Capítulo 16
Lo primero que vi al abrir los ojos a la mañana siguiente fue el sillón vacío que tenía enfrente de mí. Ese era el sitio en el que Dae había pasado la noche. Como no escuché otros sonidos que no fueran los de las olas del mar, me apoyé sobre las manos y me incorporé rápidamente. Al hacerlo, sentí los primero rayos de sol del día contra mi rostro y parpadeé varias veces para aclarar mi visión. La tormenta había cesado, llevándose consigo el frío y trayendo de nuevo la calidez de un nuevo día lejos de un lugar que me estuvo consumiendo lentamente.
—¿Te he despertado?
Me giré hacia la cocina y nuestras miradas se encontraron en ese instante. Durante un momento llegué a pensar que se había ido y no entendí por qué se me formó ese nudo en la garganta.
—No—carraspeé y me quedé sentada en el sofá—. Siento haberme quedado dormida mientras hablabas.
Debía dolerle todo el cuerpo por haber estado en la misma posición durante horas, pero no dijo nada al respecto. Ni siquiera admitió que el sillón era más duro e incómodo que el sofá.
—Era tarde y estabas cansada—dijo con una voz ligeramente más ronca de lo normal que me hizo pensar que no se había despertado hace mucho tiempo—. Aunque lo hiciste en la mejor parte—las comisuras de sus labios se elevaron mientras lo decía—. La próxima vez te contaré por qué Doyun tiene miedo de los peces rana.
La próxima vez.
No habría una próxima vez.
No debía haber una próxima vez.
De pronto, la manta se deslizó sobre mi hombro derecho y lo vi seguir su trayectoria hasta que se posó sobre mi regazo.
—Gracias por el detalle de la manta—volví a envolverme con ella y me puse en pie. Me miró en silencio y no dijo nada hasta que estuve a menos de un metro de él.
—Debería ser yo el que tendría que estar agradeciéndote todo lo que has hecho por mí.
Quise hacerle la contraria, pero por suerte las palabras que estaba pensando en usar murieron en la punta de mi lengua. No me serviría de nada decir cosas innecesarias. No debía meterme en un lugar en el que no me estaban llamando. No podía arriesgarme a perderlo todo por ver cosas donde no las habían. Debía de hacer todo lo posible para que nuestros caminos siguieran la ruta a la que estaban predestinados. No quería volver a cometer los mismos errores del pasado.
—No es para tanto—un rayo de luz incidió directamente en sus ojos y reveló un tono avellana que nunca antes había podido ver—. También lo habrías hecho si hubieses estado en mi situación.
—Tienes razón—dijo tras un breve silencio.
Entonces se giró, me dio la espalda y alcanzó dos botes de cristal de uno de los armarios superiores.
—¿Conoces el café dalgona?
—No—admití.
—Se prepara con café soluble, azúcar, agua y leche. Estoy seguro de que tienes todos los ingredientes, ¿te gustaría probarlo por primera vez?
—Me encantaría.
Con sólo cuatro cucharadas de café y de azúcar, y con 350 mililitros de agua caliente que vertió en un recipiente y que batió durante cinco minutos, creó la crema de café más dulce que había probado en mi vida. Después de sonreír orgulloso por su pequeña gran obra, vertió la leche que todavía estaba fría en dos tazas y le colocó la crema con una cuchara.
—Hana y Doyun no tardarán en llegar—dijo tras dar un sorbo generoso. La luz todavía no había vuelto y pensé que quizás la tormenta había afectado a algún poste de luz conectado directamente con nuestro edificio—. Van a ser las ocho y la escuela empieza a las nueve—los nervios cobraron vida en mi estómago y mi deseo de terminarme la taza de café comenzó a parecer más eso que una realidad—. ¿Cómo te sientes?
Le dije la verdad y fui sincera al igual que él lo había sido conmigo la noche anterior. Su respuesta fue que era algo normal, natural. Todos nos sentíamos así al tener que afrontar una situación que era nueva para nosotros. Lo importante era cómo nos enfrentábamos a ella, de manera que pasara a convertirse en algo que nos hiciera más fuertes, independientemente del resultado.
—Yo siempre me siento así antes de un concierto y también cuando una cámara comienza a grabar. Es como si todos los ojos se centraran en una sola persona, en mí, pero trato de no pensar demasiado en eso. Intenta disfrutar de lo que haces. Estás aquí por un motivo y tienes que vivir cada momento y aprender de cada experiencia. Tienes que sentirlo aquí—dijo mientras se llevaba la mano derecha al corazón.
Veinte minutos más tarde, los nudillos de Hana sobre la puerta de la entrada me hicieron apartarme de él y de la forma en la que sus ojos parecían quererme decir algo que no era capaz de expresar con palabras.
—Eres como ese segundo antes del anochecer—murmuró mientras acortaba los centímetros que nos separaban—, como esa luz que brilla antes de sumirse en la más absoluta oscuridad—la brisa marina que se coló por la ventana se deslizó por mi pelo y acarició la piel desnuda de mis brazos. Estábamos frente a la ventana y su mano derecha casi tocaba mi izquierda. Lo miré a los ojos y quise tener el valor suficiente para preguntarle por qué lo hacía. ¿Por qué seguía insistiendo?—. Sé que te han hecho daño y sólo quiero saber el motivo para poder entenderte mejor.
Mi respiración se aceleró mientras caminaba por el pasillo en dirección a la entrada. Me fui sin darle una explicación porque no era tan sencillo como él creía. Si descubría mi secreto, pensaría que estaba loca. Si descubrían mi secreto, habría perdido mi segunda oportunidad y no podía permitir que eso sucediera. Debía alejarme de él. Tenía que hacerlo. Por mi bien y por el suyo.
—¡Buenos días!—exclamó Hana antes de que terminase de abrir la puerta por completo—. ¿Estás lista para tu gran día?
—Buenos días, Hana—mi voz tembló ligeramente y deseé que no se diera cuenta—. Sí, pero estoy algo nerviosa.
Hana sonrió ampliamente y me dio un ligero apretón en el hombro. Esa era su forma de decirme que todo saldría bien.
—No te preocupes—se ajustó las gafas a juego con su cárdigan granate y se cruzó de brazos—. ¿Has dormido bien? Se han llevado la luz en el edificio. Espero que lo solucionen pronto.
Estaba a punto de contarle todo lo que había pasado esa noche cuando su sonrisa se esfumó por completo. Entonces, la voz de Dae surgió a mis espaldas.
—He tenido que pasar la noche en casa de Alma porque me dejé las llaves en el coche de Doyun. Intenté llamaros un montón de veces, pero no teníais cobertura.
El móvil de Hana comenzó a vibrar en ese mismo instante y eso fue lo que le hizo apartar la mirada de Dae, que se encontraba justo detrás de mí.
—Lo siento—dijo como si ella hubiese tenido la culpa—. La casa de Doyun está un poco lejos de aquí y...
—No pasa nada, Hana—la corté—. ¿Cómo ibas a saberlo? Además, si no fuera por él jamás habría encontrado las velas y tendría que haber pasado la noche a oscuras.
—Alma se ha portado muy bien conmigo—dijo antes de que Hana pudiera decir algo—. Tienes suerte de haber encontrado a alguien como ella.
Su brazo rozó mi hombro cuando salió por la puerta. Hana parecía avergonzada, aunque no entendía el motivo. Él también lo habría hecho en el caso contrario.
—Voy a por mi bolso y vuelvo ahora mismo.
—Vale—Hana sonrió brevemente y se giró hacia Dae.
No tardé más de cinco minutos en coger el bolso, un paraguas de mano y en asegurarme de que la ventana estaba bien cerrada por si llovía de nuevo, pero cuando volví, él ya no estaba.
***
Ese día fuimos a pie a la escuela, ya que se encontraba a menos de diez minutos del bloque de apartamentos. Hacía un poco más de frío que el día anterior y la humedad también había aumentado, por lo que mi pelo había terminado encrespándose más de lo que esperaba. Sin embargo, el sol brillaba en lo alto del cielo y era muy improbable que una tormenta volviese a sorprendernos. Sorteamos los charcos del camino y Hana no soltó mi brazo en ningún momento. Cuando le pregunté por Dae, me respondió que Doyun lo había llamado algo preocupado, así que le pidió que se despidiera de mí por él. El resto del trayecto transcurrió con normalidad. Hana volvió a ser la misma de siempre y me habló de Yejun, el maestro que impartía clases a los niños y niñas de seis a ocho años, de Cho, la maestra encargada de los que tenía de ocho a seis años y de Jia, la maestra que acogía a los que tenían de diez a doce años.
Al llegar a las puertas de la escuela, una mujer de unos cuarenta años, vestida con un vestido blanco de manga larga decorado con margaritas nos saludó con emoción.
—Ella es Yuri, la directora de la escuela. Es una persona maravillosa.
La saludemos desde la distancia, pero no dudó en abrazarme cuando estuve frente a ella.
—Aunque los asiáticos no tenemos la costumbre de saludar de esta forma, un abrazo el primer día de trabajo nunca viene mal. El afecto es una de las cosas más importante del mundo y tú lo sabrás más que nadie.
—Sí—dije mientras sostenía sus manos increíblemente suaves—. Encantada de conocerte. Estoy deseando empezar a trabajar aquí.
El pelo negro y liso le llegaba por los hombros. Era varios centímetros más alta que yo y más tarde Hana me contaría que era hija de japoneses y que su madre fue la anterior directora del centro. Era un mujer muy agradable y había algo en su voz y en su forma de ser que me transmitía tranquilidad.
—Estamos muy contentos de que estés aquí—dijo mientras nos dirigíamos al aula de Yejun—. Espero que esto también te ayude a encontrar la felicidad.
Su comentario caló hondo en mí, quizás porque esa misma noche había estado hablando con Dae sobre ese tema.
Le había prometido que la encontraría antes de que se fuera y no quería fallarle.
¿Realmente lo conseguiría?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro