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Capítulo 4

Patrick

Me pongo una camisa y cualquier jean que agarro, sólo quiero irme al Comando y hacer mi trabajo. No es lo mío estar encerrado en casa como si fuese una puta princesita. Subo al Aston Martin blanco que me regaló mi padre en el último cumpleaños y le doy las verificaciones suficientes a Laura.

Hay que aceptar que la maldita IA a veces es un incordio, aunque funciona bien cuando alguien quiere robarte el auto.

Conduzco al Comando y dejo el auto en su lugar para ir directamente a mi oficina, necesito poner mi mente a trabajar con urgencia. Me cambio de ropa y por fin me siento en mi lugar, un mes lejos es más de lo que puedo aguantar, no me importan los regaños de…

—¡Patrick Werner, te dije que tenías que estar mínimo dos meses de reposo!

Maddox.

Bueno, mierda.

—Papá, estoy bien para trabajar, perfectamente, ¿ves? —me señalo, lo único que queda por recuperarse son las uñas, por eso tengo los dedos cubiertos por vendas, no molesta tanto, así que puedo trabajar.

Raphael pone los ojos en blanco escuchando los regaños de su marido, que si necesito reposo, alejarme un poco de la Central.

—Por Dios, Maddox, que ya no es un chiquillo, sabe lo que hace —Maddox frunce el seño con demasiada molestia.

—Gracias a ti es así.

—¿Así como? —me froto la frente, genial, lo que faltaba, mis padres peleando por cosas inútiles.

—Caprichoso y desobediente —Raphael se pone de pie, mido uno noventa, un centímetro menos que él y dos menos que Maddox, en general me parezco demasiado a él, junto a los otras dos cualidades que menciona Maddox.

Supuestamente todos los Williams siempre tuvieron las mismas características, hasta que mi padre los mató a todos y adoptó el apellido de Maddox.

Tampoco hay que ponerse a llorar por ellos, no eran buenas personas.

—¿Dices que soy caprichoso y desobediente? —Maddox cruza los brazos, reconozco cuando hay que retirarse de una pelea, hoy sería uno de esos días.

—Ajá.

—Maddox, en serio estoy teniendo paciencia contigo, pero a veces eres jodidamente insoportable.

—Eso no fue lo que me dijiste anoche —me levanto de mi asiento antes de que Raphael decida saltarle al cuello y terminen montándose algo desagradable en mi oficina, o finalmente matándose.

Nunca sabes qué esperar de ellos.

—¿Pueden dejar la pelea para esta noche? Yo estoy bien y quiero trabajar.

—Muy bien, ya lo escuchaste, vamos —Raphael le agarra la muñeca y decide llevárselo para que yo pueda hacer mi trabajo en paz, Maddox amenaza con algo desde el pasillo, pero lo ignoro.

Trabajo por unas horas, sólo hasta que Azael irrumpe en mi oficina con su prima, Maddi sonríe en cuanto me ve, lleva el cabello castaño recogido en una coleta y tiene el mismo color de ojos azul de su primo.

Una vez más, la genética.

—¿Por qué no nos dijiste que te incorporabas? —me encojo de hombros y Maddi salta a mi silla para poder abrazarme, son mis dos Capitanes principales de la IMS2 y son jodidamente buenos en lo que hacen.

Supongo que viene de familia, por algo estamos aquí.

—Me alegra que estés de vuelta —murmura frotando su mejilla contra la mía, Azael toma asiento en una de las sillas del frente, su prima parece bastante cómoda en mi regazo, así que ni siquiera se molesta en levantarse.

—¿No tienen trabajo?

—Por hoy no, estamos de descanso hasta mañana.

—Por eso vinimos a invitarte a salir con nosotros.

—Tengo trabajo —Maddi se encoge de hombros.

—No el que quieres, querías ir al campo y por hoy no será, salimos, nos despejamos y quizás regreses a casa con alguien, es un ganar-ganar —achico los ojos.

—¿Qué ganan ustedes llevándome?

—Nada —dice Azael demasiado rápido para mi gusto.

—Claro, si no me dicen no voy.

—El nuevo Teniente Coronel, ¿ya lo viste?

—No —Maddi deja salir una risilla.

—Bueno, es entendible, está de descanso, pero saldrá con nosotros esta noche.

—¿Y qué?

—Mmm…

—Está bueno —dice Azael de repente, Maddi se ríe por lo bajo, es una encrucijada.

—Pues acuéstense ustedes con él, ¿por qué tengo que ir yo?

—Ya lo intenté, le gustan los hombres —replica Maddi, miro a mi hermano con una ceja levantada preguntando cuál es su excusa, se encoge de hombros.

—No soy su tipo.

Pura basura, es el tipo de todo el mundo, nunca he visto que alguien se resista a él, esto confirma mis sospechas, sólo quieren que salga con ellos y el Teniente Coronel es una excusa.

—Envíenme la hora y el lugar, ahora lárguense de mi oficina.

Firmo algunos documentos atrasados y me informo sobre la misión de mañana, evidentemente vamos a trabajar en Italia, el IMS2 es tan nuevo que sólo hay uno y reside en Londres. Sólo se trata de irrumpir en la casa principal de la familia Leopardi. Familia que tiene negocios directos con los Fiore, exportación de armas y tráfico.

Hablando de eso, la familia Fiore está fuera de escena, comportamientos erráticos, peleas internas, atentados desorganizados y sé cuál es el problema al momento.

Andrea Fiore.

El perro italiano le está haciendo la guerra al Don, puedo ver diez razones diferentes por la que eso es una gran estupidez de su parte, pero el tipo ya no tiene cordura. No ganará esa guerra por mucho apoyo que tenga, Cristiano Fiore no es el Don sólo por capricho, si tiene que matar a su hijo estoy seguro de que lo hará sin pensar.

No es como si Andrea fuese su hijo favorito de todas formas.

Bueno, no es mi problema.

Mucho mejor si se matan entre ellos.

Voy a casa, como algo y me doy un baño largo, pronto tengo que irme a ese club al que quieren ir mis primos. Supongo que no pierdo nada y quizás pueda llevarme a la cama al dichoso Teniente Coronel, puede que sea un buen polvo, necesito que alguien me entretenga lo suficiente.

Vuelvo a vendarme los dedos, me pongo un pantalón negro, una camisa blanca y una chaqueta, agarro la billetera y me aseguro de tener el teléfono. Llego al bar quince minutos más tarde y entro luego de pagar unos cincuenta dólares más por no tener que hacer la fila.

Miro el teléfono, ningún mensaje.
Una mujer me jala hacia ella y comienza a moverse con el ritmo de la música, estoy a punto de irme hasta que me doy cuenta de que es Maddi con un vestido de fiesta azul.

—Estoy aquí en lo que Azael termina —dice haciendo un gesto hacia arriba, miro el lugar y veo al sujeto en cuestión arrimado a una mujer, sinceramente no me sorprende.

Maddi me coloca los brazos alrededor del cuello y se acerca para hablarme, creo que está un poco borracha, el alcohol se nota a leguas.

—El Teniente Coronel se unirá a nosotros en unos segundos —dice entre risas, la agarro y jalo hacia la barra, necesita agua o le abrirá las piernas al primero que se le pare en frente—. Hola, guapo.

Justo lo que decía.

El barman palidece cuando Maddi lanza su piropo en frente de mí, la siento a mi lado y pido una botella de agua y un café. Tengo que pagar unos cuantos billetes más porque se supone que no sirven cafés, definitivamente es la salida más cara de la historia.

—No voy a tomar café, vine a emborracharme y tener sexo con un desconocido —Maddi lo dice en cuanto colocan el café frente a ella, el barman casi se desmaya de la impresión y a mí me da un tic en el ojo.

