Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 35

Enzo

Miro mi teléfono con otra llamada desconocida entrante y decido ignorarlo, no necesito más problemas de los que tengo, hay más trabajo y poca mano de obra. Enciendo un cigarrillo y comienzo a fumar sólo para intentar relajarme, Andrea es un caso perdido, sinceramente es una sorpresa que siga aquí mientras toca fondo.

Melo se frota contra mis piernas avisando que es la hora de comida, me encargo de eso y recibo otra llamada del mismo número, joder, a tanta insistencia espero que sea importante.

—¿Si?

¿Enzo? —frunzo el ceño, no tengo idea de quién es y dice mi nombre como si me conociera de toda la vida.

—¿Quién habla?

Ian —mi primer amor, hace años no escuchaba de él, ni siquiera sé qué pasó con su vida, apago el cigarro en el cenicero, igual me parece extraño que llame.

—Vaya, es una sorpresa, es bueno escucharte, pero, ¿cómo conseguiste mi número?

Olvida eso, te llamé por algo importante.

—Pues habla.

Tu hermano —corto la conversación enseguida, no quiero saber de él, por mí está muerto y enterrado.

—No quiero saber absolutamente nada de ese imbécil.

¿Es en serio? Van a matarlo, ¿no te importa eso? —me pongo de pie y me froto el puente de la nariz, como siempre metiéndose en problemas.

—¿Y ahora qué hizo?

Tiene una deuda extensa y le debe a la mafia Noruega.

Genial, no podía endeudarse ayudando a alguien, no, tenía que ser con su puta adicción. Maldito ludópata. Que se joda.

—Que venda un maldito riñón, no me importa.

No es…

—¡Enzo! —escucho el grito asustado de Ben y corro enseguida al cuarto de Andrea.

—¿Qué está…? —tardo unos segundos en reaccionar, Ben está revisando signos vitales y parece desesperado por encontrar algo, evidentemente no tiene—. Joder, llama a un médico, ve a mi habitación y trae un botiquín.

Le lanzo el teléfono y compruebo que no hay signos vitales. Está jodidamente muerto. No dejo que el pánico me recorra tan rápido y comienzo las compresiones torácicas, sé una o dos cosas después de que perdí a mi hermana y no pude hacer una maldita cosa. Presiono su nariz y le doy boca a boca, este hombre no puede hacerme esto, no puede…

Compruebo signos vitales otra vez, no hay nada. Empiezo las compresiones otra vez y al minuto vuelvo a comprobar su pulso.

Dos minutos, sin signos vitales, tiene que ser una maldita pesadilla.

Ben regresa y coloca el botiquín en el suelo, a mi lado, le ordeno buscar la epinefrina y preparar el medicamento.

Le coloco la inyección y sigo reanimando, casi me doy por vencido hasta que Andrea tose y comienza a tener arcadas, le ladeo la cabeza y lo ayudo para que no se ahogue.

Dios, gracias, está vivo otra vez.

—¿El doctor?

—Debe estar al llegar, no estaba lejos —limpio el desastre y a Andrea, compruebo que sigue respirando hasta que el médico llega y se ocupa de la situación.

Me siento en la sala de estar y los cachorros suben enseguida frotándose contra mí, los acaricio mientras miro el anillo en mi dedo. Ya no significa nada, sólo más trabajo, esto no era lo que quería. Se suponía que las cosas no serían así.

Andrea tenía que ocupar su puesto con normalidad, vivir de los excesos, sólo un poco de alcohol y mujeres, no drogas.

—Señor —miro al doctor, Ben está cerca, por lo menos un pequeño consuelo—. Fue una sobredosis realmente mala, puede presentar algunos problemas que irán desapareciendo con el tiempo, pero debería desintoxicarse, la próxima puede ser aún peor y terminar matándolo, está vivo sólo porque ustedes estaban aquí. Deberían llevarlo a un centro especializado.

—Está bien, gracias.

—¿Qué hacemos?

—Supongo que tratar de desintoxicarlo, cierra las puertas con llave, asegura las ventanas y guarda las armas, no se quedará aquí dentro a las buenas, iré a deshacerme de esa maldita droga —subo las escaleras y lo pienso antes de entrar a su habitación, si él no quiere sólo estaríamos malgastando tiempo por gusto.

Lo dejará si realmente quiere hacerlo, no si yo quiero, no soy nuevo en esto.

Dejo abierta la puerta y entro, los cachorros se mantienen alejados en un rincón, no están muy receptivos con Andrea, él se mantiene dormido en la cama con un suero conectado al antebrazo. Me encargo de revisarlo todo y decomisar todas las sustancias que ha comprado, me deshago de todo y regreso.

