Capítulo 8
Andrea
Sigo mirando hacia mi cama tratando de descifrar esto, le puse el sedante suficiente como para tenerlo durmiendo un día, supongo que ya debe estar al despertar. Investigué, claro que lo hice, no todos los días tienes a un Coronel pidiendo verte.
¿Debería decir ex-Coronel? No creo que deba confiar, el cabrón me engañó una vez, bien puede hacerlo dos.
Mela, mi cachorra, muerde el borde de mi pantalón para que le preste atención y decido subirla a mi regazo. Hace como un mes intercepté un envío de mi padre y por error terminé rescatando a dos cachorros de tigre blanco con los que pretendía hacer negocios sustanciosos.
Supongo que no hizo daño quedarse con ellos.
Bueno, mi billetera puede tener algo que opinar, no tengo mucho dinero y estoy criando a dos tigres que valen millones de dólares, a veces soy estúpido.
Nero araña la sábana y logra escalar a la cama, es el más intrépido y juguetón.
—¿Qué mierda? —Patrick se sienta mirando a Nero con atención, es idéntico a su hermana excepto por los ojos, los de Mela son azules, los de Nero son de diferente color, uno azul y otro amarillo.
—Muerde, pero no hace daño —le aviso a mi invitado, Nero se acerca con sigilo y lo olfatea, Patrick se queda quieto hasta que le muerde el brazo.
—Joder —gruñe agarrándolo del lomo y bajándolo, Mela baja para retozar con su hermano y por fin nos miramos.
Patrick intenta frotarse el cuello sólo para encontrar su restricción, el collar es de hierro, pesado, pero no lo suficiente, le puse un candado en el frente y la cadena en la parte posterior está sujeta a un gancho. Es larga, lo suficiente como para andar por la habitación sin problema.
—¿Qué es esto?
—Te dije que estarías encadenado en mi habitación, decidiste venir por tu cuenta —los gruñidos de los cachorros y su respiración ruidosa es lo único que puedo escuchar.
—Jodido pervertido no vine a esto, suéltame ahora mismo.
—¿Y entonces para qué querías verme?
—Negocios, quiero unirme a ustedes, pero como un frente unido —cruzo las piernas, claro, y yo tengo que creerme eso.
—¿Por qué?
—Me desterraron del Comando, pero ya sabes eso, ¿cierto?
—Sí, dicen que por agente doble, abuso de poder y sustancias.
—Por eso estoy aquí —murmura, Patrick revisa su ropa, tiene un pantalón de piyama color piel, nada del uniforme con el que vino, de todas formas era un desastre—. ¿Quién me cambió de ropa?
—Yo.
—¿Tenías que ser tú?
—¿Querías que lo hiciera Enzo? Puede ser que te encontrara muerto después, odia tus huesos.
—No estés tan seguro de eso. Sólo está tenso con mi presencia.
—¿Para quién trabajabas? —se encoge de hombros, la cadena hace un ruido que lo irrita.
—Para cualquiera si me pagaban bien.
—Tienes dinero.
—¿Y qué? Mi estilo de vida es bastante peculiar, quiero más dinero.
—No te creo —replico acercándome a él.
—¿Por qué?
—Porque eres un mentiroso —Patrick me mira fijamente, tengo que agarrarle el mentón y acariciar sus labios, estoy jodidamente perdido con este mentiroso. Esto seguirá así hasta que no lo saque de mi sistema.
—¿Crees que estoy aquí para tenderte una trampa?
Sí.
—No lo sé, ¿lo estás?
—No, vine porque soy un blanco andante en estos momentos, necesito protección y escogí refugiarme contigo —acaricio el pelo largo de la parte superior.
—¿Qué otras opciones tenías?
—Bastantes, pero no confío.
—¿Y confías en mí? —por algún motivo esa declaración me hace reír, Patrick resopla.
—No, pero ustedes me necesitan más que ellos.
—¿Para qué exactamente?
—Para dirigir, no tienes ni puta idea de lo que haces, el apoyo es mínimo, llevas meses en esto, deberías estar más organizado, con más apoyo, pero no tienes ni idea de cómo conseguirlo.
—¿Así que tu puedes conseguirlo para mí?
—Sí —gruñe con firmeza—. Estudié, analicé las mentes de todos los criminales que encontré, sé cómo trabaja la mafia, los tratos que ha organizado tu padre, sé como joderlos y dártelos a ti.
Sé lo suficiente como para saber que lo que se escucha demasiado bien termina mal, Patrick no es cualquier persona y mientras esté al tanto de eso será difícil creerle.
No debería en realidad.
Si le creo estoy jodido.
—¿A cambio de qué, sólo protección?
—No, protección y el mando a tu lado —me apoyo en la cama y lo beso, aún sabe a vodka y algo más profundo, Patrick me agarra del pelo y enreda su lengua con la mía.
Retrocedo haciendo que me mire con desconcierto, amo esa mirada.
—Eres un cabrón inteligente, pero no.
—Andrea —gruñe poniéndose de pie.
—Chicos, nos vamos.
—No puedes dejarme aquí.
