Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8: Maldecido por la debilidad.

Tras dejar a Luminosa descansando en su cama, Ànima pensó en dar una pequeña vuelta por la ciudad para que todo estuviera en orden. No se iría muy lejos, tampoco quería dejar sola a Luminosa en un sitio que desconocía, y más actuando como si fuera una cría pequeña.

Aún le sorprendía varios detalles sobre cómo eran los Lumos, le daba vueltas a todo lo hablado mientras miraba a su alrededor para encontrarse con su raza haciendo una vida que por fin era tranquila.

Aquello lograba alegrar su corazón, saber que podían vivir en paz tras tantos intentos y que a nada más llegar fueron recibidos por la hospitalidad, cariño y confianza.

Recordaba bien el momento en el que conoció Linee y fue bienvenida por Luminem. Se le hacía gracioso de pensarlo, pero a la vez, su rostro se volvía más atento y firme.

—No voy a dejarlo perder. No ante ese asesino.

Recapituló las preguntas de Lihuco y las respuestas de Luminosa. Sabía que Lihuco desconfiaba de los Cineos, pero aquello era un error porque no sabía cómo eran y su historia. ¿Qué sentido tendría atacar si son los primeros en defenderse y esconderse?

Aunque era cierto que solo eran palabras que Cuis le había dicho. ¡Y no la cuestionaba! Jamás lo haría, solo que no había conocido jamás la ciudad de Seriu, y sabía que una cosa era contarlo y otra vivirlo.

—Debería ir allí. Capaz me encuentro con la elegida y me explica qué es lo que ha ocurrido en verdad. No creo que sea agresiva.

¿Por qué Cin no presentó a su elegida a sus compañeros? O al menos decir su nombre. Ànima no sabía apenas sobre los Cineos, pero porque su diosa tampoco sabía mucho más que su forma de vivir.

Capaz si se adentraba no solo sabría cómo eran, sino que también comprendería más su forma de ver las cosas y, con ello, obtener más pistas sobre lo sucedido.

La idea era genial, pero cuando dio sus primeros pasos, se acordó de Luminosa. Se giró en dirección a su hogar.

—Solo será unos minutos, no creo que tarde más, aparte, es de noche, creo que Luminosa no se despertará hasta que amanezca —supuso—, y creo que es mejor que no venga, sino será más duro para ella remarcar tanto lo ocurrido, aunque lo intente ocultar.

Sabía que Luminosa ocultaba sus emociones con aquella hiperactividad y felicidad. Recordó bien el momento en el que le dijo la noticia, como las lágrimas deseaban salir, pero se lo impedía con una sonrisa que simulaba ser radiante, diciendo que era capaz de hacer frente a esa verdad y que buscaría al culpable costara lo que costara.

No sabía si todos los Lumos eran iguales, pero tenía claro que Luminosa era especial en ese sentido, admiraba el hecho de que, a pesar de estar en una situación complicada, intentara ver la parte más positiva de las cosas.

—Seriu para ella sería como drenar su positividad —se dijo en un susurro—, y eso es lo último que quiero para su salud.

Así pues, se puso en marcha y se dirigió a Seriu, siendo acompañada por la noche, donde la Luna se mostraba en su estado más completo.

—Dame fuerzas Lúan. Y si es cierto lo que dicen, dame tu ayuda y sabiduría, hija de todas las Lunas.

Adentrándose por los bosques, pronto escucharía el agua del río llevar a su paso todo lo que se encontraba. Se movía con fuerza y constancia, siendo un sonido relajante para Ànima.

Sus ojos observaban con atención las pequeñas casas que se encontraban en su camino, encontrándose con diversos tipos de animales de aspectos peculiares que reposaban o que comían de la hierba fresca que tenían. Pocos Cineos se encontraban despiertos, percatandose de la presencia de Ànima.

Fue rápida su reacción, se escondían sin dudar y la miraban con total desconfianza. Capaz no hubiera sido buena idea intervenir a esta hora, capaz tendría que haber aparecido ante la luz del día y en un lugar menos alejado de la ciudad. Capaz tendría que...

—¿Quién eres?

El tono agresivo y desconfiado de una mujer hizo que Ànima frenara sus pasos, girando poco a poco su cuerpo hasta ver de reojo a una Cinei que la miraba con un desprecio notable. Su aspecto fue algo que dejó muda a Ànima, sintiendo un ligero dolor de cabeza que le impidió abrir su boca.

—Ah, eres un asesino, ¿verdad? —preguntó—. Venías a matarlos, ¿no es así?

—¡N-No! —reaccionó al fin Ànima, alejándose un poco para ver aquella mujer de ojos blancos y vestimenta verdosa que cubría todo su cuerpo—. Solo deseaba hablar con Cin y su órbita experta.

—Pues estás de suerte porque yo soy su elegida —respondió, manteniendo ese tono borde—. ¿Quién eres tú?

—Ànima, la órbita novata de Cuis.

El silencio era incómodo. Parecía haber una tensión horrible entre ellas, una que Ànima no comprendía, pero que a su corazón le generaba esa angustia cuando la miraba Sabía que no era la única sorprendida porque los ojos blancos de la Cinei se abrieron en demasía.

—N-No esperaba tu visita aquí. Soy Pyschen, la órbita experta de Cin. ¿Podría saber qué haces aquí? Tu presencia asusta a nuestra raza, más a estas horas.

—No era mi intención asustar, solo deseaba hablar contigo y con Cin, informar sobre lo ocurrido y hacer unas preguntas sobre lo ocurrido con Lihuco —explicó Ànima.

Pyschen frunció el ceño.

—Veo que te encontraste con ese monstruo agresivo. Seguro que te habrá mentido sobre lo ocurrido —supuso, cruzando sus brazos.

—Solo busco las pistas posibles para contrastarlas Pyschen, no puedo considerar que sea una mentira aún —respondió Ànima con calma.

—Oh, claro. Se entiende que busques la neutralidad, pero ya te ahorro el trabajo, esa órbita experta mentía con su versión, ¡lo hizo enfrente de su diosa junto con Cuis y Luminem! No tiene vergüenza esa mujer, ¿qué sentido tiene que yo la ataque? ¿Eh? ¡Ridículo!

Ànima se dio cuenta que la actitud de Pyschen era fácil de explotar, aunque creía que detrás de esas palabras existía la frustración. No se quería imaginar el peso que sentía al ser una órbita experta de los Cineos, pero aun así tenía varias dudas.

—Pyschen, ¿es posible que pueda encontrarme con tu dios? —preguntó Ànima con educación.

—Sí. Claro —murmuró Pyschen—. Debo ir también, recién regreso de la ciudad de Christel.

—¿Recién? —preguntó Ànima, arqueando la ceja.

—Tuve que ayudar a los Cineos, dicen que hay otra amenaza oculta, uno que se transforma bajo la apariencia de un zorro —respondió Pyschen, intranquila—. Al parecer hay alguien que le gusta jugar con nosotros.

Aquella noticia no le gustó nada a Ànima, ¿otro más? Sentía que este planeta era cada vez más habitado por presencias que no iban a ser fáciles de detectar.

—Esto es horrible —susurró Ànima, para luego mirar a Pyschen—. Por favor, si no te es molestia reunirme con vuestro dios.

—No, no lo es. Sígueme.

Así pues, subirían por las rocas que daban lugar hacia las enormes cascadas donde Cin solía estar sentado. Aunque fuera de noche, se podían escuchar el sonido de algunos grillos y búhos que cantaban, haciendo un lugar tranquilo para Ànima, aunque no para Pyschen. Lo veía en sus hombros tensos y su mirada centrada en el camino que tomaban.

«Tan mal lo deben haber pasado y ahora se ven envueltos en un peligro que a lo mejor les puede afectar. No me extraña que esté tan tensa», pensó Ànima, apenada.

Por suerte, no tardarían mucho en encontrarse con Cin. El dios se encontraba sentado en una de las rocas cercanas al río, intentando descansar, aunque pronto dejaría de hacerlo al detectar la presencia de su órbita experta. Sintió un gran alivio al verla y saber que se encontraba bien, aunque esa alegría poco duró cuando se encontró con Ànima.

—No esperaba tener visita —murmuró Cin, mirando con atención a Ànima.

—Siento que mi intervención le tome por sorpresa, pero necesitaba hablar con usted y su órbita experta sobre lo ocurrido. No sé si está al tanto, pero aparte del asesinato, Luminosa ha acabado en las profundidades de nuestra ciudad, por lo que la situación es un tanto complicada —explicó Ànima.

Los ojos de Cin se abrieron de par en par. Su cuerpo, compuesto por esa masa grisácea, se desestabilizaba ante los nervios. Aquello tomó por sorpresa a Ànima, era la primera vez que veía cómo funcionaba el cuerpo de los Cineos.

Aun con ello, explicó todo lo ocurrido, incluso la alianza que al parecer tenían con Christel. Estas palabras hicieron que Cin se pusiera un poco más tenso.

—¿Cómo pueden considerar una alianza con ella? Por Tréla, ¿por qué Luminem piensa en algo así? —se preguntó Cin.

—Debo admitir que tal idea pude verla cuando me tuvieron presa —admitió Pyschen.

Cin se alarmaría ante esas palabras.

—¡Pyschen! Te dije que no era buena idea que fueras, ¿te encuentras bien? ¿Te hicieron daño?

—No, no lo hicieron, y sé que me pediste no ir, sé que al final te retractaste, pero no podía evitar escuchar a los demás con sus miedos a Criseia o que habían oído de un nuevo ser rondando por los bosques —explicó Pyschen con calma.

—Veo que no fui el único que escuchó esos rumores —susurró Cin, preocupado.

Ànima veía como ambos se preocupaban el uno al otro. Estaban siempre en una tensión constante, un miedo que no les permitía descansar del todo. Capaz no fue buena idea que los Cineos estuvieran tan cerca de la ciudad de Christel.

—Siento si interrumpo, pero necesito hacer una pregunta un poco importante —pidió Ànima, viendo como Cin aceptaba con su cabeza—. Según Lihuco, dijo que su órbita experta la atacó primero.

Pyschen soltó una risa apenada.

—¿Sigues creyéndola? —preguntó Pyschen, cruzando sus brazos.

—Solo quería confirmar si era cierto —explicó Ànima.

Cin soltó un suspiro largo.

—Ànima, creo que Lihuco ha mentido en ese aspecto —respondió Cin con paciencia—. Pyschen no pudo haberla atacado principalmente porque no sabe dominar el ruido tan bien como otros.

Ànima se alarmó ante esa información, ¿¡cómo no sabía dominar el ruido?! Según sabía, la órbita experta —daba igual de que raza—, tenía que tener un conocimiento decente del poder. ¿Cómo era posible que Pyschen no tuviera ese control?

—De hecho, quería entrenarla antes para que después fuera a la ciudad de Christel, pero sus preocupaciones la ganaron, acabando en esta situación —murmuró Cin, avergonzado—. Aun me cuesta creer que te hayan aprisionado, ¿qué pensaban que eras?

—No lo sé, pero tengo muy claro que Lihuco ya es parte de mi lista de sospechosas al igual que su raza —aseguró Pyschen con cierta molestia—. Mentirosa, agresiva y nada compasiva. De ella no me fio nada.

Ànima se veía envuelta en un conflicto, las dos versiones que habían dicho chocaban. Conocía a ambas, pero confiaba más en las palabras de Cin al asegurar que Pyschen no sabía usar el ruido, por ello Lihuco a lo mejor estaba mintiendo. A no ser que esa presencia que sintieron antes la confundiera con Pyschen.

—Hay un asunto que me gustaría hablar, algo que sentí con Luminosa y Lihuco cuando nos encontramos —intervino Ànima con educación, llamando la atención de ambos—. Antes de reunirnos, sentimos una presencia muy poderosa, una que nos dejó casi sin aire y sin la opción de moverse. Capaz Lihuco sintió eso, creyendo que eras tú, pero quiero creer que es ese zorro del que hablan tus Cineos. El culpable del que genere esa confusión.

—Podría ser una opción —murmuró Pyschen mientras ponía su mano en su barbilla. Ànima juró por un momento que sus manos eran agujas, y aquello le generó un escalofrío en toda su espalda—, aunque no sabemos nada sobre ese zorro, solo sabemos que una joven Cinei vio como ese ser parecía dominar la naturaleza, aunque estaba herido.

—Herido... —susurró Ànima, cruzando sus brazos.

—De ser así, mi opción es que a lo mejor ese ser sea de otro lado y que a lo mejor lo han desterrado y por ello actúa de esa manera contra nosotros —supuso Pyschen.

—No tendría mucho sentido, capaz solo está confundido y usa sus poderes para que nadie se le acerque, más al estar herido —respondió Ànima.

—Muy inocente te veo para creer eso —contestó Pyschen.

—No me dejo llevar por la paranoia y el miedo, trato de ser lo más calmada posible y analizarlo todo de la mejor manera posible —explicó Ànima.

—Ya...

La molestia se reflejaba en los ojos de Pyschen. Ànima sintió vergüenza de haber dicho tales palabras, pero era verdad, lo mejor era no dejarse llevar por el miedo, más si había alguien que a lo mejor no era tan peligroso.

—Aun con ello —intervino Cin, logrando que esa tensión entre Pyschen y Ànima se disipara un poco—, creo que es prudente que hable con Cuis y Luminem. Sé que fueron allí y eso me preocupa.

—Porque estuvieron disfrutando de la ceremonia de Christel —añadió Pyschen. Cin se vería un tanto irritado—. No creo que fueran por gusto porque Christel nos obligó irnos de una manera un poco agresiva.

—¿Cómo de agresiva? —preguntó Ànima.

—No hizo ningún movimiento, solo con su presencia nos miró de tal manera que podía ser capaz de destrozarlo con su poder, y juro haber visto armas a su alrededor a modo de amenaza —trató de recordar Pyschen. Sus manos temblaron por un momento—. Por ello Luminem y Cuis están ahí obligados.

—Y aun así Luminem se le ocurre juntarse con ella, por Tréla, que me lo permita, que despierte de una vez y se dé cuenta —murmuró Cin mientras ponía su mano en su frente.

Ànima no comprendía bien a quién se refería Cin, pero tenía claro que la angustia iba creciendo poco a poco entre ellos. Desconfiaban demasiado de Christel y comprendía sus motivos, pero tampoco podía decir que Lihuco, siendo la órbita experta de Christel, fuera tanto un problema, es más, se comportó con educación y paciencia.

Sus pensamientos daban vueltas de un lado a otro, pero en ocasiones eran interrumpidas por los ojos de Pyschen que la analizaban en silencio. Se sentía incómoda, más cuando se cruzaban las miradas. Ànima sentía que Pyschen le era familiar.

«Eso es una idiotez. Imposible, impensable. Ella es Cinei, yo una Cutuis», pensó Ànima, aun así, una pequeña pregunta apareció en su mente.

—Siento ser maleducada, pero Cin, ¿es posible saber porque no hablaste de tu órbita experta antes? —preguntó Ànima.

—Creo que los motivos son obvios —respondió Pyschen antes de que lo hiciera Cin, viéndose la desconfianza en sus ojos—. ¿Cuis hablaría de ti si supiera que tienes un dominio de la oscuridad ineficiente?

Ànima se quedó en silencio, dándose cuenta que Pyschen parecía tomárselo todo muy personal.

—No era mi intención molestar ni ofender, solo preguntaba porque no sabía de tu existencia, ahora que lo sé, me es un gusto poder estar contigo y poder saber quién fue el culpable de tal asesinato —explicó Ànima con calma, viendo como Pyschen relajaba su rostro un poco.

—Cuenta con que tendrás mi ayuda para ello, más si el ruido puede detectar casi cualquier cosa —respondió Pyschen con seguridad.

—¿Casi cualquier cosa? —preguntó Ànima, arqueando la ceja.

—Casi, a no ser que superen nuestro nivel —añadió Cin. Pyschen miraría un poco irritada al otro lado por haberse equivocado—. Por desgracia no pudimos detectar nada cuando los padres de Luminosa murieron.

—Eso es extraño —murmuró Ànima—. Eso solo me deja con la opción de que es alguien superior que puede bloquear los poderes, porque según me explicó Luminosa, se llevó la luz de sus cuerpos para que no descansaran en paz.

—Eso es un gran problema —susurró Cin, para al final suspirar—. Creo que lo mejor que se puede hacer es prepararnos para lo peor y ver qué pueden decirnos Cuis y Luminem.

Ànima estaba de acuerdo con sus palabras. Miró por un momento a Pyschen, quien escondía sus manos tras su espalda mientras miraba hacia la izquierda con sus ojos cerrados y al final soltar un suspiro pesado.

—Me parece bien —respondió Pyschen, mirándolos de reojo.

—Trataré de ayudaros en lo que haga falta —aseguró Ànima—, entendiendo vuestra situación, solo veo una gran tensión y angustia. Creo que ahora más que nunca tenemos que apoyarnos.

Cin sonrió con calma, pero Pyschen no parecía inmutarse mucho, solo la miraba de arriba abajo para al final suspirar.

Con esta conversación dicha, Ànima agradecería la hospitalidad de ambos y regresaría a su hogar.

Durante el camino, Ànima tendría un dolor ligero de cabeza, uno similar a la estática que perforaba su mente poco a poco.

—Si tuviera aquí mi Blaution —susurró, para luego soltar una leve risa—. Veré si en casa puedo descansar un poco con esa pequeña hiperactiva en mi habitación.

Paz era lo que reinaba en la Criseia cuya fiesta del amor había concluido con un buen resultado. Luminem y Cuis le agradecieron su invitación y se despidieron cordialmente para volver a sus respectivos hogares, aunque antes de hacerlo, Christel les pidió que volvieran más seguido porque había disfrutado mucho de su compañía y quería conocerlos mejor, algo que a los dos dioses no les importó aceptar.

—¿Quién me diría... —susurró Luminem.

Sus perspectivas habían cambiado por completo sobre Christel. Su título como diosa de la guerra no era porque fuera agresiva, sino porque realmente tuvo que pasar por una serie de problemas que la hicieron ser lo que es: una diosa, pero no por gusto, sino por supervivencia.

Impactaba pensar que fue una humana, pero que ahora estaba condenada a observar desde lo lejos su planeta mientras recordaba todo lo que había vivido c.

Se dio cuenta que ser un dios no era un juego, sino una responsabilidad, pero que aún con ese cargo, no tenía por qué abandonar su humanidad porque podía aún disfrutar de lo que hacía en la tierra.

Luminem pensaba esto con una sonrisa apenada para al final recordar a Luminosa, haciéndole despertar de su realidad.

—No sé si tomar a Luminosa de órbita novata —admitió Luminem, preocupado—. No quiero meter a nadie en problemas.

—No, Lumen, es algo necesario, es una norma que hay escrita —explicó Cuis.

—Aun con ello, tengo miedo, Cuis —expresó Luminem angustiado mientras frenaba sus pasos, alzando la cabeza al cielo estrellado—. Ja... Nunca he sentido tanto miedo, ¿sabes? Aunque todo fuera bien en esa fiesta y en la reunión, tengo aún malos presentimientos, ¿esto es lo que llaman ser paranoico?

Cuis le miró con pena. Era normal preocuparse ante una situación así, aunque todo parecía ir como un camino de rosas, aún tenían la espina clavada en la espalda.

—No quiero que mi raza sufra, no quiero que lo haga, pagaré todo el sufrimiento sin importar el qué, los quiero tanto que simplemente no tolero que...

Sus palabras fueron detenidas ante un abrazo sincero y cariñoso de Cuis, sorprendiendo a Luminem que la miraba sin saber bien qué decir. ¿¡Qué hacía?! Abrazarse era peligroso, aunque fuera de noche y Cuis tuviera un poco más de fuerza, tocar la luz era peligrosa, era como fundir un metal en lava.

—Deja de pensar en eso, ahora mismo tenemos otras tareas pendientes —pidió Cuis. Su rostro estaba pegado al pecho de Luminem, y aquello hacía que el dios no pudiera reaccionar y mirara a otro lado avergonzado—. Tranquilo, es solo un abrazo.

—Lo sé, Cuis, pero no quiero que te pase nada...

—¡Deja de preocuparte por esas bobadas! —se quejó Cuis, mirándolo un poco frustrada—. Nunca nos ha pasado nada malo porque controlamos nuestros poderes, ¿verdad?

—Yo...

«Es que no quiero hacerte daño si me relajo demasiado a tu lado. Haces que todo esté bien y eso no es algo que me guste sentir ahora mismo», quería expresar Luminem, pero no sabía cómo hacerlo, no le salían las palabras, no quería ser borde ni maleducado, apreciaba el abrazo, de hecho, deseaba tenerlos todos los días, pero a su vez estaba asustado.

—Lumen, contigo y con Ànima aprendí que no debo tener miedo, ni siquiera contigo, aunque seas el elemento que me haga más daño. Contigo puedo entender, ser valiente y actuar sin que nada me detenga —explicó Cuis—. Contigo me siento segura al igual que con Cin, aunque admito que a tu lado es más... ¿Divertido? Siento que todo lo malo es en menor medida y que hacer que mi interior brille, aunque sea de oscuridad.

Soltó una risa nerviosa, alejándose del abrazo poco a poco por la vergüenza que sentía. Se sentía que no era el mejor momento decir esas palabras, menos al estar en medio de los bosques cercanos a la ciudad de Seriu.

—Cuis...

Luminem, con mucho cuidado, la abrazó con cariño. Aquello tomó por sorpresa a Cuis al estar encerrada en sus pensamientos. Este abrazo fue mucho más cálido y personal, uno que a Cuis la hizo sentir avergonzada mientras sus mejillas ardían. Puso su cabeza en el hombro derecho de Luminem, sonriendo para luego cerrar sus ojos.

¿El tiempo se había paralizado? No lo sabían, a veces este podía ser tan abstracto. Avanzar muy rápido o lento, no había una concepción como tal, pero no era algo que les importará. Sus corazones se coordinaron por primera vez mientras sus elementos, luz y oscuridad, se movían con cuidado hasta un punto en el que la confianza pudo permitir que se unieran y se abrazaran sin miedo a nada.

«Creo que me he enamorado...», ambos pensaron lo mismo, pero no tenían el valor de expresarlo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro