da la confirmación para marcarlas como correctas u erróneas. —Respondió de inmediato—. Al final puede que sea más superficial, ¿no es el antihéroe el único que puede decirlo? ¿Quieres ir a por la confirmación, Yuzzu?
Por primera vez en la noche ella le sonrió en su dirección. Pese a que también hubiera sido una sonrisa forzada no era apática como las que solía soltar por amabilidad y educación, era más ancha y su mirada le añadía un toque espeluznante en medio de la oscuridad nocturna.
Su propuesta causó un vuelco en el instinto de supervivencia del chico y su rostro palideció poniendo una expresión en blanco. Si bien el antihéroe le había perdonado la vida cuando lo vio fue porque no se metió en su canino. No sabía qué le pasaría si lo hacia una segunda vez y esta vez entrometiéndose.
Sin embargo, Ikiru ya había tomado una decisión y eso lo dejaba con el sentimiento de no tener opción. Obviamente ella no lo obligaría ni se lo pediría una segunda vez, sólo lo haría por su cuenta y eso lo angustiaba.
Sabía de lo que ocurría en el cerebro de Ikiru, después de todo él era la segunda persona con la que ella no tenía que actuar, por lo que tenía en claro que ella no entendía las señales de peligro al no sentir miedo y que, a pesar de ser humana, tampoco sentía el instinto de supervivencia al mismo grado que él.
—¿Q-qué? ¿Me has oído siquiera? ¿Lo has hecho? —Como respuesta ella mantuvo su sonrisa un par de segundos más y asintió, él suspiró larga y amargamente—. Cada vez que haces un movimiento mi mundo se vuelve ruidoso —soltó en modo de queja, eso fue respuesta suficiente para ella—. Averiguaremos su "por qué", pero antes, ¿tú por qué quieres saberlo? ¿Estás a tal punto de no tener nada más qué hacer?
—Probablemente porque estudio para ser una heroína —la respuesta fue automática—. Independientemente de la situación es como si todos los héroes suelen entrometerse en la vida de los demás, sabes —su modo de ver a las figuras heroicas siempre fue peculiar—. Por el momento tampoco tengo algo mejor que hacer, por lo que cuento con el tiempo suficiente. Además, los puntos de vistas ajenos son una ayuda para comprender mejor las diferentes situaciones que se me presentan —empezó a enumerar—. Y de todas maneras las probabilidades de tener un riesgo de muerte son bajas; no es como si estuviera yendo a la ofensiva, puede que si no sabe que soy una estudiante a héroe no tendrá porqué matarme.
—¿Vas a ocultar ese hecho?
—No del todo, si no me lo pregunta no tengo porqué decirlo, ¿cierto?
—Ah-ha —de mala gana le dio la razón—. Prácticamente utilizarás a un asesino como método de entretenimiento. Algo que todos los adolescentes hacen hoy en día, ¿eh?
—Ese tono sarcástico es grosero, y no useas el término de "utilizar". Él ha acaparado los medios de comunicación por lo que la publicidad que había obtenido fue opacada, en síntesis, es su culpa —resolvió con una increíble facilidad, como si lo tuviera todo pensado—. ¿No eres tú el que dice que debería mantener mi mente ocupada y buscar nuevas situaciones para experimentar?
—Honestamente ya no sé si deberías ser detective o abogada, florecilla —Ikiru levantó los hombros y él pasó una mano por su rostro—. ¿Cuál es el plan?
—Es tarde, ya pasaron los 10 minutos concedidos —su respuesta evitó por completo la pregunta—. Si así lo quieres podemos discutirlo otro día, Yuzzu, pasa una buena noche y ve con cuidado en tu regreso.
—¡O-oye! ¡¡Florecilla!!
Sin hacerle caso a ninguno de sus llamados fue de regreso a la casa Hanamoto luego de haber resuelto el detalle de Yuzzu.
Yuzzu, aquél que podía ver su faceta "insensible" sin juzgarla, a quien no tenía que mentirle. El mismo que, por ser dotado en empatia, se había apodado a sí mismo como "su voz de la razón y su consciencia". Aquél que pese a sus diferencias sociales permaneció a su lado sin su consentimiento. Quien no sentía lástima por ella. Quien no la encasillaba ni la idolatraba como a una perfecta "santa". La persona que podía considerarse más cercana a ella.
El culpable de que Ikiru tuviera dos peculiaridades. Por su cuenta le había concedido ese segundo poder que habitaba dentro de su ser. Su "amigo"; Yuzzu.
❀.
*Josei jishin: es una revista femenina semanal japonesa.
*Yuzzu llama a Ikiru como "florecilla" porque su apellido (Hana-moto) inicialmente está escrito con el kanji de flor y el de origen, pero sus compañeros se dirigen a ella como "Hana" lo que en solitario significa flor.
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