—Sí que puedo, y aquí te quedas —Mela corre hacia mí, pero Nero se queda mirando a Patrick, cachorro traidor—, ¿te quedas con él? —ni siquiera se mueve—. Bien, lo que quieras.
Salgo de mi habitación ahora más enojado, no puede presentarse delante de mí y decir que no sé manejarme, que puede hacerlo mejor que yo. Y ahora me roba a uno de mis cachorros.
Que se joda.
Manejo mis negocios como se me da la gana, como crea que es conveniente, ciertamente estoy aprendiendo, pero no lo hago mal. No me importa lo que su estúpido Comando y él crea.
—¿Qué quiere?
—Unirse a nosotros —gruño agarrando la Glock de la encimera, Enzo mira el arma y luego a mí.
—¿Vas a dejarlo aquí?
—Por supuesto.
—Andrea, esta mierda te saldrá muy mal.
—Sólo se quedará encadenado en la maldita habitación, no lo dejaré salir, desde ahí no puede hacer nada.
Me empuja logrando hacer que retroceda.
—Claro, ¿seguimos hablando del Ex-Coronel o del amante que no quiere nada contigo y tienes encadenado en tu jodida habitación como si fuera uno de tus tigres?
—Hablamos de la misma persona, y no está encadenado como si fuera un animal, sólo es para que no escape.
—Joder. ¿Con qué puta cabeza estás pensando? Andrea, ese hombre va a joderte y vas a notarlo sólo cuando sea demasiado tarde.
—No hay tiempo para discusiones, tenemos que reunirnos con Gabbana —coloco el arma en la parte posterior de mi pantalón y camino hacia la puerta.
—Otra de tus brillantes ideas.
—Necesito ganar esta guerra y lo sabes.
—Pero no con él, ese cabrón es peligroso —pongo los ojos en blanco, Enzo anda con los nervios de punta y empieza a joderme.
—Todos los cabrones en este negocio son peligrosos —recuerdo—. Además, ese cabrón peligroso en específico me debe su libertad, lo saqué de Iron Grills.
—No esperes mucha fidelidad.
—Eso no me importa mientras me de lo que quiero, luego de presentarme a sus contactos puede irse con quien le dé la gana, hicimos un trato.
—Vamos, no escuchas a nadie.
Enzo pasa a mi lado caminando directamente hacia el auto, verifico que Mela esté dentro antes de cerrar la puerta, ni siquiera tengo hombres a disposición porque no tengo un maldito centavo. Pero estamos a salvo en este lugar. Todavía.
Mi mejor amigo coge el volante, sí, se que está mal irle a la contraria en esto, pero es que por ese tipo me pongo un poco estúpido. Ni siquiera intento hablar, en su estado sólo lograré hacer que se enoje aún más.
Se detiene en la casa segura que vamos a utilizar para hacer negocios, Gabbana ya debe estar ahí dentro. Subo los escalones, ni siquiera me revisan o desarman, es un cabrón confiado.
—Fiore.
—Gabbana —devuelvo sentándome frente a él, Enzo se queda detrás de mí justo como el guardaespaldas del hombre frente a mí.
—Tengo que agradecerte por sacarme de ese infierno.
—Sabes cómo quiero que me agradezcas —se echa a reír y me molesta bastante.
—Sí, quieres contacto con Colombia y México, lo sé, ¿pero tienes el dinero suficiente? Aquí no hay regateos, no son baratos.
—Ese es mi problema, tú ponme en contacto con ellos y yo me encargo de lo demás —hace una mueca, me subestima, debería preguntarle al último estúpido con el que hice negocios y me subestimó donde terminó.
Cierto. No puede.
—Hacerle la competencia a tu padre no será fácil, es mejor que vayas con él, te arrastres un poquito y pidas perdón.
—No, ¿debo tomar eso como que no me darás lo que quiero?
—Soy un hombre de palabra —dice colocando una tarjeta sobre la mesa de cristal y arrastrándola hacia mí.
—Me alegro de eso.
—Señor, le perdimos la vista al Coronel en uno de los casinos Fabbri —no quita la mano de la tarjeta y me mira, supongo que no es nada bueno.
—¿Uno de tus asociados, Andrea?
—Supongo, ¿de quién estamos hablando?
—De uno de los hijos de esos psicópatas que controlan el mundo —el mismo que debe estar durmiendo en mi cama ahora mismo, supongo que lo conozco.
—¿Y para qué lo quieres? —Gabbana se encoge de hombros.
—Cortarlo en trocitos y enviárselo a los hijos de puta antes de ir a matarlos yo mismo.
—Gabbana, tu problema no es con él, ve y arregla eso con sus padres —pongo un dedo sobre el cartulina blanca, Gabbana no la deja ir.
—¿Qué sabes del Coronel?
—Que ya no es Coronel, sólo eso.
—¿Por casualidad, lo estás escondiendo? —la mentira sale al instante.
—No.
—Más te vale —por fin puedo tomar la tarjeta, así que me pongo de pie—, sigan buscando.
—Me retiro.
—Andrea, una vez más, un placer hacer negocios contigo.
Una pena que no pueda decir lo mismo de vuelta.
Me siento junto a Enzo que a mitad de camino decide echarme en cara mis decisiones, perfecto. Esta mierda de independizarme no está yendo como creía.
—¿Qué, sigues pensando que fue buena idea sacarlo?
—No me interesan sus asuntos, puede buscar a Patrick hasta debajo de las piedras, mientras se mantenga en mi habitación no lo encontrará.
—¿Y cuanto tiempo crees que puedes mantenerlo ahí?
Lo que haga falta.
—Ya veremos.
—Iré a buscar la comida.
—No olvides la leche.
Melo ataca mis piernas en cuanto entro, muerde las costuras de mi pantalón llegando a romperlas, dejo el arma en la encimera y la agarro para llevarla a mi habitación. Una agradable sorpresa me recibe.
Patrick está dormido otra vez, con Nero acurrucado a su lado, evidentemente se bañó porque está en ropa interior y sin vendajes, tiene quemaduras bastante profundas en el brazo y pierna derecha, el cuello tampoco se ve bien. Dejo a la cachorra sobre la cama que va directo con su hermano y se acuesta a un lado, doy la vuelta para tomar asiento a su lado.
Deslizo un dedo por sus labios sólo para tenerlo unos segundos más tardes sobre mí y la cadena enredada en el cuello, los cachorros gruñen sobre la cama, pero los hace bajar con una orden.
—Te dije que soy un perro muy rabioso —aprieta la cadena casi cortándome la respiración, deslizo una mano por su abdomen y le araño la piel.
—¿Qué harás cuando me mates? Seguirás encadenado —gruñe apretando aún más, me quedo sin aire y dejo caer mi mano sobre el colchón.
—Eres un maldito cabrón —afloja el agarre y me giro tosiendo sin control. Mierda, el hijo de puta está más loco de lo que creía.
—¿Por qué hiciste eso?
—Para que te quede claro que sigues vivo sólo porque quiero.
—No te conviene matarme —gruño agarrándolo del pelo, Patrick sonríe.
—Pero no creas ni por un momento que voy a quedarme aquí para siempre.
—Baja.
Obedece y se sienta contra el respaldo, voy a mi armario y comienzo a rebuscar, el maldito botiquín debe estar por aquí en algún lado.
—Tampoco voy a follar contigo —agarro la caja y lo miro.
—No te pedí que lo hicieras, estás encadenado ahí por protección —se echa a reír.
—¿Para quién?
—Para ti y para mí, si sales van a matarte y si me matas te quedas aquí pudriéndote conmigo.
—Bonita imagen mental —silba, sí, no es muy acogedora, supongo que eso va a disuadirlo de intentar matarme otra vez.
—Traerán la comida más tarde, enséñame tus heridas —murmuro sentándome cerca, Patrick achica los ojos.
—No.
—Se infectarán, hay que poner crema y cubrirlo, mucho más el del cuello por el collar —me mira con insistencia.
—Quítalo entonces.
—No.
Extiende su mano y agarro la crema antibiótica, los ligeros gruñidos son los únicos que me dicen que tanto le duelen, le froto la quemadura del cuello causando más dolor.
—Carajo, ya tuve suficiente quitando las vendas —ignoro la queja y pongo la crema en su pierna, son quemaduras bastante extensas.
Agarro el vendaje y comienzo a vendar, me quedo un poco más de tiempo viendo las uñas y Patrick se ríe de mi como si fuese un idiota, lo soy, sólo por arrepentirme.
Es hipócrita, pero no estaba buscando hacer tanto daño.
—¿Admirando tu obra? —termino con el vendaje sin contestarle y luego pongo un parche en el cuello, al menos no es tan grande como las demás.
—Iré a buscar la comida.
Dejó el botiquín bajo la cama y salgo, hay dos cajas chinas de comida en la encimera, Enzo está comiendo mientras ve el televisor, ignorándome, por supuesto. Preparo la leche y la pongo en los biberones, los chicos también necesitan comer.
Regreso a la habitación con todo y le doy una de las cajas a Patrick, la agarra sin rechistar y comemos en silencio, Melo y Nero me miran atentamente, saben que es hora de comida. Dejo la caja vacía sobre la bandeja y agarro uno de los biberones.
—¿Quién será el primero? —Melo gruñe, supongo que las chicas primero, la levanto y la acomodo mientras le doy el biberón, ridículo, lo sé, pero me gustan las crías.
—Dame el otro biberón —le doy el biberón y atrae a Nero al instante, incluso se deja alimentar cuando Enzo no ha podido hacerlo.
Mierda. Sí que es un completo traidor.
—Puedo ayudarte, y no me refiero sólo a alimentar a tus tigres. Puedo hacer más.
Ni siquiera respondo mientras Melo termina su biberón. No hay respuesta. Si lo dejo a mi lado es posible que salga adelante con el negocio, pero si lo dejo meterse bajo mi piel sé que las cosas serán un desastre.
No. Sólo tiene que quedarse aquí, sin hacer nada y alimentando a los cachorros.
Nada de meterse en mi negocio o conmigo directamente.
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