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Capítulo 21

Patrick

Jódeme. Todo esto es una maldita porquería. Me lanzo al sofá e ignoro a los cachorros, no estoy de humor gracias a ese maldito terco que lleva ignorándome un día completo. Un maldito día. No es como si fuera la primera vez que hago esto, me sorprende que no lo hiciera antes.

También soy amante de la adrenalina y el maldito subidón que te dan las drogas, es una vía de escape perfecta de esta maldita confusión que traigo. Siempre vi la relación de mi padre y quise algo parecido, Raphael está más roto que yo y tiene a un Maddox que lo tolera, lo complementa.

Eso es lo que necesito, un equivalente a Maddox, no dos.
No tengo derecho a sentirme extraño respecto a los hombres que llevo engañando durante más de dos meses, simplemente no. Tal vez debería salirme de todo esto, renunciar a la extraña relación que tenemos antes de que termine mucho más confundido.

Todo eso me da igual cuando veo entrar al hombre enojado conmigo, no quiero tener a ninguno de los dos con ese estado de ánimo, los quiero a ambos de buen humor y regalándome sonrisas fáciles.

Sólo entre nosotros.

Me pongo de pie y le agarro la muñeca, Enzo me fulmina con la mirada y jala su mano, veo enseguida mis dedos marcados, no de ahora, de la noche que llegué drogado. Una vez desperté por segunda vez recordé casi todas las estupideces que había hecho, besarlo con rudeza, agarrarle la muñeca con demasiada fuerza, decir que buscaría a otro hombre, resistirme al maldito baño, pero lo único que lo enojó fue que consumiera en primer lugar.

—Hablemos —levanta las cejas con sorpresa.

—¿De qué, ya extrañas el sexo, me quito la ropa para ti? ¿Dónde quieres hacerlo hoy? —pretende quitarse la camisa, agarro el borde y lo mantengo completamente vestido, me gusta el sexo, pero no es algo que me atormente no tener.

Contario a lo que demostré las últimas semanas, sólo estaba siendo caprichoso.

—Deja de portarte como una perra, no quiero sexo, sólo hablar.

—Me sorprende que en realidad no quieras sexo, eso es lo único que te interesa de nosotros en primer lugar, ¿cierto, Patrick? —camina a la encimera y deja las llaves del auto, Andrea probablemente tuvo que quedarse más tiempo para contar, hoy es día de pago.

—Me interesa que no estés enojado conmigo.

—¿Por qué te importa? Oh, cierto, el sexo no sería agradable.

—Deja de mencionar el sexo, escúchame —Enzo apoya la espalda en la encimera y cruza los brazos.

—No me interesa lo que tengas que decir, por eso no quiero oírlo.

—¿En serio?

—Sí, no estoy interesado en salir, tener sexo, o lo que sea que tengamos si vas a seguir drogándote. No me involucro con drogadictos —escupe de malhumor, me acerco.

—No soy un adicto, sólo lo hago de vez en cuando.

—Así empiezan.

—¿Por qué te importa? —resopla con una sonrisa.

—¿Por qué, en serio me preguntas eso? —levanto las cejas esperando su respuesta—. No voy a llegar a casa sólo para encontrarte jodidamente muerto por una sobredosis. ¿Qué pasa contigo, piensas siquiera?

—¿A quién viste cuando llegaste a casa? —Enzo aprieta la mandíbula, no quiere decirlo, pero me quedo esperando su respuesta.

—Mi hermana menor, se había inyectado tanto que decidió meterse mucho más de lo que podía aguantar, sólo por un subidón, justo lo que estás buscando, ¿me equivoco? —me reta con la mirada a que le vaya a la contraria, no voy a perder el tiempo, tiene razón.

—No.

—Bien, voy a mudarme, yo… —no lo dejo hablar ya que lo agarro del pelo y lo acorralo contra la pared, en serio me hace enojar.

—No.

—¿Qué? —elevo su cabeza con el agarre en el pelo y le muerdo la mandíbula.

—No vas a mudarte, y si lo haces será conmigo y Andrea, los tres, juntos —gruño, nadie más que yo y Andrea lo tocará, voy a matar al que se le ocurra tocar lo que es mío.

—No voy a…

—Pídemelo —digo contra su boca, Enzo se ve completamente confundido.

—¿Qué?

—Me enteré de que tienes una promesa con Andrea de no consumir droga, pídemelo también.

—No tengo que pedirte nada, eres tú quien…

—Pídemelo, cucciolo —Enzo me agarra del frente de la camisa y me mira enojado.

—¿Lo harás, dejarás de consumir sólo porque yo te lo pido?

—No lo sé, pídemelo y lo descubriremos —se enoja aún más, deslizo la lengua por su labio inferior, su actitud comienza a enojarme—. ¿Por qué no tengo remedio para ti? ¿Por qué me pones las etiquetas que no te gustan que te pongan?

Suspira.

—Prométeme que no vas a consumir otra vez.

Y entonces viene a mi memoria la pregunta que le hice a Andrea. ¿Vale la pena hacer esa promesa? ¿Estoy dispuesto a cumplir promesas ahora? ¿Quiero hacer promesas en esta relación? ¿Ellos valen la pena?

Totalmente.

—Te prometo que no voy a consumir otra vez —me besa sólo como él sabe, endemoniadamente lento, sus manos se deslizan bajo mi camisa y me araña la espalda.

—Más te vale cumplir tu maldita promesa.

—Sí, ahora vamos a… —se separa haciéndome gemir.

—No.

—¿Qué?

—No vamos a tener sexo, sigues de castigo.

—¿Soy un niño acaso? No pueden tener el sexo de rehén por mucho tiempo —y entonces se echa a reír.

—Lo sé.

Va hacia la cocina y pone la comida a calentar, me gusta verlo cocinando, pero le roba demasiado tiempo, uno que no tenemos. Se sienta del otro lado de la encimera y se apoya en los codos, el moretón con la silueta de mis dedos resalta enseguida. Deslizo un dedo acariciando el cardenal, lo quiero ver marcado por mí, pero no este tipo de marca.

Supongo que no estoy tan jodido como pensaba.

—Siento esto.

—Está bien, estoy acostumbrado a los golpes, no duele —agarro su mano y planto un beso en cada dedo, me gusta este hombre mucho más de lo que puedo admitir.

—¿Cómo te acostumbraste a los golpes?

—El hermano de Andrea solía pegarnos —hago una mueca.

—Cierto, me habló de eso.

—Que sorpresa, no le gusta hablar del tema.

—Ujum… me alegra que el hijo de puta esté muerto o no sé lo que podría hacerle —Enzo se echa a reír y jala su mano, lo ve gracioso, pero lo digo totalmente en serio, esta cosa de la posesividad ya me caló hasta los huesos.

—Muy bueno para todos.

Escucho los pasos de Andrea más bajos de lo normal, lo de sorprenderme no va conmigo, soy Coronel, tengo reflejos bastante buenos, pero no me giro, dejar que me sorprenda es parte de la magia.

Junta el pecho a mi espalda y una de sus manos se envuelve en mi cintura mientras me besa el cuello suavemente, me gusta su contacto, ya soy adicto a estos dos hombres.

—¿Qué, se reconciliaron tan rápido?

—Parece, soy bueno dando labia —tengo que reírme de eso, Enzo sonríe de medio lado.

—Haciendo promesas dirás.

—Me alegra que nos escogieras —y entonces me besa, el contraste de los besos de Andrea y los de Enzo es una maldita agonía.

¿Escoger? ¿Qué escogí, quedarme con ellos y no con la droga? ¿Tenía elección en eso? Estoy aquí por trabajo, no por placer, no puedo olvidar ese hecho. No soy el hombre que se quedará con ellos o merezca algo de lo que me ofrecen. Soy el Coronel de la IMS2, y nada cambiará esa realidad.

—¿Qué pasa? —Andrea me agarra de las mejillas y sonríe, es una bonita sonrisa, es un hombre demasiado atractivo para su propio bien.

—Nada, sólo pensando, quiero abajo a Lombardi, Rizzo y Moretti —vuelve a besarme, esta vez, suave, con calma, como suele besar a Enzo.

—Aún estamos asentándonos.

—Yo lo haré —Andrea endurece la mirada, no le gusta nada mi sugerencia.

—No, esto es una sociedad, los tres tenemos que estar de acuerdo.

—¿Por qué no estarían de acuerdo? Son socios de tu padre, y lo que queremos es joderlo —Enzo coloca una mano sobre la mía y aprieta.

—¿Por qué estás tan apurado? Tenemos tiempo para eso.

Yo no, mientras más tiempo esté aquí, más voy a confundirme, no tengo ese maldito privilegio. Si paso dos meses más cerca de ellos no voy a querer irme, y es algo que no puede pasar. Por mucho que me pese, tengo que meterme en mi papel de Coronel.

—Podemos…

—No.

—Oigan… —como si no hubiese sido suficiente gruñirme la negativa, Andrea se retira a su habitación con los cachorros, Enzo coloca una mano en mi cuello y masajea.

—Patrick, sólo ten un poco de paciencia, vamos a llegar, nadie dijo que en dos meses Andrea estaría sentado en la silla de su padre.

¿Paciencia, de dónde carajo saco eso, y qué hago mientras? Hasta hace poco pensé que era como mi padre, ciertamente mis pruebas registraron que no tengo ningún nivel de psicopatía, pero a veces parecía así.

No estoy ni cerca de haber heredado su problema, porque el remordimiento comienza a llegar, la maldita culpa me carcome y aún no entiendo por qué. No es la primera misión de infiltración larga en el campo, tampoco creo que sea la última.

—¿Hay algo que te preocupe?

—Sí, que la comida aún no esté caliente.

—¿Qué? —Enzo pestañea varias veces y luego de analizar mis palabras se gira—. Mierda, olvidé encenderlo, ve con Andrea, los llamaré en unos minutos, intenten hablar.

—Eres lindo —me besa agarrándome del frente de la camisa, antes de alejarse chupa mi labio inferior.

—Dime esa porquería cuando esté follándote.

—No te enojes —me echo a reír y camino a la habitación de Andrea, pasamos más tiempo en la mía ya que es la más grande, pero a veces cuando alguno de ellos está enojado o en su fase dramática terminamos en otra cama.

Andrea está sentado, con Melo bocarriba entre sus piernas, le acaricia la panza mientras ella duerme por completo, Nero está dormido a un lado. Tomo asiento detrás de él, coloco su pelo a un lado y le dejo besos por la nuca y el cuello.

—¿Te enojaste conmigo?

—No, pero tienes que respetarnos, Patrick, no eres sólo tú, somos los tres, quisiste que fuera así, si no quieres eso deberías dejarnos, y hacer las cosas a tu manera.

Intento que mi respiración no me delate, los latidos en mi pecho parecen exaltados, es una reacción fisiológica que no comprendo, porque no debería tenerla. El simple pensamiento de que no me quieran cerca me congela la sangre.

No puedo sentirme así.

—¿Quieres que me vaya, que los deje? —deja de acariciar a Melo, se toma demasiado tiempo para responder, mientras yo estoy al borde de un ataque de pánico por dos cosas diferentes.

Me aterra alejarme de ellos, y también me horroriza tener esta reacción a ese hecho, porque es un maldito hecho, pasará. Saca a Melo de sus piernas y me mira, parece afligido por la pregunta, casi tanto como yo, ni siquiera creo que pueda dejarlos, aún si me lo pide. Mis pensamientos son un maldito caos.

—No quiero eso, pero si no estás conforme con lo que tenemos… —lo beso, interrumpiendo sus palabras y respondo más rápido de lo que debería, no puedo mostrar debilidad.

—Me gusta lo que tenemos, puedo ser paciente —Andrea se sienta a horcajadas sobre mí y vuelve a besarme.

—Ya podemos… —Enzo se queda de pie en la puerta, le hago una señal para que se acerque, pero no se anima—. Los espero en la cocina.

Se besan, tienen sexo, pero a veces están tan incómodos el uno con el otro que todavía me sorprende, muerdo el labio inferior de Andrea, los quiero cómodos entre ellos, como mismo actúan conmigo.

—¿Por qué no saludaste a Enzo al llegar? —Andrea suspira.

—No estoy acostumbrado a darle besos, eso simplemente no forma parte de nuestra rutina.

—¿No te gusta besarlo?

—¿Qué crees? Si no me gustara hacerlo no me acostaría con él —mordisqueo su oreja.

—Mmm… entonces regresamos a la cocina y le das el beso que se merece.

—Puede pedírmelo si lo quiere —me echo a reír, Andrea quiere de Enzo lo mismo que de mí, eso no pasará.

—Andrea, incluso conmigo se limita, por alguna razón sus demostraciones de afecto están jodidas.

—Clarisse —masculla de repente, ve mi cara confundida y específica—. La última ex que le conocí, era una perra total con las demostraciones de afecto.

—Bueno, no seas como Clarisse, él me saluda al llegar, si le brindas el mismo trato estoy seguro de que lo hará.

—Bien —deslizo las manos bajo su camisa y le acaricio la espalda.

—Desdibuja todos los límites, si quieres que funcione ya no puedes pensar en él sólo como tu mejor amigo.

—No suelo follar con mis amigos, obvio ya no es sólo eso.

—¿Y qué es?

—No lo sé, lo mismo que tú.

¿Y que soy yo ahora mismo? ¿Soy el Coronel, el criminal, el amante, sólo Patrick? Creo que borrando límites me olvidé de los más importantes.

—Bueno, ahora vamos o pensará que no queremos comer.

Nos ponemos de pie y los cachorros nos siguen a la cocina, me siento en la encimera y Andrea rodea la cintura de Enzo con un brazo antes de besarlo, él se ve genuinamente sorprendido, pero luego de pocos segundos le sigue el beso.

—Lo siento, olvidé saludarte al llegar —Enzo suspira.

—Está bien.

Y con eso los tres nos ponemos a comer. Me gusta lo que tenemos, no debería, pero me gusta. Quizás no todo esté tan mal y pueda quedarme con ellos, puedo quedarme aquí de forma indefinida, quiero seguir recibiendo lo que me dan.

¿No es un pensamiento demasiado egoísta?

Supongo que sí, no vine a quedarme.

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