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Capítulo 1

Andrea

Edward Jones le indica a su guardaespaldas que me enseñe la maleta en su mano, tiene una sonrisa bastante segura de sí mismo. Es un niño rico inglés, supongo que sus padres son muy importantes, pero ni idea. Sólo sé que intenta hacer negocios con la mafia Italiana. No vine a esto y aún así conseguí meterme en esta situación.

El hombre coloca el maletín de acero sobre la mesa pulida y lo abre luego de colocar la contraseña, compruebo que no miente, hay un montón de dólares en el interior.

—Como dije, hay un millón de dólares en el maletín —toco los billetes y miro al tipo caprichoso, debo decir que mi estadía en Londres no me está gustando nada.

Primero me dejo seducir por un tipo engreído que logró hacer que me acostara con él, cosa que nunca en la vida me había pasado, para luego irse como si nada.

Claro, también dejó caer ese hecho de que soy malo en la cama.

No soy jodidamente malo en la cama.

Era mi primera vez con un hombre, además, a mi entender lo hice malditamente bien, sólo que ese creído quería molestarme. Puta vida, lo consiguió por completo.

—Señor Fiore —levanto la cabeza para ver a Andrew, espera, Edward, no lo sé, ya no recuerdo—. ¿Me está prestando atención?

Claro, porque eres el centro del universo y tus problemas son más grandes que los míos, apuesto a que no estuviste follando anoche con un tipo cuando te has considerado heterosexual toda tu vida.

Bueno, supongo que soy bi, o lo que sea, no es como si fuera a ir por ahí acostándome con cualquier tipo. Soy Andrea Fiore, el hijo del Don de la famiglia Fiore, no puedo ir por ahí con conductas homosexuales sin que mi propio padre intente matarme. 

—Claro, quieres que vaya donde vive Clinton y le dé un buen susto, pero no que lo mate.

—Su nombre es Milton, tienes que aprenderte el nombre, o irás a ver a otra persona —agarro el paquete de cigarrillos en mi traje y saco uno.

Enzo me ofrece el encendedor prendido y enciendo el cigarro. A ver si logro relajarme y no tener que hacerle nuevos agujeros al chico insoportable antes de tiempo.

—Bueno, mi hombre aquí presente es quien irá a visitar a Clinton —señalo a Enzo, mi hombre de confianza, que trata de no reírse, el chico se enfurruña aún más y dice un insulto en inglés.

Total, sólo estoy accediendo a esto para poder independizarme de mi padre, tengo que cortar los hilos y no voy a irme con una mano delante y otra atrás. Conozco bien a Cristiano como para saber de primera mano que no me cederá el poder, al menos no de buena gana.

—Bien, un placer hacer negocios contigo, él tomará los datos y te enviará las fotos que quieres —me pongo de pie, agarro la maleta y salgo de la oficina pretendiendo no saber lo que dice, me habló en italiano desde el principio creyendo que no tengo ni pizca de cultura en el inglés.

Estúpido, escuché cada uno de sus insultos, mala suerte para él que no quiera dejar cabos sueltos, ni siquiera me importan sus tonterías, me importa un carajo de quien es hijo.

Voy a mi habitación y lanzo el maletín a la cama, se abre de repente dejando caer los paquetes de billetes sobre el colchón, hay que ver, el idiota no servía ni para buscar un maletín que sirviera.

Me quito la corbata y la dejó sobre uno de los sillones, apago el cigarro en el cenicero viendo la cama, no específicamente los billetes sobre ella, no, la cama donde follé con ese arrogante.
Puta vida, si alguien se entera perdería el respeto.

Decido bajar y desayunar algo, el servicio  a la habitación es bueno, pero no quiero seguir ahí, no hago más que acordarme de ese tipo y ni siquiera sé su nombre.

Jodido infierno.

Tomo asiento, mis hombre visibles en todo momento intimidan a todos, bueno, mala suerte, seguirán ahí. El camarero casi llora cuando tiene que tomar mi orden.

—Tostada, beicon, huevos fritos y salchicha, trae uno para cada uno de nosotros —tiene el uno para retirarse, agarro mi teléfono sólo para entretenerme hasta que alguien toma asiento frente a mí.

Levanto la mirada y me encuentro directamente con los ojos verdes que me atormentan desde que se marchó de mi cama diciendo prácticamente que apesto en el sexo.

Enzo lo agarra del brazo, pero él ni se inmuta, simplemente me mira, le doy una orden a mi guardia y lo deja en su lugar. Se sacude la ropa.

—¿Qué haces aquí otra vez?

—¿El hotel es tuyo? Puedo estar donde quiera.

—Pero viniste a sentarte en esta mesa, donde resulta que estoy yo —se encoge de hombros.

—Puedes ser una compañía decente.

—Oh, lo dice el que me puntuó como un cuatro, pensé que había salido de tu agenda por completo —lame su labio inferior, está muy al tanto de su belleza y la usa a su favor.

Nunca había visto unos ojos tan verdes y ese cabello negro, corto en los lados y más largo en la parte superior, jode todo el orgullo que intento mantener. Obviamente quiero llevármelo a la cama.

—Sólo cuando estás por debajo de tres.

—Si piensas que repetiremos estás equivocado.

—Me estás desvistiendo con la mirada, Andrea, y estás jodidamente excitado con mi presencia, ¿cómo de jodido es eso? —miro alrededor, no hay nadie pendiente de la conversación, el camarero deja el desayuno frente a mí y cómo mismo se retira.

—¿Qué quieres?

—Dinero.

—No te ves como un chico de alquiler —sonríe.

—No lo soy, pero necesito el dinero.

—¿Cuánto?

—Quinientos de los grandes —dice agarrando mi tenedor y pinchando el beicon, mastica mientras me mira a los ojos, es la mitad del jodido dinero que acabo de conseguir y en serio me planteo la posibilidad de hacer el negocio con él.

—¿Por una vez?

—Incluso yo sé que sería demasiado, las veces que quieras —traga y humedece sus labios, sí, puedo darme cuenta, estoy jodido.

—¿Cuál es tu nombre?

—Ethan —reconozco la mentira en el momento en el que la dice.

—A otro perro con eso hueso, tu nombre real.

—Es lo único que vas a obtener, no quiero a tus perros husmeando en mi vida.

—Pues entonces no.

—¿Vas a rechazar esa posibilidad?

—Me arriesgaré —hace una mueca, por un momento pienso que cederá y me dirá su nombre, pero mira hacia mis guardias.

—¿Debería preguntarle a tus guardaespaldas? No podrán pagar todo el dinero, pero al menos será más de lo que puede ofrecerme una persona común —me levanto de golpe y lo agarro del cuello, me reta con la mirada.

—Atrévete.

—Nos levantamos agresivos —le hago una señal a mis guardias para que se mantengan fuera de esto, estoy dando un espectáculo y él se ve complacido.

—A partir de hoy nadie más que yo te toca —gruño apretando mi agarre, mira hacia la mesa.

—¿Terminaste con el desayuno?

—Que se joda el desayuno —le suelto el cuello y jalo su brazo, me sigue de forma obediente por todo el pasillo hasta el ascensor—. Enzo, desayunen, por el momento no son necesarios.

Mi guardia obedece, presiono el botón y espero a que se cierren las puertas para acorralar al bello provocador contra el espejo. Me sonríe, quita la liga de mi pelo y mientras desliza una mano por mi cabello nos acerca para frotar nuestras entrepiernas.

Joder.

Contorneo sus labios, quiero devorarlo, porque besarlo no es jodidamente suficiente, pero sé que es un mal lugar para hacerlo, no quiero que nadie sepa sobre esto. Una vez me vaya de Londres las aventuras se quedan entre las paredes de mi habitación.

—Si alguien pregunta el por qué estás conmigo dirás que sólo son negocios —se echa a reír, no parece molestarle, supongo que sería una estupidez, sólo quiere el dinero.

—Unos negocios muy placenteros —frota mi erección y me besa el cuello, apenas registro las puertas abriéndose, es él quien me avisa con un resoplido contra mi piel.

Lo jalo a mi habitación y pongo el seguro, me acorrala contra la puerta y por fin asalta mi boca, su lengua invade y se enreda con la mía, sus dientes prácticamente me hacen sangrar.

Le quito la camisa por encima de la cabeza y la tiro a un lado, acaricio la piel llena de cicatrices y llego al tatuaje en su pectoral izquierdo, son tres triángulos entrelazados que no tengo idea de lo que significan, tampoco me importa ahora mismo.

—A la cama —agarra su camisa del suelo y camina hacia allí quedándose de piedra por los fajos de billetes sobre la sábana negra—. ¿No me escuchaste?

Deja la camisa en una esquina, se quita las botas y gatea hasta el medio haciendo que mi polla crezca aún más. Lo tengo mal por el tipo. Desliza algunos billetes hacia un lado y me mira acostado, el negro de las sábanas hacen que los ojos verdes brillen aún más.

Me quito la camisa antes de gatear y colocarme entre sus piernas, ni siquiera miró el dinero dos veces, lo cual me hace dudar de sus palabras. Agarro la maleta y dejó caer todo el contenido a un lado, lo mira una vez y luego a mí.

—Te daré el millón si te portas bien —se ríe de mí como si fuese un estúpido, bien puedo serlo, acabo de ofrecerle el dinero con el que se supone voy a independizarme.

—Puedo portarme bien.

De alguna manera lo dudo mucho.

—¿Quieres hacer las cosas aún más interesantes? —levanta una ceja, agarro varios fajos de billete y rompo el sello que los mantiene unidos.

—¿Qué intentas hacer? Será mi dinero, así que más te vale…

—Mantente en silencio, Gattino —lanzo los billetes al aire bajo su atenta mirada, llueven por doquier, sobre el piso, la sábana y nosotros. Agarra un billete de mi hombro y con el repasa mi pecho descubierto hasta meterlo en el borde de mi pantalón.

—Creo que te sobra ropa —me lanzo hacia su boca y lo beso otra vez mientras se encarga de arañarme la espalda, enreda las piernas en mi cintura y se frota contra mí.

—Andrea…

Me detengo cuando unos fuertes golpes en la puerta nos interrumpen, él se encarama sobre mí y besa mi cuello, muerde e incluso deja chupetones. Diablos, aún no puedo creer que esté dejando que un hombre me haga esto.

Los toques se hacen más insistentes, y esta vez la voz de Giulio se escucha del otro lado.

Andrea, apri quella maledetta porta —me levanto más rápido que un rayo, es el hombre de confianza de mi padre, es capaz de tirar la puerta abajo y si me ve en esta situación estoy jodido.

—Escóndete.

—Puto infierno, ni que fueras una mujer casada —gruñe recogiendo su camisa y las botas para irse al baño.

Respondo y me visto antes de abrirle la puerta al mastodonte de mi padre, es incluso el doble que yo, lo cual es bastante increíble. Entra hecho una furia, tiene algunos documentos en las manos que son un desastre.

—¿Dónde está? —grita como un loco, agarro una cinta de la gaveta y me amarro el pelo.

—¿Quien?

—No me vengas con esas, Andrea, el tipo que trajiste, ¿dónde está?

—No lo sé —me lanza los documentos que trae.

—Es un agente infiltrado de la IMS2, así que más te vale saber dónde está —miro los  documentos al instante en el que lo menciona.

Patrick Werner, Coronel de la IMS2.

Estas cosas me pasan por imbécil. Voy a matarlo, no quedará ni un maldito pelo cuando acabe con él. Me utilizó bien, incluso hubiese podido embaucarme el millón de dólares.

—Busca en el baño.

Los dos vamos hacia allí, la rejilla de ventilación está en el suelo, el cabrón está en los conductos, ni siquiera sé cómo está ahí dentro con el tamaño que tiene. Cree que puede escapar de mí tan fácil.

Claro, porque cree que saldrá del puto edificio.

Por encima de mi cadáver.

Se acabaron los putos juegos. Soy Andrea Fiore, no un payaso con el que ese imbécil puede jugar así como así.

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