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Capítulo 7: Ignora tus preocupaciones

«Menuda... energía tiene», fue lo primero que pensó Ànima cuando vio a Luminosa dando pequeños saltos en su casa, sin creerse aún que estuviera en Custió.

—¿Entonces podré quedarme aquí para disfrutar de su ciudad y cultura? —preguntó Luminosa.

—Claro, pero recuerda que tendrás que relajar un poco tus emociones, no somos tan hiperactivos como vosotros —recordó Ànima.

—Oh, claro, sois más tranquilos, lo siento —murmuró Luminosa con cierta vergüenza mientras bajaba su luz—. Creo que a vosotros os costará mucho conocer nuestra ciudad, si vierais cómo funciona...

—La visité una vez —admitió Ànima, sentándose en uno de los asientos que había en su habitación—. Ese día estaba asustada porque conocí sin querer a vuestro dios.

—¡Qué envidia! —gritó de golpe Luminosa—. Yo solo pude verlo apenas unos minutos porque interpretaba la protagonista de mis actuaciones. Ese día me dio la enhorabuena por ser la más destacada, diciéndome que a lo mejor podría ser una órbita aprendiz.

Ànima se quedó mirando a la joven con una ceja arqueada, ¿Luminosa una órbita aprendiz? A juzgar por su edad, tenía que ser una cría de dieciséis años, y con aquella actitud, creía que era demasiado pronto para ser una. Era mucho cargo, era responsabilidad, era madurez, y ella...

—Creo que lo primero es saber qué ha ocurrido para que estés aquí, a la vez que tratamos ese tema tan delicado —murmuró Ànima con cierta incomodidad.

Luminosa dejaría de brillar tanto en aquella habitación.

—No te preocupes, intento verlo de otra forma —admitió Luminosa, bajando su mirada—. Quiero creer que ellos están descansando como merecen, ¡veintiocho años han tenido que aguantar!

Ànima se quedó atónita ante su edad, ¡veintiocho años! No los parecía tener, aunque tampoco podía juzgar porque tampoco sabía cómo funcionaba la prosperidad en su raza. En su caso, los Cutuis cumplían dos veces al año, por lo que vivían bastante tiempo, siendo ella una mujer cerca de los sesenta y seis años, aunque cualquiera que la viera pensaría que tenía treinta.

—Igual forma quiero buscar justicia, quiero saber quién fue el culpable, que ese asesino tenga su castigo merecido, sólo así podrán descansar y capaz así libere la luz de su cuerpo para que sean bendecidos por el Soal —admitió Luminosa, en sus ojos unas pequeñas lágrimas blancas aparecían, pero que intentaba ocultar como podía.

—¿Tan importante es? —preguntó Ànima con cierta curiosidad.

—Claro que lo es. Cuando un Lumos muere, la luz que expulsa su cuerpo tiene que ser liberada mediante una tradición que tenemos, se dice que, si se le da su debido respeto y bendición, su alma será acompañada por Soal, el Primer Sol bendecido, quien seguirá existiendo para seguir dándonos vida —explicó Luminosa. Ànima mostraba mucho interés por sus palabras—. Es crucial hacerlo, sino no podrán vivir en paz.

—Pues para ello habrá que ponerse en marcha y buscar al culpable, ¿no crees? —preguntó Ànima, levantándose del asiento para ver cómo Luminosa la miraba con aquellos ojos llenos de esperanza.

—Puedo... ¿Puedo hacer una pregunta?

La situación en ese instante le era un tanto inusual para Ànima, de normal su hogar, aparte de ser pequeña y humilde, era la más oscura que podía haber, pues como tal la oscuridad siempre le trajo una calma imprescindible, una que le hacía sentir consciente de sus decisiones y no dejarse llevar por nada. Pero en esta ocasión, al ver la luz enfrente suya, se sentía extraña, porque si bien sabía que la luz la hacía daño, no podía sentirse intimidada ni asustada por alguien que mostraba cariño, amabilidad y confianza.

—Adelante.

—¿Por qué fuiste a Linee? —preguntó Luminosa. Ànima arquearía la ceja ante su duda—. Los Cutuis temen a la luz, la detestan, pero tú en cambio te aventuraste sin temor alguno, ¿por qué?

Ànima pensó sus palabras, para al final suspirar con una risa suave.

—Desde pequeña fui así —admitió Ànima—. Curiosa, aventurera y con gran energía. Algo poco común entre los Cutuis como habrás visto.

—Sí, son muy aburridos, no como tú.

Ànima soltó una leve risa.

—El asunto es que desde pequeñas me aventuraba a cualquier cosa porque quería ayudar, pero hacía todo lo contrario. Al final, en una de mis exploraciones, sentencié sin querer a mi raza y... digamos que no nos quedó otra que huir —admitió Ànima con pesar—. Desde ese entonces les prometí a mis padres que haría las cosas bien, que no los decepcionaría. Espero... que estén orgullosos de mi por lo que he hecho, y como voy a seguir luchando para mantener mi puesto y ayudar a los demás.

—¡Seguro que lo están, Ànima! ¡Ya lo verás cuando tenga la oportunidad de verlos! ¡Se verá la ilusión por todo lo que has hecho!

Ànima sonrió con cariño.

—Ya te están viendo, Luminosa. No en esta precisa Luna del planeta Claimia, pero seguro que te observan desde las Lunas de Tugia —respondió con calma.

Luminosa abrió sus ojos en demasía, mirando a otro lado con vergüenza.

—Yo... Yo no...

—Ya no importa, Luminosa —interrumpió Ànima—. ¿Nos movemos? Tenemos mucho por hacer.

Pensar en el pasado no merecía la pena, al menos era lo que Ànima se convencía todo el rato, pero era complicado con el dolor en su pecho que iba creciendo, más con aquella sensación tan inusual desde que llegó a su hogar. Ahora ya no era el sentimiento de no estar acompañada, sino a una más cercana, una emoción familiar.

Creyó que era por su familia que había perdido, pero no podía ser eso porque a pesar de todo, sabía que había estado arreglando sus errores más personales. ¿No les era suficiente eso? ¿Qué clase de cadenas tenía atados en su corazón?

O mejor dicho, mucho más allá de su corazón, su alma.

—¡Estoy más que lista! —aseguró Luminosa, interrumpiendo los pensamientos de Ànima—. Haré lo mejor que pueda.

Ànima solo pudo sonreír con calma, empezando así el pequeño viaje que tendrían juntas.

A nada más salir de la casa, Luminosa ya tuvo que bajar la luz que emitía, aunque no sería algo muy arriesgado porque a su lado tendría una antorcha del cual le daría ese alivio mientras avanzaban.

Las miradas curiosas no tardaron en llegar y aquello a Ànima no le gustó. No decía nada, pero con su mirada dejaba en claro que debían atender a sus problemas y aceptar el hecho de que una Lumos se encontraría en Custió en el tiempo que hiciera falta hasta que Cuis dijera lo contrario.

Durante el camino, Luminosa observaría todo a su alrededor. Las cuevas de Custió no eran tan estrechas y claustrofóbicas como había pensado, sino que eran bastante espaciosas con aquella oscuridad que iba siendo menos profunda, apareciendo colores suaves a su alrededor, predominando más el azul marino.

Daba la sensación de que las cuevas donde se encontraban no solo eran como un hormiguero, sino como si se encontraran en las profundidades del mar. El techo, al ser tan azulado, daba la sensación de que había vida marina.

Ànima se encargaba de vigilarla en todo momento, agarrando en una ocasión su mano para evitar que cayera en uno de los agujeros donde el puente que tenían enfrente iba creando se poco a poco. Luminosa, intrigada, miró la profundidad de aquel acantilado.

—¿Por qué parece que hay seres marinos? —preguntó Luminosa.

—Nuestro poder a veces se representa en esos animales —respondió Ànima—. No te asustes si los ven, todos son amigables, aunque al principio desconfiar de ti por ser luz.

—Oh, entiendo.

Luminosa se quedó observando el acantilado. Ànima rió ante su actitud tan curiosa y adorable

—Aún hay zonas en Custió que estamos construyendo, ¿ves esa zona de allí? —preguntó Ànima, soltando poco a poco la mano de Luminosa.

—¡Sí! La veo —respondió, mirando hacia ese lado.

—Tenemos intención de hacer un tipo de anfiteatro. Cuis me admitió que quería que la luz viniera aquí para que no tuviéramos miedo, que poco a poco vuestros espectáculos no solo fueran en vuestra ciudad, sino en otros sitios y se hicieran más conocidos.

—¿¡De verdad?! —gritó Luminosa, dando pequeños saltos de emoción—. Ay, no sé cuán posible sería eso, los Lumos son un tanto especiales a la hora de hacer las actuaciones, somos quisquillosos.

Ànima rio con suavidad mientras cruzaba en el puente junto con Luminosa.

—Creo que cada uno tiene su forma de ser, nosotros por ejemplo somos un tanto cerrados, ya lo has visto —contestó Ànima.

—Sí, pero eso se debe a lo que habéis pasado, no como nosotros —explicó Luminosa.

—Sí. —Suspiró con rapidez—. Como sabes, nuestra raza se asocia al mal, aquel que siempre querrá formar el caos, pero nosotros no somos así —aseguró Ànima con firmeza, mientras miraba a su alrededor—. Desde que nací, recuerdo que al menos me he movido de planeta unas cuatro o cinco veces.

—Vaya, debió de ser duro —murmuró Luminosa.

—Lo fue en parte... más cuando nos mudamos del último planeta, el código 007, Tugia. Pintaba ser un lugar especial y próspero, tanto que dejé mi Blatulion ahí —explicó Ànima.

—¿Qué es el Blatulion? —preguntó Luminosa, interesada.

—Es una gema que tenemos siempre a nuestro lado desde que nacemos, lo que nos da son propiedades curativas, mejor dicho, consume las enfermedades que un Cutuis pueda tener, aunque también puede hacerlo a otros —explicó Ànima—. El asunto es que el Blatulion es un tanto delicado, porque si bien absorbe las enfermedades o "males", tienen que ser purificadas o escuchadas.

—¿Escuchadas? —repitió Luminosa.

—Sí, son gemas que tienen vida y dan esa ventaja, pero para que sean eficientes, tienen que ser escuchadas como si fuera un tipo de mascota o planta medicinal —trató de explicar Ànima—. Es una gema que tenemos desde pequeños y son casi infinitas su generación.

—¿De verdad?

—Sí, solo necesitan estar en oscuridad y en zonas cercanas a un río o mar, luego se van generando, aunque toman su debido tiempo —explicó Ànima, viendo como Luminosa la miraba con gran interés—. Parece que en vuestra ciudad no tenéis eso.

—No, en nuestra ciudad tenemos las semillas de la luz, Linem, las cuales dan los árboles Ilus. ¡Son bellísimos y grandes! Iluminan el camino aparte de darle esa decoración única —explicó Luminosa—, no solo eso, también está su flor, las illes, qué de estas aparecen un líquido que son muy ricos aparte de aportar mucha energía, en especial para los pequeños.

—¿Más hiperactividad? —preguntó Ànima, riéndose con calma.

—Es necesario porque así se acostumbran a lo que son, Lumos, seres de luz que siempre se mueven a un gran ritmo —respondió Luminosa.

—Tiene sentido —murmuró Ànima, poniendo su mano en su barbilla—, entonces tú...

—Antes de que lo digas, yo caí en una cazuela enorme de illes, de ahí que aun con mi edad sea un tanto hiperactiva —admitió Luminosa con cierta vergüenza. Ànima reía con cierta fuerza—. ¡Oye no te rías! Gracias a eso me pude meter en los gremios musicales y de actuación, porque ya hacía miles de cosas y no podía controlar mucho ese constante movimiento.

Mientras caminaban hacia el exterior, más iban conociendo detalles sobre su raza, dándose cuenta de las diferencias que tenían.

Pronto la luz del sol sería presente, estaban ya al fin en una de las entradas de la ciudad, encontrándose de frente con los bosques que rodeaban la grandiosa montaña, siendo acompañadas por el viento fresco, debido a que cerca suya estaban los ríos donde cerca vivían los Cineos.

Se pondrían en marcha. Luminosa se quedaría cerca de Ànima en todo momento, sin quitar ojo de su alrededor. Sabían que había ciertos animales un tanto peligrosos que podían despertarse y ser agresivos contra ellas. Aunque los Cineos se encargaran de cuidarlos, no significaba que fueran pacíficos.

Hubo un momento en el que Luminosa, sin querer, agarró la mano de Ànima con fuerza. Aquello puso alerta a Ànima, mirando de reojo a Luminosa para sonreírle con suavidad.

—Admito que me da cierto temor estar aquí —murmuró Luminosa, angustiada.

—Tranquila, estoy a tu lado, no te ocurrirá nada —aseguró Ànima.

—No es eso, es... ¿No te da la sensación de que este lugar hace que te sientas más pesado? O que las pulsaciones de tu corazón sean más fáciles de escuchar, como si algo horrible fuera a ocurrir —explicó Luminosa.

Ante esas palabras, Ànima frenó sus pasos. No lo había percibido hasta ahora ya que era una presión que estaba bastante acostumbrada a vivir. Ante esto se dio cuenta que bajar la guardia no era buena idea en este ambiente tan ¿pesado?

Era extraño, los bosques se mantenían como siempre, no había ningún tipo de peligro propio de un animal o que las hojas dejarán un mensaje discreto como que su color desapareciera y se destrozaran solas.

A su alrededor parecía normal, pero el ambiente era angustioso.

—¿Quiénes sois? —preguntó la mujer con firmeza.

Ànima se giró ante esa voz, viendo una figura femenina de un metro ochenta de altura, caminando en su dirección. Ànima se posicionó enfrente de Luminosa solo por si acaso, viendo por fin a la mujer de cabellos anaranjados con tatuajes en su rostro y piernas, vestida con telas sedosas y decoradas en colores rojos y dorados.

—Somos Ànima y Luminosa —respondió Ànima con calma.

La contraría se vería un tanto sorprendida por sus palabras.

—Sois las órbitas novatas de Cuis y Luminem, ¿no? —preguntó.

—Así es.

Tras confirmarlo, Ànima vio cómo aquella mujer se relajaba un poco, soltando un suspiro suave.

—Disculpad que la situación para conocernos no sea la ideal. Mi nombre es Lihuco, la órbita experta de Christel, es un gusto conocerlas, aunque me preocupa que os encontréis por aquí. A no ser que busquéis pistas.

—¿Nos vas a ayudar? —preguntó Luminosa.

—Claro, vuestros dioses hablaron con Christel, explicando toda la situación. Os ayudaremos en lo que haga falta para buscar al culpable, aunque ahora mismo la situación es un tanto delicada en nuestra ciudad —respondió Lihuco.

—¿Podría saber por qué? —inquirió Ànima.

—Hay una festividad en nuestra ciudad, y en un momento como este puede ser perfecto para que haya disturbios, pero no solo en nuestra ciudad, sino en otros lados. Una forma de desviar la atención —explicó Lihuco—. Mientras los guardias de la ciudad protegen todo, yo he decidido vigilar nuestro alrededor y saber si hay alguna pista más, aunque no hay nada más que esa presión inusual.

—¿No era tuya? —preguntó Luminosa, atónita.

—No activo mis habilidades por condiciones propias de mi raza. Así que no, esa presencia que sentisteis no era mía y también lo percibí era una agresiva, cruel, una que no conocía la compasión —aseguró Lihuco, dándose cuenta que sus palabras pusieron en alerta a Ànima y Luminosa.

—Creo que eso sería un problema, pues sería alguien que se oculta, alguien con gran poder intentando formar el caos desde las sombras, el asunto es quien —murmuró Ànima, cruzando sus brazos con un rostro pensativo.

—Saqué suposiciones y analicé lo que pude en este rato que me encontraba aquí —explicó Lihuco mientras ponía su mano derecha en su cadera—, pero antes de sacar alguna conclusión, quiero preguntarle a Luminosa unas cuantas cosas.

—Oh, claro. Sin problema —respondió Luminosa.

Ànima sabía que Lihuco iba a interrogarla, pero sentía que no era el momento más ideal, más al ser un tema delicado del que podía hacerla daño. Aun con ello, Luminosa tranquilizó a su compañera, dispuesta en responder las dudas de Lihuco.

Luminosa dio su testimonio: El día antes de la muerte de sus padres, se encontraba en su gremio, preparando todo para la actuación que tendrían. Les dijo a sus padres que estaría unos días ocupada, algo que comprendieron sin problema. Antes de irse, les pidió que el día de la actuación les visitara y ellos aceptaron sin dudar.

El asunto era que sus padres trabajaban en la recolección de frutos, y los mejores que había se encontraban fuera de Linee. ¿Por qué no los cultivaban en su ciudad? Porque los frutos no soportaban las condiciones tan luminosas y la altura no era la adecuada.

—Entonces ese día, tus padres antes de la actuación, fueron a recolectar alimentos. Capaz para hacerte un regalo aparte de cumplir su trabajo —supuso Lihuco.

—Sí, es lo que solían hacer, era una forma de animarme a la vez que calmar mis nervios antes de la actuación —confirmó Luminosa.

—¿Cuántos días te fuiste de casa? —preguntó Lihuco.

—Cuatro días, los últimos donde estamos practicando sin apenas descanso... Perfeccionarlo hasta el día de la verdad.

—Cuatro días —repitió Lihuco, para luego mirar a Ànima—. ¿Te molesta que te haga unas preguntas, Ànima?

—No, claro que no me molesta —respondió Ànima mientras mantenía su posición firme.

—¿Qué hiciste en estos últimos días? —preguntó Lihuco.

—Cuis me envió a vigilar la ciudad, por lo que tengo a muchos Cutuis que pueden confirmar mi presencia —explicó Ànima para luego soltar un suspiro—. Si crees que los Cutuis salieron, te digo que es imposible porque la única que sale de la ciudad soy yo. Los demás temen a la luz.

—Sí, y ese día los padres de Luminosa salieron por la mañana, la hora que empezaba su trabajo, y no se quedaron más de la noche, sino se debilitaban y ponían en riesgo su vida —recordó Lihuco, respirando con profundidad—. Por lo que solo me quedan los Cineos.

—Los... ¿Los Cineos? —repitió Ànima.

—Sí, y mis sospechas es por su elegida y la forma en cómo actúo al adentrarse a nuestra ciudad, todo porque sospechaban de nosotros —explicó Lihuco con cierto desprecio.

Ànima arqueó la ceja ante esas palabras.

—No quiero ser maleducada, pero los Cineos son un tanto paranoicos, temen por su vida por todo lo que han sufrido —explicó Ànima—. Capaz la elegida hizo aquello por mandato de Cin.

—Sí, es lo que nos dijo, pero aun así no me gustó como actuó conmigo. Comprendo que pueda tener miedo, pero no le da motivos a actuar tan agresivamente si solo le pregunté su nombre y que hacía en nuestra ciudad observándonos. Daba incluso la sensación de que nos quería atacar —respondió Lihuco.

Ànima se mostraba un tanto desconcertada ante esas palabras.

—Capaz tendríamos que hablar con ella. Ehm, ¿cómo se llama la elegida de Cin? —preguntó Luminosa con cierta timidez.

—Pyschen —respondió Lihuco, arqueando la ceja—. ¿No la conocéis?

—No, si quiera yo, y eso que Cuis me informa de todo —añadió Ànima—. El asunto es que se tendría que hablar con ella o con Cin, más si su raza es un tanto paranoica.

—No me gusta mucho ese hecho, pero quiero creer que tienen sus motivos para actuar así, en especial el dios, del cual es amigo de Luminem y Cuis —supuso Lihuco, cruzando sus brazos—. Tendré paciencia, pero eso no quita que ellos sean ya parte de mi lista de sospechosos.

«Tendrías que buscar las versiones al completo y con ello contrastar los puntos, no juzgar tan rápido», pensó Ànima mientras la miraba, soltando un suspiro largo.

—En fin, me temo que no podré quedarme mucho tiempo aquí —siguió hablando Lihuco—, tengo que irme porque la fiesta en mi ciudad terminará. Al menos ha sido un gusto poder encontraros para ir resolviendo un poco estos problemas.

—Digo lo mismo Lihuco, y espero que a futuro podamos ir descubriendo quién pudo ser el culpable —respondió Ànima con educación.

Luminosa no diría mucho al respecto más que sonreír y afirmar.

—Cualquier problema, sois bienvenidas a nuestra ciudad —respondió Lihuco, despidiéndose al inclinar un poco su cuerpo con educación, para al final irse.

El silencio inundó los bosques por un momento, dejando a ambas chicas con las dudas rondando en su cabeza. Ànima era la que más vueltas le daba a todo, pero aquello se detuvo cuando sintió la mano de Luminosa agarrar la suya, logrando que se miraran.

—Es... ¿Es posible que volvamos? Me siento un poco cansada —pidió Luminosa.

—Sin problema, creo que con todo lo que has pasado, es normal que te canses —respondió Ànima.

Luminosa le sonreiría con suavidad y con ello pondrían rumbo a Custió.

No sabían cuánto tiempo pasó en aquella fiesta, solo conocieron las ganas de disfrutar y despreocuparse, incluso aquellos de corazón más frío podían dejar de fingir una máscara insensible para disfrutar del momento con aquellos que querían.

Cuis nunca pensó que Luminem pudiera moverse de esa forma en la fiesta, aunque en parte tenía sentido teniendo en cuenta que celebraba muchos espectáculos en su ciudad. Nunca pudo ver ninguna de esas actuaciones por culpa de la luz, aunque Luminem siempre le juraba que en un futuro no muy lejano podrían disfrutarlo.

«Tomaría el riesgo de reducir la luz de su ciudad o celebrar uno de los conciertos en mi hogar», recordó Cuis, sintiendo una calidez inusual en sus mejillas mientras agarraba las manos de Luminem y bailaban una canción más lenta. Ambos se miraron nerviosos para luego ver como Christel y Kersmark estaban abrazados dando pasos lentos al ritmo de la canción.

—Parece ser que se corresponden —susurró Cuis mientras colocaba bien el paraguas que Luminem le había dado para que el sol no le afectara demasiado.

—Siendo honesto, no pensé que Kersmark fuera así de cariñoso, parecía ser super serio y borde —admitió Luminem en un susurro.

—Supongo que hasta el corazón más duro puede ser cariñoso si encuentra a la persona ideal —supuso Cuis con una sonrisa. Luminem la miró de reojo con cariño—. Oye, no te voy a mentir, estoy cansada y no me apetece bailar más.

—Me parece correcto, ¿descansamos un poco?

Cuis afirmó, alejándose de la plaza para sentarse en un banco donde la luz y la oscuridad le daba en un lado y otro.

Todos estaban en la plaza bailando o disfrutando de una buena comida, aunque otros se encontraban vigilando como era el caso de Lihuco que estaba de pie con los brazos cruzados mientras miraba de un lado a otro. Lo poco que comentó Christel de ella era que había nacido en una familia muy estricta. Destacaba por sus títulos muy altos y Lihuco, para no quedarse atrás, se dedicó a ser la mejor en sus estudios y como guerrera. Era el orgullo de su familia, trabajando con eficiencia y honor.

—Da la sensación de que Lihuco no ha podido disfrutar mucho de su vida —susurró Cuis.

—Eso no lo sabremos hasta que no la conozcamos, Cuis. Ya viste como ellos engañan un poco por su manera de ser —recordó Luminem.

—Cierto.

El aire fresco pasaba en ocasiones, moviendo sus cabellos. Siendo honestos, se sentían más calmados al saber que Christel no era tanto un problema y que, posiblemente, Kersmark tampoco lo fuera. Aunque sus apariencias parecían hostiles, eran seres con un corazón sencillo en su interior.

—Creo que no tendría que haberme alterado tanto —murmuró Luminem mientras miraba el suelo—, pero han sido tantas cosas que de pensarlo me estoy cansando de nuevo...

—No le des más vueltas, ahora disfruta del momento, luego miraremos bien que hacer —explicó Cuis con una sonrisa amable. Luminem la miró de reojo—. ¿Me lo prometes? Nada de preocupaciones por ahora, simplemente desconectar.

—Me sorprende que digas eso —respondió Luminem con una ligera risa—, pero te haré caso.

Cuis sonrió para apoyar su cabeza en el hombro izquierdo de Luminem, un gesto que le sorprendió al dios. Tembló sin saber bien qué hacer, controlando la luz que emitía para no hacer daño a su amiga. ¿Por qué estaba actuando así? Antes tenía pavor por tocar la luz, pero ahora no le parecía importar nada e incluso tomaba el riesgo de apoyar su cabeza en su hombro para descansar.

—Tranquilízate, no me estás haciendo daño —susurró Cuis, pero aun con eso Luminem no se relajó—. ¿No ves? No me duele nada, estoy bien Lumen.

«¿Qué hago? No entiendo nada —pensó Luminem, preocupado. Respiró hondo para luego mirar a su amiga, que había cerrado sus ojos—, ¿se siente seguro a mi lado aun siendo luz?».

Relajó su mente para poco a poco acercar su mano izquierda y abrazarla con cuidado. La miró con una sonrisa cariñosa para luego mirar hacia enfrente. Su corazón bombeaba con fuerza, tanto que sentía que iba a marearse en cualquier momento, ¿por qué sus sensaciones estaban tan alteradas? ¿No podía relajarse un poco? Más en esta situación tan... agradable.

Luminem de pensarlo sintió un fuerte calor en sus mejillas, tanto que se dio un golpe en estas con su mano derecha.

«Deja de pensar en tonterías, ella confía en mí, eso es suficiente», pensó Luminem.

—¿Puedo saber por qué te pegas? —preguntó Cuis con una risa.

—Había un bicho, no sé, sentí algo raro —improvisó Luminem.

—Capaz mi cabello tocó tus mejillas, lo siento si...

—¡No, no! Tu cabello hermoso no me tocó, si fuera así me habría gustado, es sedoso, envidio que lo tengas así de bien —respondió Luminem con rapidez.

Otra vez. Estaba tan nervioso que no medía sus palabras y a Cuis le hizo muchísima gracia la situación.

—Ah, no sabía que te gustaba mi cabello. —Cuis rio suavemente. Luminem sintió que su cabeza no daba más, se sentía como un idiota, de hecho, estaba actuando como uno—. Está bien Lumen, no tengo problema, me apetecía meterme contigo.

—Oh entiendo —respondió, aliviado. Cerró sus ojos con calma hasta que los abrió de golpe y abrió la boca por un momento—. ¡Pero si a ti no te gusta hacer bromas!

—Contigo sí, tus caras son graciosas, no como Cin que a veces no las entiende —explicó Cuis con una ligera risa.

—¿Ah? ¿En serio? —La cara de Luminem lo decía todo, y eso solo hacía reír a Cuis—. ¿Me estás vacilando?

—No, tonto —respondió Cuis, riéndose aún. Luminem se quedó en silencio mirándola sin entender nada—. ¿Qué ocurre? Parece que has visto algo bicho en mi cara.

—Es que no pareces ser la Cuis que conozco, la mujer seria y calmada —admitió, asombrado.

Cuis sonrió con dulzura.

—A veces viene bien ser un poco más tranquila y divertida, ¿no?

Luminem rascó su cabeza.

—Sí, bueno... No me quejo. Es bonito que te lo pases bien.

Esas palabras lograron que Cuis se pusiera un poco nerviosa, aunque para su suerte no lo detectó Luminem porque Christel interrumpió el momento, pidiendo su atención para disfrutar de la última canción antes de que terminara la fiesta.

A ambos les pareció bien, agarrando sus manos para ir y disfrutar del día antes de que la noche apareciera.

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