—Tomate el dichoso café y no me tendrás espantando a todos los muertos de hambre que hay aquí.

Maddi se apoya en el asiento y se arquea, jala al barman de la corbata y sonríe.

—Pero tú te vas conmigo hoy —el pobre infeliz me mira, me encojo de hombros.

—Es mi prima —la declaración parece calmarlo.

—Patrick…

—Oh, Mathew, estábamos esperando por ti.

El Teniente Coronel, Mathew Ilya, no puedo decir que no lo conozco, desgraciadamente lo conozco muy bien. Sí, en todos los sentidos posibles, estuvimos trabajando juntos en la IMS1, también lo metí en mi cama, cabe destacar que fue un gran uno: Experiencia que no quiero volver a repetir.

—Ilya, hace un par de años que no nos vemos —estoy seguro de que la idea de verme aquí fue jodidamente suya.

—Espera, ¿se conocen? —me froto el tabique.

—¿Cómo te explico? Sí, nos conocemos, solíamos trabajar juntos —Maddi sonríe por todas las razones equivocadas.

—Mucho mejor entonces —la fulmino con la mirada y ella da un manotazo en la barra tirándome el café encima, perfecto, lo que me faltaba—. Lo siento, estoy un poco mareada.

—Está bien, iré a limpiarme.

Ignoro al imbécil y camino tratando de evitar a toda la muchedumbre, el baño queda en el otro extremo, así que varias personas se frotan conmigo, me agarran y termino estampado contra alguien que me agarra del brazo con fuerza.

Gruño mirando atrás y luego al pobre hombre frente a mí, olviden eso de pobre, conozco a este hombre y de pobre no tiene nada, pelo rubio, ojos grises, barba escasa, y un cuerpo que tienta hasta a la monja más célibe.

Enzo.

—¿Vas a seguir contra mí? —deslizo las manos alrededor de su cintura y le agarro el culo haciéndolo saltar, este me gusta tanto como Andrea, y si Enzo anda solito por aquí podría llevarlo a mi cama.

—Depende —Enzo me manotea y hace que dé un paso atrás.

—No te atrevas a tocarme otra vez —creo que gruñe algo como eso, pero debido a la música no escucho nada, lo agarro de la camisa y lo beso deslizando una mano por su cabello rubio.

Enzo me agarra del pelo con una mano y con la otra intenta alejarme, se rinde cuando se da cuenta de que no estoy dispuesto a moverme dejándome continuar con el beso. Deslizo la lengua en el interior de su boca, sabe a café y es jodidamente excitante.

Me separo mordiendo su labio inferior y siento el gruñido.

—¿Dónde está Andrea? —Enzo me empuja.

—No lo sé.

—¿No estás interesado en irte conmigo a casa? Voy a tratarte bien —Enzo agarra mi brazo con fuera y se acerca para hablar en mi oído.

—Sí, eres malditamente sexy, pero le soy leal a Andrea, no voy a follar con el tipo que le gusta.

Y entonces se va dejándome tremendamente excitado.

Mierda. Sería un buen polvo. ¿Qué pensaría Andrea de la cuestión? Podemos compartir.

Me olvido de eso por el momento y camino directamente al baño, hay un espejo monstruoso dentro, ignoro el reflejo e intento limpiarme con mi pañuelo hasta que Mathew entra.

—Patrick, hablemos un momento.

¿Por qué será que todos los malos polvos son habladores?

—No tenemos nada de qué hablar.

—¿No, qué hay de la última vez?

—Fuiste tú quien se ofendió cuando dije que no quería acostarme contigo otra vez —Mathew me acorrala contra el muro del lavamanos y su lenguaje corporal se ve bastante agresivo, joder, ahora estoy molesto otra vez.

—No recuerdo que dijeras eso, dijiste que apenas puntué, lo que quiera que signifique eso y era jodidamente terrible en la cama —me río.

—Bueno, lo tienes claro, no creo que quieras escucharlo de nuevo.

—Han pasado años… —murmura como si mi forma de pensar fuese estúpida, a cada quien lo suyo, no ando criticando a la gente por como escogen a sus ligues.

—Sí, puede que aprendieras trucos nuevos, pero no repito polvos si la puntuación ni siquiera llega a cuatro.

—¿Es por ese tipo con el que te besaste antes que dices que no, vas a acostarte con él? —Mathew me agarra la muñeca con fuerza y gruñe una grosería, le doy una patada en la entrepierna y lo agarro del pelo, odio que intenten este tipo de cosas—. No te atrevas a ponerme la mano encima otra vez. No te importa a quien carajo meto en mi cama.

—Eres un imbécil —escupe cojeando hacia la puerta y marchándose, resoplo.

—Pues gracias por el cumplido.

Sigo limpiando mi pantalón hasta que siento un empujón y tengo que apoyarme en el muro del lavamanos para evitar darme un buen golpe, joder, con esta gente. El hombre detrás de mí se coloca demasiado cerca y estoy a punto de propinarle un golpe hasta que coloca la Glock dorada en mi cuello.

Miro al espejo sólo para confirmar mis sospechas, lleva una camisa negra y un pantalón del mismo color, sus ojos son una mezcla de diversión e interés, veo la Glock en su mano y humedezco mis labios.

Andrea Fiore. 

—Por un momento pensé que tendría que salvarte de esa sabandija.

—Ese día no llegará nunca.

—Eres un gato muy arisco, tesoro —no me hace ni puta gracia con sus tonterías.

Gruño apoyando las manos en la encimera cuando su mano libre me acaricia la cadera y se desliza bajo mi camisa, siento el contorno de su erección presionado contra mi trasero.

—Suéltame, ¿quién te dio permiso para hacer este tipo de cosas? —busco su mirada a través del espejo, el azul pálido se enfrenta conmigo, la barba de un día y el pelo a un lado recogido en una coleta.

Andrea sonríe y frota la barba contra mi cuello irritándome la piel, el cosquilleo se extiende y hace que quiera besarlo. Alrededor de este tipo me pongo imbécil, no me importa si le ordenó a Giulio que me torturara, que amenazara a Maddi sólo para que matara a la Teniente. Quiero besarlo hasta hartarme.

Ni siquiera las vendas en mis manos son recordatorio suficiente de su sadismo, no me importa.

—Tus gemidos, la forma en que reaccionas a mí —gruñe frotándose, joder, ahora no quiero que se aleje.

Atrapo el último tramo de cordura y agarro su muñeca con fuerza, me volteo y giro su mano en un ángulo que no debería, no llego a romperla, pero un movimiento más y quizás lo haga. Andrea hace una mueca y mira su mano.

—La necesito intacta —replica con una sonrisa, lo suelto sólo para que no me haga perder el tiempo—. Colonnello, no debería andar desarmado.

Mi cargo saliendo de sus labios me estremece.

—Y tú no deberías estar en Londres otra vez, grandísimo idiota, ¿qué haces aquí? —Andrea se acerca otra vez, con el arma me acaricia el cuello del lado derecho y sus labios me rozan del otro lado.

—Tengo algunos asuntos contigo.

—¿No te quedó claro la última vez? —me frota con su mano, tengo que pensar en cosas muy desagradables para no ponerme a suspirar como un imbécil.

—Cuidado, Patrick, aún tengo el arma a mano —me muevo contra él, es inevitable.

—¿Se supone que eso debe asustarme?

—Están pasando cosas —resoplo, es la ironía más grande de la vida.

—Ajá, hay un italiano imbécil que decidió hacerle la guerra a su padre, sé algo —se ríe y aprieta mi erección haciéndome sisear.

—Hieres mis sentimientos.

—Perdón por dañarte un pétalo.

—Mi padre dará un golpe —dice cambiando el tema de repente, pongo los ojos en blanco.

—Como si me importara lo que hacen los mafiosos, mucho menos tu padre.

—Mmm… pero resulta que quiero joderle los planes y vas a servirme para eso.

—No te lo creas tanto, no voy a…

—Tus padres irán a Italia en unos días, planean derribar el reinado del Mariscal.

—¿Sabes cuantos imbéciles lo han intentado?

—Sólo te hago un favor —deslizo los dedos por su cabello largo y hago que me mire.

—¿Viniste a Londres sólo a esto? Debes tener mucho tiempo libre.

—No juego a las casitas, le hago la guerra a mi padre y no es nada fácil.

Me burlo por lo bajo e intento alejarme, él me agarra la muñeca y acorrala contra la pared, puedo sentir su erección y gracias al cielo no tengo ninguna dureza de la que preocuparme, eso le daría todas las pistas equivocadas a este hombre.

—¿Qué fue eso, no crees que pueda ganarle a mi padre?

—No vas a ganarle, imbecille —lo empujo y fulmino con la mirada—. Fiore está en su apogeo gracias a tu padre, tú no eres absolutamente nadie, sólo un pretencioso que cree que puede quedarse con lo que no le pertenece, naciste como un perdedor y así te vas a quedar.

—¿Crees que por dos hojas de informes conoces toda mi maldita vida? —Andrea aprieta la mandíbula, y por una vez se queda en su lugar.

—Son diez, y sí, estoy seguro de que conozco toda tu puta vida, con detalles, ¿muy sufrido porque te mataron mamá cuando eras un niño? Bueno, no eres el único, así que no eres tan miserable como crees que eres.

—Tienes una boca muy sucia —gruñe empujándome otra vez.

Coloca una pierna entre las mías, me agarra del pelo y planta su boca contra la mía, me resisto al principio, pero luego cedo a la presión, el calor, el roce contra mi entrepierna, y esta vez puedo notar que estoy completamente excitado.

¿Qué pasaría si supiera que vengo de besar a su mejor amigo? La idea me hace gemir.

Andrea termina el beso y sólo me da unos segundos para calmarme antes de atacar mi boca otra vez, con más ímpetu, completamente desesperado muerde mi labio inferior y junta nuestras frentes.

—Tienes que aprender a callarte de vez en cuando —me echo a reír, está loco si cree que voy a lamerle las botas—. Gattino… ¿A quién besaste, con quién vas a irte esta noche?

Sinceramente quisiera irme con los dos que besé.

—No es de tu puto interés —gruño colocando las manos sobre su pecho, Andrea lame mi labio inferior.

—Te ves sexy cuando me miras así.

Los ojos se ven más negros que azules y su erección se presiona contra la mía, acerca la cabeza hasta el punto en el que puedo sentir el roce de su barba de tres días contra mi mejilla.

Justo cuando pienso que va a besarme otra vez y deslizar la lengua hasta el fondo se retira dejándome completamente excitado y deseando otro beso, más que eso.

—Nos vemos otro día, cuando estés de mejor humor —y así, sin más, se retira.

Me quedo apoyado en la pared por unos segundos y luego me acerco al espejo, mis ojos verdes se ven casi negros gracias a la dilatación de las pupilas, el pelo cae de forma desordenada gracias a su toqueteo, tengo las mejillas un poco rojas y eso me molesta mucho más.

Doy un golpe en el muro tratando de sacar toda la frustración, no sirve de nada, sigo excitado, frustrado, porque no voy a irme con nadie esta noche, noche infructuosa, besé a dos tipos y voy a irme solo.

Incluso la maldita negativa de Enzo me jode, fidelidad a Andrea.

Hostia, ¿ya mencioné lo mucho que lo odio y voy a hacerle cuando lo tenga?

No tiene ni idea.

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