Capítulo 4
El coche era espacioso y muy cómodo, más que los asientos del avión y mi cuerpo se relajó justo en el momento que el motor arrancó.
—Su nombre es Kim Do-Yun. Disculpa que no se haya presentado como es debido, su conocimiento del inglés es un poco limitado.
Miré a Hana y observé que sonreía. Él la miró a través del retrovisor y carraspeó antes de hablar.
—Joesonghabnida (lo siento)—inclinó su cabeza a modo de disculpa y fijó sus ojos en el frente. En cuestión de segundos, salimos del aeropuerto y tomamos una carretera a penas iluminada—. Es un placer conocerte. Puedes llamarme Doyun.
—Igualmente—sonreí y volví a inclinarme—. Yo soy Alma.
—Él será nuestro chófer siempre que lo necesitemos.
—Genial.
—Lo cierto es que hemos realizado este trayecto varias veces. No eres la primera en hacer voluntariado en Seogwipo, pero espero que tu tiempo aquí sea más prolongado.
—¿Más prolongado?
—Sí—suspiró y posó sus ojos en mí—. El sitio al que nos dirigimos es muy tranquilo. Eres nuestra única voluntaria este año. No hay muchos lugares de ocio y nuestro bloque de apartamentos está a pocos minutos de la escuela.
—¿Y qué tiene eso de malo?
—Si a eso le sumamos el hecho de que nuestra escuela es unitaria—se detuvo un instante antes de seguir hablando—digamos que las experiencias previas que hemos tenido no han cumplido las expectativas de nuestros maestros y maestras.
Con unitaria se refería a que era una escuela con número reducido de alumnos, en donde no más de cinco o seis maestros atendían a niños de diversas edades.
—La realidad no siempre se ajusta a nuestras expectativas, pero no por eso debemos tirar la toalla, ¿no?—a través de la ventana, las pequeñas luces de los pueblos resplandecían con suavidad—. Creo que todos somos conscientes del lugar al que hemos venido y el trabajo que debemos hacer.
La sonrisa de Hana se amplió y palmeó alegremente.
—Es mi obligación hacerte saber a lo que vas a exponerte—se introdujo el pelo detrás de las orejas y colocó las manos sobre su regazo—. Yo me hago cargo de la guardería anexa a la escuela. No son muchos niños, por lo que puedo atenderlos a todos sin problemas. Sin embargo, a partir de los tres años se dividen en cuatro grupos: el de Suho, de tres a seis, el de Yejun, de seis a ocho, el de Cho, de ocho a diez, y el de Jia, de diez a doce.
—En mi solicitud indiqué que mi especialidad era el inglés, pero no me importa trabajar como apoyo—admití—. Estoy dispuesta a ayudar en cualquier cosa que necesitéis. He estado con niños de diversas edades en mis prácticas universitarias.
—Me gustas, Alma—no supe cómo reaccionar a su comentario y la expresión de mi rostro debió resultarle graciosa, porque su risa no tardó en aparecer—. Me gusta tu espíritu, eso es a lo que me refiero. El mundo necesita más personas como tú—tocó la montura de sus gafas y se las ajustó—¿Dónde has estado todo este tiempo?
—Estás hablando demasiado, Hana—su mirada voló hacia Doyun y en ese instante, capté que una de las comisuras de los labios de él se elevaba—. Déjala descansar.
—¿Cómo es posible que sólo sepas hablar inglés cuando no es necesario?
Doyun se encogió de hombros y Hana se reclinó contra el asiento, haciendo un mohín.
—Siento darte tanta información en tan poco tiempo—suspiró con fuerza—. Sólo estoy un poco emocionada.
—No te disculpes—me apresuré en contestarle—. No me molesta. Para nada. Es más, te agradezco que me digas la verdad.
Los ojos de ambos volvieron a cruzarse en el espejo y lejos de sentirme incómoda, me sentí...bien. Sin apenas intentarlo, Hana había hecho desaparecer mis nervios con unas pocas palabras. Agradecí su cercanía y también comencé a sentirme emocionada al ser consciente de que pasaría más tiempo junto a ella.
¿Podría surgir una amistad entre nosotras?
Una sensación extraña me recorrió de pies a cabeza cuando una voz interior me dijo que podía ser peligroso.
¿Y si la situación volvía a repetirse?
Debía dejar lo personal a un lado y centrarme únicamente en lo profesional.
—¿Por qué no pones algo de música?—Hana fijó sus ojos en mí—¿Qué sueles escuchar?
—Me gusta el Pop, pero lo que tú quieras.
Hana volvió a palmear con entusiasmo y Doyun suspiró con fuerza.
—Eso significa...
—Son las cuatro de la mañana. No son horas de escuchar Kpop.
¿Kpop?
Nunca antes había escuchado ese estilo de música.
—No tienes por qué negar que te gusta el Kpop. No tiene nada de malo. ¿Por qué no ocultas que ves anime?
—No hagas comparaciones.
—Respuesta incorrecta—Hana se giró hacia mí—. ¿BTS, Stray Kids o Twice?
Elegí la primera opción, a pesar de que no conocía a ningún grupo.
—Spring Day, jebal (por favor).
Ante mi sorpresa, él hizo lo que le pidió y la canción comenzó a reproducirse en ese mismo instante. Con el tiempo y gracias a ella, descubriría que sus letras eran como un bálsamo para el corazón. Spring Day, en concreto, decía lo siguiente en una de sus estrofas:
La mañana vendrá otra vez
Porque no hay oscuridad, ni estación
Que pueda durar para siempre
***
—Sí. Es nuestro bloque de apartamentos.
Las farolas de aquella calle tan alargada iluminaban el edificio de cuatro pisos que teníamos en frente. Era similar a los que había visto durante el camino y a la vez, diferente a los que estaba acostumbrada a ver en Madrid. La fachada era de color blanco y las puertas parecían metálicas. Cada planta tenía un total de cinco apartamentos, todos conectados por dos escaleras laterales que conducían hasta la azotea. En la parte trasera se encontraba el aparcamiento, justo en el lugar en el que Doyun nos recogería al día siguiente.
—Es muy tranquilo.
Miré a mi alrededor. A excepción la pequeña cafería y del restaurante situados a pocos metros, no había nada más. Sólo pequeñas naves industriales y terreno de cultivo. La brisa marina acarició mi rostro y el sonido de las olas del mar me envolvió.
—Yo lo llevaré por ti—me arrebató la maleta de las manos y comenzó a andar en dirección a las escaleras. Doyun había insistido en acompañarnos, pero ella logró convencerlo para que se fuera a descansar—. Me alegra que te guste el lugar.
—No es necesario, de verdad—me coloqué a su lado y ella se giró en mi dirección.
—No te preocupes. Eres nuestra invitada—miró la maleta y después a mí—.Además, no pesa nada. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte?
Comenzó a subir las escaleras y yo la seguí.
—Creo que un año—titubeé al hablar—. No nos han asignado un tiempo fijo, pero me he traído lo imprescindible.
Varias prendas de ropa, un neceser y la fotografía de mi abuela.
—¡Daebak! (¡genial!)—alzó las cejas y sonrió—. Parece que te has leído toda la información antes de venir aquí.
—Tenía tiempo libre, así que lo he aprovechado.
—¡Así me gusta!—lleguemos al último bloque de pisos y colocó la maleta frente a la última puerta del pasillo—. La asociación cubre todos los gastos, pero cualquier cosa que necesites o duda que tengas, no dudes en comunicármela.
—Gracias, Hana. Lo haré—agarré el asa de mi maleta y miré la puerta—. Es mi apartamento, ¿verdad?
Asintió y me entregó la llave.
—Sí—señaló la puerta contigua—. Yo estoy justo al lado. Te dejaré desempacar tus cosas con calma—sonrió brevemente y se colocó el pelo detrás de la oreja—. Espero que puedas descansar, porque mañana vendré sobre las once de la mañana.
—Está bien. Estaré lista para entonces.
Su sonrisa se hizo más amplia, introdujo la mano en su bolsillo y sacó una llave similar a la mía.
—Me iré ya—avanzó un par de pasos e introdujo la llave en la cerradura—. Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy.
—Muchas gracias.
Me acerqué hasta la cerradura de la que sería mi nueva casa y cuando giré el pomo de la puerta, los nervios me carcomieron.
—Buenas noches, Alma. Espero que hagamos un buen equipo.
Mi corazón latió con fuerza.
—Buenas noches, Hana. Estoy segura de que sí.
Cuando entré, la estancia estaba sumida en la penumbra, pero la luz del exterior me permitió ver lo suficiente. Antes de cerrar la puerta, me detuve varios segundos observando el mar a mis espaldas y respiré con calma.
Esa era mi segunda oportunidad para vivir y no estaba dispuesta a desaprovecharla.
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