Andrea despierta dos horas más tarde quejándose de que le duele la cabeza y el pecho, muerdo mi labio inferior, obviamente iba a tener consecuencias, gracias al cielo no le rompí una costilla.

—Tuviste una sobredosis, Andrea —me mira como si la oración fuera un completa estupidez—. Te duele el pecho porque tuve que reanimarte. Estuviste muerto varios minutos.

Por fin cae en la aguja en su piel y la quita sin otra palabra o queja. Revisa su gaveta, pero obviamente no encuentra nada, eso lo hace enojar.

—¿Por qué te pusiste a revisar mis cosas?

—Porque necesitas ayuda —me fulmina con la mirada.

—No necesito nada de ti, ya quedó claro que no soy lo que necesitas.

—Pero eres uno de los hombres que quiero y no voy a dejar que esto pase otra vez —Andrea se echa a reír, vaya, ahora también soy una broma para él.

—¿Qué me quieres? Es risible.

—¿Por qué me estás culpando de esto? Yo no tengo la culpa de que Patrick se fuera, tampoco que no funcionemos juntos, te recuerdo que tampoco soy lo que necesitas.

—Pues entonces vete —escupe con odio, los cachorros gruñen erizados, ni siquiera yo había visto tanto resentimiento en él.

—¿Realmente quieres que me vaya?

—Sí.

—Te ayudaré a descontaminarte y…

—¿Descontaminarme, ahora soy un adicto?

—¿No lo eres?

—No —por supuesto, ni siquiera lo acepta, así no puedo ayudarlo, tampoco soy un experto, no sé de estas cosas, así que puedo estar empeorándolo más.

—Entonces deja de meterte toda la droga que encuentras.

—¿Para qué?

—¿No te importó lo que dije? Te encontramos muerto, Andrea.

—Pues no debiste gastar tanto esfuerzo en traerme de vuelta si ibas a estar recordándomelo todo el tiempo.

—Este no eres tú, no voy a desgastarme, ni siquiera intentes salir, todo está asegurado.

Paso el día escuchando los malditos insultos de Andrea y ocupándome de sus síntomas de abstinencia, está terriblemente enganchado a esa mierda. Al otro día me baño y lo ayudo a tomar una ducha, su actitud no es mejor, tampoco los siguientes días.

—Estoy cansado de estar aquí, ¿hasta cuándo es esta maldita tortura?

—No lo sé, hasta que no quieras escaparte para consumir más. 

—Alucinas, en cuanto pueda salir voy a volver a consumir, mejor estar hasta arriba de droga que soportando esta maldita vida de mierda —lo agarro del mentón y hago que me mire.

—Eres un dramático, Patrick se marchó, sí, ¿y qué, es tan importante como para esto?

—No es sólo Patrick, son todas las personas en mi vida, nunca soy suficiente para nadie, mi madre, mi padre, mis hermanos, Patrick, y tampoco soy suficiente para ti.

—Eres suficiente, sólo que estás considerando a las personas equivocadas —incluso a mí me duele decirlo.

—¿Eres una de esas personas equivocadas?

—Sí, no soy lo que necesitas.

—¿Qué necesito?

—No puedo decirte eso, tienes que saberlo tú —me da un golpe en la mano y deja de mirarme.

—Vete.

Me marcho de la habitación con una opresión en el pecho y tomo asiento en el sofá, los chicos tratan de calmarme, está situación es tan estresante, no creo que pueda lidiar más tiempo con esto.

—Cariño, vas a dejarme salir esta vez —miro al frente viendo a Andrea con un cuchillo en la mano mientras abraza a Ben por la espalda, tiene el filo contra su cuello, sinceramente no es un buen contrincante ahora, no está en forma, es la acción la que me dice que no quiere una mejora.

Lo dije antes, si él no pone de su parte hacer todo esto es una pérdida de tiempo.

Rompo la cadena en mi cuello y le ofrezco la llave, Andrea camina hacia mí con recelo y la agarra, luego empuja a Ben al sofá, los cachorros se erizan.

—Puedo ir por él.

—¿Para qué? Olvídalo, no tiene nada a que aferrarse, así que se comporta así —me pongo de pie, Ben parece preocupado.

—¿A dónde vas?

—Haré las maletas, no voy a seguir viendo como se hunde, no estoy dispuesto a seguir dejando que me pisotee, es mi límite.

—Enzo… —me quito el anillo y lo dejo en su mano, no voy a quedarme para presenciar cómo se mata.

—Siento dejarte esta responsabilidad.

Hago la maleta y agarro dinero, mi parte, Andrea puede gastarse lo suyo en lo que le dé la gana, al parecer tengo deudas que pagar, los cachorros me arañan el pantalón y pasan la cabeza como si supieran lo que estoy a punto de hacer. Quisiera llevármelos, pero no son míos.

Ben me mira cuando bajo con la maleta hecha, no hay cambio de opinión pase lo que pase.

—Piénsalo de nuevo.

—Ya está pensado.

—¿A dónde vas?

—Lejos, sé que te pido demasiado, pero cuida de los cachorros y Andrea.

Entonces me voy, pido un taxi y lo hago manejar al aeropuerto, tengo que irme de aquí, poner distancia entre nosotros, lo que debí hacer desde el principio. Es la primera vez que me separo de Andrea y lo peor de todo es que es de forma definitiva.

Compro un vuelo y subo al avión dos horas más tarde, abandonar Italia se hace más difícil pensando en Andrea y los cachorros, quizás cometí un error, pero ya no tenía más soluciones que brindar.

¿Soy un cobarde? Es probable, sin embargo, creo que aguanté demasiado, hay un límite y llegué ahí.

Bajo unas horas más tarde y compro un teléfono, marco el número de Ian y recibo una dirección a la que ir, no soy conocedor de Noruega, este lugar es más de mi hermano mayor, creció aquí con nuestros padres y decidió quedarse durante un tiempo. No tenía idea de que había regresado.

Total, tampoco quería saber.

Entro a la cafetería y tomo asiento, Ian llega, sigue igual, cabello castaño rojizo y ojos castaños, se sienta frente a mí con una radiante sonrisa, justo como lo recuerdo, sin embargo, toda esa brillantina no me hace olvidar que ahora trabaja para la mafia. Por eso me llamó, sólo quiere el dinero de su jefe.

—¿Vas a pagar?

—Cuando me lleves con mi hermano.

—Debiste decirlo antes.

—Lo digo ahora.

—No tienes que mantener la guardia conmigo, somos… —Ian coloca una mano sobre la mía, la quito enseguida.

—No somos nada, sólo conocidos, no tengo idea de cómo terminaste trabajando para ellos y no me interesa, pero olvida que nos conocemos de antes, sólo estoy aquí por mi hermano.

—Que malhumor —gruñe, poniéndose de pie.

—Son negocios.

—Aún no entiendo cual fue la fijación de Carlo contigo.

—No sé a qué viene el tema.

Lo sigo hasta una casa en mal estado, Leandro está amarrado en una silla, hay dos escoltas con él, tiene el pelo rubio lleno de sangre, un ojo hinchado, la piel amoratada, está lleno de golpes. Ian lo señala.

—Ahí tienes a tu queridísimo hermano, ahora el dinero.

—¿Cuánto?

—Dos millones —reviso la maleta y dejo el dinero sobre la única mesa del lugar, no traje tanto, igual no pienso irme de aquí sin el idiota.

—Sólo tengo uno, pagaré lo demás después.

—No intentes escapar con él, no quiero hacerte daño.

Me da lo mismo lo que quiera, tarde o temprano terminaré hablando con su jefe, él no es importante. Desamarro a Leandro de la silla, sigue completamente inconsciente, toco un moretón y lo hago quejarse, al menos despierta.

—Abre los ojos —logra abrir uno de ellos, la familiaridad del gris vuelve a mirarme, años desde que no lo veía.

—¿Enzo?

—Sí, acabo de meterme en problemas gracias a ti.

—Lo siento —murmura abrazando mi cadera y escondiendo la cabeza en mi abdomen, se pone a llorar, sé por qué se disculpa y no es por tenerme aquí, esa fue mi decisión.

Su disculpa es por nuestra hermana menor, el cargo de conciencia no lo deja vivir, yo tampoco ayudé con eso. Ella era adicta, iba a conseguir droga donde sea, sabía que él tenía y ella misma decidió consumir.

Lo responsabilicé porque era su droga, pero era su trabajo, lo que hacía para la famiglia, la mayor culpable aquí fue ella, él no podía saber que buscaría en sus cosas y decidiría drogarse con su mercancía. No sabía que sin querer estaba cargando el veneno que hizo que nuestra hermana muriera.

Nadie la obligó, ninguno de nosotros.

—Está bien —murmuro, acariciándole el pelo, porque ya fue suficiente, es hora de dejar ir el mal recuerdo, y la culpa, yo no pude hacer nada, él tampoco, era su destino.

Estamos podridos desde que nacimos, nuestra familia siempre trabajó para la mafia, también era nuestro destino. Arreglemos las cosas aquí. Conseguiré ese dinero y podremos marcharnos, claro, si puedo ayudar a Leandro.

No pude con Andrea porque no quería ayuda, creo que puedo hacerlo con mi hermano mayor, él si quiere esa ayuda.

******